Aprendiendo Inglés XIX
Laura tenemos que hablar. -las palabras más temidas en una relación.
- Claudia –dije consciente de que al día siguiente no recordaría nada-. Se que es egoísta por mi parte, pero necesito decírtelo. –tomé aire y esperé unos segundos a que mi corazón se relajara, pero tan solo se aceleraba más y más, sentía nauseas, mareos-. Te amo. –ciertas lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas sin yo poder controlarlo-. Pero eres feliz con Laura, yo haré todo por que seas feliz con ella, haré que me odies, que te olvides de mí, pero nadie te reemplazará jamás, ni Annie ni nadie, tan solo yo haré que tu creas eso para que te olvides de mi. –lágrimas aun más profundas cayeron con más abundancia-. De verdad Te amo, como nunca he amado a nadie. –y suavemente me despedí de ella, dándole un beso a esos labios tan perfectos, con lo que ella respondió atrapándome por la nuca sin dejarme ir.
Su mano estaba firme en mi nuca, parecía muy segura de sus actos, muy segura de no querer soltarme. Yo sabía que no era correcto, pero no podía negarme a ella, su olor embadurnaba mi nariz, incluso mis pulmones llevaban su olor. Sus labios, los más suaves que han existido, cuando al fin abrió paso con su lengua pude notar el sabor suyo mezclado con Whisky, era delicioso, quería emborracharme de ella, completamente. Se separó de mis labios para intentar atraerme a la cama, aunque yo no me dejaba a pesar de desearlo.
- Vamos, no te hagas rogar.. –suplicó ronca-. Por favor Laura.. –me solté de ella dando un salto hacia atrás.
¿Creía que era Laura? Aquello había sido el golpe más bajo que me habían dado nunca. Siempre Laura.. en todo, siempre ella gana, todos la adoran. Sacudí mi cabeza, Laura no tenía la culpa de ser perfecta, el problema era yo.
- Cariño ven.. –volvió a murmurar Claudia.
Desaparecí rápido de aquella habitación, no quería volver nunca, pero sabía que eso jamás lo conseguiría. Daba vueltas por la casa sin sentido, hasta que decidí cambiarme de ropa ya que estaba mojada después de sacarla del agua. Decidí ponerme un vestido rojo algo escotado que se ataba por la nuca y la espalda destapada, me llegaba un poco por encima de las rodillas y me puse unos tacones negros, me maquillé simple pero elegante. Cogí el abrigo negro y el bolso del mismo color, puse todo lo necesario, llaves, cartera y móvil.
Salí directa a una discoteca llamada Totem, era para adultos de entre 25 y 40 años, justo lo que necesitaba.
CLAUDIA
Me desperté sola en aquella cama, podía percibir el olor suyo, era obvio estaba en su casa, pero era más fuerte de lo habitual. Cuando me destapé me di cuenta que estaba desnuda, con lo cual fui en busca de ropa en el armario, me puse unos pantalones de pijama grises un tanto anchos, con los calcetines gruesos de invierno por encima del pantalón, y un jersey ancho aunque no mucho, de color blanco que dejaba un poco a la vista mis hombros dependiendo de mi postura. Me hice un moño ya que tenía el pelo muy alborotado.
- Buenos días dormilona. –entró Laura por la puerta.
- Mmm.. –protesté cariñosamente a la vez que estiraba el cuerpo-. ¿Qué hora es? Me muero de hambre..
- -empezó a reir sin parar mientras se acercaba más a mi-. Son las 12:35. –y me dio un dulce beso en los labios.
- Es pronto aun, pensaba que serían las 15:00 o así. –me reí y ella se incorporó alejándose de mis labios-. Quiero más.. –puse morritos para que me besara más.
- Si empezamos no pararemos. –susurró mientras se ponía a ahorcajadas encima mío.
- No quiero parar.. –respondí acariciándole apasionadamente la espalda, llevábamos poco pero su respiración ya sonaba más pesada y caliente.
- Tus dedeos son órdenes. –y sin más se apoderó de mis labios, haciendo que yo perdiera por completo la cordura.
Su olor empezó a inundar la habitación, tanto su olor corporal como su olor íntimo. Yo tan solo la deseaba dentro de mí, en lo más hondo que llegara. Por el momento me limitaba a presionarla contra mí haciendo que cada vez su peso me aplastara más, cosa que me encantaba. Nuestras respiraciones pedían a gritos aire, relajación, pero nosotras hacíamos lo contrario, cada vez nos ahogábamos más, respirábamos más fuerte pero no se llenaban los pulmones, nuestras lenguas jugaban entre ellas ignorando al resto de nuestros cuerpos. Empezaba a hacer demasiada calor, y más con todo aquello puesto, por lo cual me incorporé la parte de arriba quedándome sentada y con sus pechos en frente de mis ojos, se marcaban a través de la fina camiseta, lo cual iba sin sostén. Ignorando lo que iba a quitarme le levanté la camiseta por encima de sus pechos y me apoderé sin más del derecho.
- Ohh.. –gimió.
- Que la puerta no está del todo cerrada. –murmuré flojo, ella miró en su dirección y maldijo todo con su cara.
- Voy a cerrarla. –comentó rápido, al intentar levantarse se lo impedí agarrando de nuevo ese pezón ya húmedo de antes. Lo succioné fuerte.
- Uff.. –protestó-. ¿Para que te quejas si no me dejas cerrarla? –murmuró con su voz agitada de deseo y puso sus manos en mi cabeza presionándome más contra ella-. Ohh.. –volvió a gemir un poco más fuerte echando atrás su cabeza.
- Vamos ciérrala ya. –comenté soltando ese pecho, su mirada de odio fue de película, pero se levantó y fue a cerrarla.
- Hola chicas. –escuché una voz dulce que impidió que cerráramos la puerta.
- Buenos días Annie. –escuché la voz de fastidio de Laura.
- ¿Cómo va la resaca? –murmuró contenta, demasiado.
- Ahí vamos, lidiando con ella. –me reí. Mi voz seguía sonando agitada.
- He preparado un desayuno riquísimo. –entonces mi estómago pareció escuchar eso y me recordó que se moría de hambre.
- Eres mi ídolo. –me levanté y la abracé.
- Vamos va. –comentó con su sonrisa, en cambio Laura solo tenía cara de mala ostia, a mi me causaba risa.
Al llegar a la cocina vi algo que hasta me creó nauseas, mi cuerpo se tensó. Era un hombre, alto, cabello oscuro con una piel poco bronceada pero perfecta sin ningún pelo. Estaba de espaldas, le veía toda su espalda musculosa, con unos bóxer que le hacían un culo impresionante, eran del mismo color que mis pantalones, un tono grisáceo. Solo llevaba eso y unos calcetines del mismo color, cuando dejé de detallarlo me fijé que se estaba moviendo pero seguía en el mismo sitio, lo cual eché un vistazo más profundo. -Joder-. Pensé cuando vi a Helena detrás de esos músculos, se la estaba prácticamente comiendo.
- Hey hey, yo también quiero. –se acercó protestando Annie.
- ¿Ves? Tendríamos que estar en la cama y disfrutando como ellos. –comentó Laura ante esa escena.
Yo seguía atontada básicamente, no podía creer lo que veía. ¿Cuándo había venido ese tío? ¿Por qué había venido? ¿Y de dónde narices lo conocía?
- Buenos días. –nos saludó Helena y luego se besó con Annie profundamente.
- Woow más chicas. –habló esa voz varonil, mientras se daba la vuelta.
Menudo hombre.. Ese cabello tan negro y perfecto, no muy largo lo suficiente para que le caiga un poco hacia atrás. Tenía unos labios rosados y gruesos, no mucho lo suficiente para darle un toque sexy. Su nariz era fina muy bien delineada, unos ojos azules eléctricos, muy fuertes y unas cejas muy oscuras y gruesas. La belleza de ese hombre impactaba, era, bueno jamás había visto un hombre tan hermoso cara a cara. Se acercó lentamente, era alto yo le llegaba por los pectorales que eran inmensos, aunque no exagerados. Suavemente deslicé mi mirada por la denominada tableta, daban ganas hasta de pasar por ahí la lengua. Pero cuando me perdí en mis propios pensamientos y me quedé en blanco fue cuando vi aquel inmenso paquete. Además estaba empalmado, se veía bien duro, cargaba a la derecha, prácticamente llegaba al lateral de su cuerpo y parecía querer asomar el capullo por arriba.
- Claudia. –me zarandeó con mala ostia Laura.
- ¿Eh? ¿Qué? –pregunté atontada.
- Te estaba hablando. –lo señaló a el que estaba frente a mi sin sacarme los ojos de encima.
- Sí, perdona. –me disculpé ante él.
- Preguntaba tu nombre, pero he oído Claudia.. –que voz tan grave y perfecta-. Hermoso nombre. –se inclinó para darme dos besos, un perfume delicioso de hombre me embriagó por completo, suave puse mis manos en su espalda, se notaba caliente y suave, demasiado suave para ser la de un hombre. Ahí pude notar su gigantesco monstruo clavarse en mi barriga.
- ¿Desayunamos? –comentó Laura nerviosa.
- Claro que sí. –respondió separándose de mí y dándole dos besos a Laura, menos apasionados que conmigo.
Desayunamos muy bien. Yo estaba cabreada con Helena, pero aquel hombre era realmente de revista.
- Ya recojo yo chicas. –comentó él al acabar todos de desayunar, pero Helena lo frenó poniendo una mano encima suyo. Mi cuerpo se tensó y la irá empezó a inundar mi rostro cuando vi que le estaba sobando bajo la mesa, me imaginaba aquel monstruo en la mano de Helena. Me retorcí en la silla de mala gana.
- Lo hago yo tranquilo. –comenté mirando con asco a Helena.
Recogí rápido y me volví a la habitación, empecé a hacer la maleta sin dudarlo.
- ¿Cariño que pasa? –murmuró Laura extrañada.
- Esta tía no necesita apoyo ni ayuda de nadie, ya se entretiene ella sola. –dije en un tono fastidioso.
- Cielo, cálmate, ¿si? –intentó abrazarme y me aparté, ella no tenía la culpa pero no deseaba que nadie me tocara.
- Ni calmarme ni ostias, que se quede aquí montándose tríos y follando con todos sus vecinos, alumnos, compañeros o lo que le dé la gana. –perdí el control-. Pero yo me largo. –cerré la maleta, cogí mi bolso y todas mis pertenencias y salí por la puerta. Ni me vieron seguían con sus frotamientos.
- Claudia espera. –repetía Laura-. Me voy contigo.
- ¡NO! –chillé demasiado fuerte-. Quédate y cumple como hermana, no sea que luego te lo eche en cara o se vaya a vengar.
- ¿Qué pasa? –comentó saliendo por la puerta Annie, tras ella se veía a Helena-. ¿Dónde vas?
- Me voy a casa debo hacer cosas ya llevo mucho aquí. –respondí con el tono más sereno que pude, en cambio Helena tenía buena cara, de triunfo, de que había ganado, no sabía el que pero lo había ganado.
Abrí el coche, metí todo dentro y salí pitando de aquella casa que tanto odiaba.
LAURA
Aquel mismo día llamé a Claudia para comentarle que iba a su casa, pero no me dejó, quería estar sola y también quería que yo cuidase a Helena. Pasaron semanas, hasta que un día hablé con Helena.
- Helena.. ¿Por qué haces esto? –le pregunté sin más.
- ¿Hacer qué? –se hacía la loca.
- ¿Por qué te comportas así? Cada semana estás con alguien distinto, a veces cada día.
- Por qué me gusta, lo disfruto así. –se ponía a la defensiva, no hacía falta sacar mi lado de psicóloga para verlo.
- No es la manera, busca el amor, enamórate y disfruta de todo. –intentaba entrarla en razón.
- Cuídala.
- ¿Qué? –pregunté confusa.
- Cuídala, porqué no solo a ti te gusta. –mi confusión se mezcló con miedo, tenía razón, debía cuidarla, no porqué le gustara a Helena, sabía que había mucha gente tras de ella, era espectacular como persona y tenía un cuerpazo de anuncio, no tenía nada que hacer conmigo, cualquiera mejor que yo podría enamorarla.
- Hey.. –suspiró y le costó hablar-. Te quiere a ti. Puedes ser feliz de ello, pero simplemente cuídala. –eso en parte me tranquilizó, ella me quiere a mí, eso lo sé, pero no podía relajarme.
Me fui a la habitación tras terminar con esa charla, me crucé con sus nuevos dos chicos, ambos rubios, apenas hablaban español, no eran muy guapos pero eran altos, muy grandes, suficiente para darle a Helena lo que necesitaba. Tan solo veía a Claudia en clases, hablábamos por teléfono pero no nos veíamos fuera de allí. A veces si estábamos a solas nos dábamos algunos besos, pero eran pocos ya que allí mucho no podíamos hacer. Sabía que estaba mal, la veía deprimida, rendía menos en clases, llegado final de curso le quedaron cinco materias, lo cual tenía que repetir curso.
- Tenemos que hablar.. –comentó disgustada después de recibir las notas, aun no la había visto pero en la avaluación de una semana antes ya me habían comunicado sus notas.
- Claro cielo. –respondí lo más dulce que pude.
- No sé cómo decírtelo.. –me empecé a poner nerviosa, tenía miedo, solo podía respirar en busca de calma-. Hablé con mi prima, ella vive en Dublín, he decidido pasar el verano allí con ella.. –tragué saliva.
- ¿Y nosotras? –hice la pregunta más temida en estos casos.
- Deberemos aguantar hasta septiembre para volver a vernos.. –me agarró de las manos y la felicidad me inundó de nuevo, a pesar de saber que no la vería en tres meses.
- Entonces ahorrare para subir al menos una vez para vernos o no aguantaré.. –hice pucheros-. ¿No hay manera de que te quedes? –susurré acariciándole la espalda.
- No me hagas eso.. –protestó-. Pero tendremos que celebrar una buena despedida. –sonrió con su habitual picardía. Quizá odiara que se fuera, no lo compartía con ella para nada, pero desde que había dicho eso la veía feliz, como que necesitaba ese viaje y si yo la quería debía apoyarla.
- Eso está hecho. –le di un beso rápido-. Debo irme a una reunión. –le di otro beso igual-. Te quiero.
- Te quiero. –me abrazó y me besó profundamente para luego dejarme ir haciendo que la echara de menos y mis labios la quisieran más.
Le faltaba una semana para irse, la noche anterior decidimos organizar la cena de despedida. Para muy mala suerte ese día Helena tuvo un accidente de coche, nada muy grave, heridas superficiales y un fuerte golpe en la cabeza, se mareaba y veía algo doble lo cual teníamos que pasar varios días en el hospital, Claudia estuvo allí toda la noche, y parte del día siguiente, quería quedarse pero la obligué a irse, quería acompañarla al aeropuerto pero Helena estaba bajo vigilancia y no podía dejarla sola. Nos despedimos con mil besos y abrazos, Helena dormía por lo cual no nos veía. Ella no sabía nada del viaje de Claudia, a saber cómo se lo tomaría.
Después Claudia se acercó a la cama y le dio dos besos a Helena como despedida.
Y desapareció de aquel lugar.
Helena se puso más loca de lo habitual cuando se enteró, follaba más que nunca, usaba más a la gente a su antojo, bebía más de lo normal, estaba desatada.
Pasaron varias semanas así.
- Te echo de menos.. –murmuró en tono dulce.
- No más que yo.. –protesté.
- Pero, ¿sabes a quien echo más de menos?
- ¿A quién? –pregunté curiosa.
- A mis pequeñas.. –murmuró muy triste.
- Tranquila están de lujo aquí en la cama conmigo. –tenía llaves de su casa, prácticamente vivía allí, en su cama, que ahora era nuestra y de la manada. Los gatos iban más a su aire, la buscaban mucho igualmente, las perras igual. Pero los caballos comían poco, yo a los gatos y perras podía animarlos me conocían bien, pero los caballos me conocían poco, estaban solos por lo cual ella me recomendó dejarlos en la hípica con el resto de caballos que era su casa, su primera casa, allí estaban mejor.
- Qué envidia.. ya me gustaría estar allí.
- Pues tengo buenas noticias, este fin de semana no, el otro podré subir a verte. –comente ilusionada.
- ¿Sí? ¿De verdad? –por su tono no se lo creía.
- Ya tengo un súper hotel, ya te enviaré la ubicación y la habitación reservada, espero una buena bienvenida.. –comenté pícara.
- ¿Sabes que te quiero verdad? –esas palabras me creaban la mayor felicidad.
- Mmm.. no, no lo sé.
- ¡¡Ohh!! –se hizo la ofendida-. ¿Cómo que no? Que sepas que tengo aquí una fusta de los caballos y te azotaré con ella por decir mentiras.
- Vale no, no, no. Sí me quieres mucho. –dije riendo.
- Cariño, me voy ya que tocamos esta noche en poco, debo terminar de arreglarme. –su prima era pianista y tocaba en un restaurante de lujo, ella cantaba o tocaba el saxofón según la canción.
- ¡Qué bien! Espero que salga genial, te quiero. –le envié un beso.
- Yo más. –escuché a su prima a lo lejos y colgó la llamada.
Cada día iba haciendo la maleta y deshaciéndola, nunca sabía que llevar exactamente, hasta el día antes.
- ¿Dónde vas? –preguntó Helena al ver que me llevaba alguna ropa mía que tenía en su casa.
- Me voy a ver a Claudia. –comenté sin mirarla.
- ¿Qué? –escuché su voz agitada.
- Lo que has oído, me voy a visitar a mi novia, la echo de menos.
- Yo también. –hizo una pausa-. Quiero ir, iré. –se me heló la sangre y lentamente me fui dando la vuelta para mirarla.
Gracias a todo, espero que os guste.
Siempre estoy encantada de recibir vuestros emails.
Saludos desde España.
Lady.