Aprendiendo Inglés XIII

Helena y Laura tenían un pasado juntas, debía averiguar cual era.

Jamás había sentido tanto hormigueo en mi cuerpo, podía sentir como el aire que respiraba iba arrasando cada una de mis terminaciones nerviosas, como una electricidad recorría mis brazos. Cuanto más bajaba, notaba pezones endurecerse, me dolían, sentía escozor con el propio roce de mi camiseta.

El trazo de su mano me ardía, aquel sitio por el que pasaba se quedaba frío y caliente a la vez, anhelando ese roce, mi estómago se contrajo haciendo que expulsara todo el aire en el momento que sus dedos bajaban entre mis pechos, lo hacían suave, como las gotas de agua que caen por el cuerpo en la ducha, mi respiración era menos profunda, mis pulmones no tenían fuerza, respiraba rápido pero cogiendo muy poco aire. Un profundo temblor inundó mi vientre cuando ella acarició mi ombligo. Ahora respiraba como si hubiera hecho una carrera por toda la casa, mis nervios me hacían respirar así, de agotamiento y excitación.

Cerré los ojos concentrándome en ese roce. Vi algo maravilloso, primero esos ojos azules, con sus peculiares pupilas grandes, al lado de ellos caían ciertos mechones rubios y rizados. Más abajo había unos labios rosados no muy grandes, con su peca que los adornaba. Y una perfecta sonrisa iluminando el cielo y la tierra. Era Helena. La estaba viendo, más hermosa que nunca.

Mi respiración ahora era más agitada pero de incomodidad, ahora no quería que Laura me tocase, sentía que la traicionaba a ella, después de todo seguía amándola. De golpe un asqueroso olor inundó la habitación.

-          ¡¡¡Ohh Ellen!!! –protesté tapándome la nariz creando un sonido en mi voz gracioso, el cual Laura se rio con ganas.

-          No es para tanto.. –murmuró sin problema.

-          Espera a que te llegue. –con la nariz tapada aun, cosa que le causó más risa.

-          Gggmmm.. –protestó ahora ella cubriéndose con la manta, ahora me reía yo de ella.

-          ¡Ahora si eh! –soltaba entre carcajadas.

Estuvimos rato hasta que ese olor desapareció, al menos reíamos sin parar, creando un ambiente agradable. Su risa era dulce, como ella. Podría ser ella a quien amase y no Helena.

Estaba a gusto con ella pero me sentía sucia si me tocaba, aunque en el fondo lo deseara, ya había vuelto Helena a mi cabeza.

Por suerte Ellen se puso entre ambas a dormir, las dos dormimos abrazadas a ella.

Estaba más cómoda de ese modo, aunque ella me acariciaba el brazo suavemente, el que estaba encima de la perra. He de decir, que dormimos plácidamente y como dos troncos.

Por la mañana el sol inundó la habitación, siempre dormía con la persiana abierta, me gustaba la luz de la luna.

Llamaron a la puerta.

-          ¿Si? –dije abriendo la puerta.

-          Buenos días Clau. –sonrió amablemente Caroline, era mi trabajadora pero nos tratábamos como dos amigas-. Me he tomado la molestia de haceros el desayuno. ¿He hecho bien? –buscó mi aprobación.

-          ¿En serio? ¡Eres la mejor! –le di un beso en la mejilla.

-          Disculpa lo he dejado en el ascensor por si de caso. –se retiró en su busca y volvió con el desayuno perfecto.

-          Gracias de verdad. –le agradecí con ternura.

Entré con el carrito en la habitación. Laura seguía como un tronco. El desayuno era típico de mis ancestros, como francesa que yo era por parte de madre. Típico de París.

Una buena taza de café perfecta, con unas tazas finas blancas con un escrito que decía, Je t’aime. Y luego no podía faltar los dos horneados, calientes porqué aun se veía vapor saliendo de ellos, los croissants, se veían tan crujientes, su olor embadurnaba la habitación. Me arriesgaría a decir que fue ese olor lo que la despertó.

-          Buenos días. –murmuré suave, parecía resacosa.

-          Muy buenos diría yo. –comentó al ver el desayuno.

-          Sí, Caroline nos ha sorprendido a las dos.

-          Madre mía, ¡que café! –dijo al verlo tan espumoso.

Desayunamos de lujo, para finalizar unas piezas de fruta. Luego ya se encargarían de recogerlo, Caroline no, otras que la ayudaban a limpiar ya que tales dimensiones no las puede hacer una sola persona.

Estuvimos toda la mañana rodeadas de animales, me ayudó a darles de comer a los caballos, soltarlos en un prado que había al lado. El aire era fresco, limpio después de tal tormenta, ese aire de invierno, en el que al respirar sale un poco de vaho.

-          Bueno, yo creo que va siendo hora de irme. –comentó al mirar el reloj que marcaba las 14:06-. Debo ducharme y ponerme ropa limpia para ir a clase.

-          Sí claro, eres libre. –reí un ironía.

-          Por ahora. –se mordió el labio. No lo hacía intencionadamente, era un gesto particular suyo, Helena también lo hacía pero el suyo era apropósito a modo de excitación, para provocar. Pero el de Laura, era inconsciente, eso me mataba.

La acompañé al coche que los trabajadores se encargaron de limpiarlo y cubrirlo con la lona.

-          Mmm con este trató vendré aquí cada día. –pude notar como era una excusa.

-          Todos los que quieras. –le sonreí-. Te abrirán la puerta según te acerques a ella. –comenté ya cuando estaba dentro del coche.

Me hizo una seña con el dedo pulgar hacia arriba de todo Okey, encendió el coche tocó el claxon a modo de despedida. Mientras yo me despedía con la mano.

Subí rápido a la habitación y me tumbé en la cama. Su olor estaba allí. No pude evitar, ponerme encima de donde ella había dormido y aspirar su almohada. Que olor tan dulce, daban ganas hasta de comerlo. Me dormí en esa posición sin darme cuenta, por lo cual me desperté tarde a las 16:20. Debía ducharme a toda prisa y comer, ya que empezaban las clases a las 17:00.

A una velocidad indescriptible logré hacerlo todo. Las primeras horas transcurrieron aburridas, hoy no me tocaba clase con ninguna de las dos, pero ellas rondaban por el colegio.

A la hora de descanso, salí con los de clase a fumar un cigarrillo que me venía de gusto.

-          Xavi, ¿me das uno por favor? –le señalé el paquete de tabaco.

-          Claro guapa. –me respondió a la vez que me lo daba amablemente.

-          Se hace la hora, ¿vamos tirando? –comentó Imma.

-          Sí, id tranquilos yo me lo acabo y subo. –respondí rápido, no quería que esperasen por mi.

-          Aquí una aparición. –murmuró esa rubia a mis espaldas.

-          Hola Helena. –respondí seria. Mientras ponía el cigarro en mi boca para darle una calada.

-          Habrás dormido bien. –comentó mientras me quitaba el cigarro de la boca y le daba ella una calada-. Más que bien. –soltaba el humo con suma elegancia.

-          Sí.

-          Perdona. –dijo señalando el cigarro-. Te doy uno nuevo, es que… me venía de gusto el tuyo. –dijo con extraña dulzura.

Trataba de mostrarme seria, pero estaba contenta de que estuviera allí conmigo.

Al girar mi cabeza hacia un lado ella aprovechó para acariciarme el rostro que le dejé a plena vista. El contacto de sus manos frías, me creó un escalofrío que ella pudo notar.

-          Lo siento. –murmuró lentamente y en un tono dulce mientras me daba otro cigarro, la miré con el ceño fruncido sin entender mientras ponía nuevamente el cigarro en mi boca-. Por lo que ocurrió. –dijo mientras ella encendía el cigarro que tenía en la boca.

-          Sabes, da igual. –traté de evitar el tema.

-          No Claudia no. –respondió seria-. Tuve que hacerlo, se que no es excusa, fue el peor acto pero si no nos delataría. –comentó aun más seria.

-          ¿Cómo? –no entendía nada.

-          El sabía que estabas en la cama. –se aclaró la garganta y dio una calada-. Me obligó a hacerlo cuando estábamos en el comedor o si no llamaba al director en ese momento. –estaba pálida, no podía creer sus palabras.

-          Y.. –me costó decir-. ¿Lo hará?

-          No, no hablará con el si me alejo de ti. –sentí una puñalada en mi estómago-. Pero no puedo. –hizo una pausa-. Me gustas demasiado.

Sentía demasiada información de golpe, pero mi corazón acababa de revivir, llevaba unos días en parada. Estaba feliz con su confesión, me halagaba que no pudiera resistirse a mí. Que no pudiera alejarse aunque estuviera amenazada.

-          Di algo por favor, estoy muy nerviosa. –me enterneció ver como decía eso.

-          Es que.. –no sabía que decir-. Realmente no sé.

-          ¿Qué no sabes? –me miraba con el ceño fruncido.

-          Si puedo perdonarte. –respiré hondo-. Se que fue para salvarte, pero jamás podré eliminar esa imagen de mi cabeza. –entristeció mucho ante mis palabras.

-          Créeme, haré todo lo posible por reconquistarte y que lo olvides. –murmuró muy convencida, dicho esto desapareció de mi vista.

Durante la semana los días que quedaban ni Helena ni Laura vinieron ya que no tenían clases para dar hasta el viernes. Tenía mis dos primeras horas con Laura y la última con Helena.

Laura estuvo explicando teorías nuevas, nos mandó leer un libro de Freud, debíamos explicar las etapas infantiles, en concreto la etapa fálica. La cual era la primordial en la infancia, la que denominaba como serías de adulto, un simple fallo en esa etapa lleva a consecuencias peores, como amor filial, sentimientos obscenos a hacia familiares, maltratos, muchas cosas que pueden venir de una mala enseñanza en esa etapa. Todo lo que ella decía me fascinaba, sobretodo se notaba que adoraba enseñar, adoraba hablar de esos temas, y casualmente yo adoraba a Freud también, estaba de acuerdo con sus teorías, eso ella lo notaba y le llamaba más la atención en mi.

-          Claudia una cosa. –comentó Laura al finalizar la clase.

-          Sí, dime. –me acerqué a su mesa.

-          Siéntate por favor. –dijo sin mirarme.

-          ¿Qué pasa? –pregunté una vez sentada.

-          He hablado con Helena. –hizo una pausa y me puse a la defensiva, ella no debía meterse allí en medio-. Ya no te molestará más. –medité esas palabras unos segundos.

-          ¿Qué has hecho que? –me estaba enfureciendo-. ¿Qué tienes tu contra ella? –alzaba demasiado la voz, por suerte ya estábamos solas en la clase.

-          Digamos que la conozco muy bien. –intentaba calmarme-. Créeme es mejor así, ella lejos. Lo hago por ti.

-          No estoy tan segura de eso, yo debo elegir y tener derecho a darme una hostia si es necesario y aprender de ello. –estaba demasiado nerviosa.

-          ¿Por qué te pones así?

-          ¡Porque la quiero! –chillé.

-          Entiendo.. –hubo un silencio eterno-. Da igual, la conozco, hazme caso.

-          Me da igual a la que tu conozcas. Conmigo es distinta. –estaba completamente a la defensiva.

-          ¿Si? Entonces, ¿Por qué te hizo eso aquella noche en su casa? –me quedé helada.

-          ¿Cómo sabes eso? –estaba literalmente alucinando.

-          He dicho que la conozco muy bien. –se levantó y se fue dejándome allí en un mar de preguntas.

Las siguientes horas no paraba de pensar en esa conversación.

Helena y Laura, ¿qué les pasaba? A lo mejor habían tenido una tórrida historia o más bien trágica dado como se llevaban.

Llegada la última clase yo estaba fría con Helena, no por lo de aquella noche si no porque me ocultaban algo. Algo que me iba a desquiciar si no me lo decían, no estaría con ninguna de las dos hasta no saberlo. Con lo cual apenas miré a Helena en toda la clase. Para mi mala suerte no me acosó, yo quería que me preguntase, pero tenía algún plan para reconquistarme y supongo que en parte sería el de no agobiarme.

Finalizando el día, el último día de la larga semana de clases, un viernes por la noche en la que deseas llegar a casa y olvidarte de todo, desconectar, desaparecer del mundo.

-          Hay algo que no te he dicho. –la escuché de lejos.

-          ¿El qué? –pregunté sacando el pie que había metido en el coche para irme a casa.

-          Que no quiero que te hagan daño. –hablaba mientras se acercaba a mi, retrocedí todo lo posible hasta quedar atrapada contra el coche.

-          ¿Y que más te da eso? –estaba inquieta, nerviosa, excitada, muchas cosas, pero estaba asustada por no conocer el secreto.

-          Créeme me importa mucho. –me acarició la mejilla y los labios con suavidad. Yo tan solo cerré los ojos sintiendo esa caricia.

-          ¡No te la acabes hermanita! –su voz chillando me heló la sangre-. Déjale pilas para el fin de semana. –Helena la miraba con odio mientras pronunciaba esas palabras pero iba disimulo ya que iba de la mano con su novio.

-          ¿HERMANAS? –chillé enfurecida.

Agradezco todos vuestros comentarios, siempre serán bienvenidos con ganas. Espero recibir más.

Con cariño a todos aquellos que me siguen siempre.

Saludos.