Aprendiendo Inglés XI
Ante mi suerte llegó una sustituta que me animaría de nuevo a ir a clases. Ignorando a Helena.
Quizá estuvimos mirándonos unos cinco minutos. Solamente la miraba ella, me negaba a verlo a él. Suficiente tenía viendo de reojo como se agitaban sus pechos y como se balanceaba su cabello. Apartó ella primero la mirada ya que el… asqueroso ese le agarró del pelo estirándola hacia atrás. Salí corriendo nuevamente, me detuve ante el coche.
Genial. Tenía las llaves tanto de casa como del coche en la gabardina junto con el móvil.
Maldije todo lo que pude hasta que intenté idear un plan. Debía entrar nuevamente, desde la habitación al salón había un largo pasillo con habitaciones a los lados, podría esconderme allí hasta que ellos fueran al dormitorio y quizá con suerte dejaran la gabardina en el salón y ya yo saldría por la puerta delantera.
Así lo hice, me armé de valor, respiré tan fuerte como mis pulmones me dejaron y me calmé.
Rodeé nuevamente la casa, estaba empapada de agua, el pelo chorreaba, el batín se me pegaba al cuerpo, todo era incómodo y para colmo me sentía una ladrona. Pero fuera de todo aquello sentía emoción, adrenalina, para mí era como una misión. Así me entretenía.
A punto de entrar por la ventana me fijé que si entraba se verían mis huellas de agua, por lo cual prácticamente me lancé de cabeza hacia delante para aterrizar en la alfombra.
- Auuuch. –me tapé rápidamente la boca, se me escapó ya que me di un golpe muy fuerte al apoyar los brazos primero y al caer encima mi cuerpo golpearme el ojo con mi propia mano-. Creo que el ojo me ha golpeado el cerebro. –me dije a mi misma riéndome.
Una vez allí me sequé lo máximo posible, en la misma habitación vi el baño, aproveché para coger una toalla y secarme mejor, el pelo sobretodo ya que goteaba todavía. Los sonidos de ellos dos no cesaban, eso me daba a preguntarme si cuando Helena gemía conmigo el nos habría oído.
Tenía miedo, estaba realmente eufórica y muy asustada. Si me pillaban la liaría mucho. Me acerqué a la puerta preparada para empezar mi ruta por aquel pasillo. Me acerqué lo máximo posible a ellos, por lo cual me metí en la última puerta de la derecha de aquel largo pasillo. Desde allí, antes de entrar pude volver a cruzar mi mirada con Helena.
La angustia mezclada con el miedo me dio ganas de vomitar. Por lo cual me metí rápidamente en aquella habitación oscura. Palpé a los lados de la puerta hasta dar con el interruptor, cuando lentamente me di la vuelta para observar aquello, tuve que taparme la boca antes de chillar.
Era la primera vez que veía un cuarto de juegos eróticos. Ahí había de todo, alrededor de unos 10 vibradores que vi en una estantería bien puestos, algunos con ventosa enganchados a la pared. No había cama, por lo menos. Pero había, algo que me asustó aun más. Eran una especie de cinturones/cuerdas para atar en los muslos, tobillos, manos que estaban colgando de una especie de columpio en el cual la mujer no tocaba el suelo y se quedaba completamente abierta de piernas entregada a quien se la beneficiara.
Me costaba respirar, aunque debo admitir que ese rollo colgante de flotar me llamó mucho la atención. Ahora entendía ciertas cosas de Helena de atarme con el cinturón. Aunque me fijé bien y no había objetos para golpear, solamente muchos juguetes del acto en si, esposas, vibradores, un sillón de estos especial para hacer poses sexuales, muchos trajes de ropa excitantes, y muchas cosas que no sabría describir ni decir para que servían.
De golpe escuché un sonido que se acercaba.
- Mierda. –susurré.
Me escondí en una esquina detrás de una especie de biombo, no era un gran escondite pero era lo más cubierto para esconderme. Escuché el pomo de la puerta abrirse.
- La luz… está encendida. –pensé para mis adentros.
Pero con tal excitación que llevaban ni se dieron cuenta. Aunque Helena observó detenidamente la habitación en mi busca pero al ver que no estaba se relajó.
Ella pareciendo conocer la actuación ya se empezó a atar a aquella especie de columpio, primero las manos, luego levantó una pierna y él se la ató, hizo lo mismo con la otra y así fue como la vi en el aire. Estaba a poco más de un metro del suelo, pero la sensación de flotar debería ser increíble. Aunque debías hacer mucha fuerza con los brazos ya que en la parte de arriba no había más zonas atadas.
El deambuló por la sala en busca de algo, que resultó ser un tapón anal plateado, parecía de metal, quizá lo era. El lo acercó a la boca de ella y se dedicó a lubricarlo.
Cuando ya estaba bastante baboseado, él no tardó en introducirlo en su lugar correcto.
- Helena, vamos relájate. –dijo él con voz ronca que me desagradó mucho-. Sabes que si no costará mucho.
- Aaahh.. –gimió ella segundos más tarde-. Está frío. –exclamó quejándose.
El no hizo caso, siguió con su tarea por lo cual le separó más las piernas a Helena y vi como se preparaba para embestirla. <> me repetía a mi misma constantemente. Aun así la curiosidad me podía.
- Ggggghhgh. –un extraño gruñido salió de Helena que posteriormente se cerró con el sonido golpeante de la pelvis contra Helena.
Me di la vuelta, ya no podía ver más. Me senté en la esquina con lágrimas resbalando por mis mejillas. Me coloqué en forma de bola, las piernas pegadas al pecho, la espalda arqueada con mis manos abrazando mis piernas y pegada a la pared.
- Oh si Helena. –gruño él-. No sabes cuánto necesitaba esto.
Se intensificó al mismo tiempo el sonido de sus embestidas.
- Voy a correrme.. uff no aguanto más, me tienes muy cachondo. –el no cesaba con sus embestidas, cada vez eran más duras y rápidas.
El chico lo hacía bien, de no ser Helena me habría masturbado observando aquello. Pero con ella no.. la amaba locamente, no podía verla en manos de otra persona.
- ¡Dentro no! –chilló Helena.
No entendía porque, hasta que me fijé que el ya no llevaba el condón. Se lo habría sacado antes de entrar a la sala.
Helena esta vez no gemía, respiraba agitadamente pero cada vez la veía menos cómoda con él.
Sus brazos estaban rojos de aguantar su propio peso y con aquel movimiento tan rápido era más esfuerzo.
Helena intentó soltarse en cuanto él empezó a gemir dando a entender que se iba a correr.
- ¡Que pares joder! –chilló más fuerte.
- No puedo.. –gimió él.
Me tapé fuertemente los oídos con las palmas de la mano y escondí la cabeza entre mis piernas. Quería despertar, olvidar todo, que nada existiera ni si quiera Helena.
Escuchaba sonidos pero no los entendía, me apretaba demasiado fuerte para no oír nada.
Hasta que escuché un silencio. Me destapé las orejas y escuché la puerta cerrarse. Estaba a oscuras, se habían ido. Ahora discutían por el pasillo en dirección a su habitación.
Era mi momento. Nuevamente tuve que respirar hondo. Fui cuidadosamente hacia el interruptor y lo encendí. Graso error, no debí hacerlo. En el suelo quedaban restos de semen de él, debajo del columpio. Apagué corriendo la luz. Salí sin fijarme si habían vuelto al salón. Cogí la gabardina que estaba en el suelo palpé los bolsillos, estaba todo dentro y me fui por la puerta principal sin importarme si me veían, cerré lo más suave posible.
Al correr por el suelo mojado, justo al llegar al coche resbalé y me estampé de cabeza contra el. Sobre todo los labios, miré de tener bien los dientes dado que el golpe fue muy agresivo.
Me metí en el coche, cogí el móvil y bloqueé rápidamente el contacto de Helena, no quería saber nada de ella, ni que contactase conmigo.
Cuando miré por retrovisor interno vi primero con cara de horror mi morado en el ojo por culpa de la caída al entrar de un salto a la habitación. Y luego mi labio sangrando por el último golpe dado contra mi coche.
Menudo asco de día.
Veía borroso entre la lluvia y mis lágrimas me costaba pero por suerte llegué bien, me desnudé deshaciéndome del batín y la gabardina mojados y me metí desnuda en la cama rodeada de mis seres más queridos. Me abracé a Ellen que era la que más cerca de mis brazos estaba y me dormí llorando mientras su suave pelo acariciaba mi rostro.
Me levanté con dificultades, me despertó Jerry uno de los gatos porque quería salir de la habitación a comer seguramente. Levanté al resto de las tropas para ir a desayunar, sin apenas mirar mi teléfono. Empezaban nuevamente mis días vacíos, sin ilusiones, sin nada.
Bajando las escaleras en el espejo gigante que hay en la pared me asusté al verme, tenía el ojo como un mapache y en el labio una especie de corte y morado al mismo tiempo. Y mi cara de tristeza no ayudaba mucho.
Llené los platos con la comida pertinente para cada uno, a la cachorra el suyo especial, a cada gato uno específico aunque comían del que querían siempre, pero uno era especial para las bolas de pelo, otro para los castrados y otro con vitaminas del pelo y chorradas. A la pastor Alemán le puse el suyo de perro gigante con sabor a pollo.
Me hice un café, preparé un cigarro y salí al jardín a fumarlo. Nada más meterlo en la boca un gemido se me escapó ya que presioné demasiado mis labios olvidando el corte.
La mañana la pasé viendo una serie de vampiros nueva que me gustaba, el día no animaba mucho tampoco, no llovía pero estaba nublado.
Se acercaba la hora de ir a clase. No comí, no tenía hambre, en todo el día solo me había servido el café.
Llegué un poco antes a clases. Obviamente todos se asustaron al verme la cara ya que no tenía buen aspecto a pesar de haberme intentado maquillar.
- Nena, ¿Qué te ha pasado? –preguntaba Karina.
- Nada, realmente he sido yo que ayer fui demasiado torpe. –realmente era cierto pero todo fue por culpa de Helena.
Me siguieron haciendo preguntas, costaba creer que no me hubiese golpeado nadie pero era cierto.
Los profesores se preocupaban al verme pero les decía que me había caído del caballo y se callaban.
Llegó la odiosa hora de inglés.
- Karina, por favor distráeme durante esta hora, no quiero pensar. –ella empezaba a contarme cualquier cosa con tal de que no pensara.
- ¿Sabes que le gustas a un chico del diurno? Por lo visto estuvo en las colonias con vosotros en Londres. –sabía a que chico se refería pero no recordaba el nombre.
- Sí.. creo que se quién es. –dije intentando recordarlo.
- Good afternon. –escuché a Helena entrando por la puerta a mis espaldas.
- Hola profe. –respondieron algunos.
Me negaba a mirarla, tan solo observaba el libro, sin que pudiera verme la cara. Ella hacía preguntas, ponía ejercicios, corregían, todo sin yo participar ni sin mirarla.
- Claudia. Di en voz alta los resultados del ejercicio 5. –y ahora parecía importarle.
- No.. no lo tengo. –mentí para no hablar, seguía sin mirarla.
- Pues lo haces al momento. –su tono de voz se enfrió.
Con el odio más profundo en mi interior levanté la vista con cara de asco y rabia. Cuando sus ojos se clavaron en los míos, volví unos segundos al pasado recordando la escena del día anterior mientras se la follaban sin piedad. Cuando regresé a la realidad vi que ella estaba asustada, en su cara veía pánico.
Me ignoró nuevamente y le preguntó a otro.
Hasta que sonó el timbre de finalizar la clase. Me levanté junto con toda la clase y a punto de salir por la puerta.
- Claudia, quiero hablar contigo. –murmuró en un tono neutro pero dejando ver algo de preocupación.
Me di la vuelta y me acerqué, no mucho lo suficiente para que me dijese lo que fuera.
- ¿Cómo estás? –pregunto ella.
- Si la pregunta no es acerca de la escuela, le rogaría por favor que no me molestase. –respondí fingiendo indiferencia, pero empezaba a crearse un nudo en mi garganta, mis ojos a irritarse, todo signos de que deseaba llorar pero me aguantaba.
- ¿Quién te ha hecho eso? –preguntó nuevamente.
Me di la vuelta y me fui, pero al cruzar la puerta me agarró de la mano obligándome a entrar de nuevo. Cerró la puerta y me embistió contra ella. Tenía fuerza, no había más que ver todo lo que aguanto ayer. Pero a mi no me ganaba, yo vivía dominando animales de 800 kg. La empuje que casi cae al suelo y se sujetó en su mesa de profesor.
- ¡He dicho que SOLO temario escolar! –remarqué el solo, dándole a entender que me dejara en paz.
Se acercó de nuevo a mí. Y me sujetó firmemente las muñecas.
- ¿Quién ha sido? –volvía con sus preguntas.
Retorcí mis manos hasta que pude librarme de la derecha y le arreé un guantazo que seguro le quedaría la marca como a mí pero en el pómulo. Se quedó de lado con una mano en su mejilla.
- Good night teacher. –respondí en un tono poderoso por haber ganado la pelea.
Las clases con ella iban así, no me preguntaba, no hablábamos, y yo seguía adelante tal y como podía. Ante mi suerte se puso enfermo el de filosofía y psicología por lo cual vino una sustituta.
Que madre mía con aquella mujer.. Rozaba los 20tantos, pelo castaño oscuro con cara de muñeca de porcelana perfecta, muy blanquita de piel y con un culo tremendo. Era muy extrovertida, en psicología hablábamos de muchos temas de sexo y lo hablaba con completa naturalidad. Eso llamaba mi atención, ella parecía pensar igual en mí ya que no tenía problemas en intervenir en sus clases y hablar en debates cuando era sobre sexo cuando el resto de las chicas se callaba.
Es más disfrutaba, ella hablaba del inconsciente, de cómo hemos aprendido a retenernos, esos temas me encantaban, ella hablaba de como éramos animales, los cuales nos han reprimido, porque en un antigüedad cuando veías a alguien atractivo soltarías todo lo que te viene a la mente y ahí me puso de ejemplo.
- Un ejemplo de como seríamos antes es que yo por ejemplo veo a Claudia y sin pensar diga uuff que tetas tiene, me la follaría sin parar. –evidentemente toda la clase estalló en risas, yo en cambio me ruboricé a mas no poder.
Siguió explicando ejemplos de esos, y siempre me miraba con atención, a la espera de que hablase con ella.
Por suerte la estancia de ella allí me ayudaba, me animaba, era una motivación nueva para ir a clases.
Un día llegó el momento de hacer nuestro primer examen con ella. Dado que hay que relatar mucho me aproveché para ir más lenta y así al acabar la hora suya yo irme a acabar el examen a la sala de profesores mientras el resto hacía la siguiente asignatura.
Entramos y estábamos solas completamente. Ella fingía hacer cosas pero veía que estaba nerviosa y no hacía nada.
- Laura, no entiendo esto. –aproveché para que se acercara a mí.
Era el comentario de texto del famoso Sigmund Freud. Hablaba de justo el inconsciente y como la mente la controlamos y con el tiempo reprimimos lo que llevamos dentro. Sabía perfectamente de que hablaba y ella sabía que yo lo sabía pero me dio pie a seguir ¨jugando¨.
Entonces me hizo dar la vuelta a la silla, dándola la espalda al examen y se puso en cuclillas frente a mí apoyando sus manos en mis rodillas.
- Recuerdas seguramente aquel día en que hablé de.. –hizo una pausa-. ¿Tus pechos?
- Sí.. –respondí vergonzosa.
- No tengas vergüenza. –dijo ella en un tono dulce, su voz era cálida y amable-. Lo siento fue lo primero que se me vino a la mente, seguro tu algún atractivo viste en mi nada más verme pero lo reprimiste.
- Sí.. puede ser. –respondí aun más vergonzosa. Era cierto me morí por esos glúteos, esas nalgas, ese culo que sobresalía mientras me pedía amasarlo y darle algún que otro golpecito.
- Supongo que no me lo dirás. –se acercó más a mí, notaba sus pechos rozando mis piernas y con su mano retiro el cabello que me caía en la cara.
Un sonido de que la puerta se habría me hizo mirar en su dirección, ella ni se había enterado por lo que pareció. <> pensé al instante. Era Helena, pero iba acompañada de su.. novio.
Volví a mirar a Laura, seguía cerca de mí solo que ya no acariciaba mi rostro, estaba algo más tensa.
- ¿Entonces lo has entendido? Dijo fingiendo normalidad mientras se ponía en pie.
- Completamente. –respondí con voz.. erótica mientras la miraba con lujuria.
- Bueno mejor las dejamos. –dijo el novio riendo.
- No. –respondió ella seca-. Lo que quiero está aquí.
Se sentaron ambos en silencio mirando unos archivos, Laura estaba sentada frente a mí mirando el teléfono, yo de vez en cuando la miraba ella y ella a mí. Con alguna tímida sonrisa de por medio. Al leer de nuevo el texto me reí yo sola, por lo cual me miraron todos. Recordé el día que me dijo lo del pecho. Así que cogí el lápiz y escribí cerca del texto donde hablaba de reprimirse: TÚ CULO.
- Laura, ¿así mejor? –dije rompiendo el silencio.
Ella se levantó y se puso detrás de mi, apoyando las manos en la mesa por lo cual me rozaba un poco. Y señalé levemente lo que había escrito.
No pudo evitar reírse ante aquello.
- Así es perfecto. –respondió riendo y a la vez con cierta excitación.
El resto del tiempo ella se movía por la sala siempre intentando dejarme a la vista ese hermoso trasero. Helena se desquiciaba, y el novio se reía. Yo en cambio estaba rojísima, estaba realmente muy excitada. Así que no me quedé fuera de aquel juego, sutilmente me bajé un poco la camiseta y juntaba los brazos un poco formando más escote y más canalillo.
Laura me respondía a eso mordiéndose los labios. Era tan dulce, ella también estaba roja, y esos ojos castaños me mostraban deseo, fuego en su interior.
- Bueno creo que ya está. –dije levantándome en dirección de Laura.
- Déjame ver. –se enganchó a mi cuerpo, su pecho rozaba mi brazo y su mano quedaba prácticamente encima de mi trasero.
Me costaba respirar, ese juego me tenía muy mal, apenas recordaba a Helena en la habitación.
Le dejé mi número de teléfono al lado de donde ponía TÚ CULO. Ella hablaba de hacer las cosas tal y como tu cuerpo quería hacerlo y el mío me dijo que quería darle mi número y así lo hice.
Me despedí de ella guiñándole un ojo.
- Adiós. –escuché la voz del novio. Me iba a ir sin despedirme de ellos, que ambos me miraban después de ese sexy guiño a Laura.
- Perdona, se me olvidaba, adiós. –respondí feliz mientras miraba rápidamente a Helena que parecía echar humo por las orejas. Miraba a Laura con odio.
Me fui y lo gracioso de ese día fue cuando llegó la hora de inglés, a última.
- Claudia espérate un momento por favor. –comentó Helena después de sonar el timbre de final de clases.
- Sí claro. –respondí con pocas ganas.
Recogí todo y cuando nos quedamos solas empezó a darme una charla de que porque estaba así últimamente, que si iba muy mal en sus clases.
- Bueno gracias, ya estoy mejor, todo volverá a la normalidad. –dije fingiendo tranquilidad. Tan solo su cercanía me tenía loca y seguía muy excitada del juego anterior con Laura. Lo cual no era buena idea cerca de Helena.
- Eso espero. –murmuró dudosa sin acabar de entender a que me refería.
- Hasta la semana que viene profe. –respondí abriendo la puerta.
Nuevamente hizo lo mismo que la otra vez. Me agarró de la mano, me metió dentro, cerró la puerta y me estampó contra ella. Mi respiración se aceleró, sus manos estaban a los lados de mi cabeza, ella estaba muy cerca de mi cuerpo, y su respiración se mezclaba con la mía. Tragaba saliva intentando aclararme pero no podía, ella me hechizaba, me bloqueaba, era un títere a su merced. Y en el fondo me encantaba. Sentía esas mariposas en el estómago por ella, aunque no olvidaba aquel día en su casa que sentí abejas africanas en el culo, los celos asquerosos me volvieron loca.
Volví a ella ya que su pecho y el mío empezó a entrar en contacto, parecían encajar perfectamente uno mío entre sus pechos y uno suyo entre los míos. Eso me tenía loca.
- Hoy no te escaparás. Eres mía. Solo mía. –sin darme cuenta cerró con llave la puerta de la clase encerrándonos dentro.
- Helena, por favor.. –mi voz sonaba más débil de lo normal. La deseaba completamente.
- Eres mía. –repitió en un susurro en mi oreja haciendo que se me erizara todo el pelo.
Escuchaba su respiración en mi oído. No podía más no podía caer en sus garras de nuevo. Intenté apartarla pero hoy tenía más fuerza que yo, yo estaba débil, sometida a ella.
- Helena, para. –empecé a enfadarme.
- Cuanto más me pidas que pare más cosas te haré. –esa frase me dejó helada. ¿Qué iba a hacerme? Tenía miedo, curiosidad, rabia-. Así que no te resistas por tu bien.