Aprendiendo Inglés VIII

¿Fue todo un sueño? Helena, ¿era real o no?

Salí del baño esperando el tiempo indicado para el resultado, se lo di a Pili mientras yo me lavaba las manos.

-          ¿Que quieres? ¿Niño o niña? –dijo entusiasmada.

-          ¿Qué? ¿Es positivo? –me asusté.

-          No, solo pregunto, aun no sale el color. –yo no dejaba de dar vueltas alrededor del cuarto.

-          ¿Pero que te gustaría que fuera? –¡que pesada! Nada, yo no quería que hubiese nada, pero me calmé y me digné a responder.

-          No lo sé, no es un buen momento. –dije fingiendo serenidad.

-          Ah entiendo.. –hizo una pausa-. Mira está cambiando el color.

Yo no podía mirar, seguía andando.

-          ¡¡¡Helena!!! –dijo feliz, cosa que asustó mucho.

-Mierda, mierda y mierda-. Pensé antes de que dijera nada más. Porqué estaba contenta, que pasaba.

-          Lo es. –pausa-. ¡POSITIVO!

PUUM caí al suelo.


Me desperté de un sobresalto, me costaba respirar. Estaba confusa, nada en mi cabeza tenía sentido.

¿Helena, embarazada? ¿Pero cómo? Evidentemente que sabía como pero no podía ser. ¿Dónde estoy?

Estaba todo a oscuras, no veía nada, tan solo algunas luces que entraban por la ventana. Me quedé atónita observándolas.

-          No puede ser… -murmuré hablando sola.

¿Qué narices hago aquí? ¿Helena existe o todo ha sido un sueño?

Como pude fui tocando por los rincones hasta dar con el interruptor de la luz.

-          Oh.. esto sí que es un sueño. –suspiré-. Qué maravilla estar aquí de nuevo.

Seguía confundida. No sabía que era real y que no. Me miré a mí misma, estaba desnuda. Entonces… solo llevo un día aquí en Londres, con los alumnos. No puede ser… he soñado en cómo me irían estos días.

Empecé a llorar.

TOC TOC

Me sequé las lágrimas como pude, me puse un jersey rosado de cuello alto similar a un pijama que me llegaba por las rodillas y me quedaba ancho. Me hice un moño medio suelto y me dispuse a abrir la puerta.

-          ¡Claudia! ¿qué pasa? ¿Es por lo de antes? –estaba llena de preguntas, pero yo no le respondía ninguna.

Visto que no respondía entró en la habitación sin pedirme permiso.

Se sentó en la cama y yo me senté a su lado.

Ahí empecé a recordar lo real, tan solo hacía unas horas ella me estaba ‘torturando’ en esta cama. Recordándolo bien, aun me dolían las nalgas de sus azotes. Cuando volví en si a la vida real después de mis pensamientos la vi observando aquella mancha de flujos que había dejado horas antes.

-          Eres absolutamente preciosa. –me ruboricé ante tal comentario-. Y más aún cuando vas así toda roja. –me ruboricé aun más.

-          Gracias- dije en un tono muy sutil casi imperceptible.

-          Claudia. –hizo una pausa que me resultó eterna-. Si sigo así me volveré loca por ti.

Si ya estaba roja antes ahora no se ni que color tenía en mis mejillas, se me estaba declarando por así decirlo, era lo más íntimo que me había comentado.

Me dieron ganas de responderle que yo ya lo estaba, que yo ya estaba loca por ella. Pero el nudo de mi garganta me lo impedía, solo quería llorar de nuevo.

No aguanté más y empezaron a brotar lágrimas por mis mejillas, intentaba controlarlas al menos que fueran pocas.

-          Eres mil veces más hermosa cuando lloras. –joder que filosófica que estaba ahora-. Cuando te vi aquel día llorando en aquel banco en la escuela…

Con decir eso captó toda mi atención, quería saber sobre ese día, quería conocer sus sentimientos desde el primer momento en que me vio.

-          Siempre supe que me gustarías, desde el primer día. Pero ese día cuando te vi llorar, algo en mi cambió. Estabas hermosa, como ahora. Con estos ojos un poco enrojecidos del llanto que hace que se te vean más claros, nunca sabré descifrar su color, cada lucen distintos. –hizo una pausa.

Mi respiración se agitaba, todo en mi interior era un volcán en erupción, con terremotos, tornados, tsunamis, toda catástrofe sucedía en mi cuerpo tan solo escucharla.

-          Tienes una mirada tan dura y penetrante que el mismo día que te vi entrar en clase supe que nunca se me olvidarían. Este cabello tan largo por la cintura que según la zona tiene un color u otro, tan natural decolorado por el mismo sol, esos labios gruesos y finos al mismo tiempo, y esa mandíbula con esos pómulos que me recordaron a la actriz de Piratas del Caribe, Elizabeth.

No pude aguantar más, necesitaba decirlo, me encantaba que me dijera esas cosas pero ahora no estaba mi cabeza para la labor.

-          Helena… –la interrumpí-. ¿estás embarazada? –pregunté con ciertas dificultades.

-          ¿Qué? ¿Estoy engordando ya? –esa respuesta me fue una patada en la boca del estómago.

-          E… eso que –tragué saliva-. ¿Significa?

-          ¡No! En absoluto, hace demasiado.. –se dio cuenta de que iba a hablar más de la cuenta y se calló.

Me tranquilicé, fue todo una pesadilla y a la vez un hermoso sueño. Pero estaba decidida a que la realidad sería mucho mejor.

Seguimos charlando, ella me confesaba cosas, lo mucho que le gustaba, yo poco le decía, era demasiado tímida para estas cosas.

Pero hubo algo que hizo que me confirmó que era la mujer perfecta para mí. Llegado el momento se tumbó en la cama conmigo y me abrazó. No intentó nada y eso me demostró que me quería, que se preocupaba por mí, no solo por mi cuerpo como todo el mundo hacía.

Esa noche, fue la primera, una de las mejores de mi vida, dormí como si llevase años casada con ella, con la estabilidad y la certeza de que estaba a gusto a su lado.

SEGUNDO DÍA REAL

Me desperté oliendo un perfecto desayuno en la cama.

-          ¿Sabes? Recién levantada creo que es como más me gustas. –dios santo… nada más empezar el día y ya sabía que iría colorada sin parar.

No parecía la misma Helena que en mis sueños y mucho menos la de la noche anterior con sus nalgadas. Me gustaban ambas, quería primero a la que me cuidaba y me dedicaba su tiempo, pero me enloquecía la Helena sexy y pervertida.

Para mi mala suerte o buena, no hicimos nada en los días restantes. Dormíamos juntas como una pareja común. Abrazadas, contándonos historias. A veces debía calmarme porque cuando la veía recién salida de la ducha con la toalla, o con el pijama me volvía loca, mi cuerpo la deseaba y veía como ella se controlaba, no hacía nada, quería demostrarme que no solo estaba conmigo por lo obvio.

Todo parecía pintado de rosa. Nada en comparación con mi pesadilla. Pero el rosa empezó a desteñirse en cuanto llegamos a la escuela. Tan solo llegar allí y bajar el último escalón un hombre la agarró entre sus brazos y la besó eufóricamente.

Una mala ostia me invadió, notaba como el veneno subía por mis manos hasta mi cuello, pareciera que se me dilataban las venas del cuerpo. Me di la vuelta con los puños cerrados y salí por la puerta trasera del autobús, cogí la maleta que estaba en el maletero, y sin pensar me fui en dirección a mi coche. Empezaba a llover por lo que me daba más prisa y también porque quería olvidarme de lo que había visto, y de cómo a partir de ahora esas noches las pasaría abrazada a él.

-          ¡Claudia! –escuché su voz a través de la lluvia pero no me detuve hasta que su mano me alcanzó.

Guardé las maletas y entré en el coche, ella se metió también.

-          Le dejaré. –hizo una pausa en espera de que respondiera-. Por favor…

-          Conozco esta historia, ya la he vivido de cerca. –respondí enfadada.

-          Hey, una cosa si te prometo, que desde ese día en el banco el no me ha vuelto a tocar, ni lo volverá a hacer. –esas palabras consiguieron que reaccionase un poco.

-          ¿Y se supone que debo creerte? –dije irónicamente.

-          Sí.

-          ¿Por qué?

-          Porqué te quiero. –silencio de varios minutos-. Al conocerte a ti me he dado cuenta de que jamás lo he querido a él, al menos no en esta forma, a él lo aprecio, pero es por ti por quien lo daría todo. –esa frase me erizó la piel, no suele escucharse en boca de una profesora de 35 años.

-          Está bien, te daré UNA oportunidad. –dije disimulando mi emoción.

Encendía el coche y la calefacción, estábamos mojadas, en el sentido de la lluvia, en el otro… por mi parte también. Pero no quería coger un resfriado. Esperaba a que ella saliese, pero no lo hacía.

-          Te estará esperando. –dije algo despectivamente haciendo un movimiento con la cabeza donde estaba él.

-          Lo sé. –suspiró-. Pero despídete de mí, ¿no ves que te echaré de menos?

-          No se yo… estarás calentita esta noche en sus brazos. –dije molesta.

Se giro y fue a abrir la puerta.

-          Perdona.. no era mi intención… pero, ¿Cómo te sentirías tu sabiendo que ahora voy a ver a mi novio? –dije triste.

-          Mal… lo sé. Dame tu número. Bueno toma escríbelo. –lo escribí en su teléfono.

-          Listo. –y se lo entregué.

-          Ahora mi despedida. –sonrió.

-          ¿Qué? ¿Cómo? –no sabía que quería.

-          Bésame…