Aprendiendo (II) - Vencida pero satisfecha

Continúo conel relato y cuento como entre los tres me usaron a capricho pero con un objetivo: me enseñaron a disfrutar y no cerrarme a nuevas experiencias. Relato casi real.

Hola, soy Mari otra vez, continúo con mi relato “Aprendiendo (I)’,  donde expliqué cómo comenzó una de esas tardes que quedo con José, mi amante. Ese día él había dispuesto a enseñarme cosas nuevas, y sobre todo cómo puedo disfrutar dejándome llevar y acatando sus deseos, enseñarme que él me hace gozar haciéndome vivir situaciones que a priori me causan rechazo.

Cómo ya expliqué, acabé en el piso de una pareja, Jaume y Mónica, con la que José disfrutó de una muy morbosa sesión de sexo. Entre los dos usaron a Mónica que se portó como una verdadera zorra y que sin cortarse lo más mínimo hizo y se dejó hacer de todo delante de mí. Mientras, yo tuve que resignarme y sólo mirar sintiendo una mezcla de rabia y envidia que me volvió loca.

Tras eso y mientras se relajaban y  regodeaban comentando entre ellos lo sucedido con una copa en la mano parece que por primera vez se dieron cuenta de que yo estaba allí.

Dejé la primera parte del relato cuando José, tras acercarse a mí, hacerme levantar y sin mucho miramiento meterme su mano dentro del pantalón para acariciar mi sexo comentó:

  • ¿Sabéis? Mari está húmeda como nunca la había visto. Se ha portado bien, creo que ha pasado la prueba, ¿os parece si ahora la dejamos participar y la recompensamos por lo buena chica que ha sido?

Tanto Mónica como Jaume le siguieron el juego y le animaron a continuar. Fue Mónica la que le dijo:

“Claro, pobrecita, deberíamos dejarla jugar un poco, debe estar que explota.”

Yo sonreí, y dije que sí, que ya les valía, quería también lo mío. Creí que José por fin cedía y me daba lo que yo estaba deseando.  ¡Dios! Que ganas tenía de acariciar su polla con mis manos, de saborearla con mi boca. Instintivamente mi mano se fue hacia su bragueta mientras busqué su boca para fundirme con él.

Error, me quedé de piedra cuando José, sin esperármelo, me paró con la mano y se separó de mi dando un paso hacia atrás. Otro jarro de agua fría… me sentí fatal, allí de pie, con expresión de boba, vestida de calle mientras ellos prácticamente desnudos disfrutaban de mi estupor.

“Poco a poco, más despacio. Primero desnúdate.” Esto me lo dijo José separándose aún más de mí.

Estuve en un tris de echarme a llorar, pero no sé muy bien porque procedí a desnudarme mientras ellos miraban entre sonrientes y serios. Bajé la vista y mirando al suelo fui quitándome la ropa despacio y tirándola sobre el sillón del que me acababa de levantar. Cuando sólo me quedaba el tanga, dudé unos segundos, pero finalmente metiendo un dedo por cada lado las deslicé hacia abajo, acabé de sacármelas con los pies y las dejé allí tiradas en el suelo.

En un último arranque de soberbia me erguí altiva y orgullosa de mi cuerpo.

“Mírala como se estira ella, jaja” Diciendo esto José me rodeó acariciándome con un dedo.

“¿a qué está buena la jodida?”  Hablaba de mí como si no estuviera allí.

Acarició mi pecho derecho, buscó mi pezón, lo acarició ligeramente, haciéndome estremecer para luego apretarlo entre dos dedos y convertir el placer en un pinchazo.  Al notar que me encogía de dolor dejó de apretar.

“ummm, que rica,…  ¿Qué te parece Moni? ¿Qué opinas de ella?”

“Si, tienes razón está buena, es verdad. Aunque parece poco parada ¿no?.”

“jaja, tienes razón. Pero así está bien ¿no te parece? Hoy está aquí para aprender modales. ¿Sabéis? Hoy me ha retado. Hoy no ha hecho caso a una de mis reglas, una de mis pocas reglas, y estoy seguro que lo ha hecho a propósito.”  - Diciendo esto se acercó a mi cuello y aspiró profundamente mi olor.

Maldita sea, vaya día había escogido yo para provocarle con el perfume. Seguro que todo esto lo había preparado con antelación, naturalmente, pero le estaba dando juego, se lo había puesto fácil.

Se puso detrás de mí y cogiéndome un pecho con cada mano se dirigió nuevamente a Mónica las sobó sin miramientos mientras le dijo: “Anda, ven, seguro que te mueres por probarla”. Me estremecí,  nunca había estado con una mujer, bueno, si con alguna mujer hetero en algún juego donde había habido algún roce, y poco más… Pero la sonrisa de aquella mujer me decía que ella no tenía pinta conformarse sólo con eso.

Se levantó y se acercó a mí mientras se mordía el labio superior. Estaba caliente la muy zorra. El silencio era total, todos allí disfrutaban de mi tensión. Mónica se paró de pie delante de mí. Puso su dedo en mi boca y lo deslizó hacía abajo, acariciando mi cuello, mi escote, llegando hasta mi ombligo. Notaba a José detrás mío, su miembro erecto encajado entre mis cachetes, apretando. Él deslizó sus manos cogiéndome los brazos y echándomelos hacia atrás, exponiendo y ofreciéndome a Mónica mientras con un pie empujaba los míos separandome las piernas.

Me estremecí. No entendía nada, pero la tensión sexual, la excitación que sentía era máxima, no recordaba haberme sentido así nunca antes. Sentir que José no estaba dedicado a mí, sino que aparentemente estaba por Mónica, que me ofrecía a ella, me hacía tener sentimientos contradictorios. ¿Me estaría equivocando?  ¿Me estaba prestando como una tonta para que aquellos tres se divirtieran conmigo? ¿Qué relación había entre ellos?

A pesar de mi confusión, mi calentura no me dejaba reaccionar como probablemente hubiera hecho en otras circunstancias. Me dejaba hacer.

Mónica se inclinó y con sus labios acarició uno de mis pezones, se entretuvo unos segundos y pasó al otro. Que sensación, que suavidad, me embriagaba el aroma de mujer que la envolvía. Mientras, su mano derecha se metió entre mis piernas, recorrió lentamente el interior de uno de mis muslos ascendiendo lentamente acariciándolo haciéndome estremecer y encoger mi pelvis intentando retrasar lo inevitable. Llegó a mi sexo, lo acarició un ligeramente, muy suave, con paciencia, recorría los labios que custodiaban el tesoro de mi perla. Me relajé, de dejé llevar, cuando ella notó que me tenía a su merced alzó su cabeza abandonando mis pezones que inmediatamente la echaron de menos y me miró. Se le notó disfrutar durante un momento de su presa rendida para seguidamente y sin aviso, sin ningún gesto que buscara mi  consentimiento y con una cierta violencia, introdujo dos dedos dentro de mi sexo, bien adentro mientras se abalanzaba sobre mi boca besándome ansiosa.

José me tenía cogida firmemente, él debía esperar todo esto porque noté como incrementó ligeramente la presión anticipándose a mi instinto de escapar y tratar de zafarme de aquel asalto inesperado. De todas formas, pronto fue relajando su presión, adaptándose a mí, ya que a medida que las sensaciones que Mónica provocaba en mí me llegaban al celebro y mi cuerpo reaccionaba y su inicialmente brusco beso, se convirtió rápidamente en una delicia. Nos fundimos una con la otra. Notaba sus dedos dentro de mí, sabios, tocando los lugares adecuados en el momento adecuado y con el ritmo justo. Por un lado quería que aquello no acabara, que gusto… pero por otro mi cuerpo, egoísta buscaba ansioso el placer que aquellas expertas caricias anticipaban.

Me corrí en sus manos, sin ningún tipo de pudor me corrí como una zorra. Tuve un largo orgasmo, que parecía que no acabaría nunca y que ella supo estirar hasta que casi me desmayo. Las fuerzas me abandonaron completamente mientras José me sujetaba esta vez para que no cayera al suelo como un muñeco roto.

Pero ella no se detuvo, estaba claro que buscaba algo más. Se inclinó, mirándome a los ojos fue directa a mi sexo, quería saborearme, me estremecí pero ya rotos mis tabús separé ligeramente mis piernas. Fue la señal, ya sabiendo que tenía mi permiso su lengua se introdujo en mí. Joder, que gusto, no sé cuál era la diferencia, no sabría explicarlo pero era sutilmente distinto a cuando me lo hacía un hombre, el tacto de su lengua, sus caricias alrededor de mi clítoris, la suavidad con que recorría mis pliegues, era todo igual pero distinto.

Yo me dejé llevar, me dispuse a disfrutar de aquella experiencia inesperada. Mientras Mónica me chupaba, lamia y mordisqueaba mi sexo, José acabó de recostarme completamente sobre la alfombra y a su vez con sus labios se apoderó de mis pezones. Primero uno, después otro. Que tortura. Me volvía loca, me revolvía de tanto placer, suerte que como siempre, José se encargaba de, con suavidad pero con energía, sujetarme y no dejarme escapar.

No sé muy bien como sucedió pero de repente Mónica estaba a horcajadas sobre mí. José tuvo que retirarse porque primero frotó rítmicamente su sexo sobre mi abdomen, pero seguidamente fue subiendo. Estaba claro lo que buscaba, era mi boca. Era mi primera vez, nunca antes había probado el sexo de una mujer, era el momento, lo deseaba, ansiaba hacerlo y agradecerle así todo el placer que me había dado. Hicimos un sesenta y nueve digno de película porno, no sé cuánto tiempo estuvimos ni cuantos orgasmos. A ratos con ímpetu, a ratos con dulzura, puro sexo. Yo notaba el momento especial que vivíamos, silencio total solo interrumpido por los sonidos que hacíamos nosotras. Los dos hombres admirándonos y disfrutando el momento.

Si siquiera me lo hubieran insinuado antes les hubiera dicho, segura de mí, que imposible, que yo controlo, que eso no lo haría jamás, que yo soy muy mujer y sólo José sabe sacar de mi todas las notas. Por un lado me sentía extasiada, por otro avergonzada. José lo había conseguido. Me había hecho llegar al punto de perder el control y dejarme llevar en las manos de otro, bueno, en este caso otra. Cosa que siempre le había asegurado que no pasaría mientras él me miraba sonriendo.

José sonreía, yo sabía que estaba disfrutando, que disfrutaba de saber que me había doblegado una vez más y sonreía de satisfacción de sentirse orgulloso de su propiedad delante de aquella pareja de desconocidos.

Sin dejar de acariciarme el cabello y sin dejarme descansar se echó hacia atrás. Arrastrándome con él quedé de rodillas entre sus piernas mientras se recostó en el sofá y me dijo "ahora me toca a mí".

Sin más, mientras con una mano empujó mi cabeza con la otra sujetaba su duro miembro y lo introdujo en mi boca. Me sorprendió, normalmente después de un orgasmo me deja descansar, ese día estaba claro que no. No me importó, chupé su sexo como si hiciera años que no lo hacía. Si dijera que lo hice para satisfacerle mentiría, lo hacía por mí, me apetecía, lo necesitaba, chupé como una verdadera puta saboreando el líquido que fruto de su excitación lo empapaba. En esas noté las caricias suaves de Mónica, eran inconfundibles. Yo seguía a lo mío, apenas intuí como acariciaba mi culo en pompa y como buscaba mi sexo, lo que no esperaba es que de repente, cuando llegó a mi sexo, separó usando ambas manos mis labios, dejándome expuesta, abierta como una flor. Inmediatamente, sin esperármelo, sin pedir permiso algo caliente, suave, duro se apoyó y apretó, entró como un cuchillo caliente en la mantequilla hasta el fondo de mí, llenándome. Solté instintivamente la polla de José, boqueando por la sorpresa, pero José reaccionó rápido y suavemente pero con contundencia me volvió a meter la polla en la boca diciéndome “No pares ahora, sigue”.

Aquello era una locura, Jaume me daba duro. ¡Dios! que polla tenía, que dura era. José no me dejaba parar, me estaba follando la boca, sí, me follaba la boca, era él el que lo hacía porque yo no podía moverme, era tal el placer que estaba sintiendo.

José se corrió el primero, me llenó la boca con su semen caliente y espeso, pero no dejé escapar una gota, no hubo que decírmelo, estaba como en trance, sin pensarlo seguí  lamiendo, chupando, limpiando la polla de mi amo, mientras movía el culo como una perra buscando placer. No sé cuántas veces me corrí. El cabrón de Jaume aguantó como un campeón una eternidad, me hacía enganchar un orgasmo con otro. Las piernas me temblaban. José me sujetaba apretándome contra su cuerpo, sintiendo los estremecimientos de mis orgasmos. Finalmente, tras uno especialmente intenso noté como Jaume salía rápidamente de mí, con prisa, con ansia, para seguidamente notar su líquido caliente golpeando mis nalgas y mi espalda y notar como escurría por mis costados pringándome toda.

La calma siguió a la tormenta. Mónica se fue hacia Jaume y se besaron apasionadamente mientras José hizo lo mismo, acariciándome el cabello me atrajo hacia sí y me besó. Sabía a gloria ese beso tras la batalla.

Espero que os haya gustado, es mi primer relato y esperio vuestros comentarios. :)