Aprendiendo en la Universidad (7)
Una petición de Julio acaba con Samuel ensañándose con él.
Capitulo 7 Frío suelo
La semana había comenzado bastante más tranquila de lo que la terminó. Estábamos a miércoles de la penúltima semana de clases en la universidad antes de comenzar exámenes y aún no había tenido noticias de ninguno de mis nuevos amigos. Durante el lunes y martes anteriores había estado pendiente del teléfono sin embargo, ese día ya ni me molestaba en mirarlo cada cinco minutos. Me había concentrado en estudiar y en tratar de no pensar en ninguna de las pollas que últimamente poblaban mi boca y culo.
También había tenido que lidiar con incómodas preguntas por parte de mis compañeros de piso, especialmente Fernando, que leyó el mensaje que recibí de Samuel el domingo para que le fuese a recoger a la estación. Se empeñaba en saber de dónde llegaba tan tarde algunos días. Como si eso le importase.
Ese día compartía mesa en mi piso con él y mi otro compañero, mi móvil hizo el inconfundible ruido indicativo de que acababa de entrarme un mensaje.
-Ahora vengo les dije a mis compañeros levantándome de la mesa, ya que estaba en mi cuarto.
Me llevó un buen rato saber donde lo había dejado pero cuando di con él, el sms parecía de Víctor, o al menos mandado desde su móvil, leí el mensaje:
" Dic samu q vengs ahora mismo l piso "
Miré la hora, pasaban poco más de las 10 de la noche, no esperaba ya comunicación alguna pero tenía que ir. Me calcé y me fui al salón comedor.
-Me voy chicos, ya os veo mañana dije apurando un par de salchichas empapadas en un huevo frito.
-¿Dónde vas a estas horas? me preguntó el más cotilla de mis compañeros.
-He quedado, venga hasta luego le dije con tono cortante.
-A ver si un día nos presentas a la novia jejejeej dijo Fernando no dándose por aludido.
-Sí, algún día.
Salí de casa algo enfadado por la incansable persistencia en querer saber qué o con quién estaba. Había refrescado, llevaba el día entero haciendo más frío, pero no me acordé de coger la sudadera, con tal de salir de casa y perder de vista a mi compañero prefería pasar frio hasta el piso de mis amigos. Por el camino iba pensando en qué querría de mí Samuel ese día, y me llamaba la atención el hecho de que hubiese manado a Víctor mandarme el mensaje.
Cuando llegué al portal toqué el timbre del "3-A". No tardó en sonar la voz de Sergio, quien amablemente me invitó a subir. Ya en el tercero, la puerta estaba abierta, me esperaban, era evidente. Entré y ya por rutina comencé a desnudarme. Al fondo Víctor, Sergio y Samuel sentados en el sofá parecían ver la tele. La escena me resultaba tremendamente familiar. Sentado en el suelo terminé de ponerme el último calcetín de Samuel, sucísimo, y realmente apestoso. Debía intentar que Samuel me dejase ponerme otros, aunque fuesen sucios, siempre serían preferibles a aquellos.
-Hola dije al entrar en el salón una vez cambiado.
-Hola me respondió Sergio.
Por su parte, Víctor me respondió con una sonrisa. De Samuel no esperaba nada, sin embargo, me saludó.
-Qué pasa esclavo.
-Quería pedirte una cosa dije dirigiéndome directamente a Samuel.
-Estamos perdiendo las buenas costumbres, qué hay de que me llames Señor.
-Perdón, quería pedirle una cosa, Señor repetí tal y como quería.
¿Sí? contestó con cierto tono irónico.
-Los calcetines, podría permitirme ponerme otros, aunque sean míos, o tuyos sucios, da igual, estos apestan.
-Date la vuelta ponte de rodillas, que te los vea me ordenó.
Hice lo que me mandó, y me quedé a la espera.
-Sí, la verdad es que dan un poco de asco, habrá que hacer algo con ellos, pero antes y ya que te preocupan tanto los calcetines, nos los vas a limpiar a nosotros, túmbate a nuestros pies.
Reparé en los pies de los tres chicos, Samuel, cómo no, llevaba los mismos grises que el domingo anterior. Víctor llevaba sus inseparables zapatillas de estar en casa y Sergio los mismos calcetines de color amarillo chillón del domingo. En cuanto me puse bajo sus pies Samuel me colocó sus calcetos en mi cara. Estaban muy currados y apestaban. Víctor se sacó las zapatillas y apoyó sus pies sobre mi barriga, esta vez sus calcetines eran más discretos, rojos y negros, y Sergio se limitó a pisarme el paquete, aunque con suavidad.
Sujeté los tobillos de Samuel y comencé a lamerle sus grises y apestosos calcetos. Hizo algún amago de querer retirar el pie, debí hacerle cosquillas pero no le dejé. Tampoco puso mucho empeño, estaba distraído viendo la tele. Según iba lameteando el gris de la tela se iba haciendo más y más oscuro. Cada vez me daba menos asco hacer aquello y más placer, y no sabía muy bien si la erección que empezaba a tener era por esa actividad o por tener los pies de Sergio sobre mi polla.
-Pásate a los de Víctor me ordenó Samuel levantando los pies de mi cara.
Me desplacé de forma que los calcetines de Víctor estaban justo sobre mi cara, sin embargo, Sergio había movido sus pies para no quitármelos de encima del paquete. Con Víctor tuve mucho menos trabajo, por no decir nada. Olían bien, estaban completamente limpios así que no tardé en desplazarme hasta los de Sergio.
Cuando le tenía los tobillos sujetados me fijé en sus plantas. La derecha estaba sucia, se le marcaban los dedos en negro y olía como tanto me gustaba a mí. La izquierda, sin embargo estaba, además de sucia, llena de manchas. Tardé unos instantes en comprender que esas manchas eran de mi corrida en el interior de su zapatilla. Pensé que limpiaría él la zapa, ya que no me dejó, pero lejos de eso metió el pie empapándoselo en mi leche, y ahora tenía el deber de limpiársela, coincidencia ese detalle hizo que mi polla sobresaliese de mi estrecho bóxer contentísima de alegría
En cuando le di el primer lametazo en la planta llena de manchas intercambiamos de reojo una mirada cómplice. Por mucho que lamí y lamí, me fue imposible eliminar las manchas, así que me pasé al otro pie.
-¿Qué tal va eso?, ¿trabaja bien el esclavo? dijo de pronto inclinándose Samuel para ver la limpieza de calcetos de Sergio.
-Sí, de puta madre dijo este.
-Ya lo creo, y además se lo está pasando en grande, está todo empalmado el muy marica.
De pronto se levantó y se metió en su habitación.
-¡A mi cuarto, esclavo! me gritó Samuel.
Puse los pies de Sergio con cuidado en el suelo y me incorporé. Entré en la habitación de Samuel y este cerró la puerta.
-De rodillas me dijo.
Me coloqué de rodillas frente a él. No tardó ni tres segundos en sacarse los pantalones y el bóxer. Su polla no parecía estar tan divertida como la mía, empezó a pajearse y me la acercó a la cara. Abrí la boca, pero en lugar de metérmela comenzó a pegarme golpes con ella en la cara.
-Estás hecho una zorrita me dijo con una sonrisa burlona en la cara.
-Lo soy, Señor dije mientras me pasaba su suave capullo por mi mejilla.
Finalmente se decidió y me la metió en la boca. Empecé a lamerla como sabía que le gustaba. Con una mano se la agarré y con la otra jugueteaba con sus pelotas.
-Vaya, ya lo creo que has mejorado, desde luego la mamada de ayer fue relajante del todo, ni la zorra de mi novia las hace tan bien.
Continué como si nada hubiera oído. Las primeras gotas de lubricación aparecieron lentamente. Algunas me las tragaba y otras las utilizaba para mejorar el paso de mi lengua sobre su capullo. Sin mediar palabra se la sacó y se desplazó hasta su mesita de noche. Abrió el cajón y sacó algo metálico que no tardé en reconocer, las dichosas esposas.
-A ver, levanta, y pon las manos atrás me ordenó.
-Sí Señor.
Esta vez preferí no rogarle que no me atase, sabía de sobra que con Samuel eso era perder el tiempo, me levanté y coloqué las manos a la espalda. No tardé en tener las muñecas rodeadas de frío metal. Estaba atado de nuevo.
-Mierda no queda cinta dijo cogiendo el cartón de cinta americana.
Se quedó pensativo por un momento. Estaba planeando cómo atarme, no cabía la menor duda. Caminó hasta la puerta y la abrió quedándose detrás.
-Vete a por la mochila donde están tus cosas, y tráela.
-Enseguida Señor.
Salí de la habitación a toda prisa. En el pasillo tuve alguna dificultad para recoger la mochila pero conseguí sujetarla con las manos. Cuando pasé por el salón de nuevo Víctor y Sergio me miraban con cierta cara de sorpresa, era la primera vez que me veían atado y eso parecía divertirles. Casi sin mirarles entré corriendo en el cuarto de Samuel y la puerta se cerró de nuevo. Dejé la mochila en el suelo esperando acontecimientos.
-Bien, veamos dijo Samuel abriéndola de par en par.
Sacó mis zapatillas de ella y comenzó a sacarle los cordones a una de ellas.
-Pero ¿qué haces? le dije un poco sorprendido.
-Lo que me da la puta gana ¿está claro?.
-Sí, por supuesto, Señor, lo siento.
Con ambos cordones en su poder, los unió mediante un nudo.
-Ponte bocabajo, sólo por tu insolencia te follaré en el puto suelo.
Me situé como me ordenó. Sentía el suelo frío a pesar de la camiseta. Samuel se fue a mis pies, me los juntó y empezó a atármelos fuertemente con la improvisada cuerda hecha a base de cordones. Aunque se pasó apretándolos preferí no quejarme, no fuese a empeorar más aún mi ya de por sí precaria situación. Finalmente se colocó tras de mí. Su polla húmeda no tardó en rozar mis glúteos y en empezar a presionar para entrar en mi culo.
-Ufff duelee me quejé.
-Te jodes, si no fueses tan quejica no te habría atado los pies juntos.
Siguió apretando hasta que noté su capullo dentro de mí.
-Auuuu.
-Calla zorra o te meto un calcetín en la boca.
Empezó a empujar lentamente. Era más larga y algo más gruesa que la de Sergio y me estaba costando más de lo normal, por no hablar de la postura, que no ayudaba nada. Trataba de aguantar el dolor, sabía que acabaría desapareciendo.
-Te gusta mi polla, eh esclavo me dijo mientras continuaba apretando.
-Sssi, Señor, me encanta dije con cierta dificultad.
Siguió empujando. Los centímetros de polla que faltaban por meter cada vez eran menos de los ya introducidos en mi culo.
-Vaya, entra con bastante facilidad, te han follado esos dos maricas ¿verdad? me preguntó dándome un empujón gordo.
-Aauuu, sí Señor, así ha sido dije recordando la última vez que Sergio me petó el culo.
-Ya me lo suponía.
Tras unos empujones más la polla de Samuel estaba enteramente dentro de mi culo. Por la postura estaba casi tumbado encima de mí. De pronto noté su aliento en mi cogote.
-¿Te gusta tenerme dentro? me preguntó al oído.
-Sí Señor- dije bajito
-No te oigo dijo tirándome del pelo.
-Aaaaau, Sí, Señor le repetí esta vez más alto, hasta Víctor y Sergio debieron oírlo.
Mis inmovilizadas manos estaban en contacto con su barriga y mi espalda con su pecho. Me sentía muy extraño, durante un rato no se movió, parecía disfrutar de tenerla metida en mi culo. Sin embargo, tras unos instantes comenzó un leve mete saca a golpe de cadera.
-Mmmmm gemí involuntariamente.
-Sí que te gusta, ¿eh?, esta polla no te la puede dar Sergio, y mucho menos el picha corta del Víctor.
Esa afirmación aunque cruel era totalmente cierta. Me estaba haciendo gozar más aún que Sergio, tres días atrás. Durante los siguientes minutos no varió ni la postura ni el ritmo. Empezaba a sentir a través de la camiseta el sudor de Samuel empaparme la espalda. Desde luego tenía más trabajo que yo, que estando atado poco podía hacer más que recibir. Y me gustaba. Poco a poco fue aumentando el ritmo y la facilidad con la que movía su polla dentro de mí, lo que me indicó que estaba lubricando a lo bestia y por tanto muy cerca de correrse.
-Ufffff dijo de pronto.
Noté cómo se la sacaba con gran rapidez, de reojo pude ver cómo empezó a frotarse la polla contra mis pies. Me los agarró y los apretó contra ella. Continuó follándome los pies hasta que ya no pudo más.
-Oooooooh mmmmmmm que ganas tenía dijo con un hilo de voz.
No tardé en notar cómo los calcetines se me empapaban con su cálida lefa. Una larga corrida acabó con ellos completamente empapados. Se limpió bien la polla en uno de mis talones y me juntó ambas plantas haciéndome daño por las ataduras tan firmes de los tobillos.
-Aaauuuu.
-No te quejes, acabo de lavarte los calcetines, ¿eso era lo que querías no? Jajajaja.
-Claro Señor dije queriendo evitar polémicas.
Se puso de pie, rebuscó en su mesa y con unas tijeras en la mano me liberó los pies dando haciendo un certero corte en los cordones. Después me abrió las esposas.
-Me quedaré con estos cordones, para futuras sesiones dijo mirándolos como si fuesen una nueva adquisición.
-Sí, claro, por supuesto dije resignado.
Esos cordones rotos de nada me servían ya. Me giré y me miré los pies, estaban completamente empapados en su corrida.
-Venga, largo de aquí, quiero dormir ya, vístete en el pasillo, y ponte las zapatillas para llegar ahí, no quiero que me llenes el suelo de lefa.
-Por supuesto le dije sin más.
-Y una cosa más, mañana estate aquí a las 10 en punto de la noche, doy una fiestecita y me vendrás bien de sirviente dijo finalmente.
-Aquí estaré entonces dije con una media sonrisa.
Me puse las zapatillas procurando evitar que las plantas rozasen el suelo. Ahora eran mis pobres zapatillas, mutiladas sin cordones y empapadas en lefa las que pagaban las consecuencias. Salí de la habitación con la mochila en dirección al pasillo. En el salón ya no quedaba nadie. Sentado en el suelo del pasillo me saqué las zapatillas y los calcetines, que estaban completamente empapados, les di la vuelta para meterlos en la mochila y evitar que rozasen lo más posible el resto de mi uniforme. Me vestí y me marché del piso. Por la calle iba algo incómodo con las zapatillas sin cordones, aunque la lefa que tenían en la planta me empapó mis propios calcetines y evitaba que se me saliesen.
Cada vez Samuel iba siendo más y más cabrón, y por alguna extraña razón no podía negarme a nada, y menos ahora, que sería su sirviente en una fiesta.