Aprendiendo en la Universidad (13)

Julio y Víctor intercambian papeles y juegan un rato, sin embargo al acabar, todo se complica repentinamente.

Capítulo 13 – La sorpresa

Pasé unos segundos contemplando a Víctor sonriente sentado sobre su cama, esposado y ansioso por que le diesen caña. Tras conocer a Samuel y Ángel, tenía ciertas nociones de cómo se puteaba a un tío, aunque tampoco tenía pensado, al menos voluntariamente, pasarme demasiado con Víctor, a fin de cuentas, era junto con Lucas, y quizás Sergio, los que menos se habían pasado conmigo.

-Levanta de ahí, y ponte de rodillas – le dije acompañando un gesto con la mano

-Tú mandas – dijo Víctor obedeciendo al instante.

Me quité el bóxer y me descapullé, permitiendo a mi polla lucir los 23 centímetros que tenía. Víctor se lanzó a chupármela pero estuve más rápido y me aparté.

-No, no, ¿quieres polla? – le pregunté.

-Claro tío – me dijo con una sonrisa.

-Nada de tío, me vas a llamar Señor ¿está claro? – dije emulando a Samuel.

-Bueno… como quieras Señor –dijo borrando la sonrisa y mostrando un gesto de contrariedad.

-Mi polla te la tienes que ganar, así que empieza por los huevos –dije acercándome a él.

Con gran delicadeza empezó a lametearme las pelotas. Como él estaba atado me las agarré para ayudarle en su trabajo, que por cierto era muy bueno.

-Eso es, así, muy bien - dije acariciándole al cabeza.

Llevé mi pie derecho por su rodilla y muslo hasta su paquete, quería comprobar el termómetro, y estaba alto, muy alto. Víctor estaba completamente empalmado. Poco a poco le dejé que fuese subiendo con su lengua por toda mi polla hasta que llegó al capullo.

-Mmmmm, así así – dije.

Pocas veces tenía la ocasión de disfrutar de una experta lengua en mi polla. Movía la lengua en círculos por mi capullo provocándome un placer extraordinario. Por fin cuando empecé a lubricar se la metió por completo en su boca.

-Uff, sigue, no pares – dije soltándole la cabeza.

Inició una espectacular mamada que no quería que acabase. Parecía entregado por completo a lo que estaba haciendo. Poco a poco fue aumentando el ritmo. Mis gemidos parecían arengarle a continuar subiendo la intensidad. Sin embargo, tenía que parar o no duraría ni un minuto más.

-Está bien – dije dando un paso para atrás y sacándole de la boca mi polla.

-Quiero más – me dijo con tono de súplica.

-Me da igual lo que quieras, ponte en pie – le ordené.

Di una vuelta alrededor de él, mirándole de arriba abajo, me apetecía putearle un poco. Le di una cachetada en el culo y cuando estuve delante de él acerqué mi nariz a la suya, le miré a los ojos y le agarré el paquete con fuerza.

-Auu – se quejó.

Me encantó ver la cara de sorpresa y desconcierto que puso.

-Te está molando esto ¿eh? – le dije apretando un poco.

-Sí, mucho Señor –dijo con una sonrisa.

De cuclillas logré quitarle el botón del pantalón, le bajé la cremallera y con un leve tirón calló hasta sus tobillos. Le agarré una pierna y se la levanté para sacarle el pantalón, la otra la levantó el. Lancé los pantalones a un lado y me puse en pie.

-Bonito bóxer –dije contemplándolo, esta vez tocaba rosa.

-Gracias, pero quítamelo tío, no puedo más.

Agarré con gran atino sus pelotas y apreté.

-Que no soy tu tío, joder – le dije apretando más.

-Aauauauau vale, vale, Señor, Señor, perdón, lo siento.

-Mejor así, y te los quitaré si me da la gana.

Le pegué un empujón y calló de culo en la cama. Me subí a ella, le abrí las piernas y me coloqué de rodillas frente a su paquete. Empecé a sobarle los huevos y la polla, sabía que estaba completamente excitado y que le molestaba tener puesto el bóxer, pero quería que sintiese lo mismo que tenía que sentir yo llevando la polla encerrada en el diminuto bóxer del Sergio.

-Mmmm – gimió.

Estaba disfrutando como un loco. Decidí aumentar mi particular tortura y empecé a lamerle la polla a través del bóxer.

-Ufff ti… Señor, para, paraaaa

Tenía tal erección que incluso se había descapullado solo. Tras unos pocos lametazos y la ayuda de su lubricación se transparentó el bóxer. Me centré en lamerle la punta ya que la zona estaba más empapada.

-No para para, uffff, no puedo – dijo retorciéndose.

Me hicieron falta dos lametazos más para que empezase a correrse. Pronto unas gotas grandes de leche blanca afloraron a través del tejido del bóxer. Se las lamí mientras se retorcía de placer.

-Ufffff oooh oohhh.

Cuando terminé le miré a la cara. Estaba sudoroso, parecía agotado, ya se había corrido, pero la fiesta no había hecho más que empezar.

-Ahora sí que te quitaré el bóxer – dije con una sonrisa.

Se dejó hacer como una marioneta. Tiré de la prenda y con cuidado se la saqué y la lancé al suelo. Llevé un dedo hasta su culo y presioné ligeramente. Me sorprendió la extraordinaria facilidad con la que entró.

-MMMMM -gimió de nuevo.

-¿Dónde tienes el consolador? – le pregunté.

-En el cajón de la mesita de aquí - dijo señalando con la cabeza.

Me levanté, abrí el cajón y lo cogí. Se lo puse delante de la boca y automáticamente la abrió.

-Vas a chuparlo bien, hoy necesitas lubricación extra – dije moviéndolo dentro de su boca.

Lo chupó con la misma pasión que lo hiciese anteriormente con mi polla. La suya, que tras la corrida había disminuido ligeramente volvió a ponerse como una piedra. Cuando el consolador estuvo lo suficientemente empapado volví a ponerme frente a su culo.

-A ver, levanta las piernas – dije agarrándole de un tobillo.

Las levantó y no pude si no fijarme de nuevo en sus calcetines, de un azul llamativo y limpios, algo muy poco común en aquella casa.

-Oye ¿es verdad esa leyenda que cuenta Samuel que le robas los calcetines a tu hermana? Jajjaja.

-No tengo hermana – me dijo un poco seco.

-Y cómo explicas esto – dije haciéndole cosquillas en las plantas.

-Jajajaaj para para, pues que me gustan así sin más.

-Entiendo

Con las piernas en alto tenía vía libre. Le acerqué el consolador y se lo introduje poco a poco. Al principio noté cómo intentaba quejarse, pero a los pocos segundos dejó de hacerlo y se relajó. El pollón de plástico entraba perfectamente. Cuando lo tuve metido dentro empecé a moverlo en círculos tratando de ensanchar.

-Auu – se quejó

-Calma, es por tu bien, si no te haré daño.

-Vale, pero cuidado tío… Señor.

Sonreí. Continué poco a poco e inicié un leve mete saca hasta que vi a Víctor completamente relajado y expresión de estar a gusto.

-Métemela ya – dijo.

-Está bien.

Le saqué poco a poco el consolador. Tenía la impresión de que aún no era suficiente la dilatación que tenía. Rápidamente le metí el capullo. No se inmutó, cerró los ojos y esperó. Puse sus pies encima de mis hombros para que estuviese más relajado, estaba convencido de que le iba a doler. Empecé a apretar y cuando llevaba unos 8 centímetros empezó a quejarse.

-Ufffff me duele un poco.

-Me da igual – dije queriendo mantener mi papel de cabrón.

Seguí apretando aunque más despacio, tampoco quería hacerle demasiado daño. Lentamente fui introduciendo en su culo toda mi polla.

-Auuu auu para me duele no sigas – dijo cuando apenas me quedaban 3 centímetros.

Traté de apretar más pero realmente parecía dolerle así que paré.

-Te la voy a meter entera, te guste o no –le dije con suavidad.

-No no, ya para ya por favor, me duele una barbaridad.

Apreté otro poco para que viese que iba en serio.

-Auuuu – se quejó – es que la tienes muy gorda.

-Pero esto era lo que querías, ¿no, putita?

-Sí, pero…, auuuu

Dijo cuando apreté otro poco. Estaba decidido a metérsela por completo. Le agarré la polla y empecé a pajearle al tiempo que seguía presionado, con la esperanza de crearle una distracción.

-Ufff sigue sigue – dijo.

El plan parecía haber dado resultado. Fui metiéndosela entera y pajeándole hasta que mi pubis tocó con su culo. Lo tenía literalmente ensartado. Permanecí un rato parado con la esperanza de que se adaptase a mi polla. Le agarré de las caderas y lentamente empecé a follarle.

-Auu – se quejó.

Tenía los ojos cerrados, apretaba muchos los párpados, pues parecía dolerle de verdad. Reduje la velocidad a pequeños meneos, hasta que empecé a percibir cierta cara de alivio.

-Dame, no pares – me arengó.

-Como quieras – le dije.

Empecé a follarle con más ganas, poco a poco iba ganando velocidad. Se puso todo tenso, sus piernas me presionaban los hombros, sin embargo, no tardó en empezar a disfrutar.

-MMMM sí, sí, sigue no pares ahora, sigue

Sonreí. Continué acelerando poco a poco. Estaba disfrutando como hacía mucho tiempo de un culo, era el primer culo de tío que petaba, y las tías eran muy reticentes a dejarse petar por una polla tan grande. Mantuve el ritmo hasta que ya no pude más.

-Ooooooooh ufffffff

Me corrí con todas la ganas que pude y que tenía. Continué el mete saca hasta que ya no me quedaba una sola gota por expulsar. Se la saqué y vi cómo respiró aliviado, pero se la volví a meter.

-Mmmm – gimió.

Eso le había gustado, tenía el culo con la lubricación perfecta, le di dos meneos más y se la saqué. Me quité sus piernas de encima y se la coloqué frente a la boca.

-Vamos chupa, la quiero reluciente – dije agarrándole la cabeza.

Obedeció sin quejarse. Hizo un trabajo excelente hasta que no quedó nada.

-Gracias, has sido espectacular – dijo mirándome a los ojos.

-De nada, para eso están los juguetes –dije con una sonrisa.

-Me moría de ganas por tener tu polla en mi culo, pero tenía miedo, es que la tienes gigantesca, tío.

-Jejeje, ya, ya lo sé – dije un poco cortado.

Cogí el bóxer mutilado y me lo puse. Contemplé a Víctor en la cama, aún estaba atado y con una ligera erección.

-¿Te desato ya? – le pregunté.

-Sí tío, esto empieza a ser incómodo.

-Dímelo a mí – dije saliendo de la habitación en busca de la mochila.

La recogí del suelo del pasillo y buceé en el compartimento de donde había extraído las esposas. Pero no estaba la llave. Miré en otros dos compartimentos, saqué la ropa, miré por todos los sitios, pero no había llave, no estaba. Empecé a ponerme nervioso. No lo entendía, era plenamente consciente de que Ángel me la había dado cuando me quitó las esposas y también era consciente de que las había guardado juntas en el compartimento de la mochila. Pero ahí no había llave. Miré al suelo, no sabía qué hacer, tenía a Víctor esposado y no tenía la llave.

-¿Tardas mucho? – gritó Víctor desde la habitación, visiblemente impaciente.

Volví a su cuarto. Se había sentado sobre la cama esperándome.

-Víctor…, no tengo la llave tío….

-Es broma, ¿no? – dijo con una leve sonrisa.

-No en serio – dije poniéndome muy rígido, no sé donde está, el otro día en casa de Ángel metí la llave y las esposas en el mismo compartimento y ahora no está.

-No me jodas tío, ¿y ahora qué hacemos? – dijo poniéndose nervioso.

-No sé… em

Empecé a mirar a mí alrededor, me sentía fatal. No se me ocurría nada.

-Igual tiene Samuel una copia en su cuarto – dijo Víctor.

-¡Buena idea!

Entré en el cuarto de Samuel y me puse a buscar por todos los cajones con cuidado de no descolocar nada, pero no encontré la dichosa copia, si es que existía.

-Nada tío, no la veo – dije volviendo con Víctor.

-Igual con un clip, en las películas a veces funciona – dijo.

Parecía estar más tranquilo que yo, notaba como el corazón quería salir por mi boca y huir, y por si fuera poco mi vocecita en la cabeza había vuelto con un maldito ¿ves lo que pasa?. Cogí un clip del escritorio de Víctor y lo desdoblé, empecé a hurgar en la cerradura, pero no había manera, yo de cerrajero tenía lo mismo que de carpintero, nada de nada. Lo intenté durante un rato sentado en la cama junto con mi rehén, pero no hubo manera.

-No pudo tío, joder lo siento muchísimo, no sé qué hacer – le dije.

-La hostia puta tío, y ahora qué hacemos, piensa coño dónde has podido dejar las esposas, ¿las has sacado ayer de la mochila o qué, o te las han cogido o qué?.

-No imposible han estado en mi casa todo el tiempo y nadie me las ha

-¿Qué? – dijo mirándome.

-Oh, no – dije poniéndome blanco.

-Qué pasa tío, no me asustes.

-Mi puto compañero de piso, ha tenido que ser él – dije mirándome los pies.

-¿Tu compañero?, de qué coño hablas.

-No le di más importancia de la que tenía pero cuando saqué las esposas de la mochila la cremallera no estaba cerrada del todo, y hoy al salir de casa, mi puto compañero de piso, parecía sorprendido cuando le dije que la mochila era de un amigo.

-Pero… no entiendo nada de lo que me dices ¿y entonces dónde coño está la llave? – me dijo.

-La tiene él, estoy casi seguro, no me he separado en todo el domingo de la mochila salvo un rato que quedé a tomar un café, y me la ha debido quitar.

-Pero porqué te la ha quitado.

-Desde que estoy con vosotros me cuesta tener un pico de normalidad, ya sabes me llamáis por las noches para que venga, vuelvo tarde, ahora Samuel no me deja cambiarme ni de calcetines, y el muy cabrón ha debido de ir atando cabos hasta que ayer dio con las esposas, y seguro que me ha quitado la llave para destaparme.

-Llámale joder, me importa una mierda tus problemas con ese tío, yo ahora estoy atado, y me empiezan a doler los brazos, ¿sabes?.

No tenía escapatoria. Había caído en la trampa de mi puto compañero de piso, y salir de ella sería imposible sin su ayuda. Me fui a por mí pantalón y saqué el móvil. Busqué Fernando en la agenda pulsé el botón de realizar llamada.

-Holaaaaa Julitooo ¿qué tal? – dijo con gran rin tintín, era más que obvio que esperaba la llamada.

-Hola, eh, ¿tienes tú mi llave? – dije yendo al grano.

-¿Te refieres a esa llave que encontré junto a unas esposas en la mochila de tu amigo?

-Sí a esa misma – dije tratando de contenerme para no llamarle de todo.

-Pues mira, sí, da la casualidad de que la tengo en la mano, ¿por?, ¿te hace falta?.

-Sí, me hace falta, dónde estás, iré a buscarla ahora mismo – le dije perdiendo la paciencia.

-Uy nada de eso compañero, sólo te la devolveré si abro yo esas esposas, qué pasa, a quién tienes atado, ¿es tu novia?.

-No me jodas tío, dónde estás que la voy a buscar – Insistí.

-Qué no, o abro yo esas esposas o te quedas sin llave, tú verás, y es mi última oferta.

Además de estar totalmente confirmada su trampa, me estaba llevando por donde él quería. No tenía opción. Daba vueltas por el salón caminando nervioso y observando a Víctor cómo me miraba hablar por el móvil, y cada vez parecía más y más nervioso.

-Está bien – dije reprimiendo un insulto.

-Bueno, ¿dónde debo ir? – dijo con tono de estar divirtiéndose.

Me quedé un momento en silencio. Revelar esa información supondría que toda mi tapadera se vendría abajo, pero no podía dejar así al pobre Víctor.

-La tienda de informática de enfrente de la facultad, en unos bloques viejos

-Sí, sí, ya sé donde dices.

-En ese portal, el tercero A.

-Bien, en diez minutos estoy ahí.

Colgó. Ya no había vuelta atrás.

-¿Qué coño has hecho tío? – me recriminó Víctor.

-Joder pues decirle que venga con la llave.

-¿No podáis ir a buscarla tú? –dijo visiblemente enfadado.

-Me dijo que o venía o que me olvidase de la llave, lo siento de verdad.

-Joder, que hijo de puta.

Hijo de puta era lo menos que se me ocurría en aquel momento. Se me pasó por la cabeza de todo, incluso asesinarlo, no por ver a lo que me dedicaba, sino por lo puto cabrón que era, y practicar a los detectives conmigo.

-Será mejor que nos vistamos –dijo Víctor.

-Tienes razón.

Le ayudé a ponerse el pantalón, aunque sin bóxer, por estar completamente lefado. Me fui a la entrada y me vestí yo también. Me llevé las zapatillas a la habitación de Víctor me calcé allí por no dejarle solo.

-¿Quieres que te las ponga también? – le dije.

-No es igual, total estoy en mi casa.

-Quizás deberías ponértelas, si Fernando te ve esos calc

En ese instante un timbrazo me sobresaltó. Fui a toda prisa al telefonillo y contesté.

-¿Quién es? – pregunté.

-¡El de la llave! – gritó Fernando.

Le abrí la puerta y esperé en la entrada. Pensé en quitarle la llave por la fuerza, darle una hostia o algo por el estilo, pero no me consideraba para nada violento y no me salía hacer eso. En cuanto sonó el timbre en la puerta de entrada, resignado la abrí.

-Hola compañero –dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

-Hola, ¿me das la llave por favor? –le dije extendiendo la mano.

-No, ya te lo dije, o abro yo las esposas y veo a quien tienen retenido, o no hay llave.

Por un momento la idea de darle una hostia me volvió. Era algo más corpulento que él y más alto, además, su ridícula perilla me ponía de mal humor cada vez que le veía.

-Me vas a dejar pasar, o me marcho.

-Pasa – dije finalmente.

Cerré la puerta y pasé junto a él. Me siguió hasta la habitación de Víctor donde me esperaba de pie.

-Víctor, este es Fernando, Fernando, Víctor.

-Encantado – dijo Fernando extendiendo la mano – oh, que no puedes – dijo con una sonrisa malévola.

-¿Me desatas por favor? – le dijo Víctor.

-Así que esta es tu putita – dijo Fernando mirándome – y además veo que ya la has ordeñado.

Tenía la mirada clavada en el bóxer rosa de Víctor que yacía en el suelo empapado en lefa.

-Déjate de coñas tío, desátale ya – le dije.

-¿Qué tal la mamas? – le preguntó de pronto a Víctor.

Víctor se quedó cortado, no se esperaba eso, me lanzó una mirada que me taladró.

-Ya te vale, ¿no?- le dije a Fernando.

-Una mamada y te suelto –le dijo a Víctor.

-Ni de coña – le dije cogiéndole del brazo.

-¡No!, para – dijo Víctor de repente – es igual, te la haré – le dijo mirándole.

-Perfecto, ¿te importaría salir de la habitación?, soy un poco tímido – me dio quitándome la mano del brazo.

-Sal – me dijo Víctor.

Les obedecí y salí al salón cerrando la puerta. Pude escuchar cómo Fernando le obligaba a ponerse de rodillas. Mientras se la chupaba le decía que era una puta, y que si se ponía los calcetines de su hermana, cosa que hizo que no pudiese reprimir una carcajada. No había duda, era Fernando en estado puro, un puto criticón, cotilla y metomentodo. A los pocos minutos se abrió la puerta y salió.

-No está mal tu putita, te veo en casa, ya hablaremos, ¡adiós! – dijo pasando junto a mí.

Entré a toda prisa en la habitación, las esposas y la maldita llave estaban sobre la cama. Víctor se limpiaba con su bóxer ya de por si lefado, la cara. El muy cabrón de Fernando se había corrido encima de él. Tenía alguna marca en las muñecas pero nada comparable a lo que aún conservaba yo.

-Tío ¿estás bien? – dije cogiéndole del brazo.

-Déjame tío, me la has jugado.

-Víctor por favor, me la ha jugado ese cabrón a mí, de verdad, siento que te hayas visto en medio de esta mierda.

-Que me dejes, joder, suelta – dijo haciendo un movimiento para que le soltase el brazo.

-Perdóname, de verdad, me siento fatal.

-Peor me siento yo joder, que tengo la cara llena de lefa de ese cabrón.

-Lo siento, de verdad, si puedo hacer algo, lo que sea – le dije con tono de súplica.

-Sí, lárgate, no quiero verte.

-Entiendo, perdóname, de verdad, hasta luego –dije despidiéndome.

Esa vez no obtuve respuesta. Salí de la casa sintiéndome una mierda, humillado por mi compañero de piso que ahora sabía, al menos dónde iba cuando no salía de casa y con Víctor odiándome. Llamé a mi amigo Raúl para pasar con él lo que quedaba de tarde, no quería ir a casa y encontrarme con Fernando, todo se estaba complicando demasiado.