Aprendiendo en la Universidad (10)

La noche es larga en al casa de Ángel y los gemelos, sin embargo, la espera tendrá su recompensa, y alguna que otra revelación.

Capítulo 10 – Difícil madrugada

Estaba incomodísimo. El radiador se me clavaba en la espalda, la piel de la cara la tenía tirante por la corrida reseca de Ángel. Los brazos me dolían, aunque no tanto como las muñecas debido a las esposas. Había tanteado la calidad de acero con el que estaban construidas y parecía que Samuel se había gastado el dinero en un buen producto. No había manera de soltarse. No sabía qué hora era, la poca luz que entraba a través de las ventanas me hacía pensar que aún era de noche, pues el leve resplandor que entraba pertenecía al alumbrado público.

No podía sino empezar a plantearme qué estaba haciendo allí y porqué había dejado que me atasen al radiador. Se suponía que sería su esclavo y que haría todo lo que me pidieran y esto lo haría voluntariamente, no había motivo para retenerme, pero tras la comida de polla múltiple mi cabeza estaba en otro sitio, me dejé hacer como un muñeco y ahora estaba pagándolo. Tras un rato intentando dormirme sin éxito por fin escuché un ruido. Era la puerta de entrada al piso. A través del cristal opaco de la puerta del salón vi luz que me deslumbró un poco.

El fogonazo vino después, cuando alguien entró en el salón y encendió la luz dejándome completamente ciego. Alguien venía hacia mí, aún deslumbrado poco a poco pude ir viendo la silueta, hasta que finalmente lo reconocí.

-Hola Lucas.

-Hola Julio.

-¿Cómo es que has venido tú solo? – le pregunté queriendo romper el hielo.

-Mi hermano y Ángel estaban demasiado ocupados con dos pavas – dijo con cierto tono de borracho.

-Entiendo, oye tío por favor, ¿podrías quitarme las esposas?, me están matando, aunque sea un rato, no sé

-Imposible, el cabrón de Samuel sólo le ha querido dar la llave a Ángel, así que te quedarás ahí hasta que el venga, o por lo menos hasta que él quiera.

-Vaya, bueno pues, nada… oye – dije pensativo.

-¿Sí?.

-No cuentes nada de esto tío, por favor, parece que tu hermano y Ángel no tienen ni idea de que ya nos conocíamos, ¿vale?. Por favor te lo pido.

-Está bien, pero solo si tú no cuentas esto.

Se arrodilló entre mis piernas y me bajó ligeramente el bóxer, que estaba apretadísimo. Con las manos frías agarró mi polla y la descapulló.

-¿Pero qué hac….

-Ssssh – me interrumpió.

Comenzó a darme lametazos. Mi polla reaccionó con tanta rapidez que no tardó en llenarle la boca. Continuó con una mamada como pocas veces había recibido, quizás sólo superada por la de Víctor el día que le conocí.

-Mmmm –gemí cerrando los ojos.

No me lo podía creer. Las últimas horas había estado atormentado por la idea de que Lucas contase por ahí lo que había visto en ese momento estaba igualando la apuesta.

-Ufff sigue sigue, no paress – le dije queriéndole acariciar la cabeza, aunque evidentemente no podía.

El dolor de espalda y de muñecas había desaparecido temporalmente. El chico que siempre había visto como mi compañero de clase y poco más ahora me estaba haciendo una mamada increíble.

-Mmmmm Lucas, tío no voy a aguantar mucho – le dije previniéndole de lo que le venía.

No parecía importarle, así que me dejé llevar y me relajé. Noté cómo poco a poco mi polla iba ganando sensibilidad hasta que no pude más.

-Oooooh mmmm.

Empecé a correrme como pocas veces. Expulsé varios chorros de semen en la boca de Lucas. La excitación de la mamada múltiple antes de que se fueran todos de fiesta estaba saliendo y toda a la vez. Lucas no perdía ni una sola gota, lamiendo y lamiendo hasta que no dejó nada de nada. Levantó la cabeza y mi polla resplandecía limpia y roja. Lucas me miró con una media sonrisa y cierta cara de vicioso. Me la volvió a guardar dentro del bóxer y me lo colocó.

-Te está un poco ajustado.

-No es mío, me obliga Samuel a llevarlo, es de Sergio, creo que lo conoces

-Ya lo creo que le conozco… -dijo con una sonrisa que le delató.

-También habéis

-Sí, pero no digas nada ¿vale? – me dijo con expresión seria.

-Descuida, no diré nada – dije.

-Gracias –me dijo poniéndose en pie.

-No pensé que te fuese este royo, incluso tienes novia ¿no? – le pregunté algo extrañado.

-Sí, pero mi novia no puede darme polla, y menos una como la tuya.

Me quedé algo cortado. De un tiempo a esta parte estaba teniendo la sensación de que mi polla atraía a más tíos que tías.

-Me voy a la cama tronco, siento dejarte así, pero ya te dije que no tengo la llave – me dijo dándose la vuelta y apagando de nuevo la luz al salir.

-Vale… hasta luego – dije.

Buena suerte. Sin más. Es exactamente lo que era, si el compañero de clase en vez de ser Lucas hubiese sido Ángel, o sin ir más lejos, su propio hermano, estaba en un gran lío, ya que estaba completamente convencido de que me habría hecho la vida imposible incluso en la facultad.

Sin embargo, parece verdad aquello que dicen que un golpe de buena suerte se suele compensar con otro de mala y esa noche así fue. Apenas habrían pasado diez o quince minutos desde que Lucas se marchase a dormir, alguien entró en el piso, y con gran celeridad pasó al salón. La luz se encendió volviéndome a cegar, aunque esta vez vi enseguida de quien se trataba, era Ángel y apenas se tenía en pie. Caminó hacia mí haciendo eses.

-Hola esclavo – dijo con cierta dificultad.

-Hola Señor – dije queriendo seguir en mi papel.

-¿Estás cómodo ahí?

-No mucho, la verdad.

En ese momento le cambió la cara. Era una pregunta con trampa y me la tragué entera. Se sacó las zapatillas y cogió una con la mano, se acercó a mí y me la puso en la cara con tanta fuerza que el radiador se me clavaba en la cabeza.

-Quizás estés más a gusto así ¿eh putita?, esto sí que te gusta.

El olor, ya conocido, era insoportable, una sensación de humedad caliente me invadió la nariz.

-Mmmmpmpmp

Traté de revolverme pero tenía mucha fuerza y estar esposado al radiador tampoco ayudó mucho a mi causa. Empecé a patalear hasta que le alcancé en una pierna. Eso fue un gran error.

-Eh, serás mal educado, ya hablaré con Samuel de esto –dijo sin quitarme la zapatilla de la nariz.

Con su pie derecho comenzó a pisarme el paquete. Noté cómo me presionaba la polla y me alcanzaba un huevo. Empezó a dolerme.

-Mmmmmmm aaaaah – conseguí gritar a través de la zapatilla.

-Lo prefieres por las malas ¿no? – dijo presionando mas.

-Mmmmm noo, para por favor, haces daño – logré decirle.

-Nada de patadas ¿está claro? – dijo separando su maldita zapatilla.

-Si por supuesto, Señor – dije sumisamente – lo siento.

Le vi echar mano al bolsillo y rebuscar, sacó el móvil, las llaves de casa y finalmente una pequeña llave que sin duda abriría mis esposas. Se guardó todo lo demás y me abrió las esposas de mi muñeca izquierda. Por fin pude retomar una postura algo más cómoda. La tenía enrojecida. Después me froté el paquete con suavidad, aún me dolía tras haber soportado el pie de Ángel.

-¿Puedo irme? – pregunté con cierto miedo.

-¿Irte? ¿tú flipas? Jajaajaj de eso nada – dijo tratándose de quitar el cinturón con gran dificultad.

En cuanto lo logró se lo sacó del pantalón y lo cerró en mi cuello. Era molesta esa maldita afición que tenía Ángel por atarme su cinturón al cuello.

-A cuatro patas, como el perro que eres – me dijo dándome un tirón.

Me coloqué a cuatro mientras vi cómo recogía sus zapatillas y me las acercaba a la boca.

-Abre la boca, las vas a llevar hasta mi cuarto, y como se te caigan te enteras – me dijo amenazante.

Abrí la boca tal como me pidió y me colocó ambas zapatillas juntas. El olor era el ya conocido, asqueroso. Cerré la boca con toda mi fuerza para evitar conocer el posible castigo y comencé a andar en cuanto él lo hizo para evitar un tirón.

Caminé siguiendo las huellas de sudor que sus pies iban dejando a su paso. No tenía ni idea de que fuese tan complicado llevar en la boca dos zapatillas, aunque esas pesaban bastante, la verdad. Ángel me hizo caminar tras él hasta que entró en lo que debía ser su cuarto, encendió la luz y cerró echando el pestillo. La habitación era grande, parecida a la de Víctor, con una gran cama y muebles modernos, y también parecida a la de Samuel, por estar decorada con gran cantidad de ropa tirada, incluso varios pares de calcetines, que daban al traste de la leyenda que decía que Ángel llevaba con los suyos varios meses, aunque todavía era plausible.

-Sube a la cama perro, y túmbate – dijo dándome un tirón del cinturón-correa que consiguió cortarme la respiración.

Me subí al instante y me colocó tal como me dijo. No tardó en cerrarme las esposas de nuevo, me subió los brazos y me los ató a la cabecera. En cuanto terminó se quitó los vaqueros y el bóxer. Su polla lucía tiesa, me resultó cuanto menos chocante verla así por el pedo que llevaba, pero así era. Empezó a pajearse delante de mí.

-Cómo me alegro que Samuel te haya dejado aquí, hoy he tenido una suerte loca conociendo a una tía buenísima, pero una puta calientapollas al final, así que me voy a desquitar contigo, que sé que Samu te ha petado el culo ya más de una vez, ¿me equivoco?

-No en absoluto Señor – dije completamente entregado.

Le miré la polla, pero esta vez me fijé bien en el tamaño. Era algo más grande y gruesa que la de Samuel y por ende más grande que la de Sergio cosa que no me gustaba un pelo.

-Levanta las piernas – dijo subiéndose a la cama y poniéndose de rodillas frente a mi culo.

Obedecí. Enseguida noté su suave capullo rozándome el culo, pero era demasiado grande. Presionó y por más que intenté estar relajado no lograba metérmela. Mi culo aún no había recibido una polla de semejante tamaño.

-Aauuuu.

-Calla zorra – dijo lanzándome un escupitajo al ojete.

Noté cómo me humedecía la zona esparciendo la saliva con la punta de su polla y volvió a presionar de nuevo. Se había propuesto que me la iba a meter y no iba a parar hasta lograrlo.

-AAAAAaah dueleee

-Te jodes – dijo con cara de esfuerzo.

Siguió apretando hasta que consiguió meterme el capullo entero.

-UFFFF duele Señor, duele mucho – dije tensando las piernas sobre sus hombros.

-Como me hagas daño con las piernas te las ato ¿te ha quedado claro? – me dijo mirándome a los ojos.

-Sí Señor, lo siento es que

Empezó a apretar y noté cómo su enorme rabo me iba entrando poco a poco, no sin dolor, pero acabó metiéndomela entera.

-Ufff

-Qué putita eres, un poco estrecha, pero follable.

Inició un constante bombeo que con el paso de las embestidas consiguió producirme placer, aunque siempre con un poco de dolor. Ángel sudaba y parecía ir ganando confianza y velocidad. Estuvo por un largo rato follándome con gran entrega, aguantó bastante quizás por haberse corrido sobre mi cara hacía pocas horas.

-Mmmmmm –gemí cerrando los ojos.

-Eres una maldita zorra – dijo.

Decidió no dejarme disfrutar ni por un momento y me agarró los huevos, que estaban cubiertos bien y apretujados bajo el bóxer. Me los apretó hasta causarme dolor.

-Aaaauuuu para por favooor – me quejé.

-No, nada de eso, aquí solo disfruto yo puto esclavo.

Siguió follándome con mis pelotas en su mano. Ahora solo había dolor que se superponía sobre el gusto de tener su inmensa polla follándome el culo. A medida que aumentaba la velocidad, apretaba también más mis huevos.

-No, no para por favooor.

-Ufff mmm siiiii siiiii – dijo cerrando los ojos.

De pronto la presión sobre mis pelotas desapareció. Fue decelerando poco a poco y de nuevo sentí mi culo lleno de leche caliente, una sensación a la que no terminaba de acostmbrarme. Se la sacó y me la puso en la boca.

-Lame perro, vamos – me dijo pegándome con la polla llena de lefa sobre mi cara.

Chupé agradecido por el alivio que suponía no tener mis huevos apretujados en su mano. Cerró los ojos mientras lo hacía, deseaba en ese momento poder masturbarme y disfrutar con él, pero no podía. Sólo cuando él quiso sacó su polla de mi boca y se puso el bóxer que había llevado esa noche de nuevo.

-No está mal la zorrita – dijo como si yo no estuviera ahí.

Rebuscó en su pantalón vaquero que yacía junto a sus zapatillas y sacó de nuevo la diminuta llave de metal de las esposas. Se puso sobre mí plantándome su paquete sobre mi cara y noté como me las abría… y las volvía a cerrar. Extrañado, miré a mis manos y seguían atadas, pero ya no lo estaban a la cama.

-Levanta de la cama –dijo dirigiéndose a la puerta.

Me levanté con tanta rapidez como pude. Quitó el pestillo y abrió la puerta de par en par. Con el dedo me señaló la negrura del pasillo. Le miré esperando recibir una orden verbal pero no ocurrió. Caminé hasta la puerta, salí y me giré sobre mis talones.

-Por favor desátame y déjame marcharme ya – dije con tono de súplica – estoy agotado, de verdad, no puedo más.

-No, Samu me ha dicho que podemos quedarnos contigo todo el sábado y aún es viernes noche, así que te quedas.

-Volveré mañana, en serio por fav

Fue imposible terminar la frase. Me pegó con la puerta en las narices y pude oír cómo echaba de nuevo cerrojo. Incluso me golpeó con la puerta en los dedos de los pies causándome una ración extra de dolor. Estaba en mitad del pasillo esposado y sin poder irme a casa ya que la llave de las esposas la tenía Ángel, y estaba encerrado en su habitación. Aunque era totalmente libre de irme, seguía siendo preso en aquella casa. No podía salir en esas condiciones a la calle, y si lo hacía, y era capaz de llegar a mi casa con las esposas puestas, y no sabía de qué manera, conseguir quitármelas, perdería absolutamente todo, a Ángel, Samuel… y a pesar de todo no quería, disfrutaba demasiado.

Resignado, me di la vuelta, a tientas encontré el baño e, hice uso él, por fin podía tocarme la polla pero estaba abatido por completo, sin ganas de nada. También aproveché para lavarme la cara y quitarme la corrida reseca que aún tenía. En cuanto terminé, caminé por la casa a oscuras, no tardaron en oírse ronquidos procedentes de algún cuarto. Había uno vacío, el de Christian, pero supuse que no tardaría mucho en llegar de fiesta, y dudaba que le hiciese gracia encontrarme en su cama. Deseché la idea de dormir en el sofá por si se levantaba Ángel y decidía castigarme por hacer uso de sus muebles siendo un miserable esclavo. Fui a la cocina, donde solo un tic tac interrumpía el silencio, eran casi las seis y media de la madrugada, y ciertamente estaba hecho polvo. Acabé acurrucado en una esquina, rebuscando en mi cabeza, tratando de encontrar una buena razón para seguir con toda aquella locura, y no encontré una si no seis.