Aprendiendo en Compañía

Sin darte cuenta, la naturaleza simplemente sigue su curso y los instintos se encargan de hacer lo suyo...

Durante estos días que han pasado y que hemos vivido juntos, han sido sin duda testigo del gran esfuerzo que hemos hecho para poder estar juntos, de nuestro agrado por completarnos uno en la felicidad del el otro para disfrutar el amor y la vida, pero sobre todo han sido testigo de que no obstante de lo diferente que somos y lo complicado de nuestras especies, juntos hemos encontrado el camino para escribir nuestra atípica historia de amor.

Como pensar que todo comenzó siendo cómplices de compañía, de alegrías y de nostalgias, de risas y de lágrimas, de compartir la misma rutina, el mismo espacio día a día y de redescubrirnos en esencia misma, tal cual somos, sin caretas, ni apariencias, entregándonos todo sin darnos a través del acierto y el error, desnudando el alma y al mismo tiempo cuerpo  y corazón.

Sin más, fuimos necesitándonos a instante, a cada minuto, a cada momento, y esa necesidad nos hizo comprender que éramos uno cuando estaba cercas nuestros cuerpos, lo que habíamos esperado por tanto tiempo, aun y cuando la razón dijera no, estaba allí el corazón para insistirnos en un ¿porque no?, pues lo que vivíamos día a día resultaba suficiente para creer cada vez más en este amor, en que el destino había conspirado para atraernos en este amor sin ninguna premeditación, y aunque debemos confesar que no ha sido nada fácil, poco a poquito con cariño y comprensión hemos construido esa confianza para entregarnos libres a este loco amor.

Por más que lo negué y me empecine en engañarme de que no podrías ser tú lo que tanto había buscado, fue el tiempo quien dulcemente me mostró lo tonto de mi engaño y que eras tú ese ser quien tanto había soñado con quien mi cuerpo reaccionaba sin un porque solo con tenerlo a mi lado, haciéndome presa de un amor fiel y desinteresado que no puede brindar ningún otro ser humano.

Así que decidida a vivir intensamente lo que el destino nos tenía preparados, comenzamos a disfrutarnos con tiernas caricias, besos y abrazos, lo que en un principio fue suficiente para demostrarnos cuantos nos gustábamos, sin embargo, más tarde que temprano tú naturaleza reproductiva me hizo comprender que necesitabas más que tiernas caricias, besos y abrazos, me hizo pensar en que te morías por dar el siguiente paso, lo que no fue fácil aceptar, ni mucho menos asimilar que ya no eran suficientes mis besos y abrazos, por lo que decidida a demostrarte mi amor y consolidar nuestra relación, acepte que te convirtieras en mi amante, compañero y amo, a quien entregaría mi inocencia, mi intimidad, mi vagina y en algún momento mi ano.

Por lo que fue tarea a diario el pensar y encontrar la forma correcta en que debíamos amarnos, en que subieras a mi cuerpo sin causarme daño, para adueñarte de mí cintura, de mis caderas como tanto lo habías deseado,  pues aunque era muy educado eso no me garantizaba que  una vez excitado me trataría con delicadeza y cuidado, pues con las ansias de entrar a mi cuerpo era predecible que fueras un tanto violento, lo cual me excitaba pero a la vez me frenaba ante el desconcierto de saber si estaba preparada para recibir tú frenesí bombeo, pues la sola idea de quedarme en ti abotonada me hacía pensar si estaba lista  para soportar el nudo como final de una buena montada, pues aunque quería hacerlo y eso me ponía un tanto acalorada,  inquieta y desesperada, debía tener cuidado para ser lo mejor posible amada.

Fue así, que después de un conflicto existencial en el cual deje aún lado mi tonta moral y convencida al fin de mi actuar, decidí comenzar con el ansiado juego, el cual sabía que no tendría marcha atrás, pues una vez que lanzara a Leo señales de apareamiento, me percibiría como una hembra a la cual poder montar y dominar con el propósito de entrar en mi cuerpo sin más limites que la pasión y el deseo.

Sabía que tenía que documentarme  para poder enviar las señales correctas de apareamiento, por lo que fue necesario informarme y checar uno que otro manual de reproducción de razas de perros, de los cuales aprendí que es importantísimo el juego previo en el que se rosen los cuerpos para calentar el momento, así como que debía andar a gatas para facilitar el encuentro, que debía de ladear un poco mis caderas y enseñar mi vulva para transmitir que estoy receptiva para el apareamiento, señales que una vez que aprendí y memorice comencé a practicarlas con mi duce Leo,  así que por las tardes aprovechando la ausencia de mi madre, inicie con el coqueteo, pues sabía que mucho antes de que dijera “acepto” Leo ya me había elegido pues en cada juego buscaba irremediablemente montar mi cuerpo, lo que sin duda muchas veces me excitaba, pero nunca le permití ir más allá frustrándole así su pasión y deseo, pues la culpa y el remordimiento inmediatamente asaltaban mi pensamiento susurrándome que todo eso estaba mal pues así lo dictaba la moral, obligándolo a bajarlo sin remedio.

Aunque esta vez iba a ser diferente, pues sería yo quien iniciaría con el coqueteo en busca del mejor estilo para que pudiera subirse a mi cuerpo, lo cual en un principio no fue fácil, pues sus excesivas ganas hacía que se subiera bruscamente a mi espalda, lo que significaba que con sus uñas irremediablemente arañara mi cintura, mis caderas y mis nalgas, lo cual inmediatamente reprendí y le enseñe que siendo brusco no obtendría nada, así que poco a poquito fue aprendiendo que si era tierno, dulce y considerado podía intentar montar mi cuerpo por tiempo ilimitado, lo que le fue favoreciendo para perfeccionar su forma de montarme en buscar penetrar mi cuerpo y que hoy en día lo hace ser todo un experto, aunque aún sin tener éxito, pues mi vagina se encuentra segura y resguardada tras la tela de mi short de licra y de mi tanga.

Sé que esta próximo el momento en que Leo me haga suya sin miramientos, aunque hoy no será el momento.

Con Cariño San…

Dije…