Aprendiendo.

Elena empieza el año dispuesta a emprender nuevos retos en su vida. Lo que no sabe es que van a ser más de los que se ha propuesto en principio.(Relato para Vieri_32)

Era 7 de Enero, Elena estaba todavía en la cama y ya eran las 9:30, esto de empezar el año (porque si, el año comienza el 7 de enero y no como algunos creen, el día 1) con energía parece que no iba con ella. Se desperezó lentamente mientras trataba de evocar todavía las imágenes del sueño que le habían humedecido la noche. El guapo de la empresa, del almacén, se le acercaba por detrás y le susurraba lo guapa que estaba esa mañana, luego empezaba a reírse y le guiñaba un ojo deseándole buenos días. Es que el guapo es mucho guapo, y un susurro y un guiño suyos bien merecen esa humedad que aún nota entre sus piernas.

Mientras estiraba lentamente sus piernas y sus brazos arqueando perezosamente el cuerpo, su gato, Vieri, le estaba mirando con pinta de querer regañarle por ser más haragana que él esa mañana. En realidad, el nombre se lo puso su hermano, colchonero de pro por algún avatar del destino que todavía no se explica nadie de la familia a los 34 años del susodicho, y no es que sea raro ser del Atletico de Madrid, pero es que viviendo en Valencia y siendo medio catalanes y medio gallegos, extraña la entrada de Madrid en la ecuación. Pues bien, parece que el gato había heredado las rarezas del amo y tenía por costumbre ir cada mañana a la habitación de Elena y mirarle desde el escritorio sin mediar maullido por medio durante tanto rato como le viene en gana; tal es así que Elena solía contarle cosas como si de una amiga se tratase, pero con la ventaja de que sabía que no le iba a juzgar y… ¡qué puñetas! si lo hacía, no se lo demostraba.

  • Ay Vieri, ¡ya voy, no me mires así! He soñado con Ya-Sabes-Quien y no iba vestido de trabajo, llevaba unos vaqueros que le apretaban lo que le tenían que apretar y ¡uf! Claro, una cosa ha llevado a otra y… ¡que dejes de mirarme así o no te cuento más! …

Mientras Elena iba soltando toda la perorata iba preparando la ropa que iba a ponerse y haciendo la cama, ¡que no se diga que no ponía voluntad para eso de cumplir las promesas de comienzo de año! Su madre siempre bromeaba con que si tenía algún problema con cumplir una orden tan sencilla y básica como hacer la cama si quiere el desayuno. Que no era pedir tanto…

Y hablando de promesas de comienzo de año, aquel iba a ser el día: iba a pasarse por la autoescuela para apuntarse a las prácticas, y es que no podía ser: hacía casi un año que se había sacado el teórico y después de eso ¡nada! Ni tenía ganas, ni dinero ni tiempo o eso es lo que iba diciendo a todos los que le preguntaban, pero sobre todo era falta de lo primero: se había bloqueado mucho por haber tenido que repetir el examen teórico e igual que le vinieron las ganas de conducir se le fueron.

Se encaminó a la autoescuela donde se había sacado el teórico y, algo avergonzada, se sentó a la espera de poder pasar a hablar con la administrativa que llevaba todo el papeleo del centro. Mientras hacía tiempo vio fuera apoyados a los dos profesores que hacían el turno de tardes, que es el que ella iba a tener. Irían a ponerse al día con las altas post navideñas, si es que las habían, a ver lo que les esperaba esa tarde. La mujer era de mediana edad, llevaba el pelo tintado de rubio platino y aunque tenía pinta de ser una mujer divertida con esa mueca perenne en la cara, en realidad la fama de déspota en el asiento de copiloto no sé la quitaba de ningún modo. El hombre en cambio no tenía para nada pinta de ser amigable, la fama de gruñón además se correspondía con su pinta de Shrek hecho hombre. Dos joyas.

Cuando Pili, la administrativa, le sonrió e hizo un gesto para que entrase, ya estaba arrepintiéndose de sus ganas de retomar el tema del carnet: no estaba con ánimo para que le riñesen en un espacio reducido en el que además podía matar o ser matada por un despiste. ¡Arg! En fin, se levantó, limpió el sudor de sus manos en los pantalones y pasó al despacho.

A mediodía le llamaron: su suerte ya estaba echada. Le había tocado Javi, alias Shrek en su cabeza, y comenzaba hoy mismo, en su último día de vacaciones antes de retomar el trabajo con el entusiasmo que corresponde tras las vacaciones de navidad. Ejem. A partir de mañana las clases al salir del trabajo, alrededor de las 19:00, así bien oscurito, genial para aprender a conducir…

A las 18:45 ya se encontraba en la puerta de la autoescuela mirándose el móvil, nerviosa, whatsapeando con unas y otras, mirando el Facebook autómaticamente sin leer en realidad lo que veía… Lo que viene siendo nerviosa, vaya.

En ese momento llegó Javi con su anterior alumno en el coche que detuvieron delante de la autoescuela y mientras bajaba el chico, el profesor le hizo una señal para que subiera directamente en el asiento del conductor. Glups.

-          Buenas tardes

-          Buenas tardes… ¿a qué vienes?

-          … A… sacarme el carnet de conducir…. – Se trastabilla Elena mientras le contesta y nota como sudan sus manos a pesar de los 7 grados que marca el ordenador de a bordo del coche (que por supuesto, ni se ha fijado en qué coche es, ni importancia que le da, la verdad)

-          Mec. Error. Vienes a aprender a conducir.

Y así comenzó el suplició que, intuyó, iba a extenderse varias semanas. Conforme le iba indicando las nociones básicas de la conducción le enseñaba a conducir de manera correcta y también de la incorrecta, haciéndole estacionar el coche en vados de carga y descarga en hora todavía laboral para él bajarse a comprar rosquilletas en una panadería o haciéndole convertir un stop en un ceda el paso para “coger en verde aquel semáforo de más adelante”.  Vamos, ¡como para que les pillara algún otro profesor en una de esas!

-          Vieri: no hace más que gruñirme, es que no sé cómo le aguanto… - Se quejaba Elena a su gato mientras lloriqueaba más porque sentía que debía hacerlo que porque en realidad lo pasara mal. Es cierto que Shrek era un gruñón y que le daba las órdenes de conducción de mala manera y muchas veces de forma tan brusca que no tenía tiempo de reaccionar rápido, pero lo intercalaba con historias de sus viajes por el mundo y con un humor muy peculiar que le hacía sonreír tanto dentro del coche como cuando lo recordaba después.

No podrá olvidar, sobre todo por lo que supuso más tarde, aquel día en que el profesor se desesperaba ante el nulo oído de su alumna.

-          Pero cambia de marcha, alma de cántaro, ¿es que no oyes cómo te lo pide el motor?

-          Lo único que oigo es cómo me ruge el estómago pidiéndome comida, que tú bien que te estás comiendo esas rosquilletas pero yo llevo horas sin comer, ¿no ves que vengo directa del trabajo a las prácticas? – Respondió Elena empezando a enfadarse.

Javier, en un alarde de su poca profesionalidad, que sacaba a relucir de vez en cuando, sacó la última rosquilleta para dársela a su alumna en acto de conciliación, con la mala suerte de que se le cayó a los pies. Elena nunca había tenido unos reflejos más rápidos, ni una idea más poco adecuada para una alumna que está aprendiendo a conducir, que en ese momento: agachó su cuerpo en busca de la rosquilleta perdida. Y todo fue uno, Javi frenar con los frenos del profesor bruscamente y ella rozar con su cara la entrepierna del mismo.

-          ¿Estás loca o qué te pasa? – rugió Javier – ¡por poco no atropellas a esas chicas!

Elena se sentía atolondrada y azorada a la vez. Tenía que dar una respuesta rápida o se pondría a llorar. Podría haber sido ingeniosa y haber dicho que el hambre le obnubiló los sentidos, que no se había dado cuenta de que el semáforo estaba en rojo o que había peatones, pero no, soltó la primera tontería que le cruzó por la cabeza.

-          Tengo un pequeño problema para cumplir órdenes.

El profesor, que no podía dejar de ser consciente de lo cerca que había estado la boca de Elena de su paquete notó como el mismo comenzaba a estar en estado de alerta.

-          Vuelve a darme otro motivo, vuelve a incumplir una de esas órdenes básicas que un conductor debe tener claras en su cabeza y …

-          No me presentarás a examen… - Termino Elena por él mirando sus manos sobre su regazo.

-          No, te llevaré a donde te enseñen a cumplirlas antes de que puedas examinarte.

Con eso dio por concluida, casi diez minutos antes de tiempo, la clase. Elena no entendió esa última frase del instructor y se fue para casa con un pequeño nudo en el estómago.

-          Vieri, ¡vaya metedura de pata! Va y no se me ocurre otra cosa que rozarle con la nariz sobre el vaquero a Shreck “ahí”… si, si… “ahí” - enfatizó la chica

El gato le echó una de sus miradas de indiferencia que se podrían traducir por “a esta niña le falta un riego o una buena…”. Sin embargo, a la mañana siguiente, Elena se despertó con una extraña sensación en su cuerpo, sentía una pesadez entre sus piernas, bajo el edredón nórdico, que no era normal. Bajó la mano para cerciorarse de lo que intuía: Vieri estaba enroscado sobre su sexo, la cabeza metida, de manera absolutamente inusual, entre sus piernas. Separados su hocico y su hendidura por la tela del pijama. No supo qué hacer, pero siendo sincera consigo misma, no era una sensación molesta y de hecho estaba calentándose bastante con la situación. Metió su mano por la cinturilla del pantalón y la bajó hasta su coñito, Vieri apenas se movió. Inusual del todo. Buscó su botoncito y comenzó a masajearlo, poniendo por primera vez la mente en blanco y no dedicándole ese momento de placer al guaperas de turno. A pesar de la estación del año en la que se encontraba comenzó a sudar y solo se le ocurrió quitarse la camiseta y los pantalones, desplazando al gato de su regazo. Sin embargo, este no se dio por vencido… silenciosamente acercó su hocico a la mano juguetona que se hundía y salía con un pequeño chapoteo de dentro del surco de la joven… lamió con su lengua rasposa los dedos mojados y Elena se dejó ir ante la cercanía de lo prohibido. Ahogó un gemido y se corrió con las mejillas encendidas por la idea de su gato jugando con su sexo como el famoso bulo del perro, el armario, “Sorpresa Sorpresa”y Ricky Martin.

Cuando el incidente con Javi parecía escondido en lo más recóndito de las mentes de alumna y profesor, dos semanas después, camuflado por anécdotas varias de otros alumnos del pasado de Javier, y de historias para no dormir de la joven como les llamaba él en tono de sorna a las charlas inocuas e inofensivas sobre el trabajo de ella, sus amistades o sus excursiones de fin de semana, Javi decidió poner a prueba a la morena para ver como reaccionaria ante lo que tenía en mente desde hacía varios días o, para ser sincero, desde que puso sus ojos encima de ese caramelo de alumna que le había birlado a Luisa, su compañera, a quien por turno le hubiera tocado enseñar a Elena, pero quien ya le debía alguna del pasado y con quien llegó al acuerdo amistoso de que él se encargase de ella.

-          En el siguiente cruce, gira a la derecha y estaciona el vehículo.

-          Que serio te pones a veces. – rio Elena.

-          De acuerdo, a estas alturas ya deberías estar familiarizada con el automóvil en el que llevamos haciendo las prácticas desde el principio, tenemos que comprobar tu memoria visual que puede ser muy importante una vez tengas tu permiso de conducir y lo uses, para peligro de toda la humanidad. Cierra los ojos y toca cada uno de los elementos que te diga – La verdad es que en su cabeza había sonado mucho mejor que una vez lo dijo en voz alta, pero, por suerte, la chica no le dio más vueltas a lo que le propuso Javi, pensando que tenía mucha lógica. – Volante – Elena soltó una risilla, segura de sí misma, y entrando fácilmente en el juego – Guantera – estiró la mano palpando la guantera, dejando su brazo tenso sobre las piernas del profesor, - Espejo retrovisor central, radio – aquí primero metió la mano en el espacio que ese coche tenía sobre la radio, para rápidamente tocar la radio y bajar el volumen de la misma – palanca de cambios…

El tiempo se paró en la cabeza de Javi así como en la de Elena, alargó los dedos un poco demasiado para palpar indecisa el bulto que escondían los pantalones vaqueros del profesor. Apretó ligeramente a pesar de haberse dado cuenta de su ¿equivocación? Y Javier exhaló un suspiro contenido. Había movido sus caderas conscientemente para acercarlas al objetivo indicado, pero ella había puesto de su parte, no había ninguna duda.

La pausa dramática terminó con un “Lo siento” murmurado a la vez que abría los ojos con las mejillas arreboladas por su atrevimiento. El profesor no dijo una palabra al respecto y dándose por satisfecho con su pequeño experimento le dio las indicaciones correspondientes para dirigirse a una tienda de ropa infantil, iba a ser el cumpleaños de su hija y quería recoger un encargo que tenía hecho. Ese era el profesor, aprovechaba las muchas horas de trabajo para ir haciendo sus recados, alejando a los alumnos de las rutas establecidas de examen. En fin “cada maestrillo tiene su librillo” dicen por ahí. Por cierto, que este maestrillo tenía una buena herramienta no pedagógica según acababa de comprobar.

Unos días más tarde, el viernes, Elena se arregló antes de su clase práctica, quería ir por sorpresa a raptar a su mejor amiga y cenar, ponerse al día y, si se daba la oportunidad, salir un rato de pubs. Hacía mil que no quedaban y además sentía que iba a perder la cordura si seguía contándole sus cosas a Vieri sin tener respuesta a cambio; y es que, claro, si le contaba que ahora el guapo del trabajo se plantaba dejarlo todo y meterse a profesores de autoescuela a ella le subían los calores imaginando que era él y no Javi el que le daba las clases, imaginaba esa primera clase, él poniendo su mano sobre la suya para explicarle como meter las marchas encima de la palanca de cambios (y eso sí: imaginaba la palanca de cambios de verdad), con esa información no sacaba del gato más que este diese media vuelta y se largase de su habitación a la de su hermano. El muy traidor.

Con su vestido de tela ligera y primaveral, el pelo recogido en un moño de bailarina y unos zapatos cómodos a en sus pies esperó en la puerta de la autoescuela a que llegase Javi de su anterior práctica. Cuando llegó, este se le quedó mirando a través del cristal de la ventanilla, creciendo en su interior una idea que llevaba días germinando en su cabeza y de la que ahora sí que no podía desprenderse. Hoy iba a ser el día.

Aprovecharía cualquier excusa, cualquier pequeña falta que ella cometiera. Y la cometería, vaya si la cometería…

-          Buenos tardes Elena, ¿estás preparada? – Y mientras pensaba en deshacer ese moño y tirar de su pelo hacía su cuerpo, pegándose a ella por detrás, de su garganta salió un pequeño gruñido que intentó camuflar con un carraspeo.

-          Buenas tardes Javi, siempre dispuesta a que me enseñes lo que debo y lo que no debo hacer – contestó la chica sin saber que hablaban de cosas diferentes y pensando que él agradecería el guiño encubierto a esos semáforos en ámbar, a esos vados de no aparcar e incluso a esas clases que pasaban saliendo de la ciudad para acercarse a pueblos cercanos a que el profesor hiciera este o aquel recado.

Espejos, contacto, cinturón... y en marcha se pusieron. Javi estaba taciturno, pensó ella, así que comenzó con su diatriba, con sus planes inmediatos para esa misma noche; él sin embargo lo que estaba era anticipándose mentalmente a sus planes para con la joven inocente, tal es así que tuvo que reacomodar disimuladamente su pene que comenzaba a responder a esos pensamientos. Sin embargo, no fue tan disimulado el gesto, puesto que Elena no pudo evitar girar sus ojos hacia ese bulto incipiente y sonrojarse al notarlo. Ese pequeño gesto fue suficiente para no darse cuenta que se había saltado un stop. No era grave puesto que no había apenas circulación en esas calles, pero el profesor supo aprovechar la falta.

-          Estaciona en cuanto puedas. – Dijo con voz grave

-          Mierda. – murmuró Elena. Y mientras pensaba en qué bronca le iba a echar Javier se saltó un par de sitios donde podría haber estacionado perfectamente.

-          ¿Qué te dije el otro día sobre cumplir órdenes?

Elena no esperaba eso, pestañeó pensando qué le habría dicho sobre cumplir órdenes y no supo qué responder.

-          Te dije que te llevaría a un sitio donde te enseñaran a acatarlas y cumplirlas y eso voy a hacer. – repuso Javier con un tono de voz que sonó turbio.

Elena no sabía por qué, pero tuvo claro enseguida que no se trataba de una autoescuela a dónde le dirigía con tono seco su profesor. Y ella, aun así, siguió las indicaciones por las avenidas, calles y callejuelas que le iba diciendo el profesor. Aparcaron enfrente de un bajo que Elena había visto mil veces, después de todo estaba un par de barrios más hacia el centro de la ciudad a continuación del suyo propio y yendo andando hasta el mismo centro había pasado por delante unas cuantas veces. Remote Castle sonaba a centro friki de juegos de rol, videojuegos o alguna cosa de este tipo que hubiera abierto en los 90 y hubiera cerrado en la misma época, puesto que no recordaba haberlo visto abierto nunca, siempre la persiana metálica cerrada. En dicha persiana había una pequeña puerta en el mismo metal incorporada. Javi bajó del coche y le hizo una seña para que ella le imitase.

Estaba claro que esto no iba a ir de conducción, pero se sentía demasiado curiosa para dar media vuelta y echar a correr hacia su casa.

-          Tienes que tener claro que vas a poder salir cuando quieras… pero creo que necesitas esta lección ¿Asumes que tienes un problema con las órdenes?

-          Ssssi… - balbuceó Elena – bueno no es tan grave en realidad… soy despistada…- ¿Qué iba a poder salir cuando quisiera? ¿qué clase de sitio era ese?

-          Despistada ¿eh?

Sin mediar más palabra se acercó a la persiana metálica y la golpeó repetidamente con un ritmo que Elena terminó adivinando como la cadencia de una canción de los Beatles. Esto comenzaba a ser surrealista. Y no sabía todavía lo que le esperaba al cruzar esa puerta.

Esperaron en silenció un par de minutos que a la chica le parecieron eternos, concentrada en la respiración de su profesor y en frotarse las manos contra la tela de su vestido. Estaba nerviosa aun sabiendo que estaba ahí porque quería y porque era demasiado curiosa.

Abrieron la puerta sin todo el sigilo que esperaba, por alguna razón, Elena. Una joven que tendría pocos años más que ella, y nada más en común que la inocente chica. Alta, rubia platino con el pelo recogido una coleta que le recordó a los 80, sin haber sido una década que hubiera vivido demasiado, mascaba chicle descarada y le vinieron a la cabeza Vivianne, la prostituta que interpretaba Julia Roberts en Pretty Woman y alguna imagen de Madonna guardada en su memoria. Esto no iba a ser un prostíbulo ¿verdad?

Sin embargo, el ambiente no era como lo que hubiera podido imaginar alguna vez Elena sobre un prostíbulo: no había luces de neón, terciopelos, tapizados rojos, barra de bar desgastada o suelo pegajoso. Imaginación calenturienta o demasiados libros, series y películas en su vida.

Lo que veían sus ojos, en cambio, era un ambiente luminoso, muebles nuevos blancos y grises, dando una imagen bastante aséptica y casi profesional, ilustraciones de versiones traídas al siglo XXI de grandes obras de la pintura relacionadas todas con la inocencia, la desnudez y temas que no le dio tiempo a descubrir con el rápido vistazo que pudo dar mientras seguía los pasos de Javi. Este a su vez seguía d cerca a la chica que les había abierto quien andaba casi de puntillas sobre unos tacones de infarto con mucha seguridad, aunque se paró un momento cerrando los ojos en un gesto que Elena interpretó como casi místico y Javi desde su conocimiento interpretó como cercano al orgasmo. Sabía que Lola llevaba entre sus piernas un vibrador a distancia que se ponía en funcionamiento a gusto de su amo: a quien se dirigían a ver en esos momentos. Javi recordaba a Lola de sus primeros días en el club, era una chica descarada, mal hablada y agresiva que bien podría haber salido en alguno de esos programas de televisión tipo “Hermano Mayor” que tan de moda estaban, de hecho un chico con el que se había enrollado que de alguna manera ejerció de hermano mayor de ella y le ayudó a no acercarse al mundo de las drogas cuando su entorno del barrio lo hizo, fue quien le metió en el club y le enseñaron a acatar normas a cambio primero de pequeñas recompensas, y después, sinceramente, por el mero gusto y morbo de acatarlas.

Entraron a un despacho igual de aséptico y profesional donde esperaba con una sonrisa condescendiente en la cara, mirando a la rubia, un hombre de alrededor de 50 años, cabello negro azabache, pero con las primeras hebras de plata apareciendo aquí y allá por la cabeza, mostacho y barba recortada.

-          Bien, bien ¿Qué tenemos por aquí?

-          Esta pequeña tiene problemas con las órdenes y me está causando algunos problemas. Algunos en el trabajo y otros en mi casa, no me puedo quitar de la cabeza que necesita que le ayuden con su problemilla. Seguramente será bueno para toda su vida.

Elena estaba alucinando con lo que veía y oía, pero no podía abrir la boca para preguntar de qué iba todo eso.

-          De acuerdo puede probar esta noche y ya veremos. Unos y otros. – recalcó mirando fijamente a la morena. – Pasa con Lola al vestuario y que te explique un poco el funcionamiento.

Salieron al pasillo dejando a los hombres aclarando algunos términos en el despacho. Bajaron en un ascensor subterráneo un piso y Lola le sonrió infundiéndole valor comentándole:

-          Lo primero que tienes que saber es que puedes salir de aquí cuando quieras

-          Eso mismo me ha dicho Javi, pero no sé dónde me estoy metiendo y si me volvéis a repetir que puedo salir cuando quiera empezaré a tener miedo… ¿esto no es alguna clase de secta verdad?

Lola rio y le apretó cariñosamente de un hombro.

-          No guapa, como mucho una secta del placer. Y ni así. Créeme que puedes irte cuando quieras. Si es que quieres en algún momento. Aquí vas a poder desconectar, durante un tiempo no tendrás que tomar ninguna decisión y aunque te parezca deleznable un acto de sumisión así (créeme: se lo que te digo) en realidad es liberador. Y te hablo de eso porque es el estadio en el que me he encontrado hasta hace poco. Ahora he pasado a uno nuevo, pero no quiero llenarte de información innecesaria. Vamos a las cosas importantes. Primero de todo ¿eres virgen?

Elena quedó cortada. Su cabeza le dijo que saliera corriendo. Su coñito le decía lo contrario.

-          Eh… no…no lo soy – tampoco quiso explicar que la experiencia con aquel vecino del pueblo aquella noche tras la verbena de la que nunca más volvieron a hablar había sido su única experiencia hasta el momento. Y no había sido los fuegos artificiales que toda joven espera para su primera vez. Sobra decir que quedó tan desencantada del que había sido su amor platónico hasta ese momento que tardó varios meses en volver al pueblo.

-          De acuerdo, ¿estás sana? Sé que me vas a responder que si, pero hoy en realidad es un puro trámite. Aquí todo el mundo lo está. Es condición indispensable. Mañana mismo te harás las pruebas rutinarias para demostrarlo.

-          Claro que estoy sana – respondió casi indignada Elena. ¿Qué se iba a tener que hacer pruebas? Eso incluiría análisis de sangre claro ¡odiaba las agujas! Y en general toda clase de dolor. Por eso mismo no se había tatuado cuando sus mejores amigas se hicieron el mismo tatuaje en la muñeca ¿acaso les quería menor por ello?

-          Tranquila, tu misma agradecerás estas medidas… - Entraron en una especie de vestuario con algunas taquillas, duchas, bancos, y lo más curioso de todo: cestas con productos de higiene personal, cuchillas, compresas, tampones, preservativos, aceites de olores y lubricantes. En perchas colgando de un par de burros de ropa habían prendas blancas de lino, de algo así como gasa y lo que parecía ya a la vista seda.

Mientras Lola parloteaba comenzó a desnudarse a invitó a Elena a hacer lo mismo. Elena era sumamente pudorosa e incluso en los vestuarios del gimnasio rodeada indistintamente por barbies como por yayas, lo pasaba mal para desnudarse y siempre se duchaba en los cubículos cerrados en lugar de hacerlo en las tiras de duchas abiertas, mucho más cómodas y amplias. Sin embargo, al segundo gesto insistente de Lola comenzó a quitarse con cuidado el vestido y recordó los planes que tenía antes de salir de casa esa misma tarde. Que lejana parecía.

-          Hoy va a ser poca cosa, ya verás cómo te quedas con ganas de más pero el primer día, sin análisis esto es lo que hay – Dijo casi con pena la rubia mientras le tendía una bata vaporosa – Quítate la ropa interior, por Dios, ¿dónde te crees que estás?

Para si misma Elena respondió “No tengo ni idea, pero voy a descubrirlo en seguida”. Mientras, se quitó las braguitas y sujetador y los guardó en la misma taquilla que le había indicado Lola. Sorprendentemente las taquillas no tenían cerrojo. Por lo visto aquí no había ladrones. Lola le comentó que eran una gran familia y que además junto con los análisis de orina y sangre se exigía un certificado de penales. Se rio ella sola de su chiste y le hizo un gesto para que le siguiera. Elena iba pensando que todo el espacio que iba viendo tenía que ocupar gran parte de los bajos de esa manzana, ¡cómo de engañados debían estar los vecinos!

Llegaron a una habitación indescriptible a través de unas grandes puertas de madera maciza, a lo que parecía una especie de spa con grandes columnas de mármol que nacían desde dentro de la gran piscina de agua caliente, iluminado por luces verdosas; a los lados cubículos que se adivinaban de saunas, banquitos del mismo material que las columnas diseminados por toda la estancia, y arrimados a algunas paredes varias camas con dosel descorridos en ese momento en el que estaba la estancia vacía exceptuándoles a ellas dos. Se acercaron a una de ellas y Lola palmeó sobre la sábana blanca impoluta. No encontrarás cama más cómoda. De pronto cerró los ojos y apretó el cojín (de plumas de oca como dijo más tarde), su amo volvía a jugar y a ella le estaba matando de placer ese juego. Elena no sabía a donde mirar, Lola le había explicado a que se debían esos parones en la conversación y sentía por igual ansiedad y ganas de participar.

-          Bueno, lo primordial es que te quede claro que no vas a poder participar en nada de lo que veas hoy… de hecho hasta que te den una orden diferente será así durante un tiempo.

Elena exhalo un suspiro que había estado conteniendo. Que injusto. Lola adivinó su disgusto por el mohín de su cara y se rio.

-          No quiere decir que no vayas a pasarlo bien. Limítate a obedecer.

Con esas palabras, y como si estuvieran coordinados en un baile invisible, entraron Javi y Manuel, el amo de Lola y actual encargado del club. Manuel se arrimó a la rubia por detrás mientras ella sonreía ansiosa ante el contacto inminente. Le dejó un beso en el arco de su cuello bajo su mandíbula y deslizó sus manos bajo la cintura de la chica. Javi mientras tanto no podía despegar su mirada de los pechos que se intuían bajo la bata que cubría la piel de Elena. Quiso pasar a la acción cuanto antes.

-          Diviértete, gatita, y exprime la experiencia, descubre tus limites ¿estás preparada? – la voz de Javier volvía a ser oscura y con un tono sexy que hizo ronronear a su alumna. Suficiente gesto para que Javi viese aprobadas sus intenciones: sacó un cordel del bolsillo trasero de su pantalón y ató tras la espalda de la morena sus manos. – ¿ya tr ha advertido Lola que no vas a poder participar en nada de lo que veas?

-          Si…

-          Si, amo, pequeña… aquí dentro soy tu amo y como tal debes dirigirte a mí.

Elena sentía su sexo palpitar de excitación anticipándose a algo que ya le decían que no iba a llegar.

Javi se detuvo a deleitarse de la vista absolutamente erótica de su alumna semi-desnuda ante él. Adivinaba a la perfección su silueta y moría de ganas por comprobar si su sexo estaba cubierto de vello recortadito o lo tenía totalmente depilado, como siempre imaginaba cuando fantaseaba con ella.

Elena no pudo aguantar la mirada de su profesor, ahora amo, y giró la cara buscando a Lola. Lo que vio le hizo escapar un jadeo. Lola había subido una pierna a la cama, dejando su sexo expuesto. Manuel sacaba lentamente el vibrador de dentro de ella y se lo daba a probar a la sumisa, quien acataba y saboreaba tal y como se esperaba de ella. Fue una imagen tan morbosa que la intención del cuerpo de Elena fue tocarse directamente… cosa que no pudo hacer atada como se encontraba. Notaba sus pezones erizados, seguramente duros como piedras. Javi pareció que adivinase sus pensamientos. Se acercó a la pared y sacó de una repisa que hasta el momento Elena no había apreciado, una pequeña cajita. Cogiéndola se aproximó de nuevo a su alumna y le preguntó si quería un regalo, con la voz convertida en lava.

Elena, dejándose llevar por esa ansiedad hasta el momento desconocida le contestó que sí y cerró los ojos ante la petición de su amo. Pasaron los segundos, solo oía los gemidos de Lola que debía estar disfrutando de su reciente nuevo estadio, de pronto sintió en sus pezones un calor que le atenaza, un dolor placentero que no había sentido jamás. No pudo evitar abrir los ojos y mirar hacía sus pechos.

-          Mal, mal, mal… pequeña… te he dicho que cerrases los ojos, es una orden muy básica y no esperaba que te costase cumplir hasta esa.

La chica no sabía qué le iba a hacer, qué castigo le impondría. Así que se sorprendió cuando le dejó ahí atada y con las pinzas en sus pezones y dio media vuelta hacia la pareja que estaba usando la cama y no para dormir precisamente. Javi se quitó los pantalones y se bajó los calzoncillos sin mucho protocolo y ante la atenta mirada de Elena (que se relamió viendo por primera vez la polla enhiesta de su amo) se puso a la espalda de Lola y mientras esta cabalgaba a Manuel, comenzó a pajearse a centímetros de la pareja. Lola bajó la intensidad de su cabalgada dejando su trasero a mano para que, si lo quisiera, Javi pudiera utilizarlo.

La inocente que pocas horas antes preveía una noche de baile y risas con su mejor amiga no podía creerse lo que estaba viendo en vivo y en directo a apenas un metro y medio de su cuerpo.

Sonó un gong de improviso y la puerta de entrada volvió a abrirse para recibir a un chico de cuerpo atlético y dos mujeres más mayores que Lola y ella. Saludaron con un gesto y no se inmutaron ni parecieron sorprenderse de ver a Elena atada y con pinzas en sus pezones, bajo la tela de su bata. Se dirigieron a la gran piscina y dejando caer las telas que les cubrían sobre un banco de mármol y se metieron poco a poco por la escalinata del lateral en el agua caliente. No estaba muy segura por la distancia y por la iluminación, pero le daba la sensación de que un par de rayas rojizas surcaban la espalda del chico.

Cuando volvió su atención a Lola, Javi y Manuel les encontró en una posición diferente. Manuel estaba sentado en el borde de la cama, se adivinaba que estaba empalando a su sumisa por el agujero trasero mientras ella le daba la espalda y de pie frente a ellos Javi se disponía a perforarle el delantero para lo que puso sus manos en los hombros de la chica y la hizo reclinarse hacia atrás pegándose al pecho del cincuentón. Sujetaba su pene por la base y lo dirigió al sexo mojado (hasta a metro y medio de él se veía como el cuidado vello estaba perlado de jugos). Elena no podía pestañear mientras veía ese grueso aparato, con esa cabeza amoratada, penetrando lentamente el coñito de su nueva compañera. No podía evitar apretar muslo contra muslo, contraer los músculos internos de su propio coño y jadear bajito ante el espectáculo que le estaban brindando.

Lola, en cambio, no jadeaba bajito, no, jadeaba sin ningún pudor ni ánimo de disimulo mientras Javi gruñía entre sus piernas bombeando sin piedad y ella misma controlaba las penetraciones traseras de Manuel.

Buscando recuperar el resuello, volvió a buscar con su mirada al trio de la piscina. Nunca mejor empleada la palabra puesto que lo que vieron sus ojos fue como el joven lamía entre las piernas de una de las mujeres que había subido al bordillo de la piscina mientras se adivinaba un movimiento bajo las aguas que dejaba adivinar una paja mutua entre la otra mujer y el chico.

Elena se sentía azorada y caliente. Otro gong le sorprendió y las puertas volvieron a abrirse para dejar pasar a una pareja en su treintena riéndose y sobándose sin disimulo con una fusta en poder del hombre. Pasaron junto a la cama de Javi y la chica, castaña de pelo rizado, le palmeó el trasero mientras el chico rubio y barbilampiño, les guiñaba un ojo. Se metieron sin más en uno de los cubículos laterales y no tardaron en oírse susurros, gemidos y ruidos secos y rítmicos que Elena no erró en adjudicar a la fusta contra la piel de la mujer. Los murmullos se oían cada vez más bajos y graves y los gemidos se aceleraban rápidamente. Seguramente venían de otra estancia donde hubieran estado jugando antes de entrar a esta porque si no, no se entendía esa rapidez en ponerse a tono.

No se había dado cuenta de que Javi había abandonado su puesto de tercero en el trio con Lola y su amigo y lo tenía a su lado. Le miraba sin disimulo y se masturbaba lentamente a un par de pasos de ella. Elena se mordió el labio y dejó escapar un sonido gutural de su garganta, anhelante de recibir alguna atención física. Javi incrementó el ritmo de su paja y se mordió igualmente el labio.

-          ¿Vas a aprender a obedecer?

-          Si…amo…

Y con esa palabra resonando en sus oídos, el profesor comenzó a descargar su esperma contra la bata de la chica. Sin decirle nada le desató las muñecas y le quitó la tela que le cubría.

-          Como has sido buena en tu primera visita, te voy a dejar que me la limpies.

Cuando Elena se dejó caer de rodillas como idea más lógica para limpiársela, Javi supo que no estaba equivocado y disfruto más si cabe de la lengua, dulce, caliente, húmeda, de su nueva sumisa. Sacó su lengua dejándola pasear a lo largo de todo el tronco del profesor, desde la base hasta el glande, dibujando un camino sinuoso. Disfrutó metiéndose la cabezota hinchada entre los labios y chuparla como si fuera un chupachups o una piruleta. Era un sabor nuevo como nuevas eran todas las sensaciones que estaba notando en su cuerpo desde que había entrado a ese Castillo Remoto.

No podía aguantar sus ganas de tocarse, sin embargo, lo haría. Estaba segura que iba a aprender a obedecer sabiendo el premio que le esperaba. Cuando dejó el pene de su amo limpito continuó de rodillas y con la mirada gacha como esperaba que Javier le quisiera.

Javi se alejó unos pasos y ella continuó en la misma posición, esperando nuevas órdenes que obedecer. Éstas no tardaron en llegar. Javi había traído al barbilampiño de la sauna y a la mujer de pelo rizado. Comenzó a bromear con la mujer ante el disgusto de Elena, pero pronto se le pasó al encontrarse que el chico se había arrodillado frente a ella y le decía:

-          Haz que se recupere rápido. – Y a ello que se pudo con una maestría que no imaginaba que pudiera tener, siendo la segunda polla que lamía en toda su vida y ambas en un corto lapso de tiempo. Además, esta vez, se atrevió a sujetársela mientras la metía lentamente entre sus labios, sobre su lengua dentro de su boca. Su mano comenzó a deslizarse, ella creía que torpemente, pero por la respuesta que obtuvo supo que no, por el mástil cada vez más enhiesto del chico que le sacaría apenas 10 años. Cuando finalmente la fina, pero larga verga del chico apuntaba el techo de nuevo Javi apartó suavemente a Elena de la misma.

-          Te estás portando muy bien, pequeña, solo una cosa más y nos vamos…

Elena gimoteó, sabiendo que esa cosa más seguiría sin atender sus necesidades más básicas, que en esos momentos pasaban por que le llenasen la cuevita con algo más gordo que los dos dedos que sabía que esa noche se metería en su cama.

Lola se aproximó con una fusta similar a la que llevaba hacía un rato la pareja, Javi le había dejado claro lo que quería de ella y Manuel fue muy claro con sus deseos también. Sonrió cálidamente a la novata y le susurró al oído ‘solas tu y yo, no hay nadie más a nuestro alrededor’. Le indicó que se tumbase en otra de las camas cercanas, tal y como estaba en ese momento, desnuda. Lola se pudo de pie junto a esa cama y con la fusta comenzó a rozar la piel de Elena. Las aureolas de sus pechos medianos, los muslos ligeramente mojados, los labios… Elena se atrevió a sacar su lengua, provocadora, y lamer la fusta. Los ojos de Javi refulgieron y tragó saliva viendo a las dos sumisas jugando juntas. Lola subió a la cama, dejando de lado la vara y se colocó sobre el cuerpo de la morena. Elena nunca había imaginado tener sexo con otra mujer, pero en ese momento le pareció lo más natural del mundo, y no tuvo que esperar a sentir la lengua de la otra chica entre sus piernas para hacer lo propio con su boca. Buscó las ingles de Lola y las lamió, mordió como si de una manzana se trata uno de los muslos internos que tenía frente a su cara y sin dilatar más el momento posó sus labios sobre el botoncito que estaba mojado y enrojecido deseoso de recibir esas atenciones. Lamió, succionó y chupó como le gustaría que hicieran con ella y a su vez, tras lamerle desde el culito varias veces todo el tajo de su sexo, recibió cuidados muy parecidos en su propia piel, en su propia carne. El aire se convirtió en sexo denso, en gemidos roncos, en suspiros que no podían contenerse y finalmente explotaron la una en la otra sin haberse dirigido la palabra en todo el rato que duró el acto. No obstante, no pudieron enviar sonreírse, tontamente, y darse un beso ligero en los labios. Otra primera vez, que, esperaba Elena, no sería la última.

Se levantó y dirigió directamente a Javi:

-          Gracias, amo.

Javi estaba feliz. Le esperaban muy buenos momentos con Elena. Sin duda aprobaría… Manuel no tendría reparos si, sin querer, se saltaba un semáforo en rojo.

A la mañana siguiente, al despertarse, tenía a Vieri enroscado a su lado, y al notar su movimiento, el gato descarado se subió a las piernas de Elena, buscando el calor de su cuevita a través de la tela.

-          Yo te voy a contar lo que hice anoche. Pero hoy no te escapes de mi habitación, tengo algunos planes para ti. Una vez más, la chica metió su mano bajo el pantalón, metió rápidamente un dedo en su coño y lo sacó rápidamente para saborearse a sí misma. Ahora tendrás tu parte, no seas goloso…- un dedo, dos dedos, incluso tres entraron cómodamente. Paró un momento para colocar su móvil estratégicamente apuntando a su entrepierna y comenzó a grabar. Hagámosle un regalo a mi profesor, Vieri, creo que se lo merece.

-          Miau – confirmó el gato.