Aprendiendo de una madura (4)

Cuando tengas una aventura con una mujer madura, la discreción es muy importante.

Del capítulo anterior…

A continuación  se separa los labios con los dedos para dejar que salga un buen chorro de jugos en medio de unos fuertes gemidos y gritillos incontrolados simultáneos a un brutal orgasmo. Aprieta las piernas entre si para contener su corrida, suspira, respira hondo, gime y a continuación bien un nuevo grito tan fuerte y sorpresivo que me asusto y me vuelvo a fijar en su entrepierna que vuelve a estar completamente abierta.

Vuelve a salir otra andanada de jugo vaginal como si saliera de un surtidor. ¡Uhmm que maravilla! Cuando deja de salir Herminia abre y cierra las piernas varias veces como si quiera con este gesto liberar la tensión acumulada.

Estoy tan excitado, tan sorprendido, tan maravillado de tal prodigio, que me la meneo con brío unas pocas veces, justo lo suficiente para correrme encima del pie de mi excelente instructora.

Capítulo 4 - “La discreción es muy importante”

—    Me he encontrado al marido de la señora Herminia en el super…está encantado y super agradecido. No sabe cómo darte las gracias…en un par de ratos les has arreglado varias cosas que llevaban tiempo estropeadas— me dice mi madre asomada a mi habitación desde el pasillo.

—    Me ha dicho que es una verdadera suerte tener “un manitas” tan cerca y que con “ganas de aprender y mis habilidades” está seguro que llegaras muy lejos— añade con un orgullo desbordado.

—    Ves lo que te decía… hay que llevarse bien con los vecinos y “hoy por ti, mañana por mi”, a lo mejor te puede colocar en el banco donde trabaja o buscarte un buen empleo.

—    Si mamá, tienes razón…pero yo no quiero ser el asistente de nadie, si lo hago es porque tu me lo pides— le contesto para que tenga claro porque hago lo que me pide.

Ha repetido con insistencia que la señora Herminia le ha rogado, que si me va bien vaya a revisar la cisterna del váter, dice que pierde agua y no deja de hacer ruido. Me hago el remolón y finjo no tener ningunas ganas de ir, así mi madre, que es muy lista, no sospechará que estoy deseando ir de nuevo a casa de su amiga.

Pulso el botón del timbre, me aliso el pelo mientras espero con impaciencia. A continuación se abre la puerta de par en par, enfrente está la señora, que me tiene el coco sorbido y la picha dura como una piedra a todas horas. Tal como he comentado anteriormente es una mujer regordeta, llena de curvas, que a pesar de que pasa de los cincuenta tiene una cara muy bonita y simpática.

A mi entender su sensualidad se rebosa, me trata tan educadamente y me enseña tantas cosas que para mí es una diosa. Me trata super bien y también se que le gusta mucho guiarme, abriéndome los ojos para que sea testigo de sus “habilidades”.

Balbuceo que vengo a reparar la cisterna, tal como ha quedado con mi madre. Ella me sonríe  ampliamente reconociendo mi mal disimulado interés por volver a estar a solas y que la excusa pensada por ella la he empleado correctamente.

Me examina de arriba abajo deteniendo la mirada durante un instante en el aparatoso bulto entre las piernas. Tras comprobar que el género merece la pena, hace un mohín con la boca, y cuando creo que me va a flanquear el paso, me dice:

—    En este momento no me va bien. Esta mi marido en casa y no podemos cortar el agua... está pensando en ducharse enseguida—

Me quedo petrificado por la sorpresa. No sé qué decir, no se disimular, ni tampoco como recoger velas y volver a casa con el rabo entre las piernas (nunca mejor empleada la expresión).

—    ¿puedes venir mañana por la mañana? Podrás trabajar más tranquilo... — me aconseja la señora esbozando una sonrisa un toque de malicia.

—    Bueno...  yo... por la mañana voy al instituto.. tendría que faltar a clase­— le contesto con toda la inocencia del mundo.

Para convencerme, mi vecina se entreabre de cintura para abajo el batín que lleva y me enseña sus muslos y las bragas. No satisfecha con esta invitación, se acerca hasta mí y con disimulo me pone la mano encima del paquete como para cerciorarse que está bien dispuesto.

Cuando se separa de mí, luce una amplia sonrisa, conocedora que mi polla está perfectamente preparada y que no faltaré a la cita. Cierra la puerta y yo vuelvo a casa presuroso y me encierro en el aseo antes de que nadie me pueda ver en el estado que me hayo.

Allí me hago una paja de manera solemne, con la imagen de  mi vecina grabada en el cerebro, sus piernas rollizas, sus bragas apretadas y los pelillos asomando por los lados. ¡¡¡Ufff, con qué ganas me froto!!!

Con el pestillo del baño echado tengo la suficiente intimidad para hacerme una de esas pajas que recuerdas largo tiempo.

A pesar de que tengo los ojos cerrados veo perfectamente a la señora Herminia llamándome, arrastrándome hacia su cama, desnudándose para mí y sobre todo tocándose este enorme chocho, con muchas ganas, casi con furia… hasta que finalmente emerge su poderoso clítoris.

Entre meneo y meneo, espero con ansias revivir la sensación al sentir como sus líquidos vaginales saliendo abruptamente de su vagina y chorreando desde mi boca, por el pecho, terminando en mi entrepierna.

La imagen es deliciosa, con lo que me tengo que masturbar dos veces seguidas para poder calmarme.

La mañana siguiente me presento temprano en su casa. Me recibe con cara de sueño y un poco malhumorada. Cierra la puerta tras de mi con rapidez y sin decirme nada se encamina hacia el dormitorio.

Lleva puesta una bata como si acabara de levantarse, el pelo despeinado, los ojos semicerrados y un poco hinchados de dormir poco.

Dócilmente le sigo por el pasillo, no sé qué sorpresa me tiene preparada para hoy y estoy tan nervioso y excitado que solo pienso en ir tas de ella. Al llegar al cuarto se quita el batín, ciertamente solo llevaba debajo un camisón corto que apenas tapa su espléndido culo. La parte superior luce un generoso escote que apenas contiene sus tetas libres de sostén, con lo que aparecen todavía más hermosas.

Lejos de exhibirse como el otro día, se mete en la cama, se pone de costado dándome la espalda y se aferra a la almohada como tratando de enlazar con el sueño anterior, que yo aparentemente he interrumpido.

Por una abertura que deja la sabana en su extremo puedo verle parcialmente el muslo y el culo. Me parece que no lleva bragas. Mi vecina se agita sobre la cama y se acomoda tratando de encontrar la mejor postura para dormir.

La sabana cae aún más hacia su lado y deja al descubierto sus nalgas. Entre ambos cachetes puedo ver su carnosa vulva y esto hace que termine de empinarme del todo. ¡Uy, que chocho tan enorme!

—    Uhmmm, tengo frío... ven a la cama y me das un poco de calor— me dice sin volver la cabeza.

Me desnudo de inmediato y me acuesto poniendo mi cuerpo pegado al suyo. Mis piernas se acomodan con las suyas, pongo mi pecho contra su espalda, y mi brazo por encima de su costado hasta que mi mano encuentra una de las suyas. Mi cuerpo queda completamente pegado al suyo acoplándome a las generosas curvas de su culo.

Mis genitales han quedado alojados en medio de la raja del culo, dando calor  a la tibia piel de sus cachetes. No me muevo, no hago nada…simplemente me aprieto a ella sin atreverme a más allá. Me coge la mano y hace que le rodee un pecho. Culea un poco y juega a apretarme la polla entre sus piernas, mientras le sobo la teta que tiene un pezón durito rodeado por una amplia aureola marrón oscuro.

Levanta una pierna lo suficiente para hacer hueco donde poner mi polla. Luego  mueve las piernas una sobre otra para la parte interior de sus muslos friccione con mi estaca que ha quedado atrapada entre sus carnes.

Me parece que su entrepierna se empieza a caldear progresivamente y como el pezón se termina de erizar y endurecer. La vecina empieza suspirar y respirar profundamente, creo que el contacto de mi cuerpo caliente, le está gustando mucho, seguro que lo mejor está por llegar.

Llevo mi mano por todo su cuerpo, le toco el pecho, el vientre, la cadera... y luego le toco el culo. Su piel es muy blanca y de tacto de seda. No tiene ni un solo vello por lo que mi mano se desliza como si estuviese recubierta de algún lubrificante.

Me encanta rozar con mi mano todas las curvas de su generoso cuerpo, me entretengo en cada rincón, a lo que ella responde con sonoros suspiros de aprobación. Esto me da pie para seguir tocándole el trasero, disfrutando de la suavidad de su piel y buscando con timidez el contacto con los labios de sus vulva.

Con cierta prevención, con el dedo escribo sobre su piel un paréntesis en un labio. Luego hago el opuesto en el labio de enfrente. Todavía no he separado los labios, pero ya noto el calor que se escapa como si la lava del volcán estuviese preparándose para salir.

Apoyo mi mano sobre la pierna que yace sobre la cama a la altura de la rodilla. Poco a poco la voy desplazando en dirección a su entrepierna, acercándome poco a poco.

La vecina va levantando poco a poco la pierna que apoya sobre la otra para dejar que mi mano se aproxime a su coño. Mantengo la mano con la palma hacia abajo y el dedo pulgar extendido formando una escuadra.

Cuando llego al final del muslo, el borde de mi mano se incrusta en su raja. La mitad del dedo índice coincide con el bulto de su clítoris, la yema queda enredada con sus pelos. Por la parte posterior el dedo pulgar se acomoda en la entrada de la vagina.

Aprieto alternativamente por la parte del índice, y luego por la parte del pulgar. Mi vecina se gime y suspira, hago oscilar el índice a un lado y otro para frotar sobre su perlita. Luego, manteniendo el dedo extendido a lo largo de su raja, le apunto con el pulgar hacia su cueva.

Mi vecina se retrae un poco y luego aprieta con el culo hacia atrás para clavarse mi dedo gordo. Juego con ambos dedos a la vez, con el índice froto sobre la pepita moviéndolo arriba y abajo. El pulgar lo meto y saco, lo doblo por la falange y acaricio su fresita por la parte interior.

Tras unos minutos acariciándola así, su coño está completamente mojado y dilatado. Mi vecina saca el culo todo lo que puede y suspira tan hondo que creo se está muriendo de gusto.

Se produce una descarga en el interior de su coño, en medio de fuertes contracciones noto como sus fluidos lo mojan todo. Aprieta sus muslos aprisionándome la mano y en medio de los gemidos me dice que me quede quieto durante un rato.

Pasados unos minutos se da media vuelta para que quedemos enfrentados. Me mira de arriba abajo luciendo una sonrisa de oreja a oreja. Acerca su mano para agarrarme el nabo rodeándolo con decisión.

Me da varios tirones de la piel hacia abajo para dejar a la vista mi capullo gordo y rojo que parece a punto de estallar por la presión de la sangre que acumula.

Estoy pensando en lo rico que debe ser poner la polla dentro de un coño tan hermoso y mojado como el que ella posee.  Estoy impaciente, creo que estoy cerca de conseguirlo, si se echa de espaldas sobre la cama, me subiré sobre su cuerpo y me la follaré como un semental.

—    Ay querido mío… te pasa lo mismo que a mi marido… que tiene una buena polla, pero…no lo suficiente para un coño como el mío— me dice con el tono tan dulce que puede.

—    Espero que lo entiendas….tienes una polla muy linda… de buenas dimensiones que la mayoría de mujeres acogerán como ideal, pero… para mi… no te enfades pero no es la mejor.

—    Las mujeres podemos conseguir un buen orgasmo con vergas relativamente pequeñas, ya te explique ayer lo del clítoris, y las sensaciones que se tienen al sentirla entrar y salir…—

—    Algunas mujeres necesitamos sentir la punzada en el fondo del coño, que este se tenga que dilatan para ponerla albergar…queremos una polla grande, dura, casi como la de un caballo—

—    Además, si la metes en mi chocho…no vas a sentir las “apreturas” de un coñito juvenil y apretado.

A medida que la voy escuchando una sombra de tristeza me va invadiendo poco a poco. La polla no se afloja porque la sigue acariciando y meneando con mucha habilidad. Como me ve decaído  utiliza sus armas mas contundentes: se pone en una postura donde su coño queda perfectamente expuesto, se abre los labios y se frota el clítoris para que yo lo pueda ver de nuevo.

Me coge la polla y me la menea jugueteando con sus dedos alrededor de capullo. Empiezo a culear adelante y atrás con intención de aumentar el roce y así aceleran mi corrida.

—    No te impacientes…todo llegará…todo a su tiempo. Mi marido y yo hemos descubierto que tengo otro agujerito, mucho mas prieto y mas caliente donde meterla…mi culo—

—    Hoy te vas a follar tu primer culo. ¿Qué te parece? ¿quieres probar, no? —

—    Claro, claro…por supuesto… estoy aquí para aprenderlo todo— le respondo tan alterado que apenas se me entiende lo que digo.

El resto lo contaré en el próximo relato.

Deverano.