Aprendiendo de una madura (2)

Me prepara para empezar la primera lección

Capítulo 2- “Confidencias”

Al día siguiente me recibe con un batín cruzado sujeto a la cintura por un cinturón. A pesar de ello el escote es generoso y puedo ver parte de su pecho sin sostén. Tiene unas buenas tetas y la ropa está tan suelta que me parece que en cualquier momento una de sus tetas saldrá a saludarme.

Antes de iniciar la cambiar el embellecedor roto de un par de interruptores me invita a tomar un café sentados en el sofá del salón. Cómodamente sentada junto a mí me pregunta sobre mi vida sentimental, interesándose si tengo novia, cuantas he tenido, que opino de las chicas de mi edad, y sobre las mujeres maduras, etc.

Estoy muy acongojado, lo que ayer sucedió solo lo había soñado cuando me pajeaba fantaseando con mujeres conocidas de mi entorno. Fue una maravilla , hoy no se que puede suceder…me pongo en sus manos.

Tras unos breves minutos de animada conversación sé que me ha llevado al terreno donde ella deseaba tenerme. Me parece que ha satisfecho bastante su curiosidad sobre mí, y ahora siente deseos de compartir conmigo algún de sus intimidades.

—    De jovencita tuve un novio muy especial. No era guapo, ni demasiado inteligente. Tampoco era muy simpático, pero… me sedujo desde la primera vez que estuvimos juntos. Era un auténtico artista comiéndome por aquí abajo. En aquella época me hizo tan feliz, que el resto de cosas carecían de importancia—

—    Me desencantó mucho saber que el mío no era el único chochito que cultivaba y con mucho pesar rompí con él. Luego conocí a mi marido y descubrí otras cosas, aunque nunca he olvidado aquellas primeras experiencias—

—    Un hombre que sepa complacer una mujer con la boca nunca estará solo, y será muy querido por su pareja. ¿Qué tal te portas tú con tus amigas? ¿has conseguido hacerlas estremecer con solo pasarle la punta de la lengua por la rajita?, ¿te piden ellas que se lo hagas?... ¿se ponen a temblar cuando acercas la boca a su entrepierna?

—    Si no es así, os estáis perdiendo algo muy lindo y conviene que lo descubráis cuanto antes para conocer vuestro grado de compatibilidad—

—    Si a ella no le gusta, trata de convencerla, y si no lo consigues búscate otra— me aconseja.

—    Te veo muy sorprendido… ¿acaso no lo disfrutas tal como te digo? ¿quieres saber más? ¿quieres que te enseñe?... me lo agradecerás cuando pasen los años— me dice mientras estira de mi mano hacia la habitación.

—    ¿qué te parece mi tipito?... no está nada mal para mi edad, ¿no? — me dice mientras se presenta en un escorzo muy sugerente, la pierna izquierda ligeramente flexionada y con el pie apoyado solo en la puntera.

Luego se contonea un poco y da una vuelta completa sobre sí misma para mostrarme el cuerpo al completo. Se detiene justo cuando me presenta su precioso culo delante de mis narices. Luego termina de dar la vuelta hasta que queda de frente a mis desorbitados ojos.

—    ¿te gusta lo que ves? ¿quieres ver algo más?... tengo algunas cosas que te pueden interesar— me dice moviendo los hombros de forma muy sensual y al tiempo que ondula el vientre provocándome casi un infarto.

Asiento con la cabeza y trato de cerrar la boca que se empeña en mantenerse entreabierta. Permanezco embobado mirándola igual que los niños que descubren por primera vez lo que pasa al dejar caer las cosas desde una altura.

Mi vecina empieza a desnudarse y a exhibirse de forma endiablada. Alguna vez se acerca a mí y me pasa la mano por la cara, la cabeza y los hombros. Luego se separa y me muestra otra nueva porción de su voluptuoso cuerpo.

Cuando solamente lleva puestas las bragas y el sujetador, me pone el pie sobre el pecho haciendo que su chocho quede justo delante de mis narices.

—    ¿Quieres ver lo que hay aquí debajo?, dice mientras se pasa los dedos por encima de la braga. Pídeme que me las quite… si es lo que deseas— añade.

—    Me lo tienes que pedir, y según como lo hagas te complaceré! — me dice poniéndose la palma de la mano tapando el monte de Venus muy prominente.

—    Si prefieres… te puedo mostrar estos meloncitos dulces que guardo para un joven goloso como tú— sentencia rodeándose las tetas con ambas manos.

Tengo un nudo en la garganta que me impide articular palabra, le sigo con la mirada y con la mano me toco el enorme bulto que tengo entre las piernas. Antes de que conteste, mi vecina se baja las bragas y me las tira a la cara. Cuando reacciono, ella está a medio metro de mi cara enseñándome un triángulo poblado de pelos entre sus piernas.

Luego se da la vuelta y me muestra sus carnosas nalgas. En medio de estas aparecen unos redondeados labios vaginales que parecen pedir que los acaricie. Esta zona en cambio la tiene muy bien peladita y siento muchas ganas de lamerla.

Cuando más animado estoy, se da la vuelta y se muestra de frente. Vuelve a poner su pie sobre mi muslo y ahora me enseña su coño desnudo. Con una mano se lo acaricia frotando los labios mayores hasta que estos se separan y dejan salir el pellejo que recubre su pepitilla.

Después de mostrarme en detalle su hermosa vagina y de frotarse hasta ponerse a gusto, mueve la cadera hacia delante invitándome a que le coma su potorro.

—    Cómemelo…está muy rico…yo te guio para que sepas como hacerlo— me dice de forma sugerente.

Me inclino hacia delante y le pongo la boca sobre el coño. Saco la lengua y le llamo de abajo a arriba uno de sus labios. Luego el otro, para terminar, pasándole la lengua por en medio de ambos.

Ella me toma la cabeza e intenta guiarme en mis lametones. Con cierta torpeza por mi parte hundo mi boca en medio de tan jugoso manjar. Estoy a punto de asfixiarme en medio de tanto coño y tanto flujo. Mi intención es comérselo todo, pero casi me atraganto.

Mi vecina se pone cómodamente boca arriba sobre la cama, se pone un cojín bajo las nalgas para levantarlas un palmo y pone las piernas separadas y haciendo puente.

— Ven aquí y come todo lo que quieras. Te voy a enseñar como tienes que comer el coño a una mujer— dice haciéndome gestos con la mano para que me acerque.

Completamente hipnotizado me acomodo entre sus piernas y me dispongo a seguir al pie de la letra todas sus indicaciones.

Deverano.