Aprendiendo de un jovencito
La esposa encuentra nuevas sensaciones con su semental más joven.
Tengo 30 años, estoy casada desde los 25 y vivo con mi esposo en un bonito y amplio apartamento que se encuentra en una de las mejores zonas de la ciudad. Desde hace unos meses tenemos como vecinos a un grupo de chicos estudiantes que alquilaron el apartamento de al lado. Todo normal, si no fuese porque vengo observando que uno de ellos, que no tendrá más de 20 años, me devora con su mirada cada vez que nos encontramos en el rellano o en el ascensor.
Al principio me violentaba esta situación, pero luego he meditado sobre ello, y ¡A quien de nosotras no le gusta sentirse atractiva!, y la verdad es que creo que lo soy. Tengo 1.75 metros de altura, unas piernas largas y bien formadas, unas caderas y una cintura proporcionadas, mis pechos no son muy grandes, pero están firmes como cuando tenía 18 años, y lo mejor de todo, unos enormes ojos verdes que resaltan aún más con mi rizada melena negra.
Por otra parte, pensé que un chico a esa edad deberá estar todo el tiempo pensando en mujeres, y que su obsesión conmigo sería una fiebre pasajera. Además, era muy educado y amable, aunque a veces demasiado. Cuando coincidíamos él y yo, no hacía más que decirme que si necesitaba algo, no dudase en avisarlo. Creo que estaba loco por estar conmigo. De todas formas, él estaba físicamente muy bien. Era guapo, alto y tenía un cuerpo atlético y fuerte, en cierto modo, me atraía.
Un día se fundió la luz de mi cuarto de baño, y mi esposo se encontraba de viaje por asuntos de trabajo, así que compré un tubo fluorescente de repuesto. Cuando iba a entrar en el portal coincidí de nuevo con el chico. Comenzamos a hablar y le comenté que tenía que cambiar el tubo y que no tenía ni idea de cómo hacerlo. El rápidamente se ofreció a cambiarlo y yo no me negué. Así que subimos a mi apartamento y mientras él cambiaba el tubo, yo me metí en mi cuarto para ponerme ropa cómoda. Nos hablábamos a voces, pues no nos veíamos. Preguntó por mi esposo, y le contesté que estaba de viaje. Luego, como llevaba un rato sin escucharlo, pensé que ya habría acabado y se habría ido, y que era el momento de darse una ducha. Así que me desnudé y sólo me puse un camisón semitransparente.
Entré en el cuarto de baño y encendí la luz, que funcionaba perfectamente, pero allí estaba aún la pequeña escalera que utilizó para alcanzar el tubo. Como queriendo asegurarme de que estaba bien colocado, me subí en ella y comencé a observarlo de cerca.
De pronto oí un ruido junto a mí que me asustó, pues pensaba que estaba sola, pero no. Era el chico, que había ido a su apartamento a dejar las herramientas y que volvió para probar el nuevo tubo. Y... estaba justo a mi lado, sonriéndome y con cara de pícaro, porque sus ojos estaban a la altura de mi chochito, que se adivinaba perfectamente tras la débil gasa de mi camisón.
Iba a bajarme, pero él cogiéndome de las piernas me dijo: ¡No, espera un momento, por favor!. Fue tan sutil su ruego que me quedé inmóvil. Mientras, el chico bajó un poco la cabeza y se metió entre mis piernas. Yo estaba algo confusa. Sentía como con sus manos me masajeaba las piernas, luego subía poco a poco y llegaba justo donde comienza el vello de mi coñito, para volver a empezar, ahora por detrás, hasta que con sus manos acariciaba con fuerza mi culo.
Luego empezó a recorrer con su lengua mis piernas de abajo a arriba, pero esta vez no volvió, sino que subió lentamente hasta llegar a mi raja, que lamía con especial delicadeza. En este momento yo ya no quería bajarme de la escalera, notaba cómo mi coño se mojaba por dentro y por fuera, porque me puso realmente caliente y cachonda, y seguro que él lo notó también, porque empezó a chuparme el coño con fuerza, metía en él su lengua, y me hacía gozar enormemente cuando lamía mi clítoris.
Creo que fue entonces cuando comencé a jadear de gusto, que se fueron transformando en gemidos cada vez más fuertes. El ya no paraba, me chupaba con ansia el coño, el vello que lo rodea, mi ano también fue lubricado con su boca, y su lengua se metía en mis agujeros.
Sentía mi sexo enormemente mojado, y también mi culo. Estaba muy excitada, deseando meterme algo duro en el coño que aplacase su ardor. Iba rogarle que me follase, pero entonces me cogió por la cintura, me bajó al suelo y casi en volandas me llevó al salón, dejándome caer en el sofá.
En un abrir y cerrar de ojos ya se había desnudado. Tenía una gran verga apuntando hacia arriba, totalmente erecta e hinchada. Se la agarré con mis manos y comencé a masturbarlo, luego a acariciarle los huevos, y finalmente me la llevé a la boca. Quería tragármela entera.
Mientras, él reanudó sus chupadas en mi coño y en mi ano. Yo me moría de gusto con la polla en mi boca y la suya comiéndose mi coño. Creo que él estaba igual. Le escuché decir que estaba deseando metérmela, que quería probar por dentro esa hermosa raja mojada. Aproveché la ocasión para decirle que yo también quería probar su gran verga en mi coño, y que me derretía porque me echase un polvo.
Se levantó y yo me acosté en el sofá, pero con mis piernas tan separadas como podía, ofreciéndole todo mi coño abierto. Se acercó y se puso a frotar su polla en mi raja. Yo estaba loca de gusto y le rogaba que me la metiese, que me follase lo más fuerte que pudiera. Hasta que por fin sentí como su caliente verga penetraba en mí, provocándome un intenso placer.
Al principio lentamente, como probando mi mojado coño, y luego cada vez más rápido. Acabó empujando lo más fuerte y hondo que podía. Yo le gritaba que me follase más, que la quería entera, y no sé qué cosas más que nunca había dicho. Pero ¡Cómo disfrutaba mi coño!. Creo que nunca había follado con tanta pasión.
Luego le escuché decir que quería probar mi culo, que le encantaba y lo volvía loco. Yo nunca había sido desvirgada por detrás, pero a este chico que me estaba dando tanto placer no sabía decirle que no. En cambio, le pedí que lo hiciera.
Al igual que antes, al principio fue lentamente, como tanteando mi pequeño agujero. Dolía, pero estaba tan mojado que acabó entrando poco a poco. El dolor se convirtió en gusto al poco de penetrarme por detrás. Acabó dándome por el culo con las mismas ganas que antes me folló el coño, y yo acabé también diciéndole que me follara bien el culo, porque era el primero que lo hacía y yo estaba disfrutando como una puta guarra.
Le dije también que quería que inundase mi coño de su leche caliente, así que cuando creyó que iba a correrse la sacó de mi ano para meterla otra vez en mi ardiente coño, al que empezó a follarse salvajemente. Para entonces yo ya había tenido varios orgasmos, pero mi gozada mayor fue cuando, frotando mi clítoris con su pubis, al correrse me llenó de su caliente líquido todo mi coño. Ese fue mi mayor orgasmo y hasta ahora la mejor corrida que he tenido.
Así quedamos un tiempo, exhaustos, yo debajo y él encima, besándonos. Luego se levantó, pidió disculpas diciendo que no sabía lo que hacía, que lo puse muy cachondo, y no sé que más tonterías que corté rápidamente con un beso. Y sólo le dije: ha sido mi mejor corrida, y espero repetirla contigo.
Y ví como una gran sonrisa aparecía en su cara. Así se marchó a su apartamento. Y yo me quedé tumbada en el sofá completamente abierta de piernas, con mi coño destilando semen, descansando de mi gran follada.
Posteriormente hemos aprovechado algunas salidas de mi esposo para follar juntos. Incluso una noche me lió de tal forma que consiguió que aceptara con él y dos de sus amigos. Lo de ser follada por tres tíos a la vez fue otra novedad para mí, pero esto ya lo contaré en otra ocasión.