Aprendiendo de otras culturas.
Universitaria curiosa.
No sabia si adorar a mi padre u odiarle porque me hubiera matriculado, a casi 600 km, de mi hogar. Por un lado, era la primera vez que salía de debajo de las faldas de mi madre, y por otro lado, la alegría me embargaba. Podría ser yo, las 24 horas del día. Él me daba una asignación económica mucho más que generosa, corria con todos mis gastos, y sabía, que mi nombre en la matricula de la universidad, no era el que me habían impuesto al nacer. Cuando, vio, en los papeles el nombre de Joana, entró en colera. Sus voces se oyeron a mucha distancia. Por supuesto, ahí estaba mamá, le calmo, le decía que no podía ir en contra de la naturaleza, que debía admitir, que yo no era varón, que era hembra. Que si de verdad me quería, tenía que admitirme y ayudarme a ser feliz.
Y ahí estaba yo, en una ciudad costera, donde lo primero que busque, fue una clínica de tratamientos hormonales. Allí fui con mi historia completa, y les explique que quería seguir con mis cambios. Hasta entonces, recibía mis inyecciones de estrogenos y progesterona, una vez en semana, pero estudiaba la forma de acelerar el proceso. Los cambios ya eran evidentes, mis pechos ya tenían un buen tamaño, no había ni rastro de vello corporal, mi cintura se había estrechado, mis rasgos eran mucho más suaves, mi voz se había afinado. Con eso, y la experiencia que había adquirido en maquillarme y vestirme, era una veinteañera a los ojos del mundo. Confieso, que el acortar plazos, no resultó barato, pero mi padre correría con los gastos sin preguntar.
Había alquilado, un apartamento, pequeño, con vistas a el mar, y que me cogía cerca de la universidad. Mi vida social era escasa, me dedicaba a estudiar prácticamente todas mis horas libres, descansar después de mis sesiones hormonales, y en contadas ocasiones tomaba algo, con mis compañer@s de carrera. Ellas me integraban pero a distancia, y ellos, intentaban poner una muralla imaginaria, como temiendo que los violara. Por supuesto mi vida sexual también era escasa. Había localizado, unos jardines apartados, allí se movían muchos hombres en busca de contactos rápidos y furtivos. Allí había chupado alguna polla, también había masturbado a algún machote, pero solo una vez me había dejado penetrar.
Así transcurría mi vida. Tampoco tenía mucho contacto con los vecinos de mi edificio, prácticamente no conocía a nadie. Saludos corteses, en el ascensor o en el portal y poco más. Con quien más confianza tenía, era con mis vecinos de puerta, nuestras terrazas, se comunicaban y solo estaban separadas, por una especie de emparrillado de madera, que permitía que nos viéramos cada vez que coincidíamos fuera.
Eran un matrimonio norteamericano, el había sido militar, y estuvo mucho tiempo destinado en bases en Europa, ella le había seguido en todos sus destinos. Al retirarse, decidieron quedarse aquí, y vivían, plácidamente. El se llamaba Clay, era un hombre de unos 60 años, de estatura media, se le veía fuerte, con grandes tatuajes en sus brazos. A diario, salía a correr, o se le veía hacer ejercicios en los jardines de el edificio. Por lo que se veía, su forma era envidiable. Ella se llamaba Alice, era de mi estatura, una mujer que también se veía que se cuidaba, teñida siempre su melena de color azabache. Dominaban, los 2, perfectamente el castellano, y siempre, que nos veíamos, ya fuera por la calle, o en las terrazas, me saludaban con mucha efusividad. Me insistían en que cualquier duda que tuviera o problema que se lo dijese. Ellos, viajaban, con frecuencia, les gustaba la montaña y el senderismo, y había veces que no los veía en días.
En ese primer año de facultad, una mañana les vi, que se iban a una de sus excursiones, ya era mediados de Mayo y el calor se había echo presente. Yo volví ya oscureciendo a casa, tomé una ducha, y solo me puse ponerme un tanga, me encantaba estar así en casa. Me gustaba ver mis pechos sin ataduras, no me seque el pelo, y dejé que escurriera el agua por mi cuerpo. Decidí, picar algo en la terraza, al no estar mis vecinos, no habría impedimentos. Salí con mi bandeja, mi sándwich y mi refresco. Cuando me disponía a sentarme, escuche a Clay.
Hola Joana. Que fresquita estas.
El corazón se me paro, solté todo, y salí corriendo, a buscar una bata, con la que taparme. Al cabo de un minuto, y repuesta del susto salí de nuevo.
Perdona, baby, no quise asustarte. El que se asustó al verte así fui yo, hacia mucho que no veía algo tan espectacular.
Me sonroje, y le dije que por supuesto no pensaba que estuvieran allí, que les hacía de excursión. Me explico que al poco de salir, el coche se les estropeó y que tuvieron que volverse. Alice, se sumo a la conversación, la vi muy chisposa, como si hubiera bebido de más.
Gracias mi niña, me dijo. Has puesto a Clay, como hacía mucho tiempo que no lo veía.
Cai en la cuenta de que Clay, estaba completamente desnudo, a través de los huecos de la madera, se veía su rabo, erecto, y de buen tamaño. Yo no sabía si volver a entrar en mi casa, o quedarme allí. Clay se retiro del emparrillado, y yo me senté a cenar. Al poco, empezó a escuchar susurros,
palabras que no entendía y una especie de gemidos. Mi curiosidad, me hizo asomarme, y vi como Alice, estaba de rodillas, devorando el pene de Clay. Lo comía con avaricia, apretaba con sus manos los glúteos de Clay, y le atraía hacia ella, para hacer que su pene entrará aún más en su garganta.
A mi aquello, me empezó, a excitar sobre manera, llevaba mucho sin hacer eso, y me daba envidia de Alice, deseaba estar en su lugar. Clay miró en mi dirección, y al verme sonrió, puso las manos sobre su mujer y la hizo parar. Alice me miró, y me dijo, que si quería podía pasar a su casa. Algo se iluminó en mi cabeza, y casi de un salto, cruce la empalizada. Antes de llegar a ponerme de rodillas, mi bata ya no estaba en mi cuerpo. Alice, cogió aquel grueso pene, y lo dirigió a mi boca. Lo empeze a degustar con ansia, estaba muy cachonda, Alice, pasaba su lengua por el, cuando salía de mis labios, nuestras bocas se juntaban, y peleaban o por besarse, o por lamer aquel trozo de carne y musculo. Sus manos al mismo tiempo, me acariciaban toda. Notaba 4 pares de manos, tocar todo mi cuerpo, de vez en cuando, la boca de Alice, iba hasta mis pechos y se los comía. Clay, me hizo levantarme, y también comenzó a comerme, por todas partes, mi cuello, mis tetas, de vez en cuando me mordía, y me producía un placer desconocido. Alice me abrazaba por detrás, sus besos se producían por mi espalda, yo era el queso de un sándwich, cada uno por un lado. Una de las manos de ella, o de él, no lo se, jugaba ya con mi ano, sus dedos lo acariciaban en círculos, intentaban entrar y no lo hacían. Mi deseo se multiplicaba por segundos. Clay se dejo caer otra vez, en un sofá, me arrastró con el, y segui comiendo su hombría, Alice, comenzó a lamer mi ano, su lengua entraba tanto como podía, yo flotaba, mi espalda se erizaba, nunca me habían comido el culo así.
Sus manos separaron mis nalgas, y note algo duro, pugnando, por invadirme. Ese algo, venció la resistencia de mi anillo exterior, fue entrando. De repente me vi lleno, mi boca, mi culo. Alice tenía un pene del tamaño de su marido. Sus golpes de riñón, hacían que me fuera hacia adelante, y así Clay clavaba más su polla en mi garganta. Mi poyita de nena, bailaba descontrolada, esparciendo mi semen, a gotas, como un surtidor. Alice fue aumentando el ritmo, con lo cual yo chupaba más deprisa el rabo de Clay. Al poco, note como me preñaba, su semen, lo notaba caliente, correr por mi interior. Clay eyaculaba en mi boca, yo procuraba tragar toda, sin derramar ni gota. Cuando acabaron, me acariciaban, me besaban, me agradecían haberles proporcionado unos orgasmos tan espectaculares y tan intensos. A partir de entonces me convertí en su amante casi de diario. Mi universidad fue mucho más llevadera.
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