Aprendiendo con el vecino IV

Se dirigió hacia mí y sacando las llaves abrió la puerta y tras entrar intentó cerrarla sin permitirme pasar. Como no me dejes pasar le cuento a mis padres lo que me hiciste - le dije empujando con rabia la puerta.

Continuación de Aprendiendo con el vecino III

Durante la semana subí ansioso a casa de mi vecino. Pero por mucho que insistía llamando a su puerta no abría. Estaba seguro que estaba en casa. Era un sin vivir. Continuamente tenía en la cabeza sus dedos clavados mi culo o cuando su lengua me chupaba el ojete. Me masturbaba mientras me penetraba con mis dedos. Pero no era lo mismo. Estaba totalmente obsesionado con tener aquel pollón enterrado en mí y sabía que no podría descansar hasta conseguirlo. Pero Román me había dejado muy claro que no estaba por la labor.

Elaboré un plan. Sabía que en algún momento tendría que salir a comprar. Me posicionaría en el descansillo de abajo desde donde podía ver su puerta y aguardaría a que saliera.

Durante horas estuve esperando impaciente a que la puerta se abriera. Al fin oí como ocurría y vi a mi vecino salir con la bolsa de la compra. En un primer momento pensé subir corriendo a su encuentro. Pero al fin decidí encararle a su vuelta.

Cuando el ascensor comenzó a bajar subí las escaleras y me senté en su puerta. Me había lavado bien el culo como él me había enseñado, además de repeinarme y perfumarme para él. No podía negarse. Estaba decidido a hacer cualquier cosa para alcanzar mi propósito.

Después de un buen rato se abrió la puerta del ascensor. Román salió cargado con la cesta de la compra. Se quedó parado mirándome.

  • ¿Que coño haces ahí?
  • Venia a verte - le contesté mientras me ponía en pie
  • Ya - me dijo malhumorado.
  • Ya he venido muchas veces.
  • Lo sé
  • ¿Y por qué no me abres? - le dije con un mohín.

Se dirigió hacia mí y sacando las llaves abrió la puerta y tras entrar intentó cerrarla sin permitirme pasar.

  • Como no me dejes pasar le cuento a mis padres lo que me hiciste - le dije empujando con rabia la puerta.

La puerta se abrió y agarrándome por la camiseta me arrastró dentro de la casa.

  • ¿Qué coño has dicho? - me dijo furioso mientras tiraba de mí acercando nuestros rostros.
  • Que le cuento a mis padres lo que has hecho conmigo - le contesté retador.

La bofetada que me dio me hizo trastabillar.

  • Como hagas tal cosa te juro que te mato - me espetó mientras su manaza apretaba con fuerza mi cuello.

Comencé a llorar desconsoladamente. Eso hizo que recuperase su compostura y me soltó.

  • Perdona Juanito.  Pero esto tiene que acabarse. No está bien lo que hemos hecho. Tú eres casi un niño y yo podría ser tu padre. Olvidalo.
  • No pienso olvidarlo quiero saber que se siente cuando te dan por el culo y quiero que sea esta polla quien lo haga - le dije agarrándole con fuerza el paquete.
  • Chaval eres un autentico maricón - me dijo despreciativamente.
  • Tu me has hecho maricón. Ademas si maricón es el que se lo monta con otro hombre tu tambien eres un mariconazo - apostillé.

Comencé a masajearle la polla a través de la tela del pantalón.

  • ¿Acaso no te gusta lo que te hago? - le pregunté insinuante.

Era evidente que si pues su rabo se comenzaba a empinar.

  • Así que quieres que te folle - me dijo con cara de sátiro
  • Si.
  • Bueno putita pues vas a saber como folla un hombre de verdad.

Me agarró por la camiseta y me arrastró hasta su habitación. Literalmente me arrancó la ropa..

  • De rodillas maricón  y abre bien la boca - me ordenó.

Sin preámbulos me metió la polla de un puntazo hasta atrás. Me agarró del pelo y empezó a follarme salvajemente la boca. Me ahogaba, me daban arcadas y las flemas empezaron a escaparse entre mis labios. Nunca me lo había hecho con tanta rabia y violencia, comencé a asustarme.

  • A si que quieres que te de por el culo. Pues te voy a dar por el culo. Te voy a dar polla hasta que te reviente el ojete. Vas a saber como se folla un macho de verdad a los maricones como tu.

Cuando tuvo la verga dura como una piedra me puso de pie tirándome de los pelos . Luego me arrastró hasta la cama y me lanzó sobre ella violentamente. Se subió entonces él y de pie sobre ella  se agarró el cipote con una mano y me dijo con pérfida sonrisa.

  • Ves bien esta polla. Fijate bien en ella porque esta es la que te va a desvirgar, la que te va a romper el culo. Tu te lo has buscado.

Dios desde aquella perspectiva aquella tranca se veía descomunal empecé a dudar si había sido una buena idea.

Se arrodilló en la cama y me volteó como un pelele colocándome boca abajo. Luego se echó sobre mí. Aquel cuerpazo aplastaba mi frágil figura sin dejarme apenas respirar.

Su verga empezó a frotarse entre las cachas de mi culo y empecé a notar como babeaba en mi piel. Se incorporó levemente y colocó su mota en mi entrada. Mi cuerpo empezó a temblar y mi esfínter a palpitar.

Ayudándose con su mano empezó a clavármela. Yo instintivamente apreté el culo intentando detener la acometida. Pero él continuó presionando al fin entró la puntita. Un dolor insoportable invadió mi ano.

  • No, no Román no sigas. Me duele mucho. No quiero que sigas . Por favor sacala - le suplicaba entre sollozos.
  • ¿ No querías que te diese por el culo?
  • No ahora no quiero.
  • Pues ahora yo si. Quiero follarte, romperte ese culito, que sepas como un macho monta a un maricón como tu.  Aflojate porque al principio te va doler, y mucho, pero luego vas a disfrutar y verás como me darás la gracias y me pedirás más. Eso es lo que hacen los maricas cuando se los folla su hombre bien follados.  Y tu eres un mariquita de libro, lo supe la primera vez que te vi.

Prosiguió empujando, le costaba mucho trabajo penetrar mi estrecho culito pero milimetro a milimetro me la enterraba. y en cada milímetro se repetía el martirio.

  • Para, para. Porfa no me la metas. Me haces mucho daño.
  • Te estoy desvirgando y eso duele. Ya te advertí.

Dio un golpe de cadera y me enterró medio glande.

  • ¡PARA,PARA! - empecé a gritar enloquecido por el dolor.

Me tapó la boca con una mano y me susurró al oído.

  • Cállate zorra y abre bien ese culo.

De un puntazo me enterró todo el glande. Creí morir de dolor, aquello era un tormento insoportable. Tras su paso intenté aprisionar aquel pedazo de carne que tenía clavado apretando el culo. Mi esfínter latía desaforado al compás de su rabo.

Se incorporó arrastrándome con él y poniéndome a cuatro patas.

  • Ahora te voy a follar bien follado. Ya tienes el capullo dentro. Ahora te la voy a clavar hasta la empuñadura.

De un caderazo me clavo media polla.

  • Ayyyyyyyyyyyyyy . - protesté

Empezó entonces a encularme la sacaba hasta solo dejar su glande dentro y me la volvía a clavar. Me estaba destrozando el ojete. Un ardor indescriptible quemaba mi interior. Sentía el agujero desgarrado por aquel monstruo de un solo ojo. Estaba seguro de que me había roto el culo.

Después de follarme durante largos minutos con media polla, de repente me la sacó. Fue aún peor que cuando me la había metido. Suspiré pensando que se había acabado mi tormento. Sentí sus manos tanteando mi dilatado agujero, luego puso sus dedos delante de mis ojos. Estaban llenos de sangre.

  • No querías que te desvirgase. Pues aquí tienes la prueba de como ya te he roto el virgo - me dijo riendo.

Luego me escupió varias veces en el dilatado boquete que ahora tenía entre las piernas. Me alivio. Pero no era consciente de lo que vendría a continuación. Porque colocó de nuevo su pica en la puerta y de un puntazo me empaló por completo,  sus huevazos golpearon los míos. Tenía aquella polla monstruosa totalmente enterrada en mis entrañas. La sentía dentro, muy dentro.

Me enculó entonces con violencia. Todo mi cuerpo se bamboleaba con sus acometidas y no podía parar de quejarme con cada arremetida.

  • Ay, ay ,ay, ayyyyyyyyyyyy.

Por un momento torné la cabeza y vi nuestros cuerpos reflejados en la luna del armario. Aquel macho inmenso y peludo sodomizándome mientras me agarraba las caderas. Yo parecía un muñeco a su lado. Pero lo que más me impactó fue la expresión de nuestros rostros. Mi cara desfigurada por el dolor mientras lagrimones se deslizaban por mis mejillas y la suya exultante de un sádico placer mientras me montaba.

La cama se balanceaba, el somier rechinaba, yo me quejaba del dolor y el bufaba como un toro.

Me folló con saña durante minutos que me parecieron una eternidad. Mi culo era puro fuego y su verga ardía en mis entrañas. No se como ni porqué pero ese fuego que me quemaba por dentro, ese dolor que me atenazaba, fue mudándose lentamente en un ardoroso goce y en un placentero roce. Mis quejidos desgarradores se convirtieron en gemidos de deleite.

  • Mmmmmmmmmmm. Mmmmmmmmmmmm
  • ¿Ahora ya gozas zorrita?
  • Mmmmmmmmmmmmmmm.
  • Te gusta que te monte un macho como yo lo estoy haciendo. Te vuelve loco que una buena polla té enculé con fuerza. ¿ A que si maricón?
  • Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii - grité al fin transportado por el placer.

La gotas de su sudor caían como tibia lluvia sobre mi piel. Mi picha apocada por el dolor que había sufrido empezó a empinarse y comenzó a babear como mi boca también hacía.

Miré de nuevo nuestros cuerpos reflejados en el espejo. Los rostros se habían transfigurado y ahora los dos lucían un arrebolado placer. Dichoso de ver como mi macho gozaba tomé la iniciativa. Y empecé a ser yo el que se clavaba con fuerza en su cipote insaciable. Caracoleaba meneando el culo y empecé a apretar y aflojar el esfínter estrujando su rabo.

  • Joder Juanito nunca he disfrutado tanto  dando por el culo a nadie como a ti.
  • Tú me has aprendido.
  • No hijo no. Lo tuyo es innato, eres maricón desde el dia que naciste. Lo tuyo no se aprende, es un don , un arte.
  • Anda, cállate y sigue follándome que me distraes. Dame bien de polla cabrón - le dije mientras incrementaba el ritmo de mi culo tragon.

Los últimos instantes fueron indescriptibles. Nos retorcíamos como animales, yo removiendo su polla con mi culo y el punteándome sabiamente, enterrandome la polla hasta los huevos en cada enculada. El sonido de nuestros cuerpos entrechocando en aquella cama que se balanceaba como goleta en la tormenta y aquel aroma embriagador a sexo me transportó al paraiso.

Un estallido se produjo en mi culo y como una onda sísmica se expandió por todo mi ser hasta llegar a mi entumecida pirula que explotó en una corrida como nunca antes hubiera experimentado. Mi esfínter empezó a trepidar y pude notar como aquel pollón ciclópeo  se hinchaba como nunca lo había hecho y empezó a palpitar desbocado

  • ¡Me corro! Te voy a preñar. Ahora me llevarás dentro para siempre.

La primera descarga fue un trallazo que inundó mis entrañas y luego incontables disparos de su leche caliente inundaron mi interior. Parecía imposible que de un hombre pudiera manar aquella cantidad de semen. Durante minutos siguió dándome por el culo mientras yo me mantenía en un orgasmo sin fin. Al fin agotado se desplomó sobre mi aplastandome con su cuerpo. Lentamente su rabo se fue durmiendo y saliendo de mis entrañas. Sus mieles brotaron de mi culo y resbalaron por mis huevos. Sonreí pletórico al notar esa cálida humedad. Lo había conseguido, había doblegado aquel macho poderoso y conseguido que me montase, que me preñase, que me hiciese suyo.

  • Gracias Román. -al fin le dije.

Bajo de mi cuerpo y se tumbó a mi lado exhausto. Le acaricié el pecho y luego bajé a su polla que dormía sobre su vientre. No pude aguantarme y me abalancé sobre ella y la empecé a chupar. Una pócima rosada la pintaba, en ella pude degustar el sabor dulce a la vez que salado de su leche y el metálico regusto de la sangre de mi virgo.

  • ¡Pero Juanito! ¿Todavía quieres más?
  • Si quiero más, mucho más.

Después de mamarsela con fruición durante unos minutos aquel portentoso cipote comenzó a crecer en mi boca; supe que tendría más , tal como anhelaba.

Cuando la tuvo bien dura me senté sobre su polla y me la clavé de una tremenda estocada.

  • ¡Joder chaval! ¿Pero no te duele el culo? - me preguntó admirado.
  • Me duele pero me gusta - le respondí ufano comenzando a cabalgarle.

Dancé encima de él. Ahora era yo el que buscaba su propio placer con aquella verga clavada en el culo. Me recliné sobre su cuerpo y le mordí con saña los pezones. Aulló de gusto. Creí una mítica amazona montando aquel poderoso semental. El era tan grande y yo tan menudo que parecía  verdaderamente que estaba follando con un cíclope.

Me removía sobre su rabo y bufaba como una bestia salvaje.

  • ¡Que culo tienes maricón, que culo!
  • ¿Te gusta follarme?
  • Siii
  • Pues decías que no querías.
  • No. Pensaba que no debía. Pero no sabía lo que me perdía - me dijo dándome un pollazo que casi me hace salir disparado.

Le follé durante minutos en una cabalgada gloriosa. Mi ser se concentraba en mi culo sintiendo su tranca colmando mis entrañas. Me había olvidado de mi picha que flácida se bamboleaba cuando saltaba sobre su polla. Pero su manaza se encargó de despertarla. Me comenzo a masturbar suavemente, sin prisa, doblando mi placer que ahora  se repartía entre mi flor recién desvirgada y mi turgente capullo. Cuando sentí su polla hincharse convulsa fuí yo el que grité

  • ¡Me corro!

Como en una mágica sincronía, cuando su polla dio su primer estallido, yo solté la primera descarga que casi salpica su cara. Luego mientras él se deslechaba en mi, yo lo hacía sobre su cuerpo peludo salpicando con mi leche por doquier. Rendido me desplomé sobre su poderoso pecho y con deleite esparcí mi semen por su piel.

Pero no sería la última leche que ordeñara ese día. Quería más. Y me volvió a follar varias veces.  Cada vez que volvía a tentarle con mis manos o con mis labios exclamaba.

  • ¡Pero otra vez Juanito! Es que nunca tienes suficiente.
  • No. Enculame porfa Román - le decía meloso.

Y me folló de todas las maneras posibles.

Descansando tras un coito me dijo mientras me acariciaba la cabeza.

  • Ya puedes buscarte un montón de pollas que te monten. Porque no hay hombre que solo pueda calmar tu calentura.

Gocé como un enano durante horas, pero el polvo que más me enardeció fue cuando me cubrió con su cuerpo y me folló dulcemente mientras me miraba tiernamente a los ojos. Lo hizo con tanto mimo, con tanta ternura, quizás con tanto amor que cuando alcanzó el orgasmo entre mis brazos experimenté un nuevo nivel de conciencia. No solo fue mi goce, fue el suyo el que me trasportó. Yo era el objeto de deseo.

  • Tienes que irte. .- dijo al fin.
  • Está bien - acepté tristemente.

Me levanté de la cama y sentí como su leche resbalaba por mis muslos hasta alcanzar mis tobillos. Estaba colmado de las inmensas corridas que aquel cipote inagotable había derramado en mi. Me palpé el ojete que seguía tremendamente dilatado y apreté el esfínter para no embarrar el suelo con su leche.

Mientras me vestía me observaba serio y al fin comenzó a decirme apenado.

  • Juanito lo nuestro se acabó. Mañana voy a buscar a mi familia y no podemos seguir viéndonos. Lo siento.
  • No importa- le dije mientras acababa de ponerme la camiseta.
  • Ya me has enseñado todo lo que quería saber.

Me di la vuelta y me encaminé a la salida.

Apenas podía caminar a causa de mi culo desguazado, me escocía enormemente y sentía como su leche seguía manando de mi ano empapando mis calzoncillos. Pero aquella humedad y aquel ardor me hizo rememorar el goce que me había dado aquella polla, mi primera polla. Y sonreí pensando ufano que nunca olvidaría a aquel portentoso macho que me había iniciado.

Tardé semanas en que mi culo se recuperase de tan homérica hazaña. Pero al fin el picor de las laceraciones se convirtió en un cosquilleo agradable. Mi chocho reclamaba de nuevo polla.

Un dia volviendo a mi casa coincidí con mi vecino en el ascensor. Venía acompañado por un muchachito un poco más joven que yo.

  • Buenos días Juanito - me saludo sonriente.
  • Buenos días Don Román - respondí educadamente.
  • Este es mi hijo Pedrín - me dijo palmeándole la espalda.

El muchachito me sonrió y me miró de una manera muy especial. Cuando sus ojos se bajaron a mi paquete me di cuenta que aquel chico le iba el rollo. Le sonreí cómplice.

Cuando al fin llegue a mi piso me despedí

  • Bueno, adiós.
  • Adiós Juanito - me respondió Román.

Escuché como la puerta se cerraba y se abría de nuevo.

  • Oye Juanito si quieres puedes subir un dia a jugar conmigo al ordenador - oí decir a Pedrin.

Me volví y le contesté con una sonrisa aviesa.

  • Bueno. Tal vez algún día suba.

Miré luego a Román  que me fulminó con la mirada. La puerta se cerró.

Tal vez era hora de tener un discípulo pensé.