Aprendiendo con el vecino I

Me fijaba en su paquete para confirmar si aquel pedazo de cosa era real o habían sido imaginaciones mías. Evidentemente el bulto que se marcaba en la entrepierna ocultaba algo muy grande.

Cuando ocurrió lo que os voy a narrar era muy joven y debido a mi apariencia física mi aspecto era aún más aniñado de lo común a mi edad. De aquella tampoco era muy alto y estaba muy delgado. Apenas tenia vello en ninguna parte de mi cuerpo y mi sexo habia comenzado lentamente a desarrollarse. Lo único que resaltaba en mi fisonomía era un culito marcado y respingón, y no era extraño que adultos de ambos sexos me lo mirasen lascivamente. Esto a mi me agradaba.

En aquella época mi familia vivía en un edificio. Nuestra vivienda estaba en la planta 18 y desde la terraza se podía ver el sol alzándose al otro lado de la ciudad. Ese día del verano había madrugado para ir a dar una vuelta en bici. Tras enfundarme en mi apretado “cullote” me dirigí raudo al ascensor.

Cuando se abrieron las puertas en su interior se encontraba un vecino de los pisos superiores que bajaba. Lo conocía pues muchas veces se paraba a hablar con mis padres.

  • Buenos días - dije tímidamente
  • Buenos días Juanito ¿Que a dar una vuelta en bici? - me respondió amablemente.
  • Pues si.
  • ¿Has quedado con tus amigos tan temprano?
  • No. Ninguno está en la ciudad se han ido todos de veraneo.
  • ¿Y tú no te vas? - me preguntó
  • No este año mis padres no tienen vacaciones y nos tenemos que quedar.
  • Bueno que se le va a hacer de todas maneras tienes la bici y me imagino que estarás aprovechando a echarle horas a la consola o al ordenador.
  • Consola no tengo y el portátil está estropeado. Me ha dicho mi padre que hasta que no cobre no me puede comprar otro. Y a mi eso de ir en bici solo como que no. Asi que estoy muy aburrido.

El ascensor se detuvo y se abrieron las puertas en la planta baja.

  • Yo sigo al garaje - me dijo mi vecino
  • Vale pues adiós - le respondí mientras salía

Oí como la puerta del ascensor se cerraba pero se abrió inmediatamente.

  • Estoy pensando que si quieres puedes subir a mi casa y jugar con el ordenador de mis hijos. Ellos también están fuera con su madre y nadie lo usa.
  • No se yo… - balbuceé.
  • Si te apetece ya sabes donde vivo - me dijo con amplia sonrisa y dejó que la puerta se cerrase.

Ese jueves empezó a llover y así continuó el viernes. El sábado por la tarde diluviaba y yo estaba como un gato enjaulado viendo los dramones de la tarde con mis padres en la tele.

De repente me acordé de la oferta de mi vecino. Pensé que si les decía a mis padres que subía a su casa a jugar con el ordenador estos se opusieran, así que les conte una mentirijilla.

  • Voy a ir al Polideportivo a ver si encuentro a alguien para jugar un rato a futbito - les dije.
  • Estupendo - me dijo mi padre que siempre estaba insistiendo para que hiciera deporte.

Como una centella salí de casa y subí a casa de mi vecino.

Pulse el timbre pero nadie contestó, pulse insistentemente una segunda vez pero nadie abría Así que decidí volver a mi casa. Habían llamado al ascensor y tuve que esperar a que subiera de nuevo. Antes de que llegase escuché como se abría una puerta y una voz a mis espaldas dijo.

  • Ah Juanito eres tú.

Era mi vecino

  • Si Don Román - le contesté volviendome
  • Perdona chico pero me quede amodorrado en el sofá.
  • Lo siento ¿Le he despertado?
  • No importa. ¿Qué es lo que quieres?
  • Venía a ver si me dejaba jugar un poco con el ordenador.
  • Claro hombre. Pasa, pasa.

Fue delante de mí mostrándome el camino hasta una habitación donde se encontraba el ordenador. Y allí estaba la máquina, un pedazo de pantalla enorme, mandos de juego de todo tipo y un sillón gaming de alucine.

  • Ponte cómodo. ¿Sabes cómo encenderlo? - me dijo
  • Si
  • Pues dale caña. Toma aqui tienes la clave de acceso - tendiendome un papel donde la había escrito.
  • Hay tienes los juegos señalando los DVD de una estantería y tienes conexión
  • Vale
  • Bueno te dejo solo. Por cierto si necesitas ir al baño está justo enfrente - me informó antes de marcharse y cerrar la puerta.

Durante dos horas estuve gozando como un loco. Era evidente que el hijo de Roman era un auténtico friki como yo. Tenía muchos de los juegos que más ganas tenía de comprar pero que mi padre decía que eran muy violentos. Así que aproveché a matar sin descanso.

Estaba tan enfrascado en el juego y tan excitado que de repente sentí que estaba a punto de mearme encima. Salté como un resorte y corrí al baño. Abrí la puerta de golpe y me quedé paralizado cuando vi a Don Roman completamente desnudo duchándose.

  • Perdon, perdon - dije

Mi cara debía de ser un poema con la boca abierta de par en par y mis ojos abiertos como platos.

  • ¿Que pasa Juanito? - me dijo mientras seguía enjabonándose
  • Que tengo ganas de mear
  • Pues hala mea.

Yo estaba paralizado no podia apartar mis ojos de su sexo. El tal vez consciente de mi turbación se dio la vuelta dandome el culo. Me bajé los pantalones y sin saber por qué tenía la picha tiesa como un palo. Con esfuerzo empecé a orinar. De reojo miraba la desnudez de mi vecino. De repente  tornó la cara y me miró, luego dirigió sus ojos a mi pirula y sonrió maliciosamente. Me puse colorado como un tomate, me subí los pantalones, tiré de la cisterna y salí como alma que lleva el diablo del baño.

Ya delante del ordenador no podía concentrarme en el juego. Como grabado a fuego en mi cabeza tenía la imagen del cuerpo desnudo de aquel hombretón. Su pectorales marcados y poblados de pelo, sus brazos musculosos, sus piernas velludas como dos columnas y sobre todo su sexo enmarcado en una frondosa mata de pelo. Dos huevos como puños sobre los que resbalaba el agua y su badajo pendulante gordo y largo como nunca pensé que pudiera existir. Había visto a mi padre desnudo, pero aquello era otra cosa

Al poco rato se abrió la puerta y entró mi vecino.

Me di la vuelta y me quedé mirándole. Estaba medio desnudo con  tan solo una toalla tapando su sexo. Me volví a sonrojar.

  • No te habré  asustado ¿Verdad?

Le miré con cara de circunstancias.

  • ¿No habías visto nunca a un hombre adulto desnudo?
  • No…. Bueno si a mi padre - corregí.
  • Bueno todos los hombres somos iguales ¿No?
  • Siiii - le dije dubitativo.
  • ¿Quieres tomar algo?
  • No. Además ya me tengo que ir.

Era tal el grado de turbación que apenas podía hablar.

  • Esta bien te acompaño.

Caminamos silenciosos uno al lado del otro. Menudo tiarron me sacaba casi medio metro  a su lado parecía un enano. Ya en la puerta me tendió la mano y me dijo..

  • La semana que viene tengo turno de noche puedes venir a jugar al ordenador a la hora que quieras. Si ves que tardo es que estoy echando una cabezada así que insiste.
  • Vale - le dije y le sonreí tímidamente.

Aquella noche tuve unos sueños muy extraños en los que pululaba el cuerpo desnudo de mi vecino.

El lunes zanganeaba por casa dudando si aceptar de nuevo la invitación de Don Roman. Por una parte me moría de ganas de volver a sentarme delante del ordenador pero luego me acordaba de su cuerpo desnudo en el baño y el efecto que había causado en mí y me echaba atrás. No obstante el vicio pudo más y armandome de valor decidí subir a su piso.

Espere un rato tras llamar al timbre. Al poco rato se abrió la puerta.

  • Buenos días Juanito. ¿Vienes a jugar?
  • Si no molesto - le respondí.
  • Que va hombre pasa.

Mientras nos encaminabamos por el pasillo  me dijo.

  • Estaba desayunando. Ven conmigo y te pongo un cacao.
  • Bueno - acepté.

Entramos en la cocina y me senté en una silla mientras me preparaba mi bebida. Solo vestía unos holgados calzoncillos y una camiseta de tirantes y me dedique a mirarle curioso. Me fijaba en su paquete para confirmar si aquel pedazo de cosa era real o habían sido imaginaciones mías. Evidentemente el bulto que se marcaba en la entrepierna ocultaba algo muy grande.

Al fin puso una taza de humeante cacao y se sentó a mi lado.

  • Bueno y qué tal este año en el colegio - me preguntó para entablar conversación.
  • Pues más bien regular - contesté haciendo una mueca.
  • Claro los amigos, las chicas y todo eso te descentró.
  • Un poco.
  • ¿Tienes ya novia?
  • ¿¡Yo!? NO.
  • Pero alguna chica te gustará.

Me puse colorado como una manzana. Me miró divertido.

  • ¿Y nunca has tenido un rollete o has besado a una chica?
  • Bueno besar si.
  • ¿Con lengua?
  • ¿Como que con lengua ? - le pregunté confundido.
  • Si hombre en la boca.
  • No.
  • Así que no sabes dar besos con lengua.

Puse cara de haba.

  • Pues eso es lo primero que tienes que aprender si quieres ligar.
  • ¿Y eso cómo se hace? - le pregunté interesado
  • ¿Quieres que te enseñe?

Tras dudarlo unos instantes acepte.

  • Vale
  • Entonces ponte de pie.

Mientras me levantaba  apartó la silla y abrió las piernas. Luego me cogió por las caderas y me aproximo a él. Asi nuestras caras quedaban a la misma altura. Colocó sus manos a ambos lados de mi cara y acercándose me besó en los labios. Luego con la punta de la lengua fue humedeciendo los míos para poco a poco ir introduciendose en mi boca. Yo instintivamente la abrí para darle paso.

Al principio fue extraño tener su lengua en contacto con la mía pero poco a poco una placentera sensación se fue apoderando de mi. Durante minutos me estuvo besando magistralmente y efecto de ello fue que se me pusiera la picha tiesa. Él debió de notarlo en su cuerpo porque me apartó y miró divertido mi entrepierna.

  • Se ta ha puesto tiesa eh
  • ¿El que…? - dije haciendo el loco
  • La pirula joder.- contestó riendo

Luego a través de la ropa me agarró el rabo y lo estrujó con fuerza. Lancé un  profundo suspiro.

  • ¿Tu no te tocas? - me dijo sorprendido.
  • ¿Tocarme el que?.
  • La polla , la picha.
  • Bueno cuando meo o me arrasco.
  • ¿Pero no te la cascas?
  • ¿Cascar?
  • Si hombre masturbarte, hacerte una paja. Da mucho gusto.

Me quedé circunspecto sin saber qué contestar.

  • No te avergüences todos los hombres lo hacemos cuando se nos empalmamos, es decir cuando se nos pone tiesa.
  • ¿ A si?
  • Si hombre. Acaso no sabes.
  • No
  • Pues ya va siendo hora que ya eres mayorcito. ¿Quieres que te enseñe?

Me quedé silencioso mirándolo a los ojos. Tras unos segundos confirme con la cabeza.

  • Vamos allá - me dijo guiñandome un ojo.

De un tirón me bajó los pantalones del chándal y los calzoncillos. Mi pene saltó como un resorte golpeándome la panza.

  • Coño todavía no te ha crecido mucho - exclamó mientras me la miraba con detenimiento.

Luego me agarró la polla con la manaza y comenzó a bajarme el prepucio.

  • Ay - protesté
  • Pero si estas sin descapullar - se rio

Le miré confundido.

  • Hay que bajar la piel que cubre el capullo. Así que ya le puedes dar uso al manubrio para dejarla preparada para follarte coñetes.
  • ¿Como?
  • Si hombre para follarte a tias. Bueno o tíos - sonrió maliciosamente.

Y comenzó a descapullarme al principio me dolía un poco pero poco a poco empecé a notar el gustillo del que me hablaba.

Dios aquella mano meneandomela me estaba volviendo loco. Con la otra me acariciaba los huevos y entre las piernas. Sentir otra piel acariciando parte tan sensible era extasiante. Y comencé a suspirar sin poder remediarlo.

  • Ah,ah,ah.

Su mano comenzó a incrementar el ritmo y unos extraños temblores empezaron a producirse. Mis piernas flojeaban y mi polla ardía en su mano.

De repente una explosion en mi interior y sentí como mi verga escupía con fuerza,. Creí que me moría de gusto. Mis piernas me fallaron y a punto estuve de caerme al suelo pero Roman me empujo contra su cuerpo temblando en los últimos estertores del orgasmo.

  • Joder Juanito si que tenias los huevos cargados de leche cabron.

Cuando me repuse me aparté y me subí los pantalones. Le miré avergonzado. El me sonrio.

  • Quieres jugar con el ordenador
  • No ahora no - le contesté sofocado
  • Me voy a ir para mi casa - añadí.

Se puso en pie y me miró muy serio.

  • Está bien. Esto que ha pasado no debes contarlo a nadie. A nadie me entiendes.
  • Si - le contesté circunspecto.
  • Será nuestro secreto. Lo juras
  • Lo juro

Mientras me sonreía me tendió la mano y la estreché. Estaba pringosa.

  • Es nuestro pacto de leche - sonrió de medio lado.

Me di la vuelta y me marché corriendo.

En el ascensor me miré la mano. Aún estaba pringosa. Por curiosidad la lami. La verdad era que no sabía mal mi leche.