Aprendiendo a ser sumisa

Una "señora" de buena posición, contacta conmigo para experimentar sensaciones diferentes

Finalmente ha llegado el día, tan ansiado por ti, hoy vas a ser iniciada, vas a soportar dolor, humillación hasta llegar a gozar del placer de tu dueño. Se que tu deseo es más fuerte que tu temor, vas a dejar de ser durante unas horas la burguesa pija educada en un colegio de monjas, que vive de su marido, cuidando de sus hijitos, para gozar de tu nueva condición de sierva, para convertirte en una zorra, en una puta lujuriosa, en una perra obediente. Hoy será el primer paso en tu educación, hoy iniciarás ese camino del que si eres merecedora te llevará a un placer que jamás soñaste.

Es la una de la tarde, has llegado a la hora indicada al punto de encuentro, te estoy observando desde un banco cercano. Vas vestida exactamente como te ordené, unas botas altas, medias negras, falda oscura, blusa blanca, una chaqueta a juego y un pequeño bolso. Realmente estás espléndida. Te llamo por teléfono y observo como buscas en tu bolso, casi de inmediato oigo tu cálida voz. Te ordeno que vayas andando por la calle hasta llegar al sex shop que hay unos números más allá, que pidas unas bolas chinas y que te muestren los vibradores que tengan. Siento como tragas saliva, y como con voz temblorosa me dices, si, amo. Te sigo, te observo, me recreo en tus andares. Llegas a la tienda, y rápidamente entras, temerosa de que algún conocido te vea, tras de ti entro yo. Hojeas unas revistas visiblemente nerviosa, esperando que el encargado cobre a unos clientes. Cuando han salido, te acercas a él, y le pides que te muestre lo que te he pedido, te mira, y con una ligera sonrisa, te pregunta como buscas el consolador, nerviosa le dices que lo quieres grande, se gira y saca unos modelos, -Ese le irá bien a tu coño..., aturdida me miras, el dependiente, acostumbrado a todo ya esboza una sonrisa. Vamos a elegir las bolas, cariño. Durante un rato miramos hasta que elijo unas, son diez esferas de mayor a menor tamaño, de un color rojo intenso. Vamos. Nos cercamos a la caja y el empleado mirándonos te entrega la cuenta, sacas la tarjeta de crédito y pagas. No puedo evitar una sonrisa, al imaginar a tu marido, mirando el extracto del banco y viendo que un sex shop te ha hecho un cargo. Salimos de la tienda y te digo que me sigas. Me dirijo al aparcamiento, abro la puerta de mi coche, y tu no sabes que hacer. Sube!, te digo. Masajeo tus pechos, sintiendo los pezones endurecidos, desabrocho los botones para deleitarme con esas tetas blancas, ligeramente caídas, pero generosas aún. Mi otra mano se desliza por entre las piernas, hasta llegar a tu coño que siento caliente a través de la fina tela de tus bragas. Estás cachonda, ya. Vamos a la parte trasera de mi monovolumen, quiero ver que tal la chupas, desabrocho los botones del pantalón, mi miembro está aún ligeramente flácido, empiezas a chuparlo,

-Métela toda en la boca, entera.

No pudo, le dieron arcadas.

-Y tú quieres ser una sumisa, no sabes ni chuparla, venga vamos.

Salimos en dirección al aeropuerto, allí hay algunos hoteles. Durante el trayecto le ordené que se subiese la falda y separase sus piernas, posé mi mano sobre su coño, un suspiro, mi dedo recorría su raja mientras sus bragas se humedecían. El trayecto no duró más de veinte minutos, llegamos al hotel y estacionamos en el aparcamiento, te bajas del coche, mientras te observo, te quedas quieta, sin saber que hacer, bajo y nos dirigimos a la recepción, allí la empleada nos pide los documentos de identidad y nos da la tarjeta de la habitación. Me ha gustado ver que tenías la cabeza gacha, observo con placer que te estás comportando como espero de ti. Vamos a subir por las escaleras.

-Súbete la falda hasta arriba y sube delante.

Me miras y arremangas la falda, y empiezas a subir las escaleras, me gusta ver la perspectiva de tus nalgas, subiendo, escalón tras escalón, imaginando tu vergüenza si nos encontramos con alguien que baje por las escaleras. Llegamos al segundo piso, y nos dirigimos al pasillo, instintivamente te bajas la falda.

-Quién te ha dicho que la bajases?, te la vuelves a subir, abro la puerta y veo el carro de una camarera del hotel. Está en frente de la habitación que nos han dado, nuestros pasos se encaminan hacia la puerta, casi puedo sentir como palpita tu corazón, nos detenemos ante la puerta, la abres y te haces a un lado para que entre. Esperas en el lindar de la puerta a que te invite a pasar. Entro doy una vuelta por la habitación y te digo que entres. Puedo ver el alivio en tus ojos. Me acerco a ti, nuestros cuerpos se tocan, siento tu aliento, tu respiración agitada, mis manos recorren tu rostro, tus labios entreabiertos, meto mi dedo pulgar en tu boca, lo chupas con avidez, mi mano sigue bajando, la barbilla, la garganta...estás caliente, quizá tanto como yo, vas a hablar, shhhhhhhhh, no digas nada, no puedes hablar hasta que yo te lo ordene, mis manos siguen su recorrido, por encima de la blusa te cojo, te manoseo las tetas, siento los pezones endurecidos, los pellizco, los quiero bien erectos, un débil gemido se escapa de tu boca, durante un rato juego con esas tetas que ya me pertenecen, las aprieto, las amaso, placer y dolor, excitación y miedo, se que sientes todo eso, y me produce una tremenda erección, sigo bajando, tu vientre, me detengo en tu coño, puedo sentir a través de la fina tela de

las bragas

que llevas su calidez, tu humedad, aparto la tela, recorriendo tus labios mayores, adentrándome lentamente en busca del clítoris, lo siento palpitante, tieso, lo froto, te miro, tus ojos cerrados, tus gemidos me están provocando una gran erección. Me aparto de ti, me miras sorprendida, no sabes muy bien que hacer. Ponte a cuatro patas, puta perra, y no se te ocurra moverte. Obediente tus manos y tus rodillas están ya sobre la moqueta, así estás mejor, esa es tu posición natural, has entendido? Asientes, sin alzar la mirada. Te miro, te observo, me excita saber que una pija como tu se comporta como una vulgar fulana, y solo pensar que esto no es más que el inicio, hace que mi polla palpite con mayor fuerza. Me levanto, me sitúo detrás de ti, un culo generoso, subo tu falda, no puedo evitar azotar esas nalgas blancas. La primera te sorprende, y lanzas un grito.

-Cállate, perra, no quiero que suban los de recepción. Otro cachete, así durante un rato, hasta que considero que están lo suficientemente rojas para mi gusto, meto mi dedo en tu culo, te sobresaltas, pero un azote hace que te quedes quieta, lentamente, relajas tu esfínter, hasta que lo tengo todo dentro, empiezo a moverlo en circulo, dilatándolo lentamente, pronto tengo espacio para meter el otro, estás gimiendo, veo que a la pija perra le gusta que le metan los dedos en el trasero, eres tan puta que te estás pajeando, estoy seguro que el cornudo de tu marido no te ha hecho disfrutar nunca como estás disfrutando ahora, saco mis dedos y meto mi polla, empujando, a pesar de lo caliente que estás me está costando, pero lentamente entra toda, veo reflejado en el espejo el dolor en tu rostro, veo tu cara enrojecida, veo tu mirada de deseo en la mujer del otro lado del espejo, mientras te mueves para darme placer, mis manos se aferran a tus tetas, las aprieto, tiro de tus pezones, te duele, zorra, pero el placer es superior al dolor, siento como aprietas mi polla con tus contracciones, me voy a correr, mi esperma inunda tu culo, estás a punto de correrte, pero yo no deseo que llegues al placer, aún no lo mereces, te quiero caliente, deseo que estés todo el día como una perra en celo, esto forma parte de tu educación. Salgo de ti, ordenándote que te pongas de rodillas, de tu culo abierto sale mi leche, que cae por tus piernas.

-lame quiero que me limpies la polla, y espero que seas capaz de hacerlo mejor que en el coche.

Me miras, miras mi polla.

-No me digas que te da asco mi polla? Guarra, chupa.

Lames la punta, te tengo que convencer cogiéndote de la cabeza para metertela toda dentro, se que te da asco, sentir el gusto de tu propia mierda, pero simplemente te estoy dando lo que hace tanto tiempo que me pides, te estoy tratando como a una vulgar zorra, de hecho eres mucho peor que una puta, ya que ellas lo hacen por necesidad, y tu, guarra, estás aquí por gusto, quizá sea la curiosidad, la monotonía, que te ha llevado a arrodillarte ante mi, pero te aseguro guarra que voy a convertirte en la perra que ansías ser.