Aprendiendo a ser INFIEL
Parece fácil ser infiel aunque sea con permiso del marido, pero cuesta mas de lo que se pueda pensar, no niego que poco a poco, va resultando mas...
La disposición de mi marido Luis, a querer que follara con otros, al ver como disfrutaba viéndome y como pase yo del mal sabor de boca solo de pensar hacer eso delante de él, a esas especies de nauseas, a disfrutar como nunca lo había hecho y con un jovencito de 17 años, paso de ser una locura a ser pura satisfacción.
No es que antes no hubiera tenido oportunidades de ser infiel, es que no se me había ocurrido, a pesar de que muchos conocidos, amigos de mi marido y antiguos compañeros de trabajo no lo hubieran intentado, es que no quería ser infiel y punto y que hasta entonces Luis aguantaba bien a la hora del sexo. Que, aunque se solía correr antes que yo, el seguía moviéndose y no se le bajaba, pero ahora con el estrés y otros factores, no duraba.
En estos momentos tengo excedencia en el trabajo y cuando llegan las fechas de las navidades, siempre me llaman para ir a la típica cena de navidad. Iba a decir que no y esta vez sí me decidí a ir. Todavía quedaba tiempo, pero iría.
Mis amigas me decían que me veían radiante y sabía que era verdad, se me había quitado esa “amargura” que tenía. Me sentía muy deseada y eso me gustaba porque subía mi ego. Había algo que me enrabietaba y era que estaba con muchas ganas de que Javier me follara otra vez, pero yo no me atrevía a ir por él. Ya no aguantaba y quería dar pie a que Javier me follara de nuevo sin tener que pedírselo yo.
Para cuando llegaran ellos se llevarían una sorpresa, me había puesto una falda corta y una blusa, que se me habían quedado pequeñas y sin nada debajo. Porque, aunque habíamos quedado que con los niños en casa no, me daba igual, necesitaba otra ración de verga.
Supe que había acertado cuando llegaron y pasaron a saludarme mientras daba la cena a los niños. Sus caras lo decían todo. Hasta la cara de Luis era de excitación, como tiempo atrás. Javier se fue a duchar ya que había estado en el gimnasio y antes de meterse en el baño llamaron sus padres y nosotros acostamos a los niños. Mi marido me pidió que le acompañara a la habitación, pasamos junto a la habitación de Javier que seguía hablando por teléfono y entramos en nuestra habitación.
-Me gusta cómo te has vestido. Le vas a dar a Javier la cena, ¿pero no crees que te has pasado con los niños viéndote? Que estas pidiendo “guerra”
-Me he vestido así por prisas y no estoy pidiendo guerra como tú dices y no voy tan escandalosa que los niños se asusten.
-Ana eso cuéntaselo a otro que vas pidiendo rabo de una manera clara.
-Siempre tan bien hablado. Pues no y para que no haya malentendidos me cambiare.
Javier se volvió loco pidiéndome que no me cambiara, pero le mande salir de la habitación y me cambie, me dio mucho coraje, pero lo hice. Me vestí más normal, pero con un buen escote. Por una noche Luis no encendió la tv y se palpaba mucha tensión sexual y la cena trascurría y no pasaba nada, me daba que Luis le retraía que Luis estuviera pendiente de todo. El caso que terminamos de cenar y nos fuimos a dormir. Me desnude me tumbe en la cama y le dije a mi marido, cabrón ven y cómeme el chocho que lo tengo ardiendo, él se quedó a medias cambiándose de ropa y se puso a la faena, paraba a ratos y me incitaba para que llamara a Javier. Le decía que no, pero deseaba que se levantase y lo trajera. Tuve un orgasmo y luego nos pusimos a follar, me puse a cuatro patas y meneaba mi culo incitándolo, ese día se corrió más rápido que nunca, viniendo luego los lamentos y las excusas. Creo que si no estuviesen mis hijos en casa hubiera sido capaz de ir a la habitación de Javier.
Llego diciembre y empezaban un mes de agobios, compras de regalos, cenas con compañeros, con amigos y las cenas familiares. Pero este diciembre de 2017 sería un mes para guardar en mi memoria de por vida. El día 1 que era viernes quede con compañeras de trabajo a comer, me pusieron al día de todos los cotilleos del trabajo y como no podía ser de otra manera de los “líos” entre compañeros. De todos los cotilleos el que más me interesaba era los que se referían a Juanjo y me quede desilusionadísima, ellas sabían que siempre me había gustado, que nunca paso nada, pero me decían que había engordado muchísimo, que se había estropeado de un amanera exagerada y como creía que me lo decían para hacerme rabiar, me enseñaron unas fotos en el móvil, es que no parecía ni el, que 44 años más mal llevados y se había puesto así en un año.
Empezaban a quitárseme las ganas de ir a la cena del trabajo. Entre las novedades contaron que había seis personas más en el departamento mío que había sido ampliado. Eran 5 mujeres y un hombre. De las mujeres decían que eran “insultantemente” jóvenes, guapas e inteligentes y muy simpáticas. Del hombre que era un chico de 22 años y que estaba para “comérselo” en eso todas estaban de acuerdo, hablaban de su culito, de sus músculos, de todo, pero que era muy cortado. Especularon que era gay casi seguro. Porque llegaron a esa conclusión, no se sabía.
Yo sabía que una de esas amigas, que todas éramos casadas, había tenido algún rollete, pero me enteré de que ya había varias en la misma situación y hablaban sin complejos de ello, de lo que hacían y dejaban de hacer. Me preguntaron a mí y les dije que yo nada, que no paraba con mis hijos y mi marido, que, aunque quisiera sería imposible y lo estaba diciendo y me daba la sensación de que se daban cuenta de que mentía, pero me compadecieron por la vida tan aburrida que conté. Entre la bebida y lo que contaban, mi cuerpo se puso “contento” y pidiendo marcha.
Me tocaba volver en autobús y la parada estaba hasta arriba, me daban ganas de cogerme un taxi, pero llego el bus y decidí subirme a él. A diferencia de otras ocasiones iba vestida de forma llamativa, pero no escandalosa y desde que salí de mi casa por la mañana me gusto que los hombres me miraran, me sentía diferente desde que paso lo de Javier. Ese deseo que veía en los ojos me subía mi ego.
A la vuelta en la parada del bus me sentí de la misma manera y el alegrón que llevaba me hacía sentirme una diosa. La gente empujaba y no había ningún sitio donde sentarse, me tocaría ir de pies y los tacones me mataban. Fui buscando donde colocarme para ir mejor y noté más de un roce en mi culo, me hizo gracia y me hacía saber lo buena que estaba. En otra ocasión habría montado un lio diciéndole algo a quien me hubiera tocado. Que ya me conocía como funcionaba el trasporte público cuando iba muy lleno.
Me coloqué casi en el centro donde pude y lo único que me preocupo fue mi bolso, me lo puse en la parte de delante y lo protegí con un brazo. Ahora me tocaba un trayecto de 20 minutos, pero tal como estaba el tráfico sería un poco más.
No me extraño sentir que alguien rozaba mi culo, con toda la gente que había lo raro hubiera sido lo contrario. Delante tenía un baboso y me quedo corta llamándole baboso, un poco más y sus babas caen en mi escote, que tipo más desagradable y su mirada asquerosa, me cortaron mi buen ánimo. Un joven de no más de 30 años se dio cuenta de la situación y en un suave frenazo del bus, se dejó desplazar y empujo sutilmente al baboso, pidió disculpas y se quedó delante mía y me guiño de complicidad, no pude evitar esbozar una leve sonrisa.
La diferencia entre él y el otro era como la noche y el día. Este era muy guapo y miraba lo mismo que el otro, pero con más discreción y me hacía gracia, como no podía evitar mirar de vez en cuando. Nuestras miradas se cruzaban de forma furtiva, resultaba cómico. De pronto noto que el roce de antes en mi culo se convierte en algo más que un roce, porque me lo están sobando lentamente. Miro para atrás para ver quién es y quitan la mano, hay un chico joven de 20 años aproximadamente, alto y guaperas y dos mujeres de mi edad.
El chaval se me queda mirando y noto como se hace el distraído, pero noto su nerviosismo. No digo nada y retomo mi posición. No paso ni 5 minutos cuando noto una mano indecisa rozándome, no tan decidida como antes. Decido dejarle y coopero con discreción. Eso hace que se envalentone, pero no pasa de ahí, me está poniendo excitada, lo que me hace fijarme más en el joven que tengo delante, que dejo que se “aproveche” en algunos vaivenes del autobús, eso sí, siempre con sus amables disculpas. El muy descarado sube su mano, que lleva una carpeta y queda el dorso de la mano, pegado casi a unos de mis pechos. De vez en cuando por el traqueteo del bus, noto como me roza.
Se me erizan los pezones y el joven se da cuenta y el muy descarado, ya no mueve su mano, la deja justo donde mi pezón. Me empiezan a subir los calores. Si a eso le sumamos el chaval que sigue tocándome el culo, más que calores son ardores. La culpa de todo esto la tiene Luis.
Mis ojos casi se cerraban de la excitación que tenía, pero el mayor descaro es cuando noto la mano que tocaba mi culo, entre mis piernas. La tenía fría o mis muslos estaban muy calientes, ya no sabía lo que era. Lo que si estaba claro que era una mano suave y subía descaradamente, no lo dude abrí mis piernas para facilitar lo que quería hacer.
Vaya con el chaval, que bien se desenvolvía y con qué habilidad aparato mis bragas para tocarme mi chochito. El bus hizo un parada y subió más gente de la que bajaba, pero la mano seguía tocándome, que bien usaba sus dos dedos, martirizaban mi clítoris.
Estaba tan absorta que no me fijaba en nada y de pronto estaba al borde del orgasmo, veo al chaval que tenía detrás, en la puerta de salida, esperando que el bus se pare para bajarse. Gire rápidamente mi cabeza para saber quién me estaba tocando y me encuentro con la sonrisa de una mujer como 5 años más joven que yo.
Lo que más me llamo la atención eran sus ojos, que eran una preciosidad. Mi intención fue quitarme sin montar un escándalo, porque también era culpa mía por haber facilitado esa situación, pero estaba tan a punto, que la deje y cuando note como con mucho arte el joven atrapaba mi pezón entre sus dos dedos, mi orgasmo sacudió todo mi cuerpo, fue una descarga eléctrica brutal.
Fue como si todo se hubiera quedado en silencio y dos paradas después se bajó el joven. Quedando detrás mi la mujer de los ojos furtivos. Me daba tanta vergüenza, que no me atrevía a volver la cabeza y dudaba si bajarme antes de tiempo. Las dudas se me quitaron cuando vi que pulsaba el botón de aviso de parada, se puso a mi lado y me dio un papelito con un numero de móvil, muy bajito me dijo que la llamara algún día, me volvió a sonreír y se colocó delante mía.
Era una mujer muy bien vestida, alta, guapa y con muchas curvas, voluptuosa, pero más delgada que yo. Ahora me entraban los remordimientos por si alguien hubiera visto algo, vi que quedaba un asiento libre y me senté, no dejando de pensar en lo que había sucedido. Que un hombre haga eso era normal, pero que una mujer metiera mano a otra, así de descarado, no me lo podía creer y más una mujer como esa, que se la veía con mucha clase. Nunca había tenido lo más mínimo con una mujer y aunque si me habían tratado de conquistar alguna mujer, siempre me hice la tonta y no di pie a nada.
Todo eso lo único que provoco era que estuviera muy excitada. Llegue tarde a casa, era lo que pasaba cuando iba de comida con mis amigas, era la comida y las copas, al final se nos hacia tarde. Cuando llegue a mi casa, estaba todo a oscuras, menos una lamparita de la entrada que me había dejado Luis encendida. Lo primero que hice fue ir a la cocina, poner un vaso de leche a calentar en el microondas, luego fui a ver a mis hijos que dormían como angelitos y a continuación a mi habitación.
Luis estaba leyendo que se acababa de acostar y no perdí el tiempo, me desnudé y empecé a hacer carantoñas a Luis, él ya sabía lo que suponía eso. No tenía secretos con él, por eso le conté lo ocurrido en el bus, lo hice con todos los detalles, mientras nos toqueteábamos y su verga se ponía muy dura, en ningún momento le dije que la que me tocaba era una mujer, le contaba solo como fue su descaro, como me toco y como descubrí que era una mujer, en ese momento al oír que era una mujer, se corrió en mi mano.
Ya sabía lo que suponía eso, pero mientras le seguía contando, el empezó a comerme mi chocho y logro que tuviera un buen orgasmo, que lo hice pensando en la mujer y en el joven del autobús, pero me supo a poco. Luis supongo que, para no sentirse apenado, se puso a hablarme de que había estado hablando con su amigo Nacho, este amigo que tenía 38 años, era un “putero” no porque se fuera de putas, era porque era un mujeriego. Estaba casado y por lo que me conto Luis, infiel por naturaleza.
Ellos se conocieron e hicieron amistad en un máster que hicieron y luego en una empresa que trabajaron los dos durante un año, luego cada uno tomo otro rumbo, en ciudades distintas. Yo no lo conocía ni hice por conocerle, solo por la mala prensa que tenía. El caso que me dijo que vendría muy pronto y que lo mismo hacían un negocio juntos. Es que me daba igual. En ese momento lo que quería era otra cosa y por lo que veía me quedaría en blanco.
Recordé que me había dejado la leche en el microondas. Me fui a por ella, le dije a Luis que me diera un minuto que iba a por la leche, me dijo que no tardase, que quería explicarme el negocio. Fui a la cocina y la leche ya se había enfriado, la puse otra vez a calentar y en ese momento deseaba, que apareciera Javier y me levantara mi pequeño camisón y me follara allí mismo, apoyada en la cocina. Me bebí el vaso de leche, apagué la luz y me fui a seguir escuchando a mi marido.
Pero vi luz en el pasillo, la habitación de Javier tenía abierta un poco la puerta y salía una luz tenue. Antes cuando pase no estaba abierta. Camine despacio y mire por la abertura que había. Javier estaba desnudo sobre la cama y se tocaba lentamente su verga, como me ponía de caliente semejante trozo de carne. Seguro que lo había hecho a posta para provocarme, pero no quería que pensara que con un chasquido de sus dedos iría como una perdida a por él.
Acostada en mi cama y con mi chocho ardiendo y mi mente en otro sitio, escuchaba a Luis hablarme de Nacho, que siempre me había dado igual y me cansaba cuando me hablaba de él, que Nacho parecía un dios, que todo lo sabía hacer mejor que nadie, que todo le salía siempre bien, que era un hombre atlético, que a las mujeres se las traía de calle, que estaba muy bien dotado, que tenía un piquito de oro, muy cansino. Tan harta me puso que le dije que ahora volvía, que se me había olvidado programar la lavadora y el lavavajillas.
Iba dispuesta a seguir viendo a ese negrito y masturbarme viéndole. La luz de su habitación seguía encendida, me asome con mucho sigilo y seguía tocándose, no sabía si se había corrido o es que tenía mucho aguante. Me tocaba delicadamente y mis dedos resbalaban con mucha facilidad y cuando menos me lo espere, nuestras miradas se nos clavaron, me aparte rápidamente, no sabía si él me había visto. Era difícil que fuera así, porque yo estaba a oscuras.
Respire tranquilamente, me relaje y volví a mirar. Esta vez el muy cabrón me hizo gestos para que entrara, me había pillado. Hinche mi pecho de aire y entre decidida a tener la última palabra como siempre. Me puse muy digna y le solté, ¿cómo se te ocurre estar así? No ves que uno de mis hijos puede pasar y verte así, haz el favor por lo menos, de tener la puerta cerrada. Me quedé exultante una vez que le dije todo eso, lo había noqueado. Nunca estuve tan equivocada, porque Javier quito la sonrisa de su cara y muy serio me dijo, vamos zorra, has venido por este rabo, a qué esperas para comértelo, vamos quítate la ropa.
La que quedo noqueada ahora fui yo. Me quede vacilante y como una tonta, lo único que se me ocurrió fue decir que Luis estaba esperando y su réplica vino enseguida, pues que siga esperando, que cuando el cornudo vea que no llegas se imaginara que estarás comiendo rabo, que sabe que eres tan puta como el cornudo, que vas a hacer irte junto a la maricona de tu marido o quedarte a follar. Mi respuesta fue cerrar la puerta y quitarme el camisón.
Fui a acostarme con él, a besarle y no me lo permitió. Hizo que le comiera la verga directamente y me decía que me portaba mal con él y empezó a azotarme el culo, llamándome zorra y puta a cada instante, en vez de disgustarme todo eso, me ponía más cachonda. Luego me hizo ponerme de rodillas, apoyada en la cama y en esa posición, estando el casi de pie, me inserto su verga, porque no puedo usar otro termino, ya que lo hizo sin miramientos, obligándome a lanzar un gemido exagerado. Seguro que Luis lo oyó claramente.
Uso un furor y una intensidad follándome inédito para mí, pero nada desagradable. Su empeño por follar mi culo seguía latente, porque notaba más de un dedo dentro de mi culo. Me decía que me iba a follar ese culo de puta, que un chico joven sería el primero y yo le decía que no. En esa posición y sin sacarla me hizo tener dos orgasmos que me dejaron fuera de sí.
A él se le veía ansioso, me tumbo en la cama y dijo que le hiciera una cubana, que desde que me vio la primera vez, quería probarlo con esos “melones” que tenía. Coloco su verga entre mis tetas y eso sí que estaba bien, como sobresalía, no como la de Luis que se perdía entre ellas.
Cuanto ímpetu que mostraba, me encantaba, me volvía loca esa verga, podía lamerla cuando subía, que preciosidad, esa verga negra entre mis tetas, como destacaba. Veía las venas de su cuello tensarse y al poco rato correrse, llenándome de su corrida por todos los sitios y luego me la puso en la boca, limpiándosela con mucho gusto.
Se tumbo junto a mí y como la cama era para uno, quedamos muy pegados el uno del otro. Nos pusimos de lado, haciendo la cucharita y yo restregando su corrida en mis pezones, que placer me provocaba.
Javier era encantador y un par de roces con mi culo sobre su verga y ale hop, estaba otra vez en total plenitud, que portentosa la juventud y yo una madurita joven, me puse también en disposición de disfrutar nuevamente. Me metió su verga en esa posición, que satisfacción me daba sentir su ímpetu contra mi, cuando su cuerpo chocaba con mi cuerpo.
Era un “niño” prodigio, me hacia tener un orgasmo tras otro y en un despiste mio, el muy truhan, intento metérmela por mi culo, me quite de un salto y le abronque diciéndole que por ahí no, que si cuando lo intentaba mi marido me dolía, que con su verga me destrozaría, que nunca mas lo volviera a intentar.
Puso cara de apenado y me acerque a “consolarle” y le mame la verga hasta que se corrió en mi boca y parecía imposible que se corriera de esa manera habiéndose ya corrido antes. Me tenia que ir a mi cama que ya era muy tarde, seguro que Luis estaría durmiendo.
-Quédate, que mañana ya me marcho y no vuelvo hasta fin de año.
-Es que Luis me estaba esperando, se abra dormido y por lo menos cuando se despierte que me encuentre a su lado y también por los niños, que es mucho riesgo.
-El cornudo de tu marido, nos abra oído y se abra hecho una paja y estará durmiendo tranquilamente y tus niños no se levantan hasta que tu no los despiertas.
-No me gusta que le llames así y en 5 minutos me marcho, que no quiero caras largas mañana y ya aprovecharemos cuando vuelvas.
-Vale, pero quiero dos regalos por Papa Noel.
-A ver dime y ya lo pensare que no me fio de ti.
-Que mañana me despiertes con una mamada o que me despidas con una.
-Ese regalo lo tienes seguro y el otro cual es.
-Que me dejes ser el primero con tu culo, para que me recuerdes siempre.
-Que no, no seas pesado, que al final me mosqueare.
-Por lo menos piénsatelo. Seguro que tienes alguna amiga que lo ha hecho y podrás preguntarle.
-No sé porque lo tendría que pensar, pero te prometo que lo pensare, pero no quiere decir que vaya a cambiar de opinión.
Terminamos de hablar y me fui a mi cama, mi marido estaba durmiendo, conozco cuando esta dormido y al meterme en la cama lo hice con mucho tacto para no despertarle.
Algo me despierta que me sobresalto y es Luis que estaba vestido, me dice que ya me ha despertado varias veces, que me levante que se me ha hecho tarde y que haga el favor de ducharme que iba llena de “medallas” de la noche pasada y se echo a reír. Mire la hora y lo primero que le pregunte es si Javier se había ido ya y me dijo que no, que estaba a punto, que sus padres no tardarían en llegar.
Me duche y me vestí rápido, estaban mis hijos, Luis y Javier esperando, que ya habían acabado de desayunar, me tome un poco de café y veía la cara de enfado de Javier, mi marido me pregunto que como era que tomaba el café solo, algo que no me gustaba y sin cortarme un pelo, le dije a Luis que ahora me tomaría la leche aparte. Es curioso como cambian las cosas, después de decir eso, Javier alegro su cara y a Luis casi le da un yuyu.
Javier se levanto y se fue hacia su habitación, yo le dije a mi marido que vigilara y fui detrás. Abrí la puerta de su habitación y no estaba, en el baño tampoco y fui a mi habitación, estaba tumbado en nuestra cama sin pantalones y con la verga totalmente dura. Me fui para él, le haría una mamada rápida que sus padres estaban al caer. Empecé a hacérsela y según la hacia me iba calentando. Menos mal que llevaba unos leggins si no seguro que me estaba metiendo los dedos.
El tío no se corría y oí sonar el timbre de la puerta. Me puse nerviosa y lo quise dejar. Me aparte y él se levantó, me bajo los leggins y mis bragas con fuerza y ya sabía lo que venía, me daba igual sus padres, Luis y quien fuera. Me apoyo sobre la cómoda y empezó a follarme con mucha virulencia, me mordía los labios y cerraba la boca para que no se me oyera y me fastidiaba, porque no me gustaba contenerme.
Luis entro a la habitación y me encanto ver su cara de incredulidad mientras veía a su mujer follada tan salvajemente, no dijo nada y se fue. Eso me hizo tener un orgasmo de los que digo que son muy ricos, largo e intenso.
Javier se quito y me hizo agacharme mientras se hacia una paja, yo estaba con mi boca abierta y mi lengua fuera para recibir toda su leche, cuando se fue a correr, me la metió de golpe en la boca y aunque casi me ahogo, no deje escapar nada.
Javier se fue y yo me quedé recomponiéndome y salí después. Luis era el que hablaba y le oía decir que Javier era muy buen chico muy educado, muy respetuoso. Les saludé y hablamos un poco más, cuando me preguntaron a mí, les dije que era verdad que Javier había encajado muy bien y los niños mientras jugaban con él.
La preocupación de los padres venia porque como era un chico de color, lo mismo no gustaba que había mucha gente muy “especial” y nosotros le quitamos la importancia al color de su piel. Nos pidieron el favor, que, aunque no teníamos obligación si podíamos acoger a su hijo en el fin de año, que se había empeñado en pasarlo en la ciudad con sus amigos. Les dijimos que no había problema y le cuidaríamos y Luis sarcásticamente dijo que yo que hacia de madre lo tendría muy vigilado, los padres se quedaron tranquilos.