Aprendiendo a obedecerte

Volviste a azotarme más veces y yo callada aguante tus azotes, mis ojos chispeaban cada vez que descargabas fuerte tu mano contra la carne roja y caliente de mi culo. No sé cuánto tiempo estuve así recibiendo azotes mientras solo podía pensar en merecerme de nuevo que hundieras tu polla bien adentro de mi coño como antes.

Recuerdo que mi pelo ese día como siempre que tenía prisa estaba imposible. A veces mis rizos parecían tener vida propia. Lo deje por imposible y salí corriendo ya llegaba justa al trabajo.

Llegue al edificio y entre, allí estabas esperando el ascensor, desde el primer instante llamaste mi atención, aunque ibas vestido de la manera más casual me pareciste muy elegante, con unos vaqueros y una camisa negra estabas imponente, calcule ya en el ascensor que tendrías unos cincuenta.

Con la impunidad de saber que no me veías te seguí mirando y sin darme cuenta me imagine entre tus brazos, pensé en como serias en la cama, te imagine despeinado y con esa pulcra camisa arrugada bajo mi trasero mientras me penetrabas.

No me podía creer como mi mente había volado tanto, eras un desconocido en un ascensor y me sentía arder, por dentro y por fuera, por dentro por las imágenes evocadas por mi mente y por fuera por la vergüenza de ver que me habías pillado mirándote, me sonroje y tu tan solo sonreíste y me miraste de arriba abajo y yo me sentí desnuda. Tu mirada se deslizaba por mi cuerpo y yo volví a excitarme.

Salí corriendo culpando a las hormonas.

Volvimos a encontrarnos varias veces antes de la mañana en la que te plante cara.

Llegue y te vi riñendo a la chica que limpiaba la escalera.

-Señor no quisiera meterme donde no me llaman pero le parece normal gritarle a la chica aquí en medio?

-Verdaderamente no es su guerra pelirroja –me dijiste con desdén-

Cogí el ascensor hecha una furia por el tonito en el que me dijiste “pelirroja”, no volví a verte hasta dos semanas después cuando entraste hecho una furia a las oficinas donde trabajo y pediste a la recepcionista por el que mandaba, de nuevo me pareciste un cascarrabias pedante por la manera de tratar a la chica.

-Hola caballero siempre es usted tan desagradable con las chicas? Necesitas gritar así porque agranda tu ego que todas le obedezcan?

-Mira pelirroja de nuevo esto no va contigo, pero pelirroja el día que quieras obedecerme en todo, vivo justo aquí abajo, sino deja de defender las causas ajenas fierecilla.

De nuevo me pusiste en mi sitio y recordé las imágenes del primer día y de nuevo me ruboricé y me fui.

Ese día fue muy complicado un tema en el trabajo que no tiene nada que ver me puso en el punto de mira y el único que podía inculparme de responsabilidad era mi jefe de departamento el cual no movió un dedo, me la tenía jurada por ser de las únicas que no había querido pasar por su cama.

Al mediodía comí con mi madre y también discutí con ella.

Justo antes de salir del trabajo en la habitación de las fotocopiadoras, el caradura aun me insinuó que si fuera más … amable, salí de allí hecha una furia y para colmo antes de irme mi jefe me mando a tu casa, esa mañana habías bajado por unas humedades y el seguro pedía que le mandáramos unas fotos.

-Hola pelirroja, vienes a reñirme de nuevo –me dijiste de nuevo con esa insolencia que me hacía chirriar los dientes-

-Vengo hacer unas fotos de las humedades –aún estaba hecha una furia-

-Pasa pelirroja, ven

Que insolente me pareciste. Aunque a pesar de todo seguí viéndote entre mis sueños desnudándome desde el  primer día. Sentía una extraña e inexplicable atracción por ti, a pesar de detestarte.

Empecé a sacar fotos del techo de tu baño y torpemente me apoye a algo y dos chorros de agua me dejaron empapada, encima maldiciendo me gire y caí de bruces a tus pies.

-Vaya gatita ahí quería tenerte a mis pies, no esperaba que fuera tan rápido.

Me levante enfurecida y te llame de todo golpeando tu pecho, deje salir toda mi rabia acumulada, empecé a llorar desconsoladamente.

-Qué te pasa pelirroja?

Mis palabras salían rápido entre mis sollozos y te conté todos mis problemas.

-No te muevas necesitas una copa

Volviste con un vaso lleno de algo color ámbar y me dijiste

-Desnúdate pelirroja, no me mires con esa cara no voy a violarte, a menos que me lo pidas. Estas temblando de frio, tu ropa esta empapada y necesitas una ducha caliente para entrar en calor, así no puedes ir a ninguna parte.

-Sal del baño –te dije aun hipando-

-No pelirroja, desnúdate ante mi quiero verte. Solo verte.

De repente los nervios del día, el estrés y mi deseo por ti acumulado me soltaron los dedos y llevándolos a mi camisa y sin dejar de mirarte empecé a desnudarme para ti.

Era tan raro y tan erótico que me tenía encendida, necesitaba hacer algo fuera de lo normal. Yo que siempre había sido doña correcta…

Dejé la camisa en el lavamanos y tu sentado en el baño no apartaste la mirada, esa mirada quemaba mi piel, encendía mi alma.

-Sigue pelirroja, ahora el sujetador

Tu voz era pausada pero seca y pensé en lo mucho que te gustaba mandar.

Cuando aparte de mis pechos el sujetador dijiste

-Perfectas, blancas, redondas y coronada de pezones grandes y rosados.

Desabroché mi falda y la dejé caer al suelo, saque los pies y la recogí poniéndola junto a mi camisa, tu habías encendido el agua caliente.

-Las braguitas pelirroja demuéstrame que no me equivoque

Bajé las bragas por mis muslos y dijiste

-Pelirroja extraordinario, realmente perfecto.

Me disté la mano y me ayudaste a meterme en la bañera, me tumbé y rápidamente el agua caliente ablandó mis músculos, solo unos minutos hasta que tus dedos largos acariciaron mi cuello y masajearon mis hombros.

Estabas de rodillas detrás de mí y vi como tus manos desaparecían en el agua, entre la espuma con olor a naranjas y mandarinas que habías echado, bajaste a acariciar  mis pechos. Apretaste contundentemente antes de buscar mi pezón y frotarlo entre tus dedos.

Estaba completamente entregada a ti, un simple desconocido que se había mudado hacia un mes al edificio donde trabajaba. Estaba en tus manos, lo estuve desde que te vi por primera vez en el ascensor.

Seguiste hacia abajo por mi torso y buscaste los rizos entre mis piernas y empezaste a pasear tus dedos por mi sexo, a ese punto jadeaba al borde del orgasmo.

-Pelirroja no te corras, aun no puedes hacerlo, te lo prohíbo, quiero controlar tu placer. Vas a obedecerme?

Asentí, te hubiera dicho que si a cualquier cosa…

Tras unos minutos en los que me costó lo indecible controlarme, dejaste me sexo, quitaste el tapón y la bañera se vacío.

-Ponte de pie pelirroja y separa las piernas

Guiaste los chorro de la pared y de la bañera y abriste el agua, dos de los chorros daban directamente a mis pezones y el resto todos a mi sexo. Te metiste vestido en la bañera detrás de mí.

-Ahora pelirroja córrete –metiste dos dedos en mi sexo mientras hablabas-

Unos segundos después tuve un orgasmo de escándalo mientras esos chorros no paraban y alargaban el placer volviéndome loca.

Quería tocarte, quería más…

-Te has relajado pelirroja?

-Si

-Bien, tu abrigo ya está seco, cuando fui a por la bebida lo metí en la secadora…

No me lo podía creer me estabas largando y a mi aun me temblaban las piernas del orgasmo.

Me puse rápidamente la ropa avergonzada y te diste cuenta de mi azoramiento.

-Tengo una reunión inaplazable

Era un libro abierto para ti y me molesto que notaras que no quería irme. Me vestí rápidamente y salí de tu casa mientras tú ibas a por algo.

Al día siguiente volvimos a encontrarnos en el ascensor.

-Por qué te fuiste ayer tan rápido?

-Querías que me fuera y yo quería irme

-No mientas pelirroja, no querías irte y no quería que te fueras

Te acercaste a mí y sentí tu aliento en mi cuello, me quede inmóvil ante tu aproximamiento.

-Te deseo pelirroja, estaré todo el día en casa. Vendrás?

No pude contestarte, llegamos a mi piso y había gente fuera. Alguien entro pidiéndote si bajabas.

A media mañana no podía dejar de pensar en ti y el destino me llevo a tu puerta, debía decirte que el seguro necesitaba tus datos.

Me abriste la puerta con una sonrisa.

-Hola pelirroja que rapidez, no te esperaba.

-Me manda mi jefe

-Vaya no vienes a por más?

Baje la cabeza para que no vieras el deseo y tú me levantaste la cara.

-Quítate la camisa pelirroja

-Ahora no puedo

-Si puedes, quítatela quiero ver de nuevo tus tetas.

Me cabreo tu soltura, tu seguridad y de nuevo te diste cuenta.

-Pelirroja deseas obedecerme, enséñame esas tetas perfectas ahora –tu voz era más seria y apremiante, rozando la dureza-

No te acercaste, solo mandabas y yo deseaba obedecer más que nada en este mundo y empecé a desabrochar mi camisa, la eche sobre la silla.

-Sigue

Desabroche el sujetador y entonces te acercaste, espere tus caricias, pero recibí tu castigo. Con las dos manos agarraste mis tetas y nada más lejos de mis pensamientos, de mis caricias anheladas, estrujaste mis pechos aplastándolos con tus manos mientras me decías:

-Cuando te pida algo, tienes que obedecer más rápido

Me diste una palmada en cada tetas, justo antes de pellizcar mis pezones hasta endurecerlos, luego bajaste la cabeza y por fin sentí tus labios, succionaste mis pezones con dureza y cuando suspiraba al tiempo que sentía como mi sexo humedecía mis braguitas note tus dientes presionando mi sensible carne.

-Vístete y no vuelvas hasta que no estés dispuesta a dármelo todo, quiero que me entregues tu placer por completo.

Me apuntaste el teléfono que reclamaba mi jefe y me dejaste allí en tu salón, avergonzada de nuevo y más excitada de lo que recordaba haber estado.

Cogí el papel y me fui.

Pase el día debatiéndome entre el deseo y la cordura, aunque deseaba que me hicieras el amor, no tenía claro si quería ser dominada.

Al final de la tarde la cordura desaparecía a medida que se acercaba la hora de salir, de volver o no a tu casa a por más. Subí al ascensor sin tener aun claro nada, pero mi dedo pulso tu piso y mis pies me llevaron a tu puerta.

-Pasa pelirroja y desnúdate en el recibidor, deja tu ropa en la silla. Eres muy valiente pelirroja te prometo que te daré el placer que mereces.

Esa frase destruyó mis pequeñas dudas y me desvestí mientras tu apoyado en la puerta me mirabas con descaro, cuando acabe de desvestirme te pusiste detrás de mí y mire en el espejo del recibidor como tus manos grandes y morenas destacaban en la blancura de mi piel.

Acariciabas mi torso evitando mis pechos que se movían por mi respiración agitada, te veía detrás mirándonos en el espejo.

-Mírate pelirroja me encanta tu piel blanca y suave, siento el calor en la yema de mis dedos.

Yo miraba hipnotizada como tus manos acariciaban mi piel ardiendo, bajaste entre mis piernas y tus dedos buscaban la abertura de mi sexo, tus dedos jugaban entre mis rizos, apartando los labios de mi vulva y yo veía todo en el espejo.

-No bajes la mirada, mírate. Quiero que veas tu cara cuando llegues al orgasmo.

Acariciaste lentamente pero con constancia haciendo círculos y friccionando mi hinchado clítoris hasta que no aguante la tensión y llego mi orgasmo, no deje de mirar tus dedos y mis ojos mientras me corría jadeando.

Cuando me calme sacaste tus dedos de mi sexo mojado y me miraste por el espejo, yo apenas podía respirar y nuestras miradas se encontraron.

-Te acabas de correr sin mi permiso golfa, no vuelvas hacerlo. De acuerdo?

Asentí con la cabeza al espejo y tu mano se estrelló en mi trasero, me azotaste con tu mano plana.

No lo esperaba y me sorprendió la dureza de tu mano y la excitación de mi sexo. Jadee y volviste hacer lo mismo en el otro lado de mi trasero.

-Ponte de rodillas –me ordenaste con voz dura-

Sentía el ardor en mi trasero y te rete con la mirada, pero finalmente me arrodille ante ti y tu sonrisa de satisfacción. Esta vez no sentí rabia, me sentí bien por haber causado tu satisfacción obedeciéndote.

Entonces por primera vez vi tu polla, grande, brillante. La sacaste de tu pantalón y empezaste a acariciártela ante mi mirada hambrienta.

-Chúpala pelirroja –me dijiste acercándola a mis labios-

Me lance hambrienta y empecé a pasar mi lengua por tu capullo hinchado, sabroso y húmedo. Tú te la meneabas entre mis labios que querían devorarla, pero tu mano lo impedía, tu decidías cuando y como y yo disfrutaba de lo que tú me dejabas.

Poco a poco ganabas terreno dentro de mi boca, al final soltaste tu polla y cogiéndome de la nuca la metiste hasta mi garganta, sentía arcadas por la profundidad de tus embestidas, pero me aguantaba deseando tan solo darte placer.

-Muy bien puta, la mamas de fábula. Te gusta tragarte mi polla?

Sus palabras me encendían y asentía tragando más y más polla, hasta que decidiste cortar.

Sacaste tu polla y me llevaste al salón, allí me sentaste en un sillón del que colgaban unos pañuelos y sin dejar de mirarme a los ojos deje que me ataras los pies a las patas del mismo y las manos a los brazos. Te arrodillaste ante mí, con dos dedos abriste mi coño y bajaste la cabeza, sentí tu lengua entre los pliegues de mi sexo, lamias como un salvaje mientras yo me mojaba como nunca.

Estaba tan abierta que te era fácil moverte entre mis piernas, tus dedos sin penetrarme rozaban la entrada húmeda y caliente que deseaba más. Apenas presionabas y yo jadeaba poseída por el deleite de tus caricias.

-No te corras pelirroja, no voy a penetrarte con mis dedos, hoy solo mi polla entrara en ese coño de fuego.

Lamiste mi sexo hasta llevarme a la locura, no podía correrme y no podía aguantarte más.

-Por favor no puedo más

-Vas bien pelirroja suplica

-Por favor. Por favor, por favor.

-Más nena quiero más, quiero que seas más expresiva. Dilo golfa, suplica mas

-Por favor, fóllame. Necesito sentir tu polla abriendo mi coño.

Sonreíste mientras te levantabas y soltaste mis tobillos, subiste mis piernas a tus caderas y sentí tu polla en mi entrada. Me agarraste del culo subiéndolo y empujaste. Sentí como tu polla abría mi vagina, te deslizabas dentro con parsimonia mientras yo gritaba y te apretaba las caderas con mis piernas.

-Así pelirroja agarra bien mi polla, tu coño está caliente como el infierno y tan estrecho que me vas a reventar.

Nada más entrar del todo volviste a salir y yo quería llorar de desesperación.

-Quieres más verdad puta?

-Si, por favor.

Me desataste las mano y me dijiste:

-Ponte a cuatro patas y te follare como la perra que eres

Madre mía aun siento la excitación de aquel momento, podía haberme corrido solo con oírte, sin vergüenza ni pudor me puse a cuatro patas.

Te arrodillaste detrás de mí y apoyaste tu polla, yo intente ir hacia atrás para metérmela y entonces una palmada fuerte retumbo en la habitación.

-Puta aquí mando yo, estate quieta.

Volviste a azotarme más veces y yo callada aguante tus azotes, mis ojos chispeaban cada vez que descargabas fuerte tu mano contra la carne roja y caliente de mi culo. No sé cuánto tiempo estuve así recibiendo azotes mientras solo podía pensar en merecerme de nuevo que hundieras tu polla bien adentro de mi coño como antes.

-Me encanta tu culo rojo, es tan suave puta.

Me dijiste justo antes de entrar de un solo golpe, mi vagina te acogió y apreté tu polla en un espasmo, casi a punto de córreme.

-Puta qué coño tienes, te has portado muy bien ante mis azotes. Quien decide sobre tu placer?

-Tú  -te conteste sumisa-

-Muy bien puta entonces córrete

Me agarraste las caderas y me follaste sin piedad hasta que un minuto después me corrí como una posesa con tu polla entrando y saliendo. No aflojaste el ritmo y mis rodillas patinaron por la fuerza de tus envites caí tumbado y tú encima seguías dándome, seguías penetrando mi coño que volvía a llegar al límite y de nuevo me corrí oyendo tus jadeos, sintiéndote completamente ido sobre mí. Entonces saliste de mi interior y note el calor de tu semen en mi trasero caliente de tus azotes, te la meneabas con una mano mientras con la otra esparcías el semen por todo mi trasero lastimado.

Te tumbaste a mi lado en el suelo y me apartaste el pelo de la cara.

-Pelirroja si esto te da miedo, vístete y vete. Porque si te quedas te dominaré y hare que solo pienses en satisfacer mis deseos para que yo satisfaga los tuyos.

Intentaba respirar y tú también acompasaste tu agitada respiración. Vi cómo te levantabas y te colocabas la ropa que ni te habías quitado, me levante y fui a por la mía. Sin lavarme me puse las bragas y el resto de mi ropa ante tu atenta mirada.

-Sales? –te pregunte al ver que te ponías el abrigo

-Voy a por algo para cenar

-Vamos a por piza? Me muero de hambre –te dije desenfadada-

-Creí que te ibas

-Nunca fui una cobarde. Me llamo Lola y me quedo si puedo

-Puedes Lola, soy Román

Salimos juntos a por piza mientras ambos ya pensábamos en la siguiente sesión…

Me quedo callada, esperando a tu siguiente movimiento, intentando adivinar tus intenciones y pienso en si serás cruel o cariñoso, si me pegaras, me ataras o simplemente me follaras.

Ciertamente no me importa porque acataré sumisa lo que me ofrezcas, sabiendo que te pertenezco en cuerpo y alma.

-Lola…

Tu voz es desgarradora y se en ese mismo instante sé que estas tan enganchado como yo a esto, tú necesitas poseerme y yo necesito ser poseída.

Mi sumisión te ata a mi tanto como yo me siento atada a ti. Me necesitas tanto como yo a ti

Mientras mis pensamientos fluyen siento de nuevo tu peso sobre mi culo y muerdo las sabanas esperando el azote, que escocerá y dolerá lo suficiente para mojar mi sexo, mientras a ti te calienta tanto que pronto sentiré tu dura polla dentro de mí.

Tiñes tus miedos y tu necesidad de furia, mientras mi cuerpo no solo acepta sino que disfruta, en el fondo sé que eres tan vulnerable como yo.