Aprendiendo a Obedecer (V)
Siguen las aventuras de Freya y Gaia.
Freya, al cabo de unos minutos estando así, retiró el vibrador del clítoris de Gaia para con rapidez pellizcarlo. Gaia llegó a un fuerte orgasmo con rapidez. Un grito escapó de los labios de la pelirroja y alzó las caderas buscando que aquel placer aumentase.
—Se acabó por hoy perrita. — Gaia miró a su ama respirando entrecortadamente. No podía ser. No podía dejarla así. Le miró a los ojos temblando descontroladamente.— También esto es parte de tu entrenamiento... aguantar sin correrte hasta que tu ama, osea yo, diga si puedes hacerlo o no. Te recuerdo que ese coñito es mío y de nadie más.
Freya se apartó de la chica sonriendo y pudo ver el coñito de la pelirroja completamente empapado, y haciendo que se empapase las mantas a su alrededor. Se bajó de la cama para coger unas esposas y una barra. Gaia frunció el ceño pero se dejó atar al cabecero de la cama y posteriormente ató sus piernas a aquella barra, haciendo que no las pudiese cerrar de ninguna manera.
—Voy a volver a ponerte el vibrador... estarás así lo que queda de noche. Intenta descansar, lo necesitarás perrita. Esta noche buscaré un nuevo nombre para ti... tienes que dejar atrás a Gaia cuanto antes. — Susurró en su oído. Un gemido fuerte escapó de la boca de Gaia mientras no podía pensar, debido a esa continua vibración. Antes de irse Freya colocó a su perra una mordaza en forma de bola en la boca para que no se la oyese fuera de ahí y salió de la habitación, cerrando la puerta.
La noche para Gaia fue larga. No pudo correrse en ningún momento pero tuvo su coño y su cuerpo entero ardiendo toda la noche. Los gemidos se veían ahogados por aquella mordaza que hacía que no parase de segregar saliva, cayendo por su cuello y pechos. No pudo dormir apenas, y su mente solo le pedía placer y más placer. Comenzaba a olvidar todo lo anterior. Ya de madrugada cayó rendida en los brazos de morfeo.
Cuando Freya entró a la habitación a la mañana siguiente no pudo evitar sonreír. El aspecto que tenía su perra era lo que buscaba. En toda la habitación había un olor a sexo y de su coño no paraba de salir flujos vaginales. Estaba completamente dormida pero sus caderas estaban sumidas en un pequeño vaivén. Su boca estaba abierta por la mordaza y mojada por toda la saliva que salía de ella.
Sin despertarla le quitó el vibrador y Gaia entreabrió los ojos justo cuando sintió una fuerte palmada en su coño. Un gemido fuerte escapó de su garganta y sus caderas se arquearon hacia arriba llevándola a un poderoso squirt sumado a la orina que había mantenido durante toda la noche.
Freya acarició su pelo para que se calmase, viendo todo su cuerpo repleto de sus fluidos vaginales y de su orina. Rascó tras su oreja y Gaia sacó la lengua, jadeando del gusto. No había tenido vergüenza de hacérselo encima, al contrario, le había producido más placer.
—Buenos días perrita. Lo has hecho muy bien... — Freya podía ver en la mirada de la que había sido su prima un gran cambio respecto a la noche anterior. Su mirada estaba perdida, con los labios entreabiertos y la lengua ligeramente sacada. — Vamos perrita, es hora de vestirse... mis padres y mis tíos van a pasar el día fuera y voy a traer a unas amigas a casa. Lo estás haciendo tan bien... eres una puta perra lesbiana. ¿Te gusta a que sí? — Dijo mientras rascaba más rápido tras sus orejas. Gaia gimió asintiendo ligeramente. — Buena chica Nala...
Aquel sentimiento la descolocó completamente. La pelirroja se la quedó mirando durante unos segundos al escuchar ese nombre. Sin importarle, Freya bajó la mano al sensible coño de la chica y comenzó a masajear su clítoris mientras le miraba a los ojos. Veía su mente casi resquebrajada, producto de todo lo hecho por ella.
—Sí, he dicho Nala. Te llamas Nala, Gaia ya no existe. Eres una perrita... mi perrita y las amas ponen los nombres. ¿Cómo te llamas? — Pellizcó con fuerza el clítoris de la pelirroja y ésta alzó las caderas con rapidez, gimiendo.— Solo hablarás cuando te lo permita... mientras tanto ladrarás como la perrita que eres... ¿Cómo te llamas? habla. — Volvió a pellizcar su clítoris.
—¡Nala! — Dijo con la voz ronca y los ojos cerrados. Su ama le ordenó que lo repitiese mientras seguía apretando su clítoris y frotándolo con rapidez.— ¡me llamo Nala, Nala!
Nala llegó a un poderoso orgasmo y se retorció con fuerza, gimiendo. Freya apartó la mano viendo cómo ese orgasmo encadenaba con unos cuantos más. Esperó paciente hasta que se calmó, siguiendo con aquellas caricias en su pelo y tras su oreja.
—Buena chica, Nala... lo has hecho estupendamente. Venga, arriba perezosa. — Dijo incorporándose. La que antes había sido su prima se bajó de la cama quedando a cuatro patas delante de su dueña.
Freya se giró para rebuscar y sacó un collar negro de perro, bastante grande y con una argolla en el centro. Se lo colocó ligeramente apretado en el cuello de su perra y enganchó una correa.