Aprendiendo a Obedecer (IV)

Cuarta entrega de Aprendiendo a Obedecer.

Gaia no podía pensar. Durante unos instantes la vergüenza había hecho acto de presencia con gran fuerza en ella, pero ahora, tras aquellas palabras de Freya y sus posteriores caricias estaba de nuevo relajada, como si no hubiese pasado nada. Freya no la dejó levantarse, siguiendo sentada encima de aquel charco que se había formado. Seguía acariciando su cabeza, pero solo con una mano.

—Mi perrita... ¿Estás confundida? Es normal puta, los primeros momentos del entrenamiento serán así... pero pronto te acostumbrarás. A fin de cuentas, solo eres una perra. Mi perra. — Gaia no dijo nada, con la cabeza apoyada en el muslo izquierdo de la morena, las manos en sus propias piernas, derrotada. Alex volvió con un par de cubatas y dejó una pequeña caricia en la cabeza de la pelirroja. — Venga. Levanta la cabeza.

Gaia levantó el rostro y comenzó a beber de aquel cubata que su prima le ofrecía. Tragó el contenido, bastante cargado de alcohol sin rechistar. Aquel vaso se vio vacío en menos de un minuto. Gaia volvía a encontrarse mareada, ya no quedaba rastro de comida en su estómago, y beber sentada no era bueno.

—Perrita. Vamos. — Freya se señaló entre sus piernas y Gaia volvió a chupar con lentitud aquella empapada tanga. El sabor era realmente delicioso. Su mente obnubilada por el alcohol no se quejaba, con que siguió realizando aquella tarea mientras su prima hablaba con sus amigas. Parecía que no sintiese la boca de Gaia en su coño y eso a la pelirroja le frustraba, haciendo que lamiese con más ímpetu. Quería que se corriese por ella. — No lo vas a conseguir. Tienes que aprender, sino estás haciendo nada que te mande, debes estar entre mis piernas, lamiendo como una perra.

Gaia asintió, frustrada. Su cuerpo no la respondía. Y a pesar de todo, seguía obedeciendo. Alex la miraba fijamente y la pelirroja lo podía notar. Vio cómo se acercaba a su prima y le susurraba algo al oído. Freya pareció pensar la respuesta pero terminó por asentir. Alex cogió la correa que la morena le ofrecía y se levantó tirando de ella.

—Vamos perrita. Levántate. Hay que lavarte. La fiesta recién comienza. — Gaia se incorporó y sintió su propia meada caer por sus piernas. Cada paso que daba era una vergüenza y humillación. La mayoría de las personas le miraban con deseo y envidia.

Cuando llegaron al baño, Alex cerró la puerta con cerrojo. Gaia estaba quieta, mirándola. Tenía los pezones endurecidos y se mordía el labio inferior con fuerza.

—Realmente no te voy a lavar... me ha dicho Freya que te deje así. Como una perra. Pero me ha dado una hora totalmente a solas contigo... bueno, luego te follaré en la pista de baile, sé que antes te estaba dando demasiado morbo. — La tatuada se acercó y la apoyó en el lavabo, abriendo sus piernas. La boca de Alex se encontró con la de la pelirroja mientras dos de sus dedos entraban en su interior. Gaia gimió contra la boca.

Los de dedos de Alex se movieron expertos en su interior. La pelirroja no podía parar de gemir en su boca. A los segundos le devolvió el beso entregándose a la contraria. El brazo libre de la tatuada rodeó la cintura de Gaia para atraerla con rapidez hacia ella.

Dos dedos se encontraban en su interior, y poco después dio paso a un tercero, mientras un cuarto masturbaba su clítoris. Las piernas de Gaia temblaban sin control alguno. Sentía el orgasmo tan cerca... Alex pareció notarlo pues paró de masturbarla. Lamió su labio inferior y la hizo girarse.

—Mírate. Gimiendo por que te meta los dedos... sucia, casi desnuda. ¿Pensaste que acabarías así en algún momento, eh? Siendo una puta perra... o a lo mejor simplemente, sabías que realmente es tu verdadero yo... siendo dominada. Sin pensar. Solo sintiendo todo el placer una y otra vez... ¿No crees? — Gaia sintió de nuevo los dedos en su coño y gimoteó mirándose al espejo. Tenía razón. Era solo una puta gimiendo porque la tocasen.

Alex estuvo así durante unos minutos, tocándola, acercándola al orgasmo pero cuando estaba a punto de correrse volvía a parar. Al cabo del rato pareció cansarse pues sacó los dedos del interior de Gaia y los lamió.

—Vamos perra, tu ama te espera. — Gaia le miró a los ojos, destrozada. Deseaba correrse. Alex volvió a agarrar la correa tirando de ella hacia el exterior. Freya charlaba animadamente con sus compañeras hasta que vio a Gaia. Sonrió, estiró la mano y cogió la correa. Gaia inmediatamente se sentó entre sus piernas y volvió a notar la caricia en su cabello, cual animal.

Sacó la lengua jadeando y Freya sonrió. Miró a Alex y ésta asintió. No se había corrido. Su plan iba según lo indicado. Miró su reloj y decidió levantarse.

—Mi perra y yo nos vamos. Aún queda mucha noche por delante y aunque nos lo hemos pasado genial, deseo tener intimida con ella. Hay muchas cosas que tengo que hacer. — Gaia se sorprendió al escuchar aquello, más se levantó, avergonzada. Freya colocó su falda, pero no como Gaia pensaba, sino subiéndosela más. La morena sonrió y miró a la pelirroja señalando con la cabeza la salida de aquella casa. Mientras caminaban todas las miradas iban hacia Gaia, y ella se sentía bastante avergonzada.

Llegaron al coche de Freya y se montaron en silencio. La vuelta a casa fue así, y Gaia no podía parar de darle vueltas a todo lo que aquella noche había pasado. Su mente estaba cada vez más confusa y eso su prima lo sabía. Cuando llegaron a casa eran casi las cuatro de la madrugada. El tiempo pasaba demasiado rápido, pero Gaia sabía que todavía no se iba a poder dormir.

Subieron las escaleras hasta las habitaciones en completo silencio, pero con Freya tirando de la correa del cuello de Gaia, sin miedo a ser escuchada o que saliesen en algún momento sus padres. Entró a la habitación de la pelirroja y cuando ambas estuvieron dentro, cerró con cerrojo.

—Espero que estés preparada perra. Comienza la segunda sesión de tu entrenamiento... y es la primera sesión de verdad. Lo de ayer fueron unos calentamientos. Ese coño, que es mío, solo va a poder correrse cuando yo se lo permita... vas a ser completamente mía. ¿Entendido? — Gaia asintió. Sin quererlo, sin sentirlo realmente en su mente, asintió. Su cuerpo gritaba por que le tocasen, por volver a sentir placer.

Freya sonrió y acarició su cabeza, murmurando un "buena chica". Gaia se mojó de nuevo. La morena, imponente, se giró para rebuscar algo entre los cajones. Cuando Gaia no había estado, había guardado unas cosas para la iniciación de la pelirroja.

Freya la obligó a tumbarse en la cama y ató sus manos al cabecero de ésta. Cuando estuvo atada de manos y de piernas, completamente abierta, Freya se dedicó a cortar minuciosamente la ropa que llevaba, hasta dejarla completamente desnuda. Cuando terminó de hacer eso, la miró desde el lado de la cama. No dijo nada. Simplemente se quedó observando, en silencio.

Al cabo de los minutos se giró, volviendo al armario del que había sacado aquellas cuerdas para atarla. Buscó entre las cosas que había traído y pudo escuchar un sonido de satisfacción. Se giró, sonrisa en rostro y enseñó a Gaia lo que reconoció como un vibrador.

—Es para el clítoris, con la característica de que cuando estés a punto de correrte, parará. Hasta que yo no te lo permita, no podrás correrte... prepárate perrita. Esto va para largo. — Freya se acercó hacia su perrita y comenzó a acariciar con dos dedos el coño de la contraria. Gaia cerró los ojos, mordiéndose el labio inferior con fuerza.

Aquellas caricias fueron monótonas durante unos minutos, volviendo a mojar en exceso a Gaia y cuando ésta estaba a punto de llegar al culmen, aparta sus dedos. Coloca aquel vibrador y cuando está bien colocado, lo enciende.

Gaia por unos segundos piensa que no funciona, pero de repente, esa máquina comienza a moverse, sobre su clítoris, con gran fuerza, hinchándolo sin descanso. La pelirroja arquea las caderas hacia arriba y un grito escapa de su boca. Freya inmediatamente mete una mordaza bola en su boca, que coloca en su cabeza de tal manera que Gaia no puede cerrarla correctamente. El cuerpo de la pelirroja se contrae y ésta gime, arqueando la espalda lejos del colchón. Freya sonríe ante esa imagen y apoya la mano en el vientre de la contraria para que se vuelva a tumbar.

Se sienta al lado, en un hueco de la cama y comienza a acariciar uno de los pechos de la pelirroja, rítmicamente. Las caderas de Gaia se movían al compás de aquella vibración, gimoteando contra aquella mordaza. Cuando parecía que iba a poder correrse aquel aparato paraba de nuevo. Gaia no podía pensar, su mente era puro placer y la contraria podía verlo en su mirada. La tenía donde quería. Casi.

—¿Quieres correrte perrita? ¿Es lo que deseas? ¿Que quite ese aparato y te puedas correr? Sé que ahora mismo es lo que más deseas... que meta los dedos en ese sucio coñito hambriento de su dueña... — Aquellas palabras fueron susurradas al oído de Gaia, mientras acariciaba con dos dedos sus labios vaginales y con la otra mano su cabello, tumbándose a su lado. — ¿Quieres mi pecho, perrita?

Gaia asintió a todas aquellas cuestiones planteadas por la morena. Lo necesitaba. Lo deseaba. Necesitaba correrse. No sabía qué la estaba ocurriendo... pero quería seguir sintiéndose así. Freya sonrió y apartó la mordaza de la boca de Gaia para acercar uno de sus pechos. La pelirroja comenzó a lamerlo, mamando de el, mientras se medio recostaba sobre el cuerpo de Freya.

—¿Quién es la mejor perrita? Buena chica... sigue así. Suelta toda racionalidad de tus pensamientos y déjate llevar por mí... es lo que debes hacer.