Aprendiendo a Obedecer III
Continua aquella fiesta y Gaia comienza a perder la razón.
Aquella fiesta sin duda, había comenzado de una manera que Gaia no se esperaba. No se esperaba liarse con una chica por primera vez, en un baño de discoteca, mientras ésta la magreaba. No se esperaba que aquellos besos y toqueteos se trasladasen a la pista de baile, y acabase siendo masturbada en mitad de esta, básicamente enseñando todo su cuerpo. No se imaginaba que podría ser dominada de esa manera por nadie.
—Sí. La he conocido. Tan exquisita como me habías dicho Freya. — Alex giró a Gaia, quedando ésta de espaldas a la primera, pero apoyando su cuerpo contra el de ella, ambas mirando a Freya. La morena hace un asentimiento de cabeza a la tatuada y Alex vuelve a la carga. Su mano derecha baja de nuevo al coño de la pelirroja y Gaia comienza a temblar de nuevo. Sus pezones se endurecen y cierra los ojos. — Abre las piernas perra. Quiero follarte bien ese coñito.
—Aún falta mucho entrenamiento, pero ha nacido para ser una puta perra... y cada palabra mala que dirijo hacia su persona hace que se moje considerablemente. ¿A que sí? — Miró directamente a su prima con una sonrisa diabólica mientras Alex seguía frotando y pellizcando el coño de esta. Gaia no pudo contestar, solo gimió. — Cuando la tocan su mente se pone en blanco y no es capaz de pensar en nada. Solo en correrse. Es una perrita tonta... pero su ama está para enseñarla. Vamos al reservado.
La mano de Alex volvió a desaparecer del coño de Gaia y ésta jadeó. Quería correrse. No había podido correrse por segundos. Freya se acercó a su prima y enganchó lo que parecía ser una correa al collar que tenía en el cuello. Gaia frunció el ceño, pero no dijo nada. Solo ver la mirada de su prima la instaba a obedecer.
Con aquella falda subida, y las medias por la cintura caminaron por aquella extraña fiesta, hasta llegar a lo que parecía ser un reservado en el mismo salón de la casa. Había alguna chica más y Freya se sentó en mitad del sofá suspirando.
—Puta perra, tienes que estar en el sitio en el que debes estar, al suelo. — Gaia tragó saliva. Una gran parte de ella todavía se resistía. Miró al resto de chicas que allí había pero parecía que les daba igual. Lentamente se quedó a cuatro patas. Freya abrió las piernas y la pelirroja pareció entender, colocándose entre éstas. — Como ves Alex, apenas tiene entrenamiento. Se dio cuenta de su verdadera naturaleza... hace menos de un día.
Freya conforme hablaba iba acariciando la cabellera de la chica. Gaia cerró los ojos, ensimismada por aquellas caricias que normalmente se otorgaban a un animal y que ella estaba disfrutando tanto en esos momentos. Abrió la boca y de ésta escaparon pequeños jadeos. Sacó la lengua comenzando a dejar pequeñas lamidas en la ropa interior de su prima. Ella no parecía inmutarse.
—¿En qué la quieres convertir? Es obvio que es sumisa por naturaleza. Y perra, por lo que estoy viendo. — Freya esboza una sonrisa. Ambas manos suyas pasan a acariciar por detrás de las orejas de Gaia, como si fuese una verdadera perra. Un gemido escapa de la boca de Gaia y pone los ojos en blanco durante unos segundos, sin dejar de lamer aquella tanga.
—En una auténtica perra... quiero cambiarla tanto por fuera como por dentro. El interior está yendo más rápido, y su entrenamiento sin duda es muy bueno. Falta tiempo... y cuando sea completamente mía tengo grandes planes para ella. Y sí, sé que no te has atrevido a preguntar pero siempre que quieras podrás usarla. Avísame para preparártela... ahora mírala, gimiendo y lamiendo como una auténtica perra. Estoy muy orgullosa de ti perrita. Muy orgullosa de ti.
Freya siguió con aquellas caricias por su cabellera, especialmente por detrás de sus orejas. La mente de Gaia estaba completamente en blanco. Su cuerpo era un torbellino de placer y no sabía por qué. De repente explotó. Pero no de la manera que ella pensaba. Por aquel éxtasis placentero, se meó.
Una sonrisa se abrió paso en los labios de Freya, parando aquellas caricias. Gaia se petrificó, sintiendo cómo su ropa y su cuerpo se mojaba por aquel líquido caliente que no podía controlar y no podía dejar de salir de su cuerpo.
—No te avergüences... es normal en una perra. Porque es lo que eres Gaia. Una auténtica perra.
Perdonad por tanto tiempo sin escribir. Y también por el capítulo corto, pero acabo de terminar los finales de la Universidad y no he tenido tiempo hasta ahora, pero quería daros algo, por poco que fuese. Mañana mismo me pondré con un capítulo más largo de lo habitual. Espero que os siga gustando, amo recibir vuestros correos.