Aprendiendo a Obedecer (II)

Gaia comienza su nueva vida. Eso dice su prima. Demasiadas sensaciones, emociones... y una nueva chica.

Gaia todavía estaba asimilando todo lo que había pasado en menos de veinticuatro horas. ¿Qué había hecho mal? O mejor dicho... ¿Qué había hecho bien? Su mente todavía seguía embotada por el suceso con su prima. Sentía sus dedos acariciando su entrepierna, su pecho en su boca... Se removió en la silla al sentir una pequeña humedad entre sus piernas. Una mano se posó en su muslo y Gaia volvió de sus pensamientos. Miró a su izquierda, viendo a su... a su ama con una sonrisa suficiente. Estaban cenandp. Su madre y sus tíos delante de ellas. Y aún así, tenía metido en su coño aquel enorme pepino, sobresaliendo de tal manera que parecía un pene.

—¿Qué? — Salió de su boca, visiblemente perdida en la conversación que estaban teniendo el resto de los comensales.

—Le estaba comentando a mis padres y a tu madre que esta noche vamos a salir de fiesta con unas amigas que tengo aquí. Tenías ganas, ¿No? — La mano de la morena aprieta el muslo de la pelirroja y esta asiente lentamente. Su madre esbozaba una sonrisa encantadora. Parecía estar contenta de que su hija y su sobrina por fin comenzasen a llevarse bien.

La cena siguió su ritmo sin ningún incidente más, a pesar de que Gaia seguía con la mente en otro lugar, exactamente entre sus piernas. Aquel alimento no hacía más que mojarla. Cuando la comida terminó, Freya se levantó haciendo una seña a su nueva perra para que la siguiese. Gaia se levantó con rapidez, pues no quería que viesen cómo su falda estaba levantada por aquel calabacín. Volvieron a subir a la habitación de la pelirroja. Freya se sentó en la cama, mirando a la contraria, señaló, sin decir nada el suelo. Gaia lo comprendió y lentamente se arrodilló a su lado, mirando el suelo, avergonzada.

—¿Cómo va mi coñito, perra? Porque espero que sepas que es mío, ya no es tuyo. — Comentó con voz divertida, a la par que acariciaba la cabeza de la chica en el suelo. Gaia se mantuvo unos segundos en silencio antes de contestar.

—M-Muy mojado... ama. — Eso pareció contentar a la morena. Siguió acariciando su pelo durante unos minutos sin decir nada. Luego sacó el teléfono de su bolsillo.

—La fiesta comienza en un rato, y debo arreglarte. No puedes ir tan recatada... tengo que mostrar a mi nueva perra. ¿No crees? — Gaia asintió. — Venga, levanta. Y desnúdate.

Gaia se levantó. Aquella última obligación le costó un poco más de primeras. Sería la primera vez que su prima la vería desnuda. Al ver el rostro de Freya, serio, con el móvil en la mano, no tuvo otra que hacerlo. Se quitó aquel top, quedando sus pechos al aire. Segundos después, bajó aquella falda, quedando completamente desnuda, salvo aquel vegetal que tenía incrustado entre sus piernas.

Freya se acercó quedando frente a ella. Sopesó en sus manos ambos pechos de la pelirroja, apretándolos y pellizcando los pezones, con el ceño fruncido. Luego la giró, violentamente, para ver su trasero. Masajeó sus glúteos. Se quedó en cuclillas frente a Gaia y sacó el calabacín de su interior. Esbozó una sonrisa al ver la clara humedad que había entre sus piernas.

—Conmigo no llevarás ropa interior. Excepto en contadas ocasiones, con que puedes ir despidiéndote de ella. No te muevas. — Freya se levantó y salió un segundo de la habitación, para volver al minuto con una bolsa de ropa.— Es lo más pequeño que tengo, pero tendremos que ir de compras perrita. — Sacó unas medias de rejilla negras, pasándoselas a Gaia. Esta, como una autómata, se las puso. Al no llevar ropa interior se le clavaba entre sus piernas, y al estar húmeda, entre sus labios vaginales.

Sacó una falda de tubo negra, bastante corta. Cuando Gaia se lo puso vio que apenas le tapaba el culo, y que al caminar, se le subía más. Luego Freya le entregó un top ceñido negro, que realmente parecía un sujetador. Ataviada con todo eso, Gaia se miró al espejo. Era totalmente opuesto a lo que solía llevar.

—No he terminado... lo compré antes de venir especialmente para ti... sabía que de alguna manera u otra acabarías siendo mía. — Murmuró Freya en su oído, pasando por delante de ella lo que parecía un collar de perro, pero más recatado.— Tengo uno de perrita para cuando estés conmigo, pero este será el que te pongas de cara al público perrita. Colócatelo.

Gaia cogió aquel collar entre sus manos, mientras las manos de su prima se paseaban por su vientre, acariciándolo. Cuando se lo colocó, Freya, rodeando su cintura, la giró, quedando cara a cara. Tenía en su mano un lápiz de ojos. Le hizo una ralla bastante pronunciada y pintó sus labios de rojo pasión. Al terminar, alborotó su pelo.

—Estás preciosa perrita, dale las gracias a tu ama por comenzar a enseñar tu nuevo yo. — Gaia susurró un agradecimiento. Freya azotó su trasero levemente antes de comenzar a desnudarse ella misma para vestirse. Gaia pudo ver por primera vez su cuerpo, y sin quererlo se mojó un poco. — ¿Te gusta lo que ves perrita? Ya veré si te dejo probar algo más aparte de mi pecho, no eres digna... en cambio ¿Yo soy digna de tocarte a ti? ¿De quién es esto? — Freya avanzó y posicionó su mano entre las piernas de la contraria. Acarició con dos dedos encima del hinchado clítoris. Gaia cerró los ojos, doblándose hacia delante. Un gemido escapó de su boca, eso no se lo esperaba. — Di. De quién es lo que estoy tocando. Qué es. — Comenzó a mover con rapidez los dedos.

—Es tu coñito ama, es tu coñito. — Dijo Gaia con rapidez. Freya aparta los dedos, limpiándoselos en el rostro de la contraria.

—Bien dicho... vámonos que no quiero llegar tarde a la primera fiesta del verano. Ponte los tacones que te he dejado al lado del espejo. — Cuando Gaia se giró pudo ver unos tacones negros de aguja. Era la primera vez que se montaba en unos así.

Freya la esperó un minuto y cuando estuvieron listas, bajaron al piso inferior. Los padres habían desaparecido. Probablemente estarían dormidos ya. Freya cogió las llaves del coche y le hizo señas a su perra para que la siguiese.

La fiesta tenía lugar a unos quince minutos de su domicilio. Era en una casa bastante grande, y se podía ver a gente por los alrededores de esta, con vasos en la mano. Freya bajó del coche y Gaia la siguió. Avanzaron por el camino de la entrada hasta llegar a la puerta, esta se encontraba abierta. La música sonaba demasiado alta y había muchas personas bailando, hablando, incluso besándose. Freya tiró del brazo de Gaia hacia el interior, directamente hacia la barra de bebidas que había ahí puesta. Freya gritó algo al camarero e hizo seña de dos. Gaia intentó escuchar qué le había pedido, sin éxito. La morena se apoyó en la barra, mirando el percal, hasta que trajeron las bebidas. Le dio una a Gaia y mirándola fijamente a los ojos dijo.

—¡De una! —Su voz se escuchó amortiguada por encima de la música. Gaia comenzó a beber. Se bebió aquel cubata, bastante cargado, de una. Cuando lo terminó Freya le pasó el suyo a espera de que se lo bebiese de la misma manera. Gaia le miró unos segundos, antes de volver a bebérselo en forma de hidalgo.

Dejó los vasos en la encimera, jadeando. Sin duda alguna comenzaría a subirse el alcohol en unos minutos. Había bebido mucho en poco tiempo. Se limpió los labios sin darse cuenta de que todo el pintalabios se corrió. Avanzó hacia Freya, tambaleándose a causa de los tacones.

—Ama... Necesito ir al baño. — Freya alzó la mirada de su móvil y sonrió al ver el estropicio que su perra había hecho.

—Está bien. Mis amigas vienen ya. Me buscas cuando termines de arreglarte, ¿Vale?  — Gaia asintió y comenzó a andar, a empujones, buscando el baño. Cuando lo encontró, esperó la fila, colocándose bien aquella falda estrecha que se había subido. Avanzó sin darse cuenta de que chocó con la persona delante de ella.

—P-Perdón... — La chica se giró y esbozó una sonrisa al ver a Gaia. Tenía el pelo corto, ojos claros y los brazos llenos de tatuajes.

—Veo que estás un poco mal, pelirroja. No te preocupes. — Dice quitando importancia, mientras esboza  una sonrisa más grande. Se acerca a ella, mirándola de arriba a abajo.— Soy Alex, un placer.

—Soy Gaia... encantada. —Fue lo que salió de los labios de la pelirroja. Alex sonrió, sin dejar de mirarla. La puerta del baño se abrió, era el turno de la chica del pelo corto. Se giró para ver el baño vacío y luego a Gaia.

—Ven, deja que te ayude. — Gaia no tuvo tiempo a contestar cuando la tatuada tiró de ella hacia el interior del baño. Gaia tropezó y la contraria la sujetó de la cintura. — Esos tacones son mortales, preciosa. Quítatelos.

La mente de Gaia, envuelta por la bruma etílica hizo que su cuerpo obedeciese aquella orden. Se quitó los tacones y sus pies tocaron el frío suelo. Gaia miró a la contraria mientras estaba se miraba al espejo. Ella hizo lo mismo. Con manos entorpecidas por el alcohol cogió un papel para arreglarse el estropicio de boca que llevaba.

—Suelta Gaia... Déjame a mí. — Gaia soltó el papel y Freya giró su cuerpo. La pelirroja quedó apoyada en el lavabo con la otra chica delante de ella, limpiando sus labios con lentitud. No podía hacer otra cosa que mirarla.— Creo... creo que ya está. — Tiró el papel mas no se apartó, y seguía teniendo la mano en su mejilla.

Gaia la miró, durante unos segundos, sin saber qué hacer. Alex movió el pulgar hacia los labios de la contraria y acarició con este lentamente. Gaia entreabrió sus labios sorprendida y fue el momento que aprovechó Alex para introducir el pulgar entre sus labios.

—Lame. — Fue lo único que dijo, con voz ronca, sin dejar de mirarla. La pelirroja lentamente comenzó a lamer el pulgar. La mano libre de Alex voló al pecho izquierdo de Gaia. Lo apretó e introdujo la mano dentro de aquel top, acariciando el pezón y abarcando el resto del pecho. Gaia gimió durante unos segundos ante esa sensación.

La tatuada sacó el pulgar de su boca y se agachó para besarla. Gaia al principio se quedó paralizada. Era la primera vez que besaba a una chica. Segundos después sintió como la lengua de Alex acariciaba la suya y aquel beso se intensificaba. Apretó el pecho de la pelirroja en su mano, apretándola a par contra el lavabo. Gaia volvió a gemir.

—Tengo una idea mucho mejor... — Dijo la tatuada separándose. Sacó la mano de su pecho y cogió del brazo a Gaia para salir del baño. La gente seguía bailando fuera. Gaia se había dejado los zapatos dentro del baño e iba andando descalza. Debía buscar a Freya o se enfadaría, pero aquella chica no la soltaba.

Fueron al centro de la pista de baile, y Alex se pegó a ella, comenzando a moverse. Gaia fue a hablar pero de nuevo la tatuada la besó, con urgencia. Una de las manos de la morena bajó por su trasero y lo apretó, mientras la otra volvía al pecho de Gaia, por encima de la ropa. La pelirroja no pudo evitar gemir. Su coño se humedeció segundos después. La mano que estaba en su culo pasó por delante y levantó la falda.

—No... — Murmuró Gaia separándose. Alex pareció hacer oídos sordos de lo que dijo y volvió a besarla. La tatuada consiguió levantar la falda de la contraria, quedándose enrollada en su cintura, únicamente con las medias de rejilla tapando su trasero y entrepierna. Alex con una mano habilidosa bajó las medias hasta mitad de muslo y sin dejar tiempo a Gaia de recomponerse comenzó a frotar su coño.

Un gemido escapó de la boca de Gaia. La estaban masturbando delante de todo aquellas personas, pero al contrario de lo que pensaba, no le desagradaba. Nada.

—Vaya Alex, parece que has conocido a mi nueva perrita.

Gaia se paralizó al ver frente a ella a Freya con una sonrisa.


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