Aprendiendo a follar al marido de su prima

Me cuesta creer lo que me acabas de contar. No puedes seguir así. Tienes que decirle que no te corres. Que es un negado.

Sábado, 12 y unos minutos de la noche.

-¡¿Quién es el mejor amante del mundo, palomita?! -le preguntó Bruno a su esposa.

-Tú, cariño, tú -le respondió Felisa con una sonrisa forzada en los labios.

-¡Esa es mi chica!

Felisa era una mujer de un metro cincuenta y seis de estatura de 19 años, morena, de ojos azules, pelo corto con flequillo, labios carnosos, carita de adolescente, aparentaba 15 años, pero sus tetas grandes, con gordos pezones hablaban de que ya era una mujer. Estaba desnuda sobre la cama con más ganas que cuando había empezado a follar (no se corría con su marido), le respondió:

-Me voy a lavar mis partes, cielo, ahora vuelvo.

Al salir de cama, Bruno, le miro para su culo redondo y prieto.

-¡Qué no me entere yo que ese culito pasa hambre! -le dijo haciéndose el gracioso.

Bruno era un joven de 20 años, alto, pelirrojo, pecoso, de ojos marrones, delgado y del montón.

Felisa iba al aseo, para hacerse un dedo y aliviarse, ya que estaba cachonda perdida. Tenía que decirle a su marido que aquel cullito pasaba hambre pero no sabía cómo decírselo.

Domingo, 10 y algo de la mañana.

Felisa, vistiendo un vestido azul, estaba tomando café con su prima Berta, una joven de 19 años, morena cómo ella y muy bonita, que estaba en bata de casa color marrón.

-... ¿Qué fue lo qué más te gusto de Ámsterdam, Berta?

-La iglesia vieja.

-¿Qué tiene de especial esa iglesia?

-Lo que tiene de especial es en el sitio en el que está ubicada.

-Cómo no te expliques mejor...

-Está en el Barrio Rojo. Al lado de ella están chicas en ropa interior dentro de escaparate y rula la marihuana que da gusto verla, y esa iglesia católica, que es el edificio más antiguo de Ámsterdam, está con las puertas abiertas para que los pecadores vayan a rezar mientras las chicas se exhiben.

-Sí que es especial. ¿A que fuiste allí?

-A curiosear. Fui con un amigo. Una de las chicas me hizo señales con el dedo. Hablamos. Acabó abriendo la puerta... Y desaparecí dentro del escaparate dejando al chico plantado.

Felisa estaba boquiabierta.

-¡¿Te acostaste con una puta?!

-¡No sabes cómo estaba la chica! Era Angelina Jolie con dieciocho años. ¿Y a ti cómo te va de casada?

Felisa le contó lo frustrante que era follar con su marido.

-Me cuesta creer lo que me acabas de contar. No puedes seguir así. Tienes que decirle que no te corres. Que es cómo un negado.

-¿Qué pensará si se lo digo después de tres meses de casados? -le dijo Felisa antes de echar un sorbo de café.

-Lo entenderá. ¿Te sigues masturbando?

-¡Que pregunta más tonta! Claro que me masturbo, al no correrme con mi marido me lo pide el cuerpo -dijo Felisa poniendo cara de niña traviesa.

  • Yo cuando no tengo con quien jugar me hago un dedito, o dos, a veces hasta me corro tres veces. ¿Cuántas veces lo haces tú?

-A veces dos y tres veces al día -echó otro trago de café-. La semana pasada me hice cuatro.

-O sea, que estás casada y te matas a pajas.

Berta, se levantó, Felisa la vio venir hacia ella y comenzó a temblar. Berta se puso a la espalda de su prima.

-¿Quieres que te lleve al cielo, cariño? -le preguntó masajeando sus hombros.

-No, Berta, gracia pero no.

-¿Recuerdas la última vez que o hicimos?.

-Sí, pero ya no somos dos adolescentes, Berta.

Berta había estado con varias chicas los nueve meses que estuviera en Holanda con su beca Erasmus, pero ninguna temblara cómo estaba temblando su prima, Y eso la excitaba, ya que cuando ella temblaba al tocarlaun hommbre o una mujer era porque se moría de ganas. La besó en el cuello y metió sus manos dentro del escote de su vestido, dentro de su sujetador y acarició sus tetas apretando los pezones entre dos dedos de cada mano mientras las magreaba.

-Te vendrá bien correrte. Sabes que tengo una lengua deliciosa -se la metió en una oreja- ¿Te animas?

-Es tentador, pero me sentiría sucia.

Felisa, sentada en la silla, oliendo el perfume de Berta, notando sus tetas en la espalda y dejando que le magreara las suyas se excitó cómo cuando lo hacían de adolescentes. Su coño le picaba y se mojaba... Se sintió muy puta al desear que su cuñada la comiera viva. Tenía que disimular.

-Déjame, Berta, por favor -le dijo sin hacer nada para que dejase de meterle mano.

Berta se creció.

-Cierra los ojos y siente tu cuerpo reaccionar a mis caricias -le dijo besando su cuello.

-Estoy casada y...

La besó en la mejilla.

-Y necesitada. ¿Te mojas cómo me estoy mojando yo?

-Sí... No debíamos seguir con esto.

Berta quitó las manos de sus tetas, con un dedo le giró la cara y le dio un pico en los labios. Luego quitó el cinturón de la bata (no llevaba ropa interior), se puso enfrente de ella, le cogió una mano y se la llevó a su teta derecha en la que tenía tatuada la cabeza un tigre. Felisa vio que en la otra teta tenía tatuada otra cabeza de tigre, en el vientre un zorro y en las piernas dos cobras. Felisa estaba ensimismada mirando los tatuajes.

-Acariciala -le dijo Berta.

Felisa, al sentir la suavidad de la teta de Berta, se estremecía, pero no la apretaba. Berta puso su mano encima de la de su prima y se la aplastó contra ella.

-No me hagas esto, Berta, por favor -le suplicó Felisa.

Berta no iba a cejar en su empeño de follar a su prima.

-¿Te excita el contacto de tu mano con mi teta?

-Sí.

Berta le pasó la lengua por los labios. Felisa le magreó la teta, metió la lengua dentro de la boca de su prima y se la chupó. Se dieron un beso largo, muy largo. Al acabar de besarse, Berta, se volvió a poner detrás de su prima, le bajó la cremallera del vestido azul. Le quitó el sujetador, hizo que se levantase y besó y lamió y besó su espalda y su columna vertebral. Luego le quitó el vestido. Felisa se quedó con sus botas negras, botas de mosquetero de tacón de aguja que le daban por encima de las rodillas y con sus bragas azules. Le bajó las bragas y le besó y lamió las nalgas. Felisa gimió de placer cuando le pasó la lengua por el ojete.

-¿Te gusta, Felisa? -le preguntó.

-Mucho.

Le metió y sacó la lengua en el ojete más de una docena de veces.

-¿Te masturbaste alguna vez pensando en lo que hacíamos?

-Sí, muchas veces.

Le dio la vuelta, su lengua lamió el coño empapado otra media docena de veces. Se levantó y le mamó las tetas, unas tetas grandes, sedosas, esponjosas y con areolas de color marrón oscuro y pezones generosos. Luego de lamer, besar, mamar y magrear aquellas bellas tetas y aquellos deliciosos pezones, volvió a besar a su prima. Felisa ya estaba caliente cómo una perra. Le comió la boca a Berta, le quitó la bata y vio dos enredaderas con flores rojas tatuadas en sus brazos y en sus antebrazos. Le devoró sus tetas medianas con areolas rosadas y pequeños pezones, luego le dio la vuelta y vio el dragón que tenía tatuado en la espalda y las dos serpientes en los muslos y pantorrillas de sus piernas, le besó y lamió la espalda y luego, en cuclillas, le iba a comer el coño y el culo, culo donde tenía tatuados dos cabezas de leones, uno en cada nalga. Le comió culo y coño cómo su prima se lo había comido a ella. Al levantarse, Berta, la besó.

-¿Quieres que te lo haga sobre la mesa o en la cama? -le preguntó al tiempo que acariciaba su cabello.

-Házmelo donde quieras, pero házmelo.

-Siéntate en la mesa.

Felisa se sentó sobre la mesa, abrió las piernas y flexionó las rodillas, Berta, la besó en los labios, le chupó un par de veces las tetas, acarició su muslo izquierdo, besó su rodilla, y le pasó los dedos por el coño mojado. Masturbándola la volvió a besar, Felisa acariciaba con dulzura las mejillas de su prima. Se sentó sobre la mesa con las rodillas flexionadas y apoyada en los codos y los antebrazos, Berta, lamió y besó sus pezones lentamente y durante largo rato. Después le mamó las tetas. Le metió dos dedos dentro del coño y volvió a besarla en la boca. Felisa ya gemía, sus gemidos eran dulces, muy dulces. Minutos más tarde, Berta, sacó los dedos del coño y besó el interior de sus muslos. Con un dedo acarició el clítoris. Luego su lengua lamió los labios del coño. Metió la mitad del dedo medio dentro de su culo.

-¡¡Ay, Dios, qué gusto!! Me voy a correr, Berta -exclamo Felisa.

-Córrete, cariño, córrete.

Felisa se echó hacia atrás en la mesa, subió la pelvis y de su coño salió un chorro cómo de leche condensada, si leche, sus jugos eran blancos y aún más espesos que la leche. Berta, se excitó de tal manera que tragando aquella delicia gemía aún más que su prima. No pudo resistirse, metió dos dedos en el coño, y al acabar de correrse Felisa, comenzó a correrse ella. El placer que sintió fue tan grande que sus piernas le quedaron sin fuerzas. Acabó en posición fetal estremeciéndose y temblando sobre las baldosas del piso de la cocina.

Estuvieron un para de minutos tumbadas, en el piso una y sobre a mesa la otra. Estaban para entrar a saco y follarlas hasta que se volvieran a correr, Felisa con su coño echando un hilillo de leche, y Berta con los labios y la cara llena de ella.

-Me encantó lo que me hiciste -le dijo Felisa a Berta en el momento que se volvió a sentar en la mesa.

-Y a mí hacértelo. ¿Quieres que te arregle lo tuyo con tu marido? -le respondió Berta tumbada boca arriba sobre las baldosas de la cocina.

-¿Cómo lo harías?

Berta se levantó y fue a su lado.

-¿Te importaría que otra mujer follara con él? -le preguntó.

Felisa puso el grito en el cielo.

-¡Claro que me importaría!

-Vale, no te alborotes. ¿Tenéis alguna celebración pendiente?

-El domingo es el día de su cumpleaños.

-Busca un hotel. Yo podría hacer de fulana. Sin cobrar, se entiende. A los hombres les encanta los tríos con dos mujeres. Aprendería lo que tiene que aprender. ¿Te come el coño?

-No, creo que no sabe hacerlo. Además, no tengo dinero para pagar una habitación de hotel

-Pues lo traes aquí a que conozca a una prima tuya que acaba de llegar de Holanda. ¿Qué dices?

-No sé, me da miedo que no le guste el regalo, y si le gusta, me das miedo tú.

-Era una idea. Si prefieres seguir cómo estás, allá tú. ¿Quieres comérmela?

-Ya pensaba que no me lo ibas a pedir.

Domingo, 1O y algo de la noche.

Felisa llevó a su marido al piso de Berta. Llamó al timbre de la puerta y la abrió una rubia (Berta se había teñido el pelo) que llevaba en la cara un antifaz y que vestía una bata roja.

-Pasad -dijo, con una bella sonrisa en los labios.

Entraron en la habitación. Berta besó a Felisa.

-¡¿Qué esto?! -le preguntó Bruno a su esposa.

-Tu regalo de cumpleaños. Siéntate... ¿O no te gustaría ver a tu mujercita con otra chica?

Bruno tenía en su rostro una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Vaya sorpresa!

-Te dije que lo iba a ser.

En medio de la habitación y sonando música romántica en el hilo musical, Felisa, le quitó la bata a Berta... La joven quedó cubierta por una lencería fina de color rojo, lencería que hacia juego con sus zapatos de tacón de aguja. Berta, beso la oreja de su prima.

-Tu marido está muy bueno -le dijo Berta a su prima mirando para Bruno.

Felisa le mordió el lóbulo de una oreja.

-Pero no es solo mío, prima.

Berta le quitó la chaqueta a Felisa... Luego, mientras la besaba, le sacó la blusa después de haber desabotonado botón a botón.

Bruno vio champan a enfriar en la cubitera, se levantó se sirvió una copa y se volvió a sentar. Ya Felisa estaba solo cubierta por una lencería blanca que hacía juego con sus sandalias blancas de tacón de aguja. Estaban a lado de la cama comiéndose las bocas con pasión. Berta empujó a Felisa sobre la cama.

-Ven -le dijo a Bruno.

Bruno fue al lado de las dos mujeres.

-Quítale las bragas que te voy a enseñar como se hace para que una mujer se corra cómo es debido.

Bruno le quitó las bragas a su mujer y dejó su coño peludo a disposición de Berta.

-Siéntate en la cama y mira.

Berta besó a Felisa con lengua. Bruno veía la lengua de su esposa entrar y salir de la boca de Berta, cómo le chupaba la lengua... Luego vio cómo le quitó el sujetador cómo magreó sus tetas, cómo su lengua lamió los pezones y cómo hacía círculos en las areolas y cómo las chupaba.

-Te toca. Hazle lo mismo que le hice yo -le dijo apartándose de su prima.

Bruno, empalmado cómo un burro en celo, besó a su esposa, y luego le hizo lo mismo que le hiciera Berta, que miraba por si hacía algo mal. No lo hizo, era un buen alumno.

-Vamos a la segunda etapa -le dijo cuando sintió gemir a Felisa.

Berta, besado a su prima, le frotó el coño de abajo arriba con tres dedos un par de minutos, después le metió dos dedos dentro de la vagina y la masturbó.

-Me voy a correr -le dijo Felisa

-Te toca, Bruno -le dijo Berta sacando los dedos del coño de su prima.

Bruno besó a su esposa y comenzó a frotar el coño de abajo arriba y de arriba a abajo.

-Más rápido, cielo, más rápido -le dijo Felisa rodeando su cuello con los brazos.

Bruno, aceleró el movimiento de sus dedos, y Felisa hizo una curva con el cuerpo.

-¡¡¡Me corroooo!!! -exclamó Felisa.

Bruno vio por vez primera la cara de placer de su esposa al correrse y casi se corre él.

Ahora la que se echó una copa de champán fue Berta. Al volver junto a ellos vieron un tremendo lamparón de humedad en sus bragas rojas.

-Vamos con la tercera etapa -le dijo a Bruno.

Subió a la cama. Abrió la vagina de su prima con dos dedos y sacó el clítoris hacia fuera un poquitin. Hizo con la lengua movimientos circulares sobre él, lo chupó, le dio toquecitos con la punta de la lengua. Lamió desde el ano hasta el clítoris y desde clítoris hasta el ano multitud de veces. Después se puso boca arriba, se quitó las bragas y el sujetador para sentir todo el calor corporal de su prima.

-Pon tu coño en mi boca -le dijo.

Se lo puso. Haciendo un 69 le folló el coño con un dedo y le acarició el ojete y cómo le chupaba el clítoris. Bruno, vio cómo a Berta se le frunció el ceño, cómo cerró los ojos de golpe y cómo comenzó a gemir y a temblar debajo de su esposa. Felisa le comiera el coño y estaba tan cachonda que se había corrido.

-Desnúdate -le dijo a Bruno después de correrse.

Bruno se desnudó, Berta al ver su cipote mirando al techo se relamió. Ganas le dieron de hacerle una mamada y dejarlo seco, pero tocaba otra cosa.

-Ya sabes lo que tienes que hacer.

Felisa se puso boca arriba, Bruno le abrió el coño con dos dedos. No tuvo que retirar el capuchón. El clítoris asomaba erecto cómo un coloso. Hizo movimientos circulares con la lengua sobre él, lo chupó. Le dio toquecitos con la punta de la lengua, lamió desde ano hasta el clítoris y desde el clítoris al ano multitud de veces... Ya no le dio tiempo a hacer el 69. Felisa se corrió en la boca de su marido. El jugo blanco y calentito en su boca lo volvió loco. Echó mano a la polla y la sacudió con ganas. Berta, lo vio y se moría por mamársela, pero aquella rica leche que salió de su polla y cayó en la colcha no era para ella.

Después de correrse Bruno y Felisa, sentados sobre la cama, se tomaron los tres una copa de champán.

-¿Por que no te quitas el antifaz? -le preguntó Bruno a Berta.

Berta miró para su prima buscando su aprobación. Felisa asintió con la cabeza y Berta se quitó el antifaz.

-Eres muy hermosa le dijo Bruno al ver su cara al descubierto.

Felisa, amonestó a su marido:

-No te pases.

-¿Te molestaría que follara a mi regalo de cumpleaños?

-¡Mi prima no es tu regalo de cumpleaños, está aquí para hacernos un favor!

-Ya, pero cómo es mi cumpleaños, pensé...

-Pues pensaste mal. ¿Verdad, Berta?

-Verdad, estás aquí para que te enseñe a complacer a mi prima. Es una pena que estando tan bien dotado no sepas usar lo que Dios te ha dado.

A esas alturas del partido, Bruno, sabía que lo mejor que podía hacer era callar y esperar acontecimientos.

Berta, al acabar de tomar su copa y devolverla a su sitio, abrió un cajón, sacó un arnés polla, se lo colocó y volvió a la cama. Bruno devolvió su copa y la de su esposa a su sitio. Felisa se echó boca arriba en la cama. Berta subió encima de ella y le metió la polla entre las tetas. Felisa apretó las tetas con las manos y las magreó. Cuando dejaba de hacerlo le metía la polla en la boca y se la chupaba... Cuando tocaba follar tetas, gemía Felisa, y cuando le chupaba la cabeza de la polla de goma, excitadísima, gemía Berta. Bruno, tocándose, estaba otra vez con un empalme brutal. Ya le tardaba que Berta le mandase follar las tetas de su esposa.

-Te toca, Bruno.

Bruno subió encima de su mujer, metió su polla en medio de las tetas y comenzó a follárselas, luego se la dio a mamar. A Felisa le encantaba mamar la polla de su marido y sentirla mojada entre sus tetas. Se iba a correr así. Sentía que le iba a venir cada vez que magreaba las tetas con la polla en medio. Sus pezones estaban tan duros que al apretarlos le causaban un tremendo placer, y se corrió apretándolos cuando su marido derramó sobre sus tetas.

-¡Diooooooos, qué placer! -exclamó.

Berta, sonreía. Solo le faltaba enseñarle a Bruno cómo meter para que su prima se volviera a correr. ¡Lástima que no pudiera aprender follando con ella! Daría lo que fuera por sentir aquel tremendo cipote dentro de su estrecho coño, pero no podía ser, su prima no le dejaba.

-Última fase. El coito -le dijo Berta a Bruno.

Berta subió encima de Felisa, la besó. Bruno vio cómo Berta movía el culo alrededor. La polla entraba en el coño dando vueltas cómo si fuera un tornillo y salía de la misma manera. Cambiaba y le follaba el coño con fuertes embestidas... Volvía A la suavidad del tornillo... Felisa acababa de correrse y le llevó tiempo volverse a poner a tono, cuando lo hizo, Berta, dejo de follarla al estilo tornillo, apretó su pelvis contra la de su prima, con la polla de goma le folló el punto G, y cuando se dio de cuenta. Del coño de Felisa, por los dos lados de la polla, salieron chorros de jugo a presión. Estos no eran blancos, eran cómo agua, los blancos salieron tras ellos.

-¡Me voy a morir de gustooooo!

Bruno, viendo cómo se retorcía su esposa debajo de su prima y oyendo cómo jadeaba se puso toro, toro, toro. Su empalme era bestial.

Al acabar de correrse Felisa, besó a su prima, que estaba malita, malita, malita.

-Sí -le susurró al oído.

-¿Sí, que? -Preguntó Berta, y luego le devolvió el beso.

-Que te folles a mi marido.

Berta, quitó la polla de goma del coño de su prima. Se echó a su lado y se quitó el arnés polla.

-Enséñame lo que aprendiste- le dijo Berta a Bruno.

Bruno, con la mirada, buscó la aprobación de su esposa.

-Feliz cumpleaños, cariño -le dijo Berta a su marido.

Quique.