Aprendiendo a follar a su sobrina
El título ya lo dice todo.
Basilio, un hombre de 55 años, moreno, con canas, alto y bien parecido, se sentó a una mesa de una terraza con la idea de tomar una cerveza. A su lado, en otra mesa, hablaba su sobrina Marisa y su nueva pareja, un joven que no llegaba a los veinte años. Escuchó cómo le decía la muchacha a su acompañante:
-No puedo seguir así, Víctor. Me gustas mucho, pero una mujer necesita acabar y contigo no acabo.
-Me dejas de piedra, Marisa.
Basilio se metió en la conversación.
-De piedra no sé si te dejó, pero dejar te deja.
El joven miró para Basilio con cara de pocos amigos, y le dijo:
-¡A ti quién te dio vela en este entierro!
-Bien traído. Por no saber cómo echar un buen polvo estás en el entierro de vuestra relación.
El joven era moreno, alto y fuerte y llevaba puesta una camiseta de tiras apretada al cuerpo, un pantalón vaquero donde se marcaba un buen paquete y cazaba unas playeras. Se puso alto.
-¡O te callas o te quitó la cabeza de una hostia!
Marisa se giró y le dijo a Basilio:
-No te vi llegar, tío.
Víctor le dijo a su pareja:
-¡¿Es tu tío?!
-Es, y es el más cabrón de mis tíos. Seguro que si le pides que te enseñe a echar un buen polvo te enseña.
Víctor no sabía a qué atenerse.
-¿Os tenéis odio o mucha confianza?
Llegó el camarero e interrumpió la conversación.
-¿Lo de siempre, Basilio?
-Sí, una Estrella Galicia bien fría.
Al irse el camarero, le respondió Marisa:
-Ni una cosa ni la otra.
El joven le dijo a Basilio:
-Disculpa, me cogiste en un mal momento.
-No hay nada que disculpar, chaval, la culpa también fue mía. No debí meter las narices donde no me llamaban, pero cómo fui joven y sé que los jóvenes andan siempre con prisas al follar... Yo era uno de ellos. No miraba por el placer de la mujer de turno, hasta que me di de cuenta de que ese no era el camino para dejar huella en ella. Para que nunca te olvide hay que echarle un buen polvo.
Marisa le preguntó a su tío:
-¿A qué llamas tú un buen polvo?
Al novio no le sentó nada bien
-¡Marisa!
-¡¿Qué?! Tengo mis necesidades.
-¡Marisa!
-Me vas a acabar con el nombre. Que te lo explique. Te estoy dando la última oportunidad.
Basilio se ofreció para instruirlo.
-¿Quieres saber cómo se echa un buen polvo, chaval?
El joven se agarró a aquel clavo ardiendo.
-Desde luego que sí.
-Al comenzar debéis besaros unos cinco minutos de pie o en cama y si ponéis música de fondo, mejor. Después os desnudáis uno en frente del otro. Luego la echas en la cama y le comes las tetas entre diez y quince minutos mientras la masturbas suavemente. Antes de dejar de mamarle las tetas, que supongo que se las sabes mamar.
Víctor creía saber.
-Claro que sé.
Marisa no estaba de acuerdo.
-No, no sabes.
-A ver, no tiene mucha ciencia. Las coges con las dos manos por la parte de abajo, masajeas y aprietas sin fuerza lames los pezones, suave, apretando la lengua contra ellos... Lames las areolas, alrededor, alrededor, alrededor... Chupas las tetas, vuelves a las areolas, chupas, chupas y vuelves a chupar. A estas alturas ya tiene que estar muy perra. Haz que se corra con tus dedos, luego dale la vuelta y cómele el culo unos cinco minutos. ¿Sabes comer un culo?
Marisa respondió antes de que lo hiciera su novio.
-No, no sabe.
-Tampoco tiene mucha ciencia. Lames su periné, y haces círculos con la punta de tu lengua en su ojete antes de meterle y sacarle la lengua dentro, metes y sacas, metes y sacas, lames varias veces, vuelve a meter y a sacar, y si a ella le gusta le das unos cachetes en el culo mientras se lo trabajas.
-Me gusta, sin mucha fuerza, me gusta.
-Ya sabes que hacer, Hay mujeres que se corren así, pero lo más probable es que se ponga cachonda otra vez y no se corra. Al darle la vuelta y comerle el coño no tardará en correrse. Al acabar de correrse lame despacito. Cuando vuelva a gemir, sigue comiendo despacito, apurar se apura al final. Supongo que sabrás comer un coño.
-Saltó Marisa.
-No, no sabe comerlo.
Basilio siguió con la lección.
-Esto ya tiene más ciencia. Aún estando muy mojada no se debe atacar de cualquier manera. Ella para recibir tu lengua flexionará las rodillas y abrirá las piernas. Contempla esa maravilla que te está regalando. Lame y besa sus muslos, después abre su coño con dos dedos. Verás que está lleno de deliciosos jugos. Lámelos, saboréalas y trágalos, luego, suavemente, lame un labio, lame el otro, lame los dos y acto seguido entierra la lengua en el coño, sácala despacito y vuelve a atacar varias veces. Vuelve a los labios... A estas alturas sus gemidos serás escandalosamente sensuales y te entrarán unas ganas locas de follarla. ¡Ni se te ocurra! Con los dedos que le abriste el coño, desplaza el capuchón del clítoris hacia atrás. Verás el glande, erecto, latiendo, está esperando por tu lengua. No lo hagas esperar, lame de abajo a arriba. Probablemente se corra sin nada más, si no lo hace, posa tu lengua sobre él y apretando hazle un remolino encima. Se correrá cómo una loba. Solo una cosa más, en ningún momento apartes la lengua de su clítoris mientras se corra.
Marisa le dijo a su novio:
-¿Tomaste nota? Así se hacen las cosas.
-Yo hacía lo que podía.
-O sea, nada.
Basilio se metió en medio.
-La culpa no es toda suya, Marisa, también es tuya, si le hubieras dicho donde, cómo, cuando y de que manera querías que te lamiera y chupara las tetas y te comiera el coño te hubieras corrido tantas veces que lo mandarías parar para descansar. Necesitas aprender a follar.
Marisa no era de la opinión de su tío.
-Yo no nunca me cansaría de correrme y ya sé follar.
-No, no sabes, si supieras te correrías.
-No me hagas reír.
-No trato de ser gracioso.
Marisa tiró de su tío.
-Ya que tanto sabes, ilumíname.
-Cuando subas encima de él y tengas la polla dentro cierra las piernas y fóllalo haciendo palanca con tu culo, así tu clítoris se frotará constantemente contra su pelvis y la cabeza de la polla contra tu punto G. Te correrás las veces que quieras. Hay muchas más maneras, pero primero prueba con esa. Los besos y las caricias ya irán surgiendo. Luego está el sexo anal, es un buen broche para terminar, pero no a todas las mujeres les gusta.
Marisa no se escondió.
-Sería cuestión de probar.
Víctor se sorprendió.
-¡No jodas, Marisa!
-Jodo, bien o mal, pero yo jodo. A ver, tío, suena todo muy bien, pero, ¿y si se corre y se le baja?
-Aunque se corra dentro y se le ponga blanda tú la seguirá sintiendo y en nada se le pondrá dura de nuevo. Luego, si le da la polla, follar a cuatro, de lado... Eso ya es cómo os guste, pero hablarlo, coño, decir lo que os apetece en cada momento.
-Lo haremos.
Víctor le dijo:
-Hay algo que no me acaba de cuadrar.
-¿Qué es?
-Lo que no me acaba de cuadrar es que incites a tu sobrina a follar, no es normal.
Le respondió Marisa.
-Eso es porque se lleva a matar con mi padre, y todo lo que sea hacerle daño le pone. Es la oveja negra de la familia.
Basilio también tenía algo que decir al respecto.
-Tu padre ese el cabrón. Tu madre era mi novia, me la quitó y después puso el grito en el cielo cuando la follé al estar casada.
-Por eso no fuiste a la cárcel.
Víctor le preguntó:
-¿Fue un delincuente?
-Eso dijo el alcalde cuando me pillo en su cama con su mujer.
Marisa estaba descubriendo un nuevo tío, un tío putero, pero no tan mala persona cómo le había dicho su padre.
-¡¿No robaste en su casa?!
Ahora fue Víctor el que le respondió a Marisa.
-Bueno, robar, robar, le robó la mujer
-De eso nada, chaval, se la cogí prestada. Bueno, parejita, en vuestras manos está el ser o no ser. Yo me voy a dar un paseo.
Basilio dejó sobre la mesa el importe de la cerveza con propina incluida y se fue.
Tres días después, en sábado, estaba Basilio haciendo churrasco en una parrilla en el jardín trasero de su casa cuando sonó el timbre de la puerta. A pecho peludo al descubierto fue a abrir y se encontró con su sobrina, que le preguntó:.
-¿Puedo pasar?
Marisa traía puesta una camiseta blanca en la que se marcaban sus gordos pezones, lo que le dijo que no llevaba sujetador, y un short que dejaba ver sus largas y morenas piernas y calzaba sandalias. Se apartó de la puerta y le hizo hueco para que pasara.
-Pasa.
-Huele bien.
-Estoy haciendo churrasco.
-¿Invitas?
-Invitada estás.
Marisa echó a andar por el pasillo. Basilio miraba cómo sus pequeñas nalgas iban de un lado al otro. Llegaron a la parte trasera, que estaba amurallada y no se podía ver nada desde fuera. Marisa fue a la parrilla, comenzó a darle la vuelta a churrasco, y le dijo:
-¿No me preguntaste a qué venía, tío?
Basilio la besó en el cuello y le metió una mano derecha dentro del short. No llevaba bragas. La mano pasó entre sus nalgas y le tocó el coño, y le dijo:
-A que te aprenda a follar.
-Y a que me folles bien follada.
Un dedo se metió dentro de su coño al tiempo que le decía:
-¿Quieres correrte aquí y ahora?
-Quiero.
Le bajó el short, le abrió las pequeñas, duras y redondas nalgas y se le lamió y le folló el culo a conciencia. Tan bien le trabajó el ojete y las nalgas que le llegaban a los tobillos los jugos que salían de su coño. Marisa había perdido la cuenta de las veces que le diera la vuelta a las costillas de vaca cuando su tío le dio la vuelta y fue a por su coño, coño que al estar rasurado desapareció totalmente dentro de su boca. Basilio metió su lengua dentro de la vagina, le metió el dedo medio de la mano derecha dentro del culo, después lamió su clítoris... Y follando su culo y haciendo círculos con la lengua sobre su clítoris, sintió como le decía:
-¡Tú sí que sabes, tío, tú sí que sabes. ¡¡Me corro!!
Se corrió copiosamente en la boca de su tío, Nunca había tomado Basilio un vermú tan rico antes de comer.
Al acabar de correrse le subió el short, y le dijo:
-Voy a lavar las manos y a coger dos platos y el vino. Vete sacando el churrasco para la fuente.
Marisa le miró para la entrepierna y vio un tremendo bulto, y le dijo:
-¿Con ese empalme que llevas eres capaz de esperar?
-Las cosas ricas, cuanto más tarde se tengan, mejor saben.
En el jardín trasero había una mesa con cuatro sillas y allí iban a comer. Poco después comiendo el churrasco con las manos, le preguntó Marisa:
-¿Esperabas que viniera?
-Sí, lo que no sabía era cuando.
-Conoces bien a las mujeres.
-Nunca se conocen del todo.
-¿Me vas a dar más sexo oral?
-Todo el que quieras.
-Mucho, quiero mucho, quiero correrme hasta que no puedas más.
Las tetas de Marisa tenían los pezones gordos y pequeñas las areolas rosadas. Basilio, en su cama, lamía los pezones y la besaba, chupaba las tetas y la besaba, lamía las areolas y la besaba, chupaba las tetas y la besaba... Hacía esto mientras dos de sus dedos acariciaba suavemente su clítoris, se mojaban en sus jugos y lo volvían a acariciar.... Marisa gemía sin parar, se retorcía, levantaba la pelvis. Después de más de quince minutos de juegos, Basilio le preguntó:
-¿Quieres correrte?
-Aún no, sigue.
Siguió un rato... Cuando ya los gemidos de Marisa eran escandalosos, dejó de acariciarle el clítoris y le puso dos dedos en la entrada de la vagina. Marisa le cogió la mano y le metió los dos dedos dentro. Movió la pelvis alrededor y retorciéndose, se corrió copiosamente de nuevo.
Al acabar, le dijo:
-¡Dios mío, que gusto sentí! ¿Y tú? Veo que sigues empalmado.
-¿Tomas precauciones?
-Sí, puedes correrte dentro.
-Entonces acabaré llenándote el coño de leche, no te preocupes por mí.
-¿Y si me lo llenas ahora?
-Cada cosa tiene su momento.
Basilio acarició, besó y lamió el interior de sus muslos. Lamió los pliegues donde sus piernas se unían a su coño. Metió la lengua entre sus labios para abrir el coño y la movió hacia arriba y hacia abajo muy lentamente. Tiempo después echó hacia atrás el capuchón del clítoris. Un glande del tamaño de un guisante quedó al descubierto. Rozó la punta de la lengua contra él varias veces antes de presionar un poco con la lengua plana y hacer lentos movimientos circulares sobre él. Marisa abrió más las piernas, piernas que ya tenían las rodillas flexionadas, echó la cabeza hacia el lado izquierdo y metió en la boca el dedo medio de su mano derecha. La lengua dejó de hacer movimientos circulares sobre el clítoris y lo enterró en su coño, luego salió lentamente hasta cubrir de nuevo el clítoris erecto, lo lamió y volvió a bajar para volver a enterrarse en aquella cuevita llena de jugos, después le levantó el culo con las dos manos y le lamió el ojete. Subió apretando su lengua contra el coño empapado, y se lo lamió de bajo a arriba... Lamió cada vez más aprisa hasta que Marisa retorciéndose, dijo:
-¡Qué barbaridad de corrida!
Lo fue, descargó copiosamente en la boca de su tío mientras se convulsionaba, gemía y temblaba. Basilio no quitó en ningún momento la lengua de su clítoris. Al bajarle el placer puso su lengua en la parte inferior del clítoris cubriendo con sus labios la parte superior. Movió la lengua dentro y fuera de la vagina. Marisa movió su pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo y al ratito se volvió a correr.
-¡Estoy en la gloria! ¡¡Me corro, tío, me corro!!
Al acabar le dio la vuelta, la cogió por la cintura, Marisa levantó el culo y la lengua de Basilio se dio un festín con su culo. Ella de cuando en vez buscaba con su coño la lengua, Basilio se lo lamía y después volvió a trabajarle el culo, lamiendo su periné, su ojete y metiendo y sacando su lengua de él. Cuando la tuvo a punto de correrse le volvió a dar la vuelta. Puso sus piernas sobre sus hombros y lamió coño y clítoris de abajo arriba hasta que Marisa, se corrió como una loba.
-¡Qué buenoooo!
Cuando dejó de convulsionarse, de gemir y de temblar, Basilio, que nuca había tragado tantos jugos en su vida, la dejó boca arriba sobre la cama y Marisa le dijo:
-Eres increíble. No sé como puedes seguir aguantando sin meter. Otro ya me habría clavado.
-Yo no soy otro.
-Eso es obvio.
Cómo su respiración aún no volviera a la normalidad, le preguntó:
¿Quieres que te traiga algo para reponerte? Pareces agotada.
-¿Cómo qué?
-No sé, un vaso de leche...
-Que sea de vino.
Basilio volvió con un queso de tetilla, pan, dos vasos, una jarra de vino, un cuchillo y un paño.
-¡¿Qué traes ahí? Si hace nada que comimos.
-Tienes que comer más que estás muy flaca.
Marisa, sentándose en el borde de la cama, le dijo:
-Habrá que comer. ¿Quieres saber algo increíble?
-Quiero.
-Hacía más de cinco años que no comía carne. Me había hecho vegetariana.
-Me alegro de que dejaras esa tontería
-Por un día tío, por un día.
-Eso de ser vegetariana no lo entiendo. ¿No comes una buena polla si estás cachonda?
-Claro que sí.
-¿Y la polla no es carne?
-Sí, pero se come de aquella manera
-¿Comiste algún coño?
-Aún no, pero no lo descarto si se me presenta la ocasión, y no, no sería comer carne.
-¿Y huevos, nunca comiste unos huevos?
A Marisa le entro la risa.
-Déjalo ya. Cambiemos de tema.
-Vale.
-Dime, tío. ¿Estás conmigo por vengarte de mi padre?
-Estoy contigo porque estás muy rica. ¿Sigues con Víctor?
-No, no da la talla.
-La gente engaña mucho, a primera vista parece un semental.
-Parece, pero le falta un hervor.
-Y a ti. Tienes mucho que aprender.
A Basilio se le había bajado la polla. Marisa le dijo:
-¿Quieres saber lo que ya sé hacer?
-Quiero.
-Échate boca arriba.
Basilio se echó boca arriba. Marisa se metió entre sus piernas, cogió la flácida polla con la mano derecha, la levantó, le lamió los huevos y después metió la polla en la boca la apretó y comenzó a menearla con su suave mano mientras volvía a lamer sus huevos. Basilio le preguntó:
-¿Eso es todo lo qué sabes hacer?
-¿Te parece poco?
-Para hacer una buena mamada de huevos tienes que lamer, chupar un huevo y después el otro.
Marisa lamió los huevos, chupó uno, lamió, chupó el otro, lamió... Y vio que la polla se le empezaba a poner dura.
-Lame, uno, chupa, lame el otro, chupa, lame y después chupa los dos juntos.
Marisa era una buena alumna... Con los dos huevos dentro de la boca, le dijo su tío:
-Con la yema del dedo pulgar acaricia mi ojete haciendo círculos sobre él, pero no me lo metas dentro.
-¿No te gusta?
-Sin comentarios.
Marisa sentía la polla dura en su mano mientras hacía todo lo que le dijo. No le metió el dedo dentro del culo, pero era cuestión de tiempo. Acabaría follándole el culo con él para saciar su curiosidad.
Basilio siguió con su clase.
-Ahora con la yema del dedo pulgar de la otra mano acaricia mi frenillo.
Marisa acariciando su frenillo con la yema de su dedo lamió sus huevos, chupo, uno, chupó el otro, lamió, chupó los dos. Se hartó de comer huevos... Luego lo miró y le preguntó:
-¿Lo estoy haciendo bien?
-Lo estás haciendo genial. Deja los huevos y lame y chupa el glande de mi polla mientras la meneas.
Le lamió y mamó la cabeza mientras jugaba con el dedo en el ojete.
-Ahora mete toda en la boca y después comienza desde un principio, o haz cómo veas.
Marisa le mamó la polla entera, la cabeza, le lamió el frenillo, le chupó los huevos, y después, meneándosela sin prisa, pero sin pausa, le dijo:
-Quiero que me des tu leche.
-¿La vas a tragar?
-Sí.
Marisa metió el dedo gordo en la boca, lo chupó, Lo miró a los ojos. Meneó a toda pastilla, metió el glande en la boca y mamó al tiempo que le metía el dedo en el culo y Basilio exclamó:.
-¡Puta!
Se corrió cómo un cerdo y Marisa se tragó la corrida.
Marisa estaba muy, pero que muy cachonda, quería aquella polla dentro de su coño, y la iba a tener, ya que Basilio al ir a buscar el queso y el vino se había mandado una levitra y la polla no se le iba a bajar.
-¿Subes, Marisa?
Sorprendida, le preguntó:
-¡¿Vas a poder?!
-¿Podrás tú?
-¿Qué si podré? ¡Te voy a matar a polvos!
Marisa subió encima de su tío, acercó la polla erecta la entrada de su coño y apretadita la metió hasta el fondo.
-¡Oooooh! -suspiró- La necesitaba -le acercó una teta a la boca con la polla enterrada hasta el fondo-. Mama, tío, mama cómo tú sabes.
Le mamó una teta, le mamó la otra. Marisa seguía sin moverse. Basilio le dijo:
-Cierra las piernas y fóllame frotando tu clítoris contra mi cuerpo y haciendo palanca con tu culo para frotar mi glande contra tu punto G
Marisa, besando a su tío, hizo lo que le dijo. Su culo al hacer palanca juntaba las nalgas que se le ponían duras. Basilio cuando las volví a abrir le acariciaba el ojete y esto arrancaba gemidos de su sobrina. Al rato le decía:
-Me voy a correr, tío.
Basilio le dio la vuelta y la folló haciendo palanca con su culo y rápido cómo un conejo. Marisa dijo:
-¡Me corro!
Marisa casi se muere de gusto, ya que cada vez que acababa de correrse le volvía a machacar el punto G, Después de correrse tres veces en menos de un minuto. Basilio la besó largamente y le preguntó:
-¿Sigo?
-Necesito hacer pipí.
-¿Has dado alguna lluvia dorada?
-No me tientes, no me tientes.
La tentó y cómo lo dejó, sí, así cómo estás pensando, y para no aburrir ya voy acabando.
Quique.