Aprendiendo a amar al mundo

Nicole quiero que su amiga pase una buena noche, incluso si eso significa que tenga que acostarse con el amigo de su chico

Ésta es una historia que me contó una mujer que conocí una vez. Nunca supe si era cierta o no, pero me pareció entretenida. De eso ya hace tiempo y ciertamente la imaginación distorsionó un poco la historia real. Además para llenar algunos baches y cosas así me tomé la libertad de escribirla a mi manera… y en primera persona, porque me queda más cómodo.

Estaba caminando por los pasillos de la escuela, llegando en la mañana. Estaba medio dormida aún. Las cosas que sufre una por ir al turno de la mañana.

En eso llega mi amiga, Brenda, algo excitada. No entendía por qué.

-Hola Nicole, ¿ya te enteraste?

-Buenos días. ¿De qué me tengo que enterar?

-Mañana es el cumpleaños de Alan.

-Sí, ya sé, me lo venís repitiendo hace como una semana.

-El sábado va a hacer una fiesta en su casa. Tenemos que ir.

  • ¿Y finalmente vas a confesarte ahí?

-Ni loca, va a haber mucha gente, además no es el momento -tenía razón en lo primero, pero en lo segundo…

-Para vos nunca es momento. Ya, amiga, algún día vas a tener que decírselo, hace más de un año que lo postergas.

Entramos a la clase. Faltaban dos días para que sea sábado, así que tenía tiempo para convencerla de que al menos haga algo por Alan.

En mi mente fui ideando planes para que ella se anime, pero no se me ocurría nada, o peor, se me ocurrían mil cosas y ninguna realista.

Los días pasaron muy rápido y ya era sábado. Fui a casa de Brenda ese día, para poder arreglarnos juntas y de ahí salir directo a la fiesta.

Decidimos ponernos lindas, yo llevaba un vestido nuevo que quería estrenar, no era ni tan atrevido ni tan discreto, creo que revelaba lo justo, lo que se revela en una fiesta. En cambio Brenda estaba muy diferente a mí. Tenía una pollera que le llegaba a medio muslo, y un escote que apenas dejaba lugar a la imaginación. Tengo que admitir que hasta yo misma me quedé viéndola, y que todos los hombres y algunas mujeres esa noche no le despegarían el ojo.

  • Sí que tenés ganas de llamar la atención eh?

  • ¿Se me nota mucho? Es que quiero que Alan se fije un poco en mí.

  • Seguro que lo va a hacer -dije mirándole el pecho sin disimulo. Parecía un puberto que ve a una mujer por primera vez.

  • ¿Crees que es mucho? Quiero que me vea linda.

Nos peinamos mutuamente. Lo hacemos siempre que vamos a salir juntas. Yo tengo un pelo rubio que queda perfecto con mi estilo, y ella planchó el suyo, el cual parecía muy suave. Terminadas de prepararnos, nos fuimos directo a casa de Alan, ¡y qué casa! Era realmente grande, la entrada era un patio que daba vueltas el edificio de tres o cuatro pisos que había en medio. El terreno parecía una manzana entera. En la parte trasera tenía una pileta y un quincho enorme donde estaba ubicada una barra de tragos.

La verdad, la pasamos bien. Les juro, no tomamos tanto, aunque nuestra actitud lo parezca. Nos divertimos mucho, bailamos todas las canciones con pasión. Brenda buscaba bailar con Alan, pero él estaba con un amigo. ¿Quién será él? Nunca lo había visto. Por lo que nos enteramos por ahí, se llamaba Tiago. El chico no estaba tan mal, tenía el pelo casi rubio y medio enrulado, unos ojos bonitos y era todo un caballero.

Brenda se avergonzaba cada vez que quería acercarse a Alan, él parecía estar más pegado a su amigo. Así que tuve la gran idea (que por cierto no fue solo para ayudar a mi amiga)

  • Brenda, vos acercate a tu chico, yo voy con Tiago.

  • ¿De verdad?

No podía decirle que Tiago me parecía lindo y que lo hacía más por mí que por ella. Así que (y sí, sé que van a pensar que es feo, pero es la realidad) le mentí un poquitito a mi amiga:

  • Claro, Bren, lo hago para que puedas estar con Alan un rato.

  • Gracias.

En la siguiente canción, salimos directo a ellos como un misil dirigido. Nos pusimos a bailar los cuatro. Yo estaba pegada a Tiago. Era todo un bombón. Dulce, educado, lindo. Brenda no se despegó de Alan. Ambas empezamos a subir un poco más el nivel, y conforme pasaban los temas, el perreo y los arrimones empezaron a ser cada vez más calientes. Sentía como Tiago estaba apoyándome desde atrás, y eso me encendió. Brenda movía sus caderas de un lado al otro de forma sensual.

En un momento voltee a verla, y estaba besando a Alan. Sonreí con orgullo y me voltee para seguir su ejemplo. Ambas besamos por un rato a nuestros chicos. Hasta que ella me llamó y me dijo:

-  Vamos por algo para beber.

  • Quiero bailar un poco más.

  • Mejor vamos juntas -me dijo haciendo cara de que no era un trago lo que quería.

Accedí y la seguí. Estaba nerviosa.

  • ¿Pasó algo que deba saber?

  • Alan me propuso ir arriba, a su pieza.

  • Qué bueno, ¿qué hacés acá entonces?

  • Es que…

Empezó a decir una lista de excusas y repetirlas por sus nervios. Yo sabía que lo único que necesitaba era que la tranquilicen un poco. Miré de lejos a Tiago y él me guiñó el ojo. Eso me subió la temperatura de golpe.

  • No te pongas nerviosa, amiga, voy a ayudarte un poco, solo seguime la corriente.

La agarré de la mano y la llevé hasta donde estaban los dos. Bailamos otro rato. Ahora sí, con claras intenciones de calentarlos. Los cuatro estábamos a mil. Mientras disimuladamente los fui llevando hasta la escalera.

En un momento le di la espalda a mi chico y quedé mirando a Alan, le guiñé el ojo con picardía y apunté con la vista al segundo piso. Él entendió la indirecta muy bien. Tomó a Brenda por la cintura y la guió hacia arriba. Estaba hecho, ellos iban a subir. Pero había algo que no había notado. Tiago y yo estábamos en medio. Pensé en correrme y dejarles espacio, pero para mi sorpresa, mi pareja me tomó de la cintura de la misma forma que a mi amiga, y sin mediar palabra los cuatro subimos hasta la pieza de Alan.

Empecé a ponerme igual de nerviosa que Brenda, pero mi calentura pudo más. Mucho más. Apenas entramos cerraron la puerta y nos besaron. Con deseo. Alan tenía a mi amiga comiéndole la boca como si se le fuera la vida en ello, y por mi parte, Tiago daba unos besos fenomenales. Sus manos recorrían mi cuerpo, desde la cintura al culo. Las metió bajo mi vestido y me alzó en el aire. Me prendí con mis piernas a su cuerpo. Lo deseaba.

Me acostó en la cama mientras se sacaba su camisa. Dios, eso me gustaba tanto. Miré a un costado y vi a Brenda ya acostada también, con sus tetas fuera. Me sorprendí, si bien había visto sobre su ropa varias veces a mi amiga, no esperaba que tenga tanto pecho. No soy plana, me gustan mis tetas, pero al lado de ella parecía una tabla de planchar.

Tiago metió su mano bajo mi vestido y empezó a frotarme. Gemía como si fuera una actriz porno. Que bien sabía manejar los dedos ese chico.

En menos de lo que imaginé, ambos hombres estaban desnudos completamente. Pude ver la erección de ambos, eran hermosas, brillantes, duras, descubiertas, y sin un pelo. Sin duda habíamos ganado la lotería.

Empezaron a desnudarnos a ambas. Tiago empezó a comerme los pezones. Lo tenía justo entre mis tetas, eso me hizo reafirmar mi feminidad. Me sentí orgullosa de lo que tenía, pero voltee. Sí, eso mismo. Giré la cabeza hacia Brenda.

Dios mío. No puedo explicarles lo que vi. Creanme cuando les digo que si Afrodita baja a la Tierra sentiría envidia de Brenda. Era hermosa. Realmente hermosa. Tenía la piel blanca sensual, erótica. Una piernas firmes y formadas, el pelo negro desparramado por la cama, su boca abierta emitiendo jadeos de una forma sumamente excitante. Me quedé mirándola, casi babeando. Dios, era una belleza, no podía ni hablar.

Sin que nos diéramos cuenta,a  ambas empezaron a puntearnos. Sentí la caliente cabeza de Tiago entre mis labios. Que rico lo frotaba, incluso antes de penetrar, ese chico sabía cómo usar su pija para masajear la entrada. Justo en el clítoris. Era un rey. Y así a las dos empezaron a penetrarnos.

Sentirlo dentro, lo necesitaba. Ver como Tiago movía sus caderas, como me agarraba de la cintura con sus fuertes brazos,  ese rico vaivén, ver ese abdomen plano para mí solita. Que rico la estaba pasando.

Cerré los ojos, me gustaba escuchar el sonido de los cuatro gimiendo. El olor a sexo. Estaba en las nubes. Pero Brenda… tenía que verla, quería verla un poco más.

Uufff. Sus tetas rebotaban a cada embestida. Era tan caliente ver eso. Ella tenía sus ojos entre cerrados, y su boca tan linda gimiendo como si el mundo se fuera a acabar. Bajé la vista y vi su pubis completamente depilado, como si nunca hubiera tenido nada, con el pene de Alan entrando y saliendo. Era el espectáculo más erótico que se haya visto nunca. ¡Como me mojaba esta chica! Sí, justamente eso. Brenda me mojaba toda la concha. Ella era lo que más me calentaba esa noche.

¿Será que me estaba volviendo lesbiana en medio de una penetración? Sentí a Tiago. Mejor dicho, sentí su dura herramienta dentro de mí. Caliente. Rígida. Cerré los ojos y sentí como su cuerito cubría y descubría la cabeza de su pija dentro mío. Apreté las paredes de mi concha para sentirlo mejor. Como me amoldaba el interior a estocadas. Me gustaba mucho eso.

No. Definitivamente no era lesbiana.

En ese momento los dos empezaron a darnos más duro. Busqué con mi mano y agarré la de mi amiga. Ella la apretó con fuerza. Entrelazamos nuestros dedos. Pude sentir como la pija de Tiago hinchada dentro de mí, para luego llenarme con su semen. Cada chorro salió con mucha presión, golpeando en el fondo de mi útero, como queriendo atravesarlo. Estaba muy caliente, me quemaba por dentro, me derretía la concha.

Alan también llenó a mi amiga. Brenda gritaba como poseída. Estaba teniendo un orgasmo. Dos. Tres. Quién sabe cuántos tuvo esa noche. Se volteó a verme a los ojos. Esos ojos llenos de placer, lujuria, deseo. No pude más. Creo que tuve más orgasmos que ella.

Tenía a Tiago (que por cierto aún no terminaba de eyacularme toda), tenía a mi amiga en las mismas condiciones, en la misma cama, tenía sus gemidos, sus calientes gemidos. Pero lo mejor de todo fue tenerla de la mano mientras ambas teníamos nuestros respectivos orgasmos, llenas completamente hasta el fondo. Nos retorcimos de placer con cada espasmo.

¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué no podía dejar de ver el cuerpo de Brenda? Sus tetas, su boca, su piel, su cintura. Ella me miró a los ojos y me dio otro espasmo más, que me hizo vibrar el cuerpo entero. Alan bajó hasta su cara y la besó. Tiago buscó mis labios. Sí, será mejor que bese a mi hombre también.