Aprender a Obedecer (1)

Natalia, como otras jóvenes de su edad, era un poco díscola. Era necesario educarla

APRENDER A OBEDECER

Introducción.

Don José Belzunce se apersonó en la casa de Gonzalo Picadillo, preguntando si era él quién educaba a jovencitas rebeldes.

-Sí, soy yo. Tengo cuatro habitaciones para alojar simultáneamente otras tantas rebeldes a las cuales les enseño a obedecer a sus familiares.¿Cuál es su problema?-

-Mi hija Natalia no quiere trabajar, no quiere estudiar, no ayuda en la casa. Es decir no quiere hacer nada y ya estamos cansados de esa situación.-

-He tenido varias jovencitas así. Le puedo asegurar que cuando termine el tratamiento, hará lo que le mande.-

-Pero ¿cómo la traigo?. Por supuesto ella no querrá venir.-

-No hace falta que venga. Yo la voy a buscar a su casa. Mañana al mediodía, con el almuerzo le mezcla este polvito en la comida. Una vez dormida me llama y la voy a buscar. Es así de sencillo.-

Don José se retiró aliviado. Había encontrado la solución para Natalia.

Capítulo I

Al día siguiente, alrededor de las 13:30 Don José llamó a Gonzalo.

-Mire, está dormida. ¿Puede venir a buscarla?-

-Voy para allí.-

Unos minutos después Gonzalo estaba en la casa de Don José. Natalia estaba sobre un sillón completamente dormida.

Lo primero que hizo fue ponerle una cinta de embalar sobre la boca, sellándola completamente. Luego le ató los tobillos con una cuerda, otro trozo rodeó sus piernas arriba de las rodillas y finalmente ató firmemente sus brazos en la espalda. Mientras tanto Natalia continuaba dormida.

-Si me ayuda, la ponemos en la cajuela del auto y me la llevo. ¿Quiere que le envíe fotos o videos de los momentos en que es castigada?-

-No es necesario. Sé que hará lo que más convenga para Natalia. Avíseme cuando se ha convertido en una chica obediente.-

Gonzalo se dirigió a su casa. Cargó a Natalia en los hombros y la depositó en una de las cuatro celdas que tenía destinadas a las jovencitas rebeldes. Para asegurarse que no pudiera hacer ningún jaleo, le colocó un collar de cuero con una cadena atada a la misma cama. La observó detenidamente. Tenía unas buenas tetas. Ya disfrutaba por anticipado imaginando azotándolas con una vara.

Cuando Natalia despertó, quiso sacarse la cinta que sellaba su boca y notó que tenía los brazos atados. Se quiso incorporar y el collar encadenado la trajo a la realidad. Quiso mover sus piernas y no pudo. Poco después entraba en la sala Gonzalo acompañado de otro hombre.

-Mi querida Natalia. Te preguntarás qué haces aquí. Yo te voy a responder. Pasarás una temporada conmigo para que aprendas buenos modales. Para que no haya problemas firmarás el documento que el escribano te leerá a continuación:

"Yo, Natalia Belzunce, documento de identidad EJH 23.867.099, de 22 años y en pleno uso de mis derechos y entendimiento y por voluntad propia declaro que:

A partir de este momento pierdo mi nombre de Natalia para pasar a ser Gata y así seré llamada de ahora en adelante

Gonzalo Picadillo (en adelante GP) fijará domicilio donde deba permanecer y qué partes de la casa deba ocupar.

Pongo a disposición de GP mi cuerpo para ser entrenado a obedecer todas las órdenes que se me impartan.

Si bien al momento de la firma del presente documento, soy virgen y mi himen se encuentra intacto, GP podrá por sí o por terceros desvirgarme en el momento que lo considere conveniente ya sea de manera natural o con el instrumento que GP considere apropiado.

Todas las órdenes recibidas, de cualquier tipo, las deberé cumplir con diligencia a satisfacción de GP. Si así no lo hiciera GP podrá aplicar el castigo que considere conveniente.

Los castigos que me imponga GP no tendrán limitación alguna en cantidad, intensidad o el tipo de instrumento usado, quedando a su sólo criterio cuándo lo da por finalizado.

Los castigos que deba recibir podrán ser aplicados por GP o cualquier otra persona que él designe, sin limitación alguna.

También GP podrá aplicarme los castigos que considere conveniente, sin limitación alguna en cantidad, calidad o instrumentos usados, por satisfacción personal, pudiendo, si así lo desea, que dichos castigos sean aplicados por él designe.

Todos los castigos pueden llegar a ser verdaderas torturas sobre mi cuerpo, tratamiento que ya acepto, por terribles, degradantes, humillantes y/o dolorosos que sean.

Vestiré las ropas o permaneceré desnuda, de acuerdo a las indicaciones que recibida. También podré permanecer atada, encadenada, amordazada, suspendida de las muñecas, tobillos u otras partes de mi cuerpo o con la restricción de cualquier tipo que GP decida y por el tiempo que considere necesario.

El tiempo que permaneceré a sus órdenes lo podrá decidir GP a su entero arbitrio, no pudiendo yo ejercer reclamo alguno, siendo este documento suficiente acuerdo.

GP podrá ordenarme trabajar, sin condicionamiento alguno, en la casa o en cualquier otro lado, en las condiciones que considere conveniente, ya sea en el largo de la jornada laboral, los días de trabajo o el tipo de tarea a realizar. Para cualquier tarea que se me asigne, los salarios que pudieran corresponder serán cedido íntegramente al señor GP y si en la tarea que debo realizar recibo propinas o dádivas, le serán entregadas en su totalidad al señor GP.

Si la tarea a realizar es de prostituta, GP podrá decidir si debo realizarla en algún establecimiento dedicado a esa tarea o debo ejercer en la calle.

De conformidad con todo lo expuesto, firmo este ejemplar de puño y letra, estampo las presiones digitales de ambos pulgares, estando presente un escribano que da fe de todo lo expuesto.

Gata Jorge Gararrada

Penitente Escribano

-Te desataré para que firmes.-

Gata negó con la cabeza.

-¿Es que no quieres firmar?-

Volvió a negar con la cabeza. Entonces Gonzalo se acercó a la joven y tomando su nariz con los dedos pulgar e índice, los apretó cerrando el paso del aire. Gata intentó zaparse, pero los dedos continuaban firmes y no la dejaban respirar. Luego de un momento Gonzalo volvió a preguntarle.

-¿Quieres firmar el documento? No estaremos aquí toda la tarde para convencerte.-

Gata volvió a negar con la cabeza. Entonces Gonzalo extrajo un broche de la ropa de su bolsillo y se lo colocó en la nariz de Gata que nuevamente no podía respirar.

-Señor escribano, lamento haberle hecho perder tiempo, pero esta jovencita no quiere firmar. La dejaremos así hasta mañana. Quizás luego de meditarlo toda la noche, sin respirar, acepte firmar.-

Los ojos de Gata parecían salirse de sus órbitas. Obviamente que si no le quitaban el broche de la nariz moriría asfixiada. Gonzalo sonrió y lentamente acercó la mano al broche para quitarlo.

-¿Querías decir algo Gata?¿Quizás que aceptas firmar?-

Gata, muy a su pesar asintió con la cabeza. No le quedaba alternativa. El escribano leyó nuevamente el documento a viva voz mientras Gonzalo le desataba el brazo derecho. Natalia firmó el documento y estampó sus impresiones digitales. Su suerte quedaba sellada. Gonzalo despidió al escribano y regresó a la celda.

-Me alegro que hayas firmado. Como necesitamos combustible para calentar el agua de los baños, te encargarás ahora de cortar leña. El trabajo aquí es normalmente de doce horas.-

Apenas le quitó la cinta de su boca. Gata comenzó a insultarlo y advertirle que ella no cortaría la leña.

-Es una lástima, pero tú has venido por tu propia voluntad para aprender a obedecer.

-Me han secuestrado, Yo no vine por mi propia voluntad.-

-El papel que firmaste eso es lo que dice y además que puedo castigarte cuándo quiera, de la manera que quiera y en el momento que quiera. Te llevaré a la sala de castigos, te ataré los brazos en alto y luego de dejarte como viniste al mundo, recibirás unos azotes en el culo hasta que quieras ir a cortar leña. El látigo suele convencer a las jovencitas rebeldes.-

Una vez que le quitó la última prenda, Gata estaba indefensa, con sus brazos atados en lo alto y completamente desnuda. Ella era virgen y nunca había sido vista de esa manera por hombre alguno. Miraba a su alrededor buscando la manera de escapar. Gonzalo regresó con un látigo en la mano.

-Cuando estés dispuesta a cortar leña, me avisas y yo detengo el castigo.-

-Nunca voy a cortar leña ni un hijo de puta como vos me va a obligar.-

-Gata, te demostraré que estás equivocada. Prepara ese culito que ahí va el primer azote.

-¡Yo no soy Gata. Soy Natal…aaayyyyyyy!

Gata suponía que podía ser doloroso recibir un azote en el culo, pero nunca imaginó que tanto. De inmediato sintió el escozor sobre su piel. Sin tener tiempo de recomponerse y al menos poder insultarlo nuevamente, el látigo dio de lleno en su espalda. Un nuevo quejido partió de su garganta.

-Gata, cuando estés dispuesta a trabajar, me lo indicas. Si no luego seguiré azotándote en esa tetas tan lindas que tienes,-

-¡No!¡No!¡No! No más azotes y menos en las tetas. ¡Me va a matar!-

-Ninguna de las chicas que he azotado en las tetas se ha muerto y ya van más de cincuenta. Así que puedo darte con el látigo en las tetas sin cuidado. Ahí va.-

El látigo dio de lleno en las turgentes tetas de la joven.

-Acepto trabajar, pero no me azote más.-

Gonzalo la desató y luego de colocarle grilletes en los tobillos la condujo al depósito lleno de leña para cortar.

-Gata, quiero verte cortar leña. Nada de demorarte o hacerte la cansada. Esos azotes que te di son apenas el comienzo.-

La joven tomó la sierra y comenzó acortar los troncos. A pesar de estar desnuda, la transpiración corría por su piel. Se sentía humillada, vejada y maltratada. Decidió no cortar más leña. Casi de inmediato regresó Gonzalo.

-Así que no quieres cortar más leña Gata. No te resultará gratis.-

-No puedo más del cansancio. Estar así desnuda tampoco me gusta.-

-Gata, aquí no importan tus gustos o que estés o no cansada. Sigues trabajando o sabes lo que te espera.-

-¿Qué? Me va a azotar nuevamente?¡Hágalo, no me importa!-

-¡Pobre Gata! No sabes lo que dices. Te voy a dejar ese culo y esa espalda que no podrás ni sentarte.-

La llevó nuevamente a la sala de castigos. Esta vez la suspendió de los tobillos y con las piernas bien separadas.

Si antes te dolió el culo con el látigo, verás lo que es con la vara de mimbre.-

Gonzalo no tuvo piedad. La vara golpeaba el culo una y otra vez, arrancó gritos de dolor de Gata. Luego siguió en la espalda. Por su parte la joven imploraba seguir cortando leña pero que detuviera el castigo.

-Es muy pronto para detenerlo. Todavía falta que te azote en la concha. Entonces sí que gritarás con desesperación.-

-¡No! ¡En la concha NO! Con la vara en la concha nooo.-

-¡Con la vara en la concha ssiiiii!- le respondió

Luego de la espalda, le aplicó cinco azotes con la vara en la concha. Gata gritaba, lloraba, gemía. La esta pasando mal. La desató y la condujo nuevamente al depósito de leña.

-¿Te duele la conchita?-

-Sí, no puedo más.-

-Te dije que te ibas arrepentir. Los azotes en la concha son muy efectivos. Hacen obedecer de inmediato. Ahora sigue trabajando.-

Natalia "Gata" Belzunce, a pesar de los dolores que estaba sufriendo, trabajó con ahínco. No quería volver a sufrir semejante castigo. Estaba aprendiendo que obedecer era los mejor. Gonzalo no se doblegaba con nada. ¿O sí? ¿Y si le ofrecía que la cogiera? Quizás así no la castigara tan duro. Claro que corría el peligro que la ofreciera como puta. Recordaba el último punto de lo que había firmado. Una cosa era que Gonzalo dispusiera de su conchita, su culo o su boca y otra muy distinta que lo hiciera cualquiera. Si le ordenaba trabajar de puta, iba a ser muy duro.

Podía ofrecerle su concha virgen, con el himen intacto que él podría romper. Eso siempre les gusta a los hombres. Además podía abrirle el culo también por primera vez. Tenía elementos para poder ofrecer a cambio. Intentaría lograr pasarla mejor a cambio de recibir la verga de ese hombre en su interior.

Al finalizar la tarea, Gonzalo le permitió tomar un baño. Se higienizó cuidadosamente y luego de secarse se presentó ante Gonzalo, completamente desnuda.

-Señor Gonzalo. Soy virgen. Ningún hombre ha penetrado mi vagina. Quería ofrecérsela para mostrarle mi buena voluntad. A cambio que los castigos sean menores.-

-¿Quieres comprar mi benevolencia con tu concha?-

-Sí señor. Use mi virgen concha o mi culo que tampoco fue penetrado o la chuparé con delicadeza y voluntad a cambio de ser tratada un poco mejor.-

-No estás aquí para que ofrezcas tu cuerpo como una puta. Para coger tengo otras mujeres, no las jovencitas que deben aprender a obedecer. Esto merece un castigo ejemplar.-

-¡Noooo, pooor favorrrr!¡Más castigos noooo!¡yo le ofrecí mi concha como gesto de buena voluntad!¡No me castigue más!-

-Lo lamento Gata, pero lo que has hecho debe ser castigado. Recibirás 25 azotes con la vara en las tetas.-

-¡Azotes en las tetas nooo!¡Duelen mucho!.-

-Precisamente, porque duelen mucho es que te daré 25 en las tetas. ¡Camina a la sala y te pones de espalda a la columna! Te amarraré bien firme para poderte dar justo en los pezones.-

Entre sollozos Gata de dirigió a la sala de castigos, puso su espalda contra una columna y pasó los brazos por atrás de la misma para que se los atara. La movida había salido mal. Nunca hubiera imaginado que ofrecer su concha virgen tuviera estas consecuencias.

Una vez amarrada al poste y sin posibilidades de defenderse, Gonzalo tomó una vara y se ubicó frente a Gata. El primer azote, muy preciso, dio junto sobre ambos pezones. El gemido de Gata fue indescriptible.

-Tal como suponías. Un azote en las tetas duelen mucho y si caen sobre los pezones, mucho más. Ahora seguirán otros más.-

Entre sollozos y gemidos fue recibiendo azote tras azote mientras sus tetas se enrojecían a causa de los golpes. Con el número 25 llegó el cese del castigo. Gata bajó si vista y no podía creer cómo habían quedado sus tetas. No solamente el enorme dolor sufrido durante el castigo sino que tenía las tetas y en particular los pezones, hinchados y cubiertos de marcas. No conforme con ello, Gonzalo se acercó con sus dos manos abiertas y mientras las apoyaba firmemente en las tetas de la joven, las movía en círculo, como masajeándolas. Nuevos gemidos de Natalia "Gata" daban cuenta del dolor que sufría.

Luego la dejó atada algo más de una hora, para más tarde conducirla a su celda. Así pasó la noche entre el cansancio del día y el dolor de los azotes en las tetas.

Continuará