Aprende mis reglas o lo lamentarás (fragmento)

Traducción de un fragmento de "La estricta academia del Ama Tabitha" ofrecido gratuitamente por PF. Michael consigue una rápida introducción vía 'enema' en el mundo del Ama Tabitha, mucho más de lo que hubiera esperado nunca de esta sorprendente mujer.

Aprende mis reglas o lo lamentarás (fragmento de " La estricta academia del Ama Tabitha ")


Título original: Mistress Tabitha's Strict Academy (Learn My Rules Or You'll Regret It)

Autor: Michael Huntington Copyrighted (c) 2004, all rights reserved

Traducido por GGG, noviembre de 2004

Resumen: Michael consigue una rápida introducción vía 'enema' en el mundo del Ama Tabitha, mucho más de lo que hubiera esperado nunca de esta sorprendente mujer.

"Necesito entrevistar a cuatro de sus travestidos para mi libro. Tienen que ser elegidos al azar. Mi vuelo sale el jueves por la mañana. Hoy es lunes, de modo que necesito disponer de dos al día, y..."

El Ama Tabitha está ahora indignada. "¡No vuelvas a decirme 'necesito' nunca más! ¡Te pondré rojo a golpes ese culo de melocotón y te echaré a patadas de aquí! ¿Quién coño te crees que eres?"

Ando sobre cáscaras de huevo aquí. "Lo lamento profundamente, Ama. Solicito humildemente entrevistar a cuatro de sus travestidos, Ama Tabitha," rebobino rápidamente.

Espera. No contesta.

"Si le parece bien, Ama," corrijo.

"Eso está mucho mejor, esclavo," sentencia, mientras abre el cajón de su escritorio. El Ama Tabitha me alcanza por encima del escritorio un panfleto rojo. Sobre la cubierta en letras góticas doradas está impreso 'Reglas de la academia'. "Apréndete estas diez reglas de memoria. Se aplican tanto a los residentes como a los huéspedes. Si incumples solo una serás desnudado y flagelado ante las cámaras de internet. Estás advertido, tenemos más de veinte mil miembros observando por todo el mundo."

Esos son muchos usuarios de pago, pensé para mí; muchos más de los que esperaba.

Mientras reviso de forma ausente el panfleto, calculo que a veinte dólares al mes, saca un montón de dinero al año. Nunca hubiera imaginado tanto interés en la esclavización y feminización de hombres heterosexuales de todos los estatus económicos.

"Léeme la primera regla, Michelle," insiste Tabitha.

"Regla Uno: No masturbarse bajo ninguna circunstancia."

"Deja que me explique un poco, corazón. No hay ambigüedad en esta regla. Nunca, y quiero decir nunca, te toques el pene mientras estés aquí. Los hombres llevan siempre o bien una jaula de castidad o una tira en V. Meas sentado. También tu culo tendrá que ser mantenido en castidad por la enfermera Charlotte. Llevarás manoplas acolchadas pegadas a la muñeca durante la noche."

Pienso en recordarle que mi estancia será breve, pero sería un error. En vez de eso admito sus exigencias con un cordial "¡Sí, Ama!"

"Te avisaré cuando te hayas ganado tu patética corrida. Los quejicas egoístas y los que mendiguen son azotados con dureza y se les priva de ella durante semanas. Eyacularás solo en la boca o el bonito trasero de otro esclavo, o en la mano de una matrona. Las necesidades de eyaculación se administran adecuadamente, y creo que sabes a qué me refiero."

"Entiendo, Ama." Y así es, pero pocas amas son tan estrictas.

"En años solo he pillado a unas pocas de mis chicas masturbándose, y apaleé sus espaldas hasta que se pusieron carmesí delante de todo el mundo que se reía. Las puse en castidad sesenta días a cada una, si no recuerdo mal. De modo que ¿he sido clara respecto a esta regla, perra?"

"Sí, Ama. Clara como el cristal."

"Bien. Ahora lárgate, cariño." El Ama Tabitha ondeó la parte posterior de la mano para que me fuera. "Busca a la enfermera Charlotte y pídele que te prepare para que me resultes aceptable."

"Gracias, Ama Tabitha. Estoy aquí para servirla y obedecerla." Besé la alfombra antes de salir, una de las reglas de la Academia, que metí en mi maletín de cara al futuro.

"Aprende mis reglas o lo lamentarás..." su voz se apaga de la forma más ominosa, dejando el resto a mi muy activa imaginación.

Mientras cierro la puerta me encuentro a la enfermera Charlotte esperándome en el vestíbulo. "Sígueme," ordena. A medio camino de las escaleras del tercer piso me comenta por encima del hombro, "Tu habitación está en el cuarto piso."

"Pero tengo la bolsa en el coche. Tengo que ir a buscarla."

"Puedes recogerla mañana," me asegura a su manera afable.

Esto me hace sospechar. "Me está entrando hambre. ¿Podría tal vez recoger mis cosas después de cenar?"

"La cocina está cerrada. Es tarde. He decidido llevarte a la cama para que pases la noche, Michelle." Aparentemente la enfermera ya ha adoptado una decisión.

Mi habitación, al parecer, está al fondo del cuarto piso. "Colocamos a las nuevas perras en el cuarto," explica, mientras abre la cerradura de la pesada puerta de madera. "Las perras viejas lanzan, y las nuevas recogen, si entiendes lo que quiero decir." Guiña el ojo y una sonrisa maligna se forma en su precioso rostro de ébano.

"Solo he venido aquí por unas entrevistas," respondo con un poco de autosuficiencia. "Solo estoy siguiendo las reglas de la Academia por respeto al Ama Tabitha mientras estoy aquí."

"Por supuesto," comenta amablemente.

La precedo al interior de un pequeño dormitorio cuadrado con paredes uniformes de yeso y suelo de madera. Tengo mi propio váter y baño, aunque la habitación está amueblada de forma espartana. Solo hay una cama pequeña de estructura de hierro y un armario de madera. La vista de las colinas densamente arboladas desde mi ventana es agradable, pero un tanto desconcertante, dado el aislamiento de la escuela.

Cuando me vuelvo cara a Charlotte noto por primera vez la cámara tipo 'web' montada en la pared encima de su cabeza.

"No te preocupes. No está encendida," explica con frialdad.

Dejó escapar un suspiro. "Bien."

"Mira, quiero que te quites la ropa y te arrodilles para mí en el suelo del baño," ordena, como si fuera una petición de lo más normal. La veo sacar dos manoplas, una bolsa de enema, y mi tapón anal del cajón superior del armario.

Estoy casi paralizado de excitación, pero consigo apilar mi ropa sobre la cama. Me imagino dando un beso tierno y flexible en su espalda desnuda antes de ir a la cama, y este pensamiento me produce un dolor considerable en la entrepierna.

Mientras me arrodillo en las baldosas del baño la enfermera Charlotte abre el agua caliente del lavabo. De vez en cuando me mira. "Llevas puesta una bonita jaula de castidad, amiga. Lo malo es que no te la quitarán en un rato," se lamenta.

¿Por qué bromea con ella? No le veo la gracia. Me masturbaba como un mono antes de venir aquí. Es una de las razones por las que la jaula de castidad se deslizó con tanta facilidad. Podría aguantar tres días de castidad en mi cabeza.

Cuando miro para arriba la enfermera Charlotte tiene la bolsa de plástico transparente del enema completamente llena con casi dos cuartos de galón (casi dos litros) de agua jabonosa.

"Pon los codos en el suelo," ordena. "Mantendrás la cabeza abajo y el culo bien levantado para mí, ¿entendido perra?"

"Sí, enfermera Charlotte."

"Más te vale no rebelarte. No querrás que llame al Ama Tabitha para que venga aquí y te deje el culo a rayas."

"No, enfermera Charlotte." Tengo la impresión de que no está bromeando.

Siento el tubo deslizarse en mi ano. Sin ninguna indicación por su parte mi culo desnudo empieza a llenarse con el agua caliente y jabonosa. Me levanto cada vez más a menudo cuando el agua pesada fuerza a mis intestinos a abrirse involuntariamente. La enfermera Charlotte, mi dominadora, fuerza al agua a subir por dentro de mí a su antojo. Podría hacerme esto todas las noches, una y otra vez, si le apeteciera. Podría incluso traer a una multitud para que me viera en mi estado de sometimiento.

Una enfermera con su habilidad podría establecer gradualmente un control médico sobre mis intestinos utilizando calibraciones diarias de enemas de agua, casi insidiosamente, sin que ni siquiera me diera cuenta de lo que estaba pasando. Realmente está estableciendo a un nivel subconsciente que su poder para darme placer o dolor puede llegar hasta mis lugares más escondidos. No hay sitio para esconderse de su influencia física o psicológica. Todo lo que puedo hacer es agacharme en desnuda impotencia, mientras mi vergonzoso enema actúa a su conveniencia.

"Se acabó," me dice. El tubo se escabulle, solo para ser reemplazado por un grueso tapón de goma. "¡Ouuu!" chillo. Duele cuando empuja el anguloso tapón dentro de mí, y ciertamente dolerá más cuando lo retire.

Mientras espero, la enfermera Charlotte agarra las manoplas de la parte superior del aparador. Me las pega a las manos de una en una. Ni siquiera seré capaz de limpiarme el culo, mucho menos tocarme mi propio pene, y ella lo sabe.

"Aumenta la presión, ¿verdad esclavo?" Se burla Charlotte.

"Sí, enfermera Charlotte." El movimiento rítmico de mis intestinos aprieta el agua contra mi sensible esfínter, atrás y adelante, atrás y adelante. "¿Le gustaría que soltase el agua, enfermera Charlotte?"

"¿Por qué iba a ser buena contigo, Michelle? ¿Qué ha hecho nunca una chica como tú por mí?"

Estoy desesperado por poner algo sobre la mesa. "Le haré las tareas domésticas, enfermera Charlotte. Lavaré y plancharé sus uniformes. Le limpiaré la habitación."

"Y lo harás, culo de mono; todo eso y más. E incluso puede que te deje que me comas mi apestoso coño negro." Charlotte me arranca el tapón del culo, y eso duele. "Una cosa es segura, no me chorrearás tu corrida en el reloj." Para mi desgracia probablemente no bromea en nada de eso.

Finalmente, con su permiso, salto rápidamente hacia el baño y suelto un agua cálida y marrón. Es entonces cuando noto otra cámara enfocándome desde el techo, y la cara se me pone roja como un tomate.

Después de asegurarnos de que hasta la última gota ha salido, vuelvo a mi humillante posición en el suelo. Mi dominante me limpia el trasero y tira de la cadena. En pocos minutos se irá, eso espero.

Sin ningún aviso el tapón anal de castidad lubrificado, por supuesto con forma de pene, invade totalmente mi ano... y quiero decir totalmente. Gruño de dolor. Es largo y grueso, y anguloso como el tapón del enema. Sería imposible expulsarlo ahora que me llena. Mis músculos se estiran y relajan alrededor de él, incapaces de echarlo fuera. Para aumentar mi castidad, Charlotte hace girar una manivela metálica de su extremo y el artilugio se hace más grande, más grande y aún más grande. Ni un minuto me llevará saber que la tempestuosa Ama Tabitha me mantiene sexualmente casto a su antojo.

"Está bloqueado," concluye simplemente. "Tu amiguito va a mantener tu culo bonito y suelto para mí. Ves, acabo de instalar un dispositivo médico que te va a remodelar de forma casi permanente el culo para convertirlo en mi chochito privado. Dame las gracias, Michelle."

"Gracias por darme un chocho, enfermera Charlotte."

"Cuando te vayas de aquí el agujero de tu culo tendrá la forma de un chochito de mujer, Michelle. Y mientras estés aquí disfrutaré un montón vendiendo mi nuevo chocho resbaloso a todo el que quiera usarlo. Cuando llegues a casa, verás tu nuevo chocho en un pequeño espejo de mano y recordarás que la enfermera Charlotte lo hizo para ti." Me acaricia levemente el culo y la parte interna de los muslos con las uñas de los dedos. "Y voy a cambiarte de otras muchas, muchas, maneras," promete.

"Gracias, enfermera Charlotte," digo, y es todo lo que espera oír de mí.

"Sabes, Michelle, puesto que eres periodista, puede que alguna vez compruebes esta pequeña academia de esclavos blancos del sur," comenta de pasada.

"Por favor, cuénteme más, enfermera Charlotte." Excita mi curiosidad.

"¿Sabes todo sobre esos tíos blancos del norte de corazón puñetero, los que quieren pagar todo por estas reparaciones de esclavitud?"

"¿Sí?"

"Bien, ahora hay un recurso para que ellos puedan usarlo. Es caro, pero solteros y parejas consiguen pasar un agradable fin de semana desnudados y engrilletados por algunas de nuestras hermanas más desagradables. Consiguen que sus pobres culos blancos sean azotados hasta ponerse rojos, y luego dormir en esta cabina de madera con el suelo sucio. Las hermanas deciden que esclavos tendrán sexo y cuando. Estos miserables esclavos lo hacen al aire libre, y para ellos es realmente vergonzoso."

"¡Qué maravilla!"

"¡Lo sabes! Y los afortunados blancos a los que llevan de vuelta a la casa para que puedan hacer algo de sexo oral a sus amas negras. Por supuesto tienen que encargarse también de todas las tareas domésticas. Hacen la colada con una tabla de lavar y un barreño."

"Suena muy satisfactorio, enfermera Charlotte."

"¿Puedes imaginarte el placer que tendrías, Michelle, al ser atado y atendido triplemente por tres grandes hermanas en la leñera? Llevan esos brillantes sostenes y pantaloncitos rojos, y azotan puñeteramente bien. ¿No te gustaría lamer sus carnosos muslos morenos y sus tetitas? Apuesto a que también querrías besar sus grandes botas."

"¡Sí!"

"Está esa perra negra alta de las piernas realmente largas, si no recuerdo mal. La última vez que la vi, tenía su largo pelo negro echado a la espalda. Lleva unas enaguas de ama de una rica casa sureña. Por la noche se lleva muchachos blancos desnudos y con grilletes de la cabaña. Les azota el culo con una fusta en su dormitorio, hasta que le suplican que les deje comerle su asqueroso chocho negro. Y cuando se corren en el suelo tienen que lamerlo para ella. A ella le gusta eso y se ríe siempre."

"¿Es hora de ir a la cama, enfermera Charlotte?" pregunto desesperadamente, esperando que acabe su tormento. Me está frustrando con su informe del campamento de esclavos, espero que mi próxima misión. A pesar de todas mis precauciones estoy luchando contra una dolorosa erección, y tengo la cara terriblemente sonrojada. El Ama Tabitha le habría dicho a ella y a todo el mundo que estoy aquí solo para hacer las entrevistas.

Suena el móvil de la enfermera Charlotte. Escucha brevemente, y luego lo devuelve al bolsillo lateral de su vestido. "Todavía no, esclavo. El Ama Tabitha necesita verte en la mazmorra antes de ir a la cama."