Aposté a mamá en una partida de poker (1)

Mi madre me avala en una partida de poker, y pierdo la partida. Los dos seremos víctimas de los deseos más escondidos de los ganadores.

Escribo este relato porque lo que sucedió en mi casa hace unos días me ha dejado marcado, supongo que para siempre.

Me llamo Roberto, tengo 20 años, soy hijo único y vivo en una casa bastante grande con mi madre, María.

Mi padre murió hace unos meses. Para mi, era el referente en mi vida. Supongo que como todos los chicos, intentaba imitarle en todo, y entre todas las cosas, lo que más me gustaba de todo, era que me enseñase a jugar al poker con él.

Mi madre no trabajó nunca fuera de casa. Su labor era ser la mujer de mi padre, varios años mayor que ella. En reuniones con amigos, siempre presumía que no había conocido otro hombre que su marido.

Papá siempre había sido un gran jugador de cartas, en especial de poker. Si bien, él tenía su profesión, en las timbas en las que participaba conseguía llevar a casa un sobresueldo, que nos había permitido vivir muy bien todos estos años.

Desde muy niño, una de mis mayores aficiones era practicar jugadas de poker. Mi padre pasaba poco tiempo en casa, por lo que era con mi madre con quien practicaba muchas veces, con las fichas de papá. Ella había aprendido de él cuando era joven, pero no le gustaba demasiado practicarlo aunque conocía perfectamente todas las jugadas y seguro, que si hubiera querido, habría sido muy buena en ello.

Un par de años atrás, mi padre me llevó por primera vez a una partida profesional. Me dio un poco de dinero, que no tardé en perder. Afortunadamente, esa noche, al igual que otras posteriores, el saldo familiar fue positivo gracias a sus ganancias.

Poco a poco, fui mejorando en mi juego, hasta el punto de sacar con las partidas de poker lo suficiente para sufragar mis gastos de estudiante, aunque sin llegar al nivel de mi progenitor.

A raíz de su muerte, la situación familiar empezó a ser delicada. Mis participaciones en las timbas se dispararon, al igual que mis apuestas.

Normalmente, organizábamos las partidas en algunos bares o pubs, con reservados, aunque no era extraño que alguien lo hiciera en su casa. Cuando esto sucedía, alguien de la casa se encargaba de atender a los invitados, ofreciéndoles bebidas y algo de picoteo.

Aquella noche, fui yo quien organizó la velada. Mi madre dependía ahora en gran parte de mi, y nosotros de los ingresos que obtenía con las cartas.

La mesa estaba formada por cinco personas, Jonás, un empresario mafioso que ya había pasado varias veces por la celda de una prisión. Le acompañaban su hijo Pedro, un joven ligeramente mayor que yo, Xavi un hombre de unos 35 años, Chema, a quien podríamos definir como un selecto señor y por supuesto, yo.

La noche transcurrió más o menos como estaba previsto. Pedro, resultó el pardillo que todos esperábamos y fue perdiendo cantidades que en partes más o menos proporcionales, fueron a parar a nosotros cuatro.

Llevaríamos dos horas de juego, cuando una jugada marcó la partida, después la noche, y como vereis a continuación, nuestras vidas.

Las apuestas fueron subiendo de cantidad. Mi jugada, en el segundo reparto, era excelente, con un full de reyes. Mis oponentes se fueron retirando uno a uno, hasta que sólo quedamos Jonás y yo.

A mi última entrega de fondos, él, subió 3.000 euros más. No podía hacer frente a la cantidad, pero él estaba en su derecho, puesto que no había límites de apuestas en las partidas.

Le increpé furiosamente. Mi madre, al oír mis gritos, se acercó a donde yo estaba, preguntando lo que sucedía. Yo quería jugar, pero no tenía dinero para hacerlo.

Ella se acercó y vio mi jugada. Intentó dialogar con Jonás.

Si el problema son 3.000 euros, yo los avalo con la propiedad de esta casa,.

Pedro fue bastante duro.

Esta casa aún no está a tu nombre, sino a tu marido. Sabía que esto podría llegar a pasar. La sucesión por su muerte, aún no está hecha. Pero si quieres avalar a tu hijo, puedes hacerlo de otra forma.

Mi madre le miró extrañado y luego a mi.

La oferta que os hago a los dos es la siguiente: Si yo gano, durante las próximas horas, estaréis ambos, a nuestra entera disposición. Si yo pierdo, os quedais con todo lo que hay sobre la mesa.

Qué es estar a vuestra disposición? Preguntó mamá

Pues es fácil de entender. A veces juego al poker mientras veo algún espectáculo erótico en un club del centro. Ahora, me gustaría ver un espectáculo contigo. Muchas veces jugué con tu marido y presumía de la mujer tan estupenda que tenía, eso si, con mucho recato puesto que sabes que siempre te respetó, incluso con sus amigos.

Cuando vi lo que pretendía Jonás, automáticamente me negué. Dije que me retiraba. Mamá me pidió tranquilidad y me dijo que estaba seguro que era un farol, y que Jonás no tenía cartas para ganarme.

No obstante, yo no quería el menor riesgo para ella, ante lo cual insistí en la retirada.

Mamá, con voz muy firme, dijo:

Aceptamos la apuesta. Tienes nuestro aval. Si ganas, tendrás lo que quieres.

Después de decir esto, me dio un beso en la mejilla y me dijo, adelante, vamos a ganar. Este dinero nos vendrá muy bien, durante un tiempo estaremos tranquilos económicamente.

Mi madre me quitó las cartas y las puso sobre la mesa. Mi full de ases, se extendió sobre la mesa.

Jonás me miró serio durante unos segundos, después sonrió levemente sin separar los labios y muy despacio fue depositando sobre la mesa, uno a uno, los cuatro reyes que hacían un poker.

Mi madre palideció y a mi, creo que la sangre me subió a la cabeza poniéndome muy colorado, por la ira, por la humillación, por la situación que se produciría.

Reaccioné rápidamente:

  • Mamá, no lo hagas, pagaremos a este cabrón de la forma que sea.

  • No hay otra forma de pagar, respondió Jonás.

  • Te pagaré los 3.000 y nos olvidaremos de esto para siempre, dijo mamá

Veía que no había muchas opciones. Jonás no cedía en su empeño, mientras que el resto, esperaban expectantes la resolución del dilema.

Alguna vez había oído hablar a mi padre de las consecuencias que había tenido para algún perdedor no haber podido saldar su deuda, y ese miedo nos atenazaba a mamá y a mi.

  • Mamita, niñato, creo que sabéis que las deudas de juego se pagan siempre.

Viniendo de él, quienes todos sabíamos que no era una buena persona, era una amenaza bastante fuerte.

Mamá me miró y me dijo que me marchase a mi cuarto. Dando un puñetazo hice además de obedecer, pero Jonás me lo impidió.

  • Chaval, nadie te ha dado permiso para marcharte. La apuesta era que ambos estaríais a nuestra disposición.

  • Pero hijo de puta¡¡¡¡ Quieres darme por el culo? Cabrón..........

Me desahogué gritando, hasta que me faltaron las fuerzas y me sentí en la silla llorando.

  • Roberto, no soy un maricón, no quiero darte por el culo, pero en esta fiesta eres uno de los protagonistas.

  • Vamos al salón. Vosotros, apartad la mesita de centro y sentaros alrededor de la alfombra. Volvió a ordenar Jonás.

En esa acción me di cuenta, que no sólo su hijo, sino los otros dos hombres estaban dispuestos a participar en el espectáculo.

Tranquilamente, se acercó al equipo de música, y eligió un CD. Era música orquestal, pero de tinte moderno.

El mafioso siguió con sus órdenes.

  • Bailad, bailad chicos. Eso si, hacedlo agarraditos.

No había más alternativa que obedecer. Agarré a mamá por la cintura y comenzamos a bailar, cumpliendo las órdenes de Jonás.

Esperad, esperad. Dijo el mafioso. A ver chaval, quédate en calzoncillos mientras bailas.

Obedecí, me quité la ropa y volví a poner las manos en la cintura de mi madre. La miré a los ojos y ahora noté como sus ojos azules brillaban, y una lágrima se deslizaba por su mejilla. Me abrazó fuertemente y se apoyó en mi hombro.

Mamá era muy guapa. Rubia, sus pechos no eran demasiado grandes, pero tenía un cuerpo bien proporcionado, y no aparentaba la edad que tenía.

Ese día, no iba especialmente arreglada. Era verano y llevaba una camiseta de tirantes azul, ajustada y unos pantalones piratas en tela vaquera.

Niño, quítale la camiseta a mamá, requirió nuestro acreedor.

Mi madre se apartó ligeramente de mi para que pudiera agarrar su camiseta y sacarla por encima. Quedó a la vista de todos un tupido sujetador azul que cubría sus pechos.

Seguid bailando, vamos…………..

Ahora fui yo quien me acerqué a mamá e intenté taparla con mi cuerpo bailando más juntos que antes.

No pasaron más de veinte segundos cuando la orden fue que le bajase los pantalones.

Mis manos se quedaron quietas, pero mamá bajo su mirada y llevó mis manos al botón. Lo abrí, bajé la cremallera y el pantalón cayó al suelo.

Jonás indicó a su hijo que recogiera toda la ropa y la apartara. Ahora él también participaría en la fiesta, algo que, a juzgar por su cara, le agradó.

Mi madre llevaba un tanga blanco, sólo con un pequeño triangulo por delante y otro por detrás.

Me sentía celoso, humillado, rabioso. No soportaba que todos los hombres pudieran verla, pero en especial, comenzaba a odiar a Pedro, el hijo del mafioso, cuya sonrisa de su boca, no se eliminaba en ningún momento.

Apoya las manos en el culo de tu madre y seguid bailando, volvió a ordenar.

Habría arrancado las risas y los estúpidos comentarios del resto de los asistentes al espectáculo.

Seguí agarrado a mamá. Ahora la veía como a una mujer. Tal vez era la primera vez que la sentía de esa forma. Ella estaba muy arrimada, y podía sentir el perfume que desprendía su cuello.

  • Ahora gírate María. Y tú, cabrón, quítale el sujetador.

Ella quedó quieta, pero automáticamente ordenó que no parasemos, y que a la vez le desabrochase.

No pude más que increparle e insultarle, amenazarle de muerte, pero fue inútil.

  • Lo que tú digas, chaval, pero ahora vais a obedecer porque conoceis las consecuencias. Entendido?

Mi madre fue a desabrocharse el sostén, pero Jonás volvió a ordenar que fuese yo.

Sabía que estaba llorando, pero no tuve más remedio que quitárselo. Ella intentó taparse, pero no se lo permitieron.

  • Esas manos detrás de la cabeza, que no vemos bien. Ahora seguid bailando.

Continuamos haciendo lo que nos pedían. Mi madre enfrente de ellos, y yo a su espalda.

  • Ponte de rodillas, me ordenaron. Y lentamente, ve quitandole ese tanguita tan bonito.

Hice lo que me dijeron, despacio, bajé sus bragas, quedándose totalmente desnuda ante las miradas de los asistentes-

FIN DE LA PRIMERA PARTE