Apostando Duro

Apostar al billar contra chicos se presta para que se aprovechen. Definitivamente en ese juego alguien tenía todo bajo control y se aprovechaba de las debilidades ¿Quién?

APOSTANDO DURO

Desde niña veía a las parejas en los billares, ellos jugaban, bebían y se divertían mientras sus novias los miraban y bostezaban aburridas, si alguna en su aburrimiento se atrevía a beber, el licor rápidamente la adormilaba o le hacía perder la cabeza. Entonces decidí que no quería ser una de ellas y me decidí a aprender a ser buena con el billar y el licor.

Cuando tuve 19 años mi novio tenía dos amigos con quienes compartía mucho tiempo. Como me gustaban estos chicos. Mi novio era guapo, pero ninguno de su grupo se le quedaba atrás; eran del tipo que iban de discos arrasando y llevándose las niñas más lindas.

Como si fuera por temporadas, los tres conseguían novias de paso, muchachas preciosas de las que disfrutaban por tres o cuatro meses y luego se deshacían de ellas para volver a cazar. En esas temporadas de tener novia lo más frecuente era hacer paseos en los que cada pareja abusaba del sexo desenfrenado.

Cuando Jaime me propuso ser su novia, yo sabía a lo que me exponía, sabía que sería un juego de pocos meses, pero acepté por el gusto de disfrutar de la compañía del grupo que tanto me atraía. En uno de los paseos, el trío de amigos tomó en alquiler una finca privada con piscina. Yo iba encantada porque gozaría de ver esos cuerpos bien trabajados de gimnasio en traje de baño.

Al llegar a la casa de campo, encontramos que tenía una linda mesa de billar. Desde que la descubrieron, los muchachos empezaron a retarse y a hacer bromas, mientras las chicas ponían gesto de tragedia pues suponían que mínimo una noche serían abandonadas por culpa del juego. Así que la condición de ellas fue hacer algo de fiesta de tragos antes de que se fueran a jugar. Como yo lo esperaba, una hora después de destapar la primera botella de ron, las otras nenitas lindas se fueron quedando dormidas por la borrachera y ellos bebían muy rápido ofreciéndome licor frecuentemente para que los dejara ir a jugar.

-No tienen que emborracharme más- les dije aparentando un nivel de embriaguez que estaba muy lejos de mi estado real- vamos a jugar, pero que sea apostando.

-Apostamos pero la ropa, Cami- me respondió Julio, uno de los muchachos que me parecía muy guapo. Yo esperaba que alguien hiciera ese chiste pues es uno de los comentarios obvios que siempre hacen los hombres cuando una mujer habla de apuestas.

-Vale, de acuerdo… apostamos prendas- respondí moviéndome como si me diera trabajo mantenerme en pie y viendo a los amigos de Jaime abrir los ojos como platos -quien falle en su turno, deberá pagar una prenda.

Los muchachos rieron, pero miraban a Jaime esperando a que él detuviera el juego, al final yo era su novia. Mi "novio", se pronunció; - Claro, y Ustedes tendrán a mi novia desnuda, pero yo ya la he visto así, entonces, ¿qué ganaré?- Era claro que Jaime no me quería, y en realidad yo tampoco a él.

-Hagamos un trato – propuso entonces Daniel, el otro de los encantadores amigos- jugaremos en parejas, por rondas y cada punto de ventaja de ustedes lo pagaremos a veinte dólares cada uno, y cada punto de ventaja nuestro tu nos das diez dólares y Camila una prenda.-

Entonces yo intervine. –No necesito dinero, también quiero prendas, que sean también diez dólares y una prenda de cada uno por nuestras rondas ganadas. - Jaime dudó, contaba con obtener más dinero, pero imagino que el hecho de estarme apostando hizo que al final aceptara.

La primera ronda empecé a tontear. Como no es habitual en mi país que las mujeres jueguen al billar y ni siquiera Jaime sabía que yo lo jugaba, empecé a fallar mis turnos. Jaime hacía su mejor esfuerzo por mantener la igualdad. Pronto Julio y Daniel tenían 30 dólares de Jaime y yo había pagado mis dos zapatillas y mi T-shirt. Un punto más que nos tomaran de ventaja implicaba sacarme el sostén, la minifalda o el panty.

-¿Eres tonta?- Me regañaba Jaime. – Ya tengo claro que no tienes idea de jugar pero por lo menos intenta alejar las bolas para que no les sea fácil quitarme más dinero.-

-No soy tonta- respondí aparentando enojo. A estas alturas ya les había visto jugar y sabía qué tanto podía dar cada uno. – hagamos algo para que puedas recuperar tu dinero, juguemos individual, cada punto que me saques de ventaja te lo pagaré a 20 dólares, pero si yo gano, me das 10 a mí.

-Yo quiero ganar más prendas, protestó entonces Julio.

-Vale, entonces mejoremos la apuesta, quien gane cada ronda recibirá una prenda del jugador perdedor y veinte dólares del mismo. Pero me darán una ventaja, antes de cada ronda tomarán un trago doble de un solo sorbo.

-¡Hecho!- aceptaron al unísono. A Jaime no le importaba exhibirme, sabía que era el mejor jugador y que yo tenía el dinero para pagar, Daniel y Julio contaban con que pagarían algo de dinero a Jaime pero lo recuperarían conmigo y además, me desnudarían para ellos.

-Bueno, pero ¿cuántas prendas tienes para apostar? ¿Y si las pierdes cómo nos pagarás? Propongo penitencias, si pierdes toda la ropa, las cumplirás.- Intervino Daniel con temor de la reacción de Jaime, la cual nunca apareció.

-¡No!- Protesté haciéndome la tímida. -Quién sabe qué me pondrán a hacer. Además, ¿qué me darían si yo les gano toda la ropa?- Mi protesta les causó risa, era inimaginable que les tomara la suficiente ventaja para desnudarlos y además pedir algo.

-Si logras eso, pagaremos 50 dólares por cada punto que nos aventajes y pagaremos la penitencia que pidas. Y para que no te asuste lo que te pondremos a hacer, cada uno propondrá algo y tu escoges la penitencia que quieras cumplir.- fue la propuesta de Daniel, y la acepté.

Antes de la primera ronda todos tomaron un trago de ron doble. Jaime acertó a hacer carambola, en mi turno jugué sumamente mal, mi propósito era sacarme una prenda más con los puntos que Daniel o Julio lograran, quería ver sus gestos de deseo así me costara algunos dólares. Pero estaban muy ebrios y no acertaron a pesar de que no eran difíciles. El resultado fue que cada uno pagó 20 dólares a Jaime y la decepción se vio en la cara de los otros dos chicos que esperaban verme jugando en ropa interior. Era obvio que Jaime no cobraría esa parte de la apuesta.

-Chiquita, te falta algo- interrumpió Jaime para sorpresa de todos. El muy miserable estaba pidiéndome que me desnudara frente a sus amigos… y era perfecto para lo que todos deseábamos.

-¿En serio Jaime? ¿Me cobrarás?-

-Apuestas son apuestas, Amor, cumple.

Fingí una risa nerviosa, busqué el broche de la minifalda de prenses viendo los ojos fijos de los tres chicos. Entonces hice la actuación de pensarlo un poco más y, metiendo mis manos por debajo de la faldita bajé hábilmente mi panty tipo hilo. Cuando levanté la mirada, los tres estaban con la boca abierta y la expresión llena de deseo.

-A partir de ahora empiezo a ganar y no me dejaré ver en hilo- dije con entonación de borracha. Todos rieron.

Posiblemente la vía más fácil para disfrutar de verlos desearme habría sido seguir perdiendo, pero no quería derrochar el dinero y mucho menos ser la víctima, así que realmente decidí que era tiempo de demostrarles lo que sabía.

Después de que bebieron la ronda de tragos, Jaime jugó, pero esta vez la borrachera lo traicionó y falló. En mi turno busqué la forma de jugar desde una posición en la que Julio y Daniel quedaban a mi espalda, no era la más fácil para hacer la carambola, pero parte del plan era ponerlos muy nerviosos para que fallaran. Me doblé exageradamente sobre la mesa y separé las piernas para dejarles ver mi concha bajo la penumbra de mi minifalda. Alguno dejó escapar un ¡Uff!

Me concentré, desde esa posición era difícil, pero logré el punto. Reaccioné riendo y celebrando como si fuera obra del azar y ellos obviamente así lo creyeron.

Con el pulso alterado y demasiado alcohol en el cuerpo, Julio y Daniel fallaron. 60 dólares y tres zapatillas para mí. En las rondas siguientes el plan fue similar, al cabo de un rato yo no había perdido una sola prenda más pero seguía jugando a mostrarme "por descuido", Jaime estaba descalzo, Daniel estaba sólo en jean y Julio acababa de perder sus pantaloncillos, lo último que le quedaba. Hace un par de rondas había dejado de hacerlos beber, no quería que se me durmieran cuando los necesitara.

-Yo no me voy a quitar los pantaloncillos- se quejó Julio apenado, era obvio que tenía una erección monumental que no quería exhibir, aunque definitivamente se veía que había ahí más razones para orgullos que para vergüenzas.

-O te los quitas o te los quito- reclamé.

-Ven y quítamelos-.

Me acerqué despacio. Me agaché frente a él doblando mis piernas muy separadas para que desde arriba viera mi concha, su enorme verga palpitó. Con mi cara a la altura de su pene, levanté la mirada haciendo mi mejor gesto de niña inocente, sé que él me veía exactamente en la perspectiva en la que lo haría si le estuviera dando una mamada, una nueva pulsación en el bulto del pantaloncillo me confirmó que lo estaba haciendo bien. Tomé sus bóxers de los lados de las caderas y los empecé a bajar despacio. Acerqué mi cara para causar un accidente, en cuanto el enorme instrumento se liberó de la prenda, se disparó golpeándome en la boca, lo detuve con mis labios en un movimiento muy rápido, apartando inmediatamente la cara para fingir disgusto y vergüenza.

-Lo siento- dijo Julio sonrojado

-No te creo- le contesté viendo como esa enorme verga no paraba de palpitar frente a mí.

Me levanté para seguir el juego. En la siguiente ronda Jaime acertó una carambola, en mi turno hice una serie de dos y ellos estaban lo suficientemente ebrios para seguir alabando mi suerte. Julio hizo su mejor esfuerzo y consiguió mi mismo puntaje, pero Daniel que tenía la jugada más fácil de la noche, erró. El mensaje era claro, quería "padecer el castigo" que ya le había tocado a su amigo.

En la siguiente ronda todos logramos un punto salvo, adivinen, Daniel. Ansioso de recibir el mismo tratamiento de Julio, se negó a quitarse su pantaloncillo. Me acerqué agachada de la misma forma en la que lo hice con Julio, exhibiéndole "inocentemente" mi sexo y mirándole desde abajo con gesto de niña asustada.

-No me va a pasar dos veces lo mismo- advertí con voz de ebria. Entonces, halé un poco los bóxers y metí mi mano con delicadeza, sujetando el tronco entre mi pulgar, el dedo corazón, el anular y el meñique, mientras mi índice, bajó hasta la punta y, pescando una gota de humedad, la regó por toda la cabeza. – esta vez lo agarro para que no me pegue en la cara.

Una vez liberado el pene de Daniel, me puse en pie para continuar con el juego.

En las siguientes dos rondas fue claro que Jaime estaba dispuesto a pagar por no perderse la fiesta. Falló sus jugadas y yo hice lo propio, quería animar a mi trío de amigos. Daniel, que era el mejor jugador después de Jaime, ganó las dos rondas, en la primera haciéndome la avergonzada liberé mis tetas y en la segunda, siguiendo el ejemplo de ellos, me negué a quitarme la falda; ¿la intención? Cuando Daniel se agachó frente a mi moví mi cadera esparciendo mi olor de hembra… una nueva pulsación es la entrepierna del muchacho que me desvestía confirmó el funcionamiento de mi plan.

Ya desnudos, volví a ganar las suficientes rondas para desnudar a Jaime, tarea que terminé con mi boca, lo cual no causaba rechazo sino deseo de parte de los otros jugadores, pues era mi novio. Las penitencias para ellos fuero, además de los 50 dólares por ronda, ver a Julio masturbarse por 10 segundos y en otra de las rondas escribir con la punta de su lengua mi nombre sobre mis pezones, tan cerca como fuera posible, pero sin tocarlos. Era obvio, Julio falló rotundamente y terminé bañada en su saliva.

No entraré en detalles que puedes encontrar en cualquier película pornográfica, pero al final recogí 420 dólares, y me quedaron debiendo otros 300 que pagaron cumplidamente, como caballeros, antes de tres meses. Las penitencias fueron subiendo de tono; lamer la cara interna de mis muslos, un cunnilingus, penetrar sólo con la cabeza y, ya perdido el control, nos integramos en una orgía deliciosa que duró unas cuantas horas más a pesar de los efectos del alcohol en mis compañeros de juego.