Apocalipsis X
Sexo con su abuela
Al día siguiente, Javier amaneció junto a Olga, quién se había metido sigilosamente en su cama y habían dormido abrazados sin que él lo notara, pues cayó en los brazos de Morfeo y durmió como una marmota. Olga despertó temprano y estuvo varios minutos observando a su amado dormir pacíficamente.
Olga: No sabes la de veces que he soñado con despertarme a tu lado, abrazados – le susurró sin despertarle – Eres condenadamente perfecto.
Olga comenzó a acariciarlo suavemente, sin despertarlo, al principio haciendo dibujos sobre su piel con sus uñas, pero cuando él se movió un poco y se colocó boca arriba quedando su polla a su alcance, no pudo evitarlo, y sus manos traviesas comenzaron a bajar hasta tener toda la polla de Javier agarrada. Olga comenzó a pajearlo suavemente, al mismo tiempo que le daba suaves besos en el cuello. Javier se despertó al notar un mordisco en su hombro y se encontró a Olga, tumbada a su lado, pajeándolo mientras le mordía.
Javier: ¡Mmmhhgg! Así si me gusta despertar – susurró roncamente.
Olga: ¡Mi amor! – susurró besándolo con pasión – Buenos días, amor.
Javier: Sí que son buenos días, sí – susurró lamiendo los labios de Olga – Pero serían mejores si tuviera tu culo a mi disposición – dijo agarrándoselo.
Olga: Todo tuyo, mi amor – dijo colocándose encima de él, en posición de 69 – Así me tomo mi desayuno – se relamió antes de tragarse la polla de Javier, entera.
Javier: ¡Mmmhhgg! Qué aproveche, putita – gimió, antes de lamer el coño de Olga de arriba a abajo.
Olga: ¡Mmmmmhhhgggg! – comenzó a gemir.
Olga y Javier comenzaron un 69 muy pasional, alternando Javier lamidas del culo a coño y viceversa con mordiscos en el clítoris y con follada de coño con la lengua, algo que hizo a Olga correrse varias veces. Por su parte, Olga empezó a tragarse la polla de Javier entera mientras le agarraba y sobaba los huevos, sacándose solamente su polla para respirar y lamerla de arriba abajo, para volver a incrustársela hasta el fondo de su garganta, comenzando ella sola a follarse la boca cómo si de su coño de tratase. Javier aguantaba las ganas de correrse.
Olga: ¿No quieres correrte en mi boquita, amor? – gimió sacando su polla de la boca y pajeándolo violentamente.
Javier: ¡Oh sí que quiero, pero quiero follarte antes, putita! - gimió.
Olga: Pues fóllame, amor, folla a tu putita, a tu mujer – gimió apretando su polla contra sus tetas, dándose pollazos en los pezones.
Javier hábilmente se quitó a Olga de encima y la colocó a cuatro patas mirando al cabecero de la cama, dejando sus agujeros expuestos a él, que sin pensárselo mucho cogió su polla y se la insertó de una estocada en su encharcado coño, sin miramientos, haciéndola gritar de placer.
Olga: ¡Sí, mi amor, hazme tuya, fóllame, folla a tu mujer! – gimió mirándole a los ojos cuando notó la dura polla de su amado en la entrada de su coño.
Javier: ¡Oh sí, eres mía, perrita, sí, te voy a reventar tu coño a pollazos por puta, zorra! - gemía.
Javier comenzó a follarla agarrándola de las caderas mientras Olga acompasaba sus embestidas con movimientos de su culo, haciéndolas más profundas. Javier comenzó a follarla a un ritmo suave, haciéndole notar como se abría su coño al paso de su polla, al mismo tiempo que le mordía sensualmente el cuello desde atrás. Luego de unos minutos, cuando notó que el coño de ella estaba muy empapado de flujos y que su polla resbalaba bien, aumentó el ritmo a una velocidad vertiginosa, follándosela salvajemente.
Olga: ¡Oh sí! ¡Me encanta tu polla, me encanta como me follas, mi semental, no pares, oh sí! ¡Dame más! ¡Oh sí! ¡Fóllame! ¡Me corro, sí, sí, no pares!
Javier empezó a meterle un dedo en su culo para comenzar a dilatarlo mientras no dejaba de follarla el coño. Olga gemía de placer. Cuando ya llevaba un rato así, Javier empezó a pellizcarle las tetas. Olga estaba encantada con lo que le estaba haciendo, sentía mucho placer. Javier, después de un rato preparándole el ojete para que se dilatara, le sacó su polla el coño y empezó a pasarla desde el coño hasta el culo, haciéndola gemir por lo sensible que estaba por el último orgasmo.
Olga: ¡Me encanta! ¿Qué me haces, mi amor? ¡Me vuelves loca! – gemía.
Javier: ¿Te gusta? Pues esto te va a encantar – dijo empezando a meterle la polla en su ojete.
Javier le metió la polla en el culo de una estocada, lentamente para hacerla el menor daño posible, pero de una vez. Olga ya se había acostumbrado a las folladas anales que le propinaba su amado, le gustaban porque le hacía sentirse totalmente suya, y sentir a Javier partirle el culo le daba mucho placer.
Olga: ¡Oh sí, me encanta, no pares de romperme el culo nunca, mi amor, oh sí! ¡Me encanta como me follas mi culo, mi amor, no pares, dame más, oh sí, me corro! ¡Fóllame entera, sí!
Javier: Eres muy puta – gimió en su oído caliente – ¡Que culazo tienes, perra, me encanta! ¡Oh sí, te voy a dejar bien follada, zorra, no te vas a poder sentar! – gimió notando cómo ella comenzaba a mover su culo.
Olga comenzó a mover su culo jugando al gato y al ratón con la polla de Javier, él la metía y ella la sacaba, haciendo las penetraciones más profundas y placenteras. Javier se follaba el culo de Olga mientras la azotaba, marcando el ritmo, y la pellizcaba los pezones, ocasionándole muchísimo placer. Luego de unos minutos, Javier le sacó la polla de su culo y la volvió a ensartar por su coño, comenzando a follarle ambos agujeros alternativamente.
Olga: ¡Oh sí, me encanta, no pares de azotarme ni pellizcarme, mi amor, oh sí! ¡Me encanta como me tratas, mi amor, no pares de follarme mis agujeritos, amor, dame más, más, sí, me corro, sí, oh sí! ¡No pares de follarme! ¡Oh sí, me corro, no pares, dame más, oh sí, fóllame! ¡Nunca dejes de follarme así, me encanta, amor!
Los gritos de Olga se oían en toda la casa. Javier estaba caliente, le encantaba ver a Olga así de puta. Javier estuvo follando a Olga un rato más el coño y el culo, hasta que no aguantó más y se corrió en su culo mientras le moría el cuello.
Javier: ¡Oh sí! ¡Toma mi leche, puta, toda en tu culo de perra! ¡Oh sí, me corro, en tu culo, sí, toma toda mi leche, sí, tómala toda, me encanta tu culo, perra, sí, cómo me exprimes la leche!
Olga: ¡Oh sí! ¡Dámela toda, vacía tus huevos en mi culo, en tu mujer, en tu puta! ¡Me corro! ¡Me encanta tu leche, amor!
Ambos se corrieron a la vez entre gritos de placer. Cuando se corrieron ambos se tumbaron en la cama, que quedó hecho un asco, lleno de restos de heces y semen que salían del culo de ella.
Olga: ¡Me encanta ser completamente tuya! Te amo – dijo feliz besándolo.
Javier: Te estás volviendo muy puta – dijo riendo mientras la besaba.
Olga: Tú me vuelves así, contigo soy una chica demasiado fácil – dijo besándolo profundamente – Nunca dejes de hacerme tuya, amor.
Javier: Nunca – prometió entre besos – Ahora a levantarse – dijo azotándola – Hay que reponer fuerzas que me espera un día duro.
Olga: Sí, mi amor, lo sé – dijo preocupada sabiendo lo que se iba a arriesgar a hacer.
Ambos bajaron a desayunar luego de asearse y vestirse, en caso de Javier. Allí se encontraron con todas las demás que estaban inusualmente serias y se notaba en su semblante la preocupación. Javier estaba tranquilo, sereno, sabiendo lo que iba a hacer. Se habían quedado sin provisiones y tenían que ir a la ciudad a por comida y víveres. Era arriesgado, pero necesario. Ninguna dejaba de mirar a Javier seria. Cuando terminó de desayunar, Javier se levantó, pero no pudo dar ni un solo paso, pues Lucía se abalanzó sobre él, abrazándolo fuerte.
Javier: Tranquila – dijo sorprendido por su arranque – No va a pasar nada – dijo separándola y agarrándola tiernamente de la cara.
Lucía: Eso tú no lo sabes, no sabes con lo que te vas a encontrar – dijo llorosa – No quiero perderte – le suplicó.
Javier: No, no lo sé, pero hay que confiar – dijo intentando tranquilizarla – Ya verás que todo va a salir bien.
Rachel: Por favor, ten cuidado – le suplicó abrazándole fuerte.
Olga: Te queremos de vuelta de una pieza, amor – dijo abrazándolo, intentando mantenerse fuerte.
Javier: Sonáis como una despedida y solo voy y vuelvo, no va a pasar nada, ya veréis – dijo al verse abrazado por todas ellas en un abrazo.
Cinthia: Sabemos que eres fuerte, amor, pero nos preocupa lo que te puedas encontrar y que te pase algo – dijo seria – No queremos perderte, amor – dijo besándole suavemente en los labios, llorosa.
Javier: No me va a pasar nada, tranquilizaos – dijo intentando separarse de todas y mirándolas a los ojos.
Isabel: Eso esperamos, amo, no podríamos vivir sin ti, sin tu presencia – dijo mirándole a los ojos llorando.
Javier: Prometo volver sano y salvo, ¿vale? – dijo sonriendo tiernamente – No os desharéis de mí tan fácilmente.
Rosario: Nunca has faltado a tu palabra – dijo tierna – No lo hagas ahora, por favor – le suplicó abrazando.
Luego de otra nueva ronda de abrazos y lloros, Javier salió por la puerta rumbo a la ciudad. Se llevó un todoterreno viejo que encontró en el cobertizo y consiguió arreglar. La carretera nacional estaba en un muy buen estado, tal y como la recordaba de la última vez que condujo por ella un par de meses atrás. Algunos coches abandonados en las cunetas y algunos cadáveres en descomposición. Un cartel medio derrumbado anunciaba que quedaban ochenta quilómetros para la gran ciudad. Llegando a ella pudo ver grupos reducidos de “caminantes” que deambulaban por la cuneta, algunos dentro de la carretera. A todos los esquivó cuidadosamente, allí no eran su problema a no ser que amenazasen su vida.
Las casas y los edificios de entrada a la ciudad estaban derruidos, algunos ardían. Fijó la atención en busca de posible presencia humana. Ni rastro aparente. Tomó un desvío antes de adentrarse en la solitaria ciudad, más tétrica que nunca. Daba miedo, con sus avenidas, jardines, edificios y plazas abandonadas. Llenas de “caminantes”, pensó en que más que probablemente habría humanos escondidos en los edificios, luchando por sobrevivir mucho más de lo que lo hacían ellos. Ya había cogido alimentos en lata para conservar y productos de higiene y bricolaje. El desvío lo llevó a un polígono industrial situado al sur, justo al otro extremo de la urbe. Aparcó el coche en la carretera, fuera del aparcamiento lleno de coches destrozados. Caminó entre ellos, con el machete y su rifle preparados. Con sumo cuidado accedió al interior del recinto.
Lo primero que vio al entrar fue un “caminante”, deambulaba por un pasillo del fondo. Vestía traje de seguridad; ¿sería el vigilante de aquel lugar? Intento evitarlo. Caminó por los pasillos intentando no encontrarse con él, vigilante por si otros amigos anduvieran cerca. Pudo ver focos en lo alto de una litera. Iban a pilas y las enormes baterías descansaban justo al lado, a la misma altura. Retrocedió, pero tuvo que agazaparse de forma fulminante. Tres “caminantes” acababan de entrar por la puerta principal. Justo por la zona hacia la que se dirigía. Se había propuesto no enfrentarse a ellos, solo quería coger lo que necesitaba y salir pitando. Los “caminantes” anduvieron por el pasillo donde se encontraban los focos y las pilas. Javier se asomó a él. Justo a la altura de lo que necesitaba se cruzaron con el guardia de seguridad y empezaron a empujarse con el torso los unos a los otros, de forma torpe, emitiendo ese ruido constante tan escalofriante.
Pasó un largo rato y parecían no querer moverse de allí. Miró alrededor y se asomó fuera. Su coche seguía donde estaba y no había rastro de nueva compañía. Decidió llamarles la atención. Se dejó ver. Los cuatro fueron directamente tras su silueta, guiados por aquel insaciable apetito. Los llevó hasta la calle del fondo y corrió por una lateral hasta llegar a la de los focos de nuevo. Los “caminantes” le habían perdido la pista, tendría apenas un minuto hasta que dieran de nuevo con él. Confió a la suerte el que se mantuvieran todos juntos.
Agarró los focos y acarreó con varias cajas de pilas y baterías. Tendría que llevarlos a peso, no había tiempo de buscar carritos y hacía tiempo que decidió no buscar nada más. Justo al salir corriendo los cuatro “caminantes” lo interceptaron en la puerta de salida. De nuevo se fueron a por él. Corrió torpemente por la carga, en dirección opuesta hasta dar una vuelta al establecimiento. Consiguió generarse vía libre. Corrió hasta el coche y guardó todo en el maletero. Al girarse tenía a otro a punto de darle alcance.
Trastabilló y cayó al suelo por el susto. Se le echó encima con las fauces abiertas dispuestas a darse un festín. Era más grande que él, pero no más fuerte. Le sostuvo los brazos arriba, impidiendo que sus dientes impactasen. Estaba totalmente tumbado con el desgraciado fortachón casi inmovilizándole. Miró hacia atrás y pudo ver como cuatro pares de pies se arrastraban a escasos cinco metros. Ya estaban ahí sus amigos. Se la jugó. Soltó su mano derecha para agarrar la escopeta y disparó. Rápidamente giró la cabeza hacia el lado opuesto, un nuevo disparo. El otro cayó de cara sobre el asfalto. Al girarse tuvo justo el tiempo para dispararle en la frente. Un agujero limpio lo dejó en una mueca satánica, justo antes de que le convirtiera en uno de los suyos.
Disparar en mitad de aquel lugar era justo lo que no quería hacer. Rápidamente se puso en pie y disparó cuatro balas más, a escasas cuatro cuartas, sobre las cuatro cabezas huecas restantes. Sesos sobre el asfalto. Tranquilidad pasajera. Al fondo unos cuantos amigos más se aproximaban atraídos por el ruido de los disparos. Al arrancar pudo ver que otros taponaban la salida hacia la carretera de circunvalación. Aceleró llevándose a tres por delante. Limpiaparabrisas manchado y parte delantera del coche abollada y teñida de rojo fue el resultado. Aceleró sin mirar atrás. Si lo hubiera hecho habría visto a más de un millar de caminantes que se agolpaban en torno a los cinco compañeros caídos. Se había librado de milagro, y ya iban dos veces en muy poco tiempo.
La vuelta la hizo más rápida, buscando que no se le hiciera de noche. Al llegar al camino que llegaba a su casa justo empezaba a anochecer. Cuando enfiló el camino mal cuidado que subía la colina pudo ver su hogar fortificado, desde ahí abajo daba la impresión de ser una especie de cuartel militar, rodeado de vayas y trampas; definitivamente no invitaba a acercarse a nadie. Llegó al cobertizo y sorprendentemente ninguna de sus mujeres salió a recibirlo. Se bajó del coche y se puso a alerta pensando en lo peor. Se enfundó el machete y fue sigiloso recorriendo palmo a palmo toda la extensión de la granja. Notó una presencia, pero no sabía quien era, así que aguardó y se acercó por detrás. Se dio cuenta de que aún era humana, no había “caminantes” cerca. Se abalanzó por detrás con el machete.
Javier: ¡Cómo te muevas te mato! – dijo a la figura ahogándola por el cuello.
Rosario: ¡Hi…hijo…so…soy yo! – susurró ahogándose.
Respiró aliviado al notar que era su abuela que estaba terminando de recoger la leche de las cabras. Rosario se giró en cuanto recuperó el aliento y abrazó fuertemente a su nieto, estrechándola contra su cuerpo. Javier se dejaba abrazar, respirando agitadamente.
Rosario: Pensé que te había pasado algo, como no volvías y estaba anocheciendo ya – dijo alegre.
Javier respiraba agitado, mitad aliviado, mitad excitado. Ambos estaban vestidos, pero Javier sentía las enormes tetas de su abuela haciendo presión contra su pecho. No aguantó y tuvo una erección, algo que sorprendentemente su abuela no notó, por eso se sorprendió Rosario cuando su nieto la separó bruscamente y la besó. Rosario estaba sorprendida por el arranque de su nieto hasta que notó la enorme erección que tenía.
Javier: Lo siento, abuela, pero lo necesito – decía alterado agarrando sus tetas volviéndola a besar.
Rosario gemía mientras se dejaba hacer gustosa, por fin su nieto la iba a follar. Ambos estaban vestidos, así que Javier la llevó contra la pared del cobertizo sin dejar de besarla y allí le quitó los pantalones bruscamente y le rompió las bragas sin dejar de besarla. Rosario tampoco se quedaba corta, pues le quitó la camiseta y le bajó los pantalones y los calzoncillos al mismo tiempo, dejándolo desnudo. Javier rompió el beso y con dureza le dio la vuelta a su abuela, obligándola a abrir las piernas y sacar el culo para ensartarle la polla sin miramientos, con pasión, de un empellón, hasta el fondo de su coño, haciéndola gemir.
Rosario: ¡Oh sí, fóllame, folla a tu abuela, folla a tu puta, sí, sí, me corro, sí, no pares, dame más, más, sí! – gimió.
Javier empezó a follar salvajemente desde el principio, presa de la excitación y de la adrenalina que sentía. Rosario estaba en el cielo, nunca se sintió tan llena, nunca sintió tanto placer mientras la follaban, encadenaba orgasmos muy fácilmente. Javier se dio cuenta de cómo disfrutaba su abuela y por eso llevó su excitación al límite.
Javier: ¿Estás disfrutando, puta? – gimió en su oído mientras le enterraba su polla en el fondo de su coño.
Rosario: ¡Oh sí, cariño, sí, estoy en la gloria, sí, me corro, sí, sí, sí! – gimió.
Javier: ¿Quién te está follando, puta? – gimió - ¿Tu nieto, tu hijo o tu marido? – la provocó.
Rosario: ¡Mi nieto! – gritó - ¡Me está follando mi nieto, mi hombre, mi macho, mi semental!
Javier: ¡Oh sí, puta, eres mía, te estoy haciendo mía, sí! – gimió pellizcándole los pezones con fuerza.
Rosario: ¡Oh sí, cariño, no pares, usa a tu puta, a tu abuela, sí, sí, dame más, quiero más, sí, me corro, sí, sí, sí! – gemía.
Javier empezó a meterle un dedo en su culo para comenzar a dilatarlo mientras no dejaba de follarla el coño. Rosario gemía de placer. Cuando ya llevaba un rato así, Javier empezó a azotarla, marcando el ritmo de sus embestidas. Rosario comenzó a gemir anunciando un nuevo orgasmo, cosa que aprovechó Javier que, después de un rato preparándole el ojete para que se dilatara, le sacó su polla el coño y la ensartó por el culo de una estocada suave, pero profunda, haciéndola gritar, mitad de dolor mitad de placer.
Rosario: ¡Oh sí, folla mi culo, úsalo, sí, me encanta, sí, sí, me estás reventando el culo con tu pollón, sí, sí, sí, me corro, sí, sí, no pares, rómpemelo!
Javier: ¡Oh sí, puta, tienes un buen culo para ser una vieja, sí! – gimió pellizcándole los pezones con fuerza.
Rosario: ¡Oh sí, vieja, pero puta, sí, sigue así, amo, sí, folla bien follada a esta guarra, sí, me corro, sí, cuánto tiempo sin sentir una buena polla!
Javier siguió follándole el culo a su abuela un rato más, sintiendo cómo su viejo culo engullía su polla con maestría y le intentaba exprimir los huevos. Rosario se corría sin parar, como nunca antes, ya no pensaba en su hijo, pensaba en su nieto, en ese hombretón con esa polla que la estaba partiendo en dos su culo, que la estaba abriendo de nuevo, que la estaba llevando al cielo. Unos minutos después, Javier sintió que no aguantaba más, pero quería correrse en la cara de su abuela, así que le sacó la polla, la giró con brusquedad haciendo que se agachara y se colocara de cuclillas hasta tener su polla frente a su cara.
Rosario: La puta de tu abuela te va a vaciar estos huevos, cariño – dijo lamiéndolos empezando a pajearle con fuerza.
Javier: ¡Oh sí, sigue pajeándome, guarra, no pares y sácame la leche! – gimió.
Javier se dejaba hacer. Rosario no paraba de aumentar el ritmo de la paja sin dejar de lamerlo y siempre mirándole a los ojos, en esos ojos en los que ahora solo ve a su amante, a su nieto, a su dueño. Luego de unos minutos cuando Rosario aumentó la intensidad de la paja, Javier le avisó que se iba a correr.
Javier: ¡Oh sí, puta, me voy a correr, guarra! – gimió.
Rosario: ¡Córrete en la cara de la puta de tu abuela, cariño, baña mi cara con tu rica leche! – le pidió colocando la cabeza de su polla frente a su cara mientras abría la boca y sacaba la lengua.
Javier: ¡Oh sí, me corro, puta, me vacío en tu cara, zorra, sí, toma leche, toma la leche de tu nieto, de tu amo, puta! – gimió.
Rosario: ¡Oh sí, riega la carita de la puta de tu abuela con tu leche, sí, no pares de dármela toda, sí, me encanta!
Javier se corrió abundantemente en la cara de su abuela, que recibía toda la corrida de su nieto con placer en su boca y cara y le resbalaba por las tetas. Cuando Javier terminó de correrse, Rosario le limpió la polla con la lengua y se levantó del suelo sonriente, dejando a Javier colocarse.
Rosario: ¿Te has quedado a gusto, amo? – dijo sonriente.
Javier: Sí, la verdad – dijo riendo – Necesitaba soltar toda la adrenalina de hoy.
Rosario: Es la primera vez que me follas, cielo – dijo sonriente.
Javier: Lo sé, aunque querría hacerlo de otra forma, más suave - confesó.
Rosario: No pasa nada, cariño, lo importante es que por fin me has hecho totalmente tuya – dijo alegre lamiéndose hasta la última gota de semen de su nieto.
Javier: Bueno, vamos para adentro, que ya es de noche.
Rosario: Sí, amo, ya es hora – dijo sonriente colocándose la ropa - ¿Ha sido muy duro hoy? – dijo preocupada.
Javier: Ni te lo imaginas – dijo suspirando.
Ambos se dirigieron a dentro de la casa dónde todas estaban en el salón, calladas. Cuando vieron a Javier, todas se pusieron a gritar de contentas y se abalanzaron contra él a abrazarlo, besarlo y decirle cuanto lo amaban. Tras unos minutos de caluroso recibimiento, todas salieron a ayudar con lo que había traído y lo colocaron. Cenaron oyendo cómo Javier había pasado por encima de varios “caminantes” y se alegraron de que se follara a Rosario. Se fueron a dormir dejando a Javier descansar después de tremendo día.