Apocalipsis VIII
Sexo con Lucía
Meses después, la vida continuaba igual en la granja, Javier seguía follándose sin descanso a todas sus mujeres, excepto a Lucía. Lucía se sentía horriblemente mal, viendo cómo su amado primo hacía suyas a sus otras mujeres, una y otra vez, y a ella ni la miraba, ni la tocaba. Se sentía tan mal, tan triste, tan vacía, que una noche intentó suicidarse. Lucía se cortó las venas en el baño mientras el resto dormía, mientras lloraba, intentando acabar con sus penas. Olga fue la que la encontró inconsciente en la bañera, con los brazos ensangrentados.
Olga: ¡Socorro! ¡Ayuda! – gritó al ver la escena.
Su grito despertó a todos en la casa, creyendo que habían entrado caminantes en la casa. Todos salieron de la cama enseguida y fueron al baño a ver qué pasaba. A todos se les heló la sangre, pero sobre todo a Javier.
Javier: Pero, ¿qué ha hecho esta inconsciente? - dijo aterrado.
Cinthia: No es momento de hablar de eso ahora, amor – dijo seria – sácala de aquí y llévala a su cama, nosotras bajaremos a por curas para limpiarla y curarla.
Javier, raudo y con cautela, la sacó de la bañera y la llevó a su cama, dónde la tumbó cuidadosamente. Isabel y Cinthia entraron en la habitación con todo lo necesario para curarla. Con Lucía aún inconsciente, ambas la curaron y limpiaron, ante la atenta mirada del resto de mujeres que, abrazadas a Javier, se encontraban preocupadas y asustadas. Javier miraba estupefacto a su prima, no se creía lo que acababa de hacer. Javier se sentó en la cama, al lado de su prima cogiéndola de la mano cuando su madre y su tía se echaron a un lado.
Javier: Vamos, tienes que despertar, no nos puedes dejar, no me puedes dejar – le susurró mientras le agarraba la mano y comenzaba a llorar.
Unos minutos después de curarla, Lucía despertó y, desorientada, se miró los brazos para encontrarse, sorprendida, que estaban vendados y Javier se encontraba sentado en la cama con ella, mirándola entre preocupado y cabreado.
Lucía: ¿Dónde estoy? – dijo desorientada.
Javier: Estás en tu cama, curada – le informó con suavidad - ¿Te encuentras bien? – dijo preocupado.
Lucía: ¿Seguro que no estoy muerta? – dijo seria mirándole – Estoy en el cielo – le sonrió enamorada y tiernamente.
Javier: ¿Por eso has tratado de suicidarte? – le dijo duramente - ¿Por qué lo has hecho? – le exigió.
Lucía: Porque no aguanto más – dijo llena de impotencia y llorosa – No aguanto que no me mires, que no me toques, que no me hagas tuya. No soporto ver cómo usas a las demás mujeres y a mi me haces a un lado – dijo cabreada y llorosa - ¿Por qué me haces esto, amor mío?
Javier: Yo…lo siento, de verdad. No pensé que te haría tanto daño – le dijo sincero – Solo estaba molesto contigo por lo del otro día.
Lucía: ¿Por qué os espié a ti y a Mariana en el granero? – dijo sin entender dejando a Mariana sorprendida.
Javier: No por eso, sino por lo que hablamos antes de violarte – dijo sintiéndose culpable por violarla y más por reconocerlo delante de su tía y madre que no hicieron ningún gesto.
Lucía: ¿El qué hablamos? – dijo desorientada.
Javier: Te dije que siempre me gustaste, pero tú cada vez que me acercaba a ti, ya sea a intentar meterte mano o para saludarte, tú no me dejabas. Toda mi vida, desde que empecé a mirarte cómo mujer, me sentí desplazado y no sabía por qué – dijo avergonzado.
Lucía: No lo hacía a mal, mi amor, solo lo hacía para no caer en tus brazos, amor – dijo acariciando su cara – Yo me he sentido así o peor todo este tiempo después de ser tuya, me sentí plena, feliz, pero desde ese momento no me hiciste ni caso – dijo llorosa.
Javier: Perdón – dijo llorando, hundiendo su cara en el estómago de Lucía – No quise hacerte daño.
Cinthia: Deberías decir lo que sientes, amor – dijo seria tocando el hombro de su hijo – No te calles.
Lucía: ¿De qué hablas, tía? – dijo desorientada.
Javier: Mi madre se refiere a que estoy enamorado de ti – dijo mirándola a los ojos con amor, con ternura, con cariño – Te amo, rubia, no te imaginas cuanto – dijo sacando una sonrisa a todas sus mujeres, pero en especial a Lucía.
Lucía: ¿Hablas en serio, amor mío? ¿No es un sueño? – dijo felizmente sorprendida.
Javier: Muy en serio – dijo cogiéndole la cara suavemente y besando sus labios con delicadeza – Te amo, rubia, te amo – dijo besándola con ternura sus lágrimas.
Cinthia: Conozco a mis hijos – dijo sonriente al sentir la mirada de todos – Sé que desde pequeño se sintió muy unido a Mariana y a Lucía y que, aunque se llevaban a matar, también a Rachel. Y sé que era recíproco – dijo sonriendo – Nunca me molestó, y quiero que te comprometas a hacerla feliz – dijo seria a su hijo.
Javier: Lo haré – dijo mirando a Lucía – De ahora en adelante, te haré la mujer más feliz de la tierra.
Lucía: Solo con estar así – dijo señalando sus manos – soy la mujer más feliz de la faz de la tierra, mi amor – dijo sin perder su sonrisa – Me encanta que me digas rubia.
Javier: ¿Seguro? Antes cada vez que te llamaba así te ponías hecha una fiera – dijo sorprendido.
Lucía: Me ponía así porque mi amado primo no me reclamaba como suya – le informó – Muchos chicos y chicas me llamaban rubia y no me gustaba, no me molestaba que me llamaras así tú, pero me hubiera gustado que me dijeras “mi” rubia – le explicó.
Javier: No te preocupes, mi rubia – dijo pasándole la nariz tiernamente por sus labios – De ahora en adelante, siempre que me dirija a ti o a cualquiera de mis mujeres, os reclamaré como mías – les dijo sonriendo pícaramente, pues ya las conocía a todas.
Mariana: Eso esperamos, amor – dijo sonriendo.
Cinthia: Deberías hacerle el amor a tu mujer para demostrarle cuanto la amas.
Javier: No puedo ahora, mira cómo está, esperaré – dijo serio.
Lucía: Ya he esperado demasiado, mi amor – dijo desesperada – Hazme tuya, ahora – dijo besándole e intentando echarle los brazos al cuello – Te necesito.
Javier: Estás muy débil, mejor esperar, amor – dijo intentando quitarse a su prima de encima – Debes reposar.
Lucía: Mi única medicina eres tú, mi amor, hazme tuya - suplicó.
Isabel: Amo, mi hija necesita sentirse suya para curarse plenamente – le informó – No la haga sufrir más, por favor – le pidió.
Javier: ¿Estás segura?
Lucía: Completamente – dijo tocando su pecho.
Javier: Iré con cuidado – le informó mientras comenzaba a besarla con pasión, lentamente.
Lucía, con una sonrisa de felicidad en los labios al escuchar a su primo, le besó con pasión mientras ambos se acariciaban. Javier se tumbó encima de su prima evitando hacerle daño mientras Lucía le agarraba la cara sonriente. Tras unas caricias, Lucía comenzó a besarlo suavemente, pasando por cada parte del rostro de su amado primo. Luego bajó al cuello y comenzó a darle unas lamidas mientras le masajeaba sensualmente su pecho.
Javier: ¡Oh sí! Me encanta tu lengua, amor – gimió.
Javier comenzó a tocar las tetas a su prima suavemente. Javier le devolvía las caricias y los besos a Lucía, con más pasión, sacando gemidos de placer de la garganta de su prima.
Lucía: ¡Oh sí, sigue así, me encanta todo lo que me haces, toca a tu mujer, besa mi cuerpo, no pares!
Javier: ¡Oh sí! ¡Voy a hacerte mía, me voy a comer tus tetas!
Lucía comenzó a bajar por el pecho y vientre de Javier con agilidad, con la lengua hasta que llegó a la polla. La agarró fuerte y comenzó una lenta paja mientras miraba sonriente a su primo y le daba besos en el estómago. Pronto comenzó a darle lamidas a lo largo y ancho de su polla mientras lo seguía pajeando lentamente. Javier le agarraba la cabeza mientras todas miraban, esta vez sin masturbarse, solo mirando con una sonrisa la manera de hacer el amor de esos dos.
Javier: ¡Oh sí! ¡Me encanta, no pares, sí, lámela toda, así, oh sí, que bien lo haces, amor, sigue mi rubia, dale placer a tu hombre con tu lengua!
Lucía: Disfruta de tu mujer – dijo poniéndose en la posición de 69, con agilidad – hazme disfrutar cómo solo tú sabes, mi vida.
Javier, pronto tuvo a su disposición el coño de su prima y empezó a lamerlo, suavemente, mientras le acariciaba el clítoris y el culo, arrancando gemidos a Lucía, subiendo exponencialmente su excitación. Lucía le comía la polla a Javier con pausa, mientras acariciaba sus huevos y los lamía. Luego de unos minutos, Lucía no pudo aguantar más tanto placer y explotó en la boca de Javier.
Lucía: ¡Oh sí, mi amor, me corro, sigue, sí, me encanta, que bien me comes el coño, amor, sí, sí! – gritó sacando la polla de su boca sin dejar de pajearle.
Lucía se corrió en la boca de Javier, quien tragaba toda la corrida con gula, con placer. Cuando Lucía terminó de correrse y la polla de Javier estaba bien ensalivada, se levantó y se colocó entre las piernas de Javier y colocó la polla de él entre sus tetas para comenzar una lenta cubana.
Lucía: ¿Te gusta, amor?
Javier: ¡Me encanta, mi vida! ¡No pares, oh sí, que bien usas tus tetas, sí, me encanta, que ganas de que me hicieras una cubana!
Lucía comenzó aumentar el ritmo de la cubana y a lamerle la cabeza de la polla. Cuando notó que su hijo estaba a punto de correrse paró y se tumbó en la cama encima de su primo, mientras lo besaba. Luego, muy lentamente, comenzó a restregar todo su cuerpo con el de Javier y se sentó en su polla, clavándosela entera, despacio, sin dejar de mirarle a los ojos sonriente. Cuando se la clavó entera, empezó a cabalgarlo de manera suave y lento mientras Javier la agarraba para que no se cayera.
Lucía: Eso amor, ¡fóllate a tu mujer, a tu puta! ¡No pares mi amor! ¡Oh sí! - gemía deseosa - ¡Oh sí, no pares! ¡Cómeme las tetas! ¡Oh sí, dame más, más duro, más! ¡Oh sí! ¡Eres todo un semental, amor! – aumentando paulatinamente el ritmo de la cabalgada.
Javier: ¡Oh sí, amor, sí, toma polla, me encanta hacerte mía, sí, estás muy mojada, sí, que estrechito lo tienes, sí! – gemía agarrándola del culo.
Lucía: ¡Oh sí, mi coño está hecho a medida para tu polla, mi amor, sí, oh sí, me llega hasta el fondo, sí, me encanta, mi amor, me corro, me corro!
Lucía cabalgaba la polla de Javier como una amazona experta, imprimiéndole cada vez un ritmo más fuerte, más duro, más salvaje. Mientras Javier le comía las tetas y le acariciaba el culo, dándole unos azotes y haciéndola gemir más fuerte. Luego de unos minutos y de dos orgasmos de Lucía, Javier con agilidad y sin sacarle la polla de su coño, les dio la vuelta y la colocó debajo de él con cuidado, empezando a follarla.
Lucía: ¡Oh sí! ¡Cómo me gusta tu polla! ¡No pares, amor, sí, oh sí, así, más, más, sí! ¡Oh sí! – gemía pidiendo más - ¡Oh sí, no pares! ¡Quiero más polla! ¡Oh sí, dame más, más duro, más! ¡Oh sí, soy tuya!
Javier: ¡Oh sí, puta! ¡Toma polla, cariño, siempre quise tenerte así! ¡Qué buena estás! ¡Me encanta hacerte mía, sentir cómo te deshaces teniéndome dentro!
Javier folló a Lucía cada vez a un ritmo más rápido, más duro, más violento, más bestial, sin dejar de comerle las tetas y agarrarle el culo, y sin dejar de besarla apasionadamente, jugando con sus lenguas. Luego de unos minutos, Javier no lo aguantó más y se corrió en el coño de Lucía.
Lucía: ¡Oh sí, me encanta cómo me haces tuya, no puedo parar de correrme, sí, me corro, sí, así, más duro, más fuerte, muérdeme! ¡No pares, amor, sí, oh sí, así, más, más, sí! ¡Oh sí! – gemía pidiendo más - ¡Oh sí, no pares! ¡Quiero más polla! ¡Oh sí, dame más, más duro, más! ¡Oh sí!
Javier: ¡Oh sí, amor! ¡No aguanto más, me voy a correr!
Lucía: ¡Oh sí, córrete dentro de mí, de tu mujer, de tu puta, sí, sí, sí, dame tu leche, sí, dale a tu perra tu leche, sí, sí, sí, me corro! – gritaba haciéndole la pinza con las piernas.
Javier: ¡Oh sí, mi amor, me corro en tu coño, sí, toma mi leche, la leche de tu hombre, toma puta, sí, tómala toda, sí, sí, me corro!
Javier se corrió como un loco en el coño de Lucía que recibía con un orgasmo brutal la leche de su primo, mientras se besaban con ardor. Luego de correrse, Javier sacó su polla ya flácida del coño de Lucía y se tumbó a su lado, siendo abrazado por una sonriente y feliz Lucía.
Lucía: ¡Ha sido hermoso! – dijo sonriente – Mejor que en mis sueños, me ha encantado, mi amor – dijo besándole – Te amo infinito, mi vida.
Javier: No ha sido para tanto – dijo sonrojado por el halago, pero feliz.
Cinthia: Ha sido precioso, mi amor – dijo sonriente.
Rachel: Sí, muy tierno – dijo con una sonrisa.
Olga: Con mucho amor – dijo sonriendo.
Rosario: Eres todo un hombre, cariño.
Lucía: Es que nuestro hombre es muy hombre – dijo besándole.
Javier: Bueno, ya vale de halagos – dijo causando la risa de todas – Ya es hora de dormir, vamos – dijo levantándose de la cama y echando a todas de la habitación entre risas y guiños de ojos, después de besarlas a todas se fueron a dormir.
Lucía: ¿Te quedas a dormir conmigo? – le pidió.
Javier: Tengo que cuidar a mi rubia – le guiñó un ojo – Pero a dormir – le informó.
Ambos se quedaron abrazados, dormidos, y felices. Lucía tenía a su hombre al lado, y pensó que al final lo del suicidio fallido había valido la pena, pues pensó que, si fallaba en el suicidio, Javier la terminaría por repudiar. Sonriendo por su ridículo pensamiento, se durmió en los brazos de su amado.