Aplicando justicia (9)

Los primeros pasos de mi particular “Justicia” comienza a darse y, sin saberlo, las chicas obtienen también sus beneficios.

ASALTO A LA MANSIÓN - NUEVOS NEGOCIOS.

La dejé a Andrea en la puerta de la casa, que quedaba a cuatro casas de las de las sobrinas y antes de bajarse del auto, me tomó la mano y me dijo: “Gracias por el día distinto y por la esperanza” , después me hizo conocer el sabor de los labios “familiares” , lo digo así porque no encontraba diferencias en la textura de los labios y en el sabor de la boca de ninguna de las tres.  Me volví para casa acomodándome el miembro torcido y un tanto apretado por el calzoncillo y el pantalón.

No bien llegué, armé en la parte trasera de la casa, alejado de la vista de curiosos, el blanco que había comprado y dispuse los cuchillos en las fundas del cinturón.  Dejé todo sobre la mesa de la cocina y me preparé un emparedado, me tomé mi tiempo para ello, mientras tanto pensaba en las dos cámaras que había visto en la mansión de los “narcos” , eran fijas y presentaban un punto ciego, las imágenes, seguramente, pasaban por algún monitor o un par de ellos y quedarían registradas en algún CPU de las computadoras interiores.

No era un equipo muy sofisticado, índice evidente que venía con la casa que se alquilaba, estaba seguro de que no existiría ningún control central conectado al yate que estaba anclado en el puerto, de hecho, en la isla no había cámaras para tránsito ni de las que se usan para control en Seguridad, me había fijado muy bien en eso cuando paseaba con Andrea .  Luego de comer un par de emparedados y tomar una lata de gaseosa, me dispuse a probar los cuchillos, en realidad a tratar de desentumecerme en el uso de ellos.

Me puse contento aunque, a medias, la puntería “al bulto” la seguía teniendo pero me costaba coordinar los momentos en que sacaba el cuchillo de su funda y lo clavaba casi sin apuntar en el lugar que yo elegía.  Sabía que eso sólo lo podía lograr con una combinación de mente y acción como para que ésta se pudiera plasmar en una especie de “acto reflejo” y mi mente estaba muy empelotada como para conseguir eso, hacía tiempo que había abandonado la práctica de la concentración y nada podría salir bien si no se estaba seguro de lo que se quería conseguir.

Dejé todo lo que estaba haciendo, puse en penumbras toda la habitación y me senté a hacer una larga meditación.  No sé el tiempo que estuve así pero, cuando di todo por terminado me sentí mejor, aunque sin dejar de comprender que la repetición y la práctica eran esenciales y volví a abocarme a los cuchillos, al blanco y a mis movimientos.

Estaba amaneciendo cuando me di, más o menos por conforme con lo logrado con mi mente, mis reacciones y los cuchillos, me hice a la idea de comenzar a dedicarle dos horas del día a la ejercitación de cuerpo y mente, me serviría para un mejor vivir y no sólo para ejecutar mi venganza a la que yo denominaba “Justicia” .

Transpiraba hasta por los ojos y el baño me vino de maravillas, la cama se me antojó como una nube de algodón y me rendí ante ella.  En un determinado momento la escuché a Valentina cuando me daba los buenos días pero como no entrañaba peligro, algo le contesté y seguí durmiendo ignorando pequeños ruidos que hacía ordenando la casa.  Finalmente me desperté solo y ya era cerca del mediodía, me la encontré en la cocina y se acercó a saludarme con un beso suave en los labios…

  • Buenos días dormilón, ¿te cansó el día y la anoche con la tía Andrea ?
  • Buen día Valentina, no, nada que ver, almorzamos, fuimos a ver a un par de personas y luego la llevé a la casa, lo que sucede es que retomé a full con mis prácticas de Artes Marciales, ejercicios físicos y meditación, descubrí que estaba bastante herrumbrado y me costó lo mío lograr entrar en ritmo, con el consiguiente cansancio por eso, además porque me acosté ya amanecido.
  • ¿Sabés de Artes Marciales?
  • Tengo un conocimiento amplio en un par de ellas, todo lo cual se debe acompañar con una preparación mental para, sabiendo lo que uno puede dar en una disputa, evitar todo tipo de confrontación, había dejado mucho de eso de lado y me comenzaba a “pasar factura”.
  • A tu lado una está doblemente protegida.
  • En hipótesis si pero… lo que te voy a pedir es que no lo divulgues, quizás porque sos vos, sentí la necesidad de contártelo y no me gustaría que trascienda.
  • Debí habérmelo imaginado, es claro que no se llega a Jefe de Seguridad en una gran empresa si no se conocen determinadas cosas, que sé yo, armas, defensa personal y otras cosas que hacen al trabajo.  Quedate tranquilo que nadie sabrá nada de mi boca.  Contame, ¿qué tal lo pasaste con la tía?...

Me gustó que no insistiera sobre lo que yo le había contado y que me preguntara por banalidades.

  • Creo que lo pasó bien, almorzamos en un lugar muy bonito e íntimo con vista a la playa y al mar, luego me acompañó a ver al señor de la computación y después a una armería, allí compré una serie de cuchillos de lanzar, es una debilidad que tengo y me salen mucho más baratos que comprarlos en mi país, lo mismo que con lo de la tablet.
  • Andreaestaría en su salsa, desde que falleció el marido hace una vida de la casa a la playa y viceversa, la pasó mal y recién ahora está más o menos bien, con carencias como todas pero mucho mejor de ánimo, es nuestra única familia.
  • Me contó de su trabajo y estuvimos viendo unos locales que le gustan.
  • Sé de lo que hablás, esos locales son su sueño imposible, siempre nos dice que quisiera tener uno pero aquí ahorrar es imposible.
  • Voy a ver si puedo ayudarla, posibilidades tengo y le pedí que me hiciera determinados números para ver si puedo proceder con eso.
  • ¡Sos increíble!, recién nos conocés a todas y ya te prestás a una ayuda desinteresada, ¡vos no existís!

Me lo dijo tirándome sus brazos al cuello y comiéndome la boca con un beso que me agradó y que, me di cuenta, estaba esperando.  Después de un rato que no llegó a convertirse en apasionado, le dije que era un secreto, que todavía no tenía nada en concreto y que tampoco le dijera nada a Abigail . “Bueno” , fue lo único que me contestó y me preguntó que tenía ganas de almorzar. “Lo dejo a tu criterio, pero “el postre” lo compartimos luego entre los dos” , -le contesté-.  Los ojos le brillaron y expresó que mejor se iba a cocinar porque si no nos quedaríamos sin comer.

La vi feliz y moviendo el culo en la cocina, preferí salir un rato a tomar el sol caribeño a un costado de la piscina. Valentina cocinaba un delicioso estofado con un poco de carne, puré de maíz (se llamaba Funchi) , arroz moro y frijoles, estos últimos los probé pero nunca fueron de mi agrado.  Como fuere, el olorcito te impregnaba las narices y te despertaba el hambre.

Me había puesto el traje de baño mínimo que se había empeñado Valentina que usara, cuando me llamó para almorzar tenía puesto un delantal que le cubría la parte de adelante de su cuerpo y al caminar para buscar un poco de pan, casi me atraganto con el sorbo de agua que estaba tomando.  Su espectacular culo estaba cubierto apenas por la tirita de la tanga y sus nalgas parecían llamarme.  Era un culo perfecto, tal como el de la hermana y seguramente el de la tía y no me pude aguantar…

  • No me podés hacer eso, voy a almorzar excitado pensando que son tus nalgas las que mastico.
  • Veremos si te gusta la comida que te hice, “el postre” te lo dejo preparado y a la vista pero el culpable sos vos que te pusiste a tomar sol con la zunga.
  • Para eso quisiste que me la comprara.
  • Es verdad pero nunca pensé que mi culito se enviciara tanto con lo que esconde esa zunga, mejor comamos.

La cara de Valentina era de una felicidad que parecía hacerla brillar, se acercó para besarme nuevamente y me puso las nalgas al alcance de las manos para que las apretara y acariciara, todo en un todo de jarana, con la pasión y el casi desenfreno girando y dando vueltas por el lugar aunque sin que ninguno de los dos lo hiciera aparecer, primero se imponía el almuerzo y, de verdad, me deleite con un plato típico pero netamente casero, para el momento del café, “se pudrió todo” .

Se había sacado el delantal y me acercó el café vestida solamente con la exigua tanga, ninguno de los dos pudo terminar la taza de café, nos devoramos las bocas, nos sacamos los “trapitos” y luego se sentó sobre mis muslos para que me deleitara con sus tetas urgidas de caricias y besos, le “gasté” los pezones con lamidas, besos y chupadas profundas que hicieron entrar a la rubia en una inesperada cadena de pequeños orgasmos, “no lo puedo creer, no puede ser” , -decía entre temblores y asombrada por la reacción de su cuerpo-.

En medio de sus contracciones trataba de meterse el miembro en la vagina anegada pero no la dejé, la levanté, le hice apoyar medio cuerpo sobre la mesa y abriéndole bien las piernas, pincelé varias veces la vagina y el culito como si no me decidiera por cual entrar, ella se movía y pedía con voz sollozante que eligiera un lugar y la penetrara, “méteme la verga, mi macho, reventá lo que quieras, ¡por Dios, como te necesito!” , -decía alzando la voz y me saqué un gusto.  El glande encontró el orificio empapado y entré de una y hasta el fondo.

Fue casi como una maldad pero Valentina que, en principio, dio un grito entremezclado con el dolor y el placer de recibir mi verga en su interior, pronto comenzó a mover las caderas para acoplarse a las entradas y salidas.  Me costaba mantenerla quieta cuando se contraía, temblaba y gritaba el orgasmo, así fue un par de veces y habiendo aguantado mi descarga le dije: “Ahora le toca al vicioso” , lo entendió clarito y su culito pareció dilatarse solo permitiendo que el ariete tomara posesión de ese interior liso y cálido.  Aquí tampoco me detuve hasta chocar con sus nalgas pero el ingreso fue más suave.

De todos modos lo sintió y el grito fue como una especie de descarga, traté de quedarme quieto para que se acostumbrara y no me dejó, ella se movió acelerando sus movimientos y empujaba con ganas sus nalgas hacia mi pelvis.  Probé de quedarme quieto aferrando con mis manos sus caderas y “me dio vuelta” .

La cogida anal que Valentina se estaba propinando con mi ariete fue espectacular, sus nalgas parecían una coctelera y los músculos de su esfínter apretaban y soltaban mi verga como si de una mano se tratara.  El grito de placer que comenzó a salir de su boca hizo que me dejara ir con ella acompañando su orgasmo con una copiosa eyaculación en lo más profundo de sus tripas.

La rubia arubeña no paraba de temblar, gemía a viva voz y se reía plena de felicidad, la verga se “desinflaba” y ella misma se salió para dar la vuelta y agachándose, se dedicó a limpiarla con su boca, en ese momento pudo con todo el miembro que, totalmente vencido, se dejó hacer los mimos necesarios para quedar reluciente.  No había ningún aroma “extraño” en el lugar y me di cuenta que Valentina se había preparado para gozar con su viciosa oquedad.  Quedamos los dos como para un “mírame y no me toques” , entonces la tomé de la mano y nos fuimos a la habitación a descansar un rato.

Nos arrojamos relajados sobre la cama y la siesta nos atrapó, el rato se convirtió en unas dos horas, hasta que la escuché levantarse e ir al baño, luego se fue para la cocina tratando de no despertarme y yo seguí un poco más.  Al poco rato me levanté, me bañé y me cambié, Valentina ya tenía todo en orden y condiciones en la cocina, me besó “de pico” y la abracé fuerte intensificando el beso, me gustaba mucho esa mujer.  Igual no pasaría de allí, bueno, eso es lo que yo pensaba. Le pedí que se cambiara para acompañarme a retirar la tablet, quería ver cómo funcionaba y volver a los ejercicios.

Me atendieron rápido, el hijo del dueño del negocio me explicó las mejoras incorporadas y me di cuenta que tenía un “cañón” en las manos, el “jugo” que le podría sacar dependería únicamente de mí y para eso también tendría que practicar porque tenía muchas más posibilidades que lo que ya tenía anteriormente.  De allí nos fuimos a la inmobiliaria de Abigail , al llegar la morocha no se cortó por la presencia de la rubia y me echó los brazos al cuello para estamparme un beso, como dicen los españoles, “de tornillo” .

Nos preguntó a que se debía la visita, le expliqué que quería comprar un local que había visto con Andrea y si era como en mi país, ella haría las tratativas con la inmobiliaria que los tenía a la venta y podían repartirse la comisión de la venta.  Efectivamente, me comentó que se podía hacer así porque ella llevaba al comprador pero preguntó además para qué quería un local en esa zona.  Los ojos de Valentina brillaban pero no decía nada…

“Vos no te hagas problemas para que lo quiero, averiguá el precio y vemos que podemos hacer” .  No preguntó más y llamó a la parte vendedora, me dijo el precio pedido, me pareció conveniente y le pregunté si aceptaban el pago con tarjeta de crédito, ante la afirmativa se pusieron de acuerdo con la comisión y los gastos e hice los pagos separados, Abigail se llevaba una buena suma de comisión y me preguntó los datos para poner en el Contrato de Venta y en la futura Titularidad de Dominio.

  • No van mis datos, ubicá a tu tía y andá con ella a la inmobiliaria, va todo a nombre de ella, vamos a ver si le podemos dar un empujoncito a la mini empresa de Andrea.

Las dos se miraron sin poder creer lo que les decía y aunque la rubia se esperaba algo así, se plegó a los gritos y alegrías de la hermana que se trasuntaban en abrazos entre ellas dos y de ambas hacia mi persona. Abigail se puso como loca y de los besos y apretones pasó a amagar con quitarse la ropa, era una mezcla de alegría y excitación que quería calmar con sexo.

Sin dudas que, lo exultante que estaba y se demostraba, contagiaba y con una mano apretando una de sus duras nalgas, le dije que no podía quedarme…

  • Déjenme en casa porque tengo cosas que hacer, váyanse las dos con mi auto, explíquenle a Andrea, la traen para finiquitar todos los trámites en la oficina de ventas, festejen entre ustedes como quieran y que me vea mañana en casa con los datos que le pedí sobre las mercaderías.  Yo tengo cosas que hacer, necesito practicar algunas cosas y quiero estar solo, Valentina ya sabe a lo que me refiero.

Me venía bárbaro para mis planes, yo podría moverme a pie, practicaría algo más con los cuchillos y luego iría a investigar las posibilidades en la casa-mansión de los narcos que me ocupaban y para eso no quería tener a ninguna de ellas cerca. Abigail ensayó algún tipo de… “Si querés vamos todas para tu casa y festejamos juntos, Andrea no lo va a poder creer” pero Valentina le cortó cualquier tipo de festejo, “si dice que no puede, no puede, no seas obsesiva” , -cortó un tanto tajante y ya no hubo más que decir-.

Ya en la casa y sin nadie que me interrumpiera me puse a practicar.  Estuve un par de horas largas con eso y me sentí bastante satisfecho con lo logrado.  Luego de darme una ducha relajante me metí en Internet bajando la señal satelital para tratar de averiguar sobre los planos de la casa, tuve suerte, en la oficina de la Gobernación figuraban planos de viviendas de lo que se consideraba como zona residencial y encontré lo que buscaba.  La casa en cuestión tenía dos plantas con los dormitorios en la planta alta, no eran muchos, sólo cinco pero tenían dimensiones enormes y todos con vestidor y baño incorporado.

En la planta baja había un living que ocupaba la mitad de la vivienda, un comedor también importante y la cocina junto a otras dependencias que imaginé habitaciones para los custodios, lavadero, tres baños y un par de lugares que se me antojaron como para privados.  El mayor problema que veía era el espacio en blanco de casi treinta metros que me quedaba desde el portón hasta la casa pues no sabía si habría custodios en el interior aunque era probable y tampoco sabía que vista tenían hacia el portón de entrada, eso era un riesgo, tendría que “jugármela” .

Con lo que no me fue bien fue con el sistema eléctrico de la zona, no había forma de hackearlo porque no era un sistema computarizado, lo único que aquí me quedaba era cegar las cámaras y cortar el cable de alimentación de la casa, otro problema porque no tenía ningún visor nocturno y, ya adentro de la casa, andaría al “voleo” . Después de cenar algo liviano decidí darme una vuelta por el lugar, si tenía que arriesgar debería hacerlo tomando las precauciones necesarias, incluso las que me permitirían una rápida huida.

Me vestí con un pantalón bermuda marrón oscuro y con bolsillos grandes, una camisa oscura holgada y zapatillas deportivas blancas que oscurecí con un marcador negro pues me vi obligado a improvisar, ajusté el cinturón con los doce cuchillos y puse la “Tanto” al costado de mi cadera ajustando la funda al mismo cinturón de las pequeñas dagas, llevaba además una mochila chica donde había puesto la tablet, una máscara negra de látex que quedaba bien ajustada y un par de guantes de cuero negro muy fino que siempre llevaba en mi equipaje.

Había hecho unos cincuenta metros de camino cuando vi salir a un vehículo de la casa que “visitaría” , detrás de éste salieron dos más, todas camionetas oscuras que se lanzaron a una velocidad poco prudente por las calles angostas.  No intenté ocultarme y seguí caminando como cualquier turista normal, no vi cuántos iban en cada vehículo pero por la música estridente que salía de ellos, daba por descontado que ni siquiera se habían fijado en mí e irían a alguna confitería del ambiente nocturno arubeño.

Al llegar a las proximidades de la entrada pero lejos del alcance de las cámaras me pasó un vehículo policial que se estacionó frente al portón, bajó un efectivo, habló con uno de la custodia, recibió un paquete que, por las medidas envolvía billetes y estimé un pago por el servicio, se estacionó unos veinte metros más adelante, siempre en el mismo sentido en que venían.  Custodiar a narcos no entraba dentro de los cánones de una policía libre de sospecha, no pretendía eliminar a policías pero tampoco me temblaría el pulso si tuviera que hacerlo, la corrupción era evidente.

Como fuere, ya no podría ir al portón del frente y sorprender a los custodios irrumpiendo a cuchillazos.  Regresé sobre mis pasos y busqué de rodear la propiedad tratando de encontrar algún lugar por dónde entrar con cierta facilidad.  La propiedad ocupaba toda la manzana, el portón estaba a mitad de cuadra así que caminé hacía atrás los primeros cincuenta metros y no encontré nada, lo hacía por la vereda de enfrente y en los otros cien metros tampoco vi nada que me permitiera acceder al muro de casi tres metros de alto.

En la siguiente cuadra, la cosa era más prometedora, era la parte más cercana a una de las playas porque sólo unos doscientos metros la separaban de la entrada a una playa de las pequeñas y la vereda que rodeaba el muro estaba casi a oscuras porque una larga fila de árboles “Divi Divi” , oriundos de la isla, con tronco nudoso e inclinado y con frondoso follaje, formaban un abovedado con ramas que casi llegaban a la pared que yo buscaba franquear.  Subí de inmediato a uno de ellos cuyas ramas más gruesas quedaban a unos 40 centímetros del muro y, sin apurarme, me puse a observar los alrededores de la casa.

Era indudable que era una casa-mansión que se alquilaba por determinada temporada o días, de lo contrario no podía entender esas fallas de seguridad en toda la parte trasera de la misma.  El muro tenía un ancho de unos treinta o treinta y cinco centímetros, no tenía nada como alambrado de púas o vidrios rotos amurados como para impedir el ingreso, el pasto de las inmediaciones estaba crecido y junto con algunas plantas de no más de un metro de alto, con un ancho de unos tres metros a todo lo largo del muro, brindaban un buen lugar para ocultarse al entrar.

Luego eran unos quince metros de parque con césped cortado bien corto y comenzaba un bosquecito de árboles de distinto tamaño y grosor en el que se notaban distintos senderos angostos, hacia un costado del bosquecito había una edificación más grande y pensé que era para los caseros y/o custodios, la rodeaba el bosque, lindaba con el muro y también tenía una piscina más chica y a un par de edificaciones menores que imaginé de trasteros y para las maquinarias de la piscina, me servirían si tenía que salir por allí.

Llegar a la casa en sí implicaba recorrer un buen trecho de parque.  Alcancé el muro sin problemas y tirado de panza sobre éste, protegido por el follaje, saqué la tablet, miré rápido y me acusaba sólo las dos cámaras de la entrada mirando hacia la calle, no había más y no me jodían así que ni siquiera intenté anularlas.  Me colgué del muro y me dejé caer el metro y pico que me faltaba para llegar al suelo, ni se me ocurrió sacar las manchas que dejé en la pared, que supieran por dónde había entrado no me hacía mella.

No se veían movimientos y la casa de los caseros no tenía luces, apenas si había luces cerca de la pileta de la casa grande y en un par de ventanas de la planta alta, una de ellas era corrediza y daba paso a un gran balcón.  Me quedaba el claro para llegar al bosquecito y me tomé mi tiempo para observar que no hubiera nadie en las inmediaciones, tampoco se veía a nadie mirar por las ventanas y me mandé en un piqué corto.

Lo hice justo, apenas llegué a la oscuridad que me brindaban los árboles vi aparecer a dos hombres que desde un sendero lateral se dirigían a la casa situada a un costado.  Uno venía fumando y conversaban en voz alta…

  • Te acompaño porque ya no lo aguanto al “arrebatao” de Javier que se cree el jefe de seguridad, yo no les tengo mucha confianza a los franceses y que quedemos sólo cinco con el jefe me parece poco, por más que hayan puesto a los dos “polis” en la puerta.
  • Sí, yo tampoco lo veo bien pero, la verdad, hubiera estado “chévere” que nos llevaran a la reunión con los “corsos” y luego a bailar con el hijo del jefe y las amigas, si van mañana seguro nos toca a nosotros, aunque después haya que traerlos “empaponaos” a varios.
  • La que está “bollito”, “bollito” es la pendejita que se está comiendo el jefe, está muy “bacana” la rubiecita.  Seguro que después tengo que llevarla, voy a ver si le puedo “meter mano”.
  • Jajaja, yo a vos no te escuché, si se entera el jefe te corta en pedacitos.
  • La rubiecita no le va a decir, los otros días la llevé y se subió al auto “pasada de blanca”, no sabe ni dónde está y tiene un culito que lo debe hacer hablar.

Pasaron los dos a mi lado muy confiados, sin percatarse y ni siquiera mirar hacia la oscuridad, el que fumaba un “charuto ”, (el aroma era inconfundible) , tenía colgado del hombre un fusil “Para” con culata rebatible y el otro llevaba una pistola en la cintura de la que asomaba la empuñadura.

Fue lo último que les escuché decir, no bien pasaron, cada uno de ellos recibió un cuchillo en la nuca y no atinaron ni a emitir un sonido cuando se desplomaron de cara al suelo, de inmediato los revisé, limpié, guardé los cuchillos y comprobé con agrado que la pistola tenía un silenciador y el cargador completo, me quedé con esto.

Luego corrí hasta la puerta corrediza que comunicaba la zona de la piscina con la casa y entré tomando todas las precauciones, estimaba que los tres restantes estarían en la puerta pero no podía confiarme.  Hice bien en hacerlo así, desde la cocina aparecieron dos personas que no tenía en cuenta, eran del personal doméstico, una mujer y un hombre cercanos a los cuarenta años, el tipo estaba elegantemente vestido y le daba indicaciones a la mujer, que vestía de jeans y remera, para subirle una bandeja con bebidas y comida al jefe.  Primero pensé en eliminarlos pero se me ocurrió una idea para pudrir las negociaciones entre bandas.

Los sorprendí a los dos apuntándoles y se quedaron tiesos, le pedí a la mujer que dejara la bandeja sobre una mesa y que se sentaran en el sofá, yo impostaba la voz utilizando una especie de español mezclado con francés y me dirigí a ella… “Si quiegue vivig venga conmigo y traiga bandega” .

El tipo atinó a moverse y lo desmayé de un golpe en la frente utilizando la pistola, “con la hegmandad cogsa no se juega” , -agregué y le disparé en el hombro, ni se quejó, ya estaba desmayado pero enseguida apunté a la mujer para que no gritara y le dije que me llevara a la habitación del jefe.

La pobre estaba blanca como un papel y no atinaba a negarse a nada, “por favor, señor, por favor, sólo soy una empleada” , -me decía-.  Yo no le contestaba nada y lo único que hacía era darle golpecitos en la cintura con el cañón del silenciador.

Frente a la puerta de la habitación se detuvo y me miró para saber que debía hacer, le hice señas para que golpeara y avisara que traía la comida, luego escuché que alguien se movía acercándose a la puerta, cuando la puerta se abrió empujé a la mujer que cayó sobre un tipo gordo y panzón que por vestimenta sólo tenía un habano a medio consumir en la boca.

No lo dudé, no pudo ni preguntar qué pasaba, sólo atinó a abrir los ojos por la sorpresa, fueron dos disparos en el pecho y uno en la frente, la chica no se había recuperado del choque por el empujón y la desmayé de un golpe en la cabeza, quedó tendida con medio cuerpo sobre el tipo muerto, até sus manos con un pañuelo grande que había sobre la cama y tapé su boca con la servilleta que ella llevaba.

No me podían identificar por la máscara de hule y lo único que me interesaba es que hicieran referencia al tema de los “franceses corsos” .  La adolescente rubia que estaba sobre la cama, de muy buen ver por cierto, no pudo ver ni darse cuenta de nada, además de drogada estaba desnuda, atada con sus extremidades a la cama y tenía los ojos tapados con unos antifaces para dormir pero, por las dudas, le puse los calzoncillos del tipo en la boca.

Después me dediqué a revisar la habitación, encontré sobre una mesa ubicada al costado de la cama, una pistola 11,25 mm Colt con la empuñadura laminada en oro con filigranas e iniciales grabadas, todo lo demás era en acero inoxidable, un verdadero desperdicio para un arma tan buena.

Debajo de la cama asomaba un bolso que parecía ser grande y lo saqué de allí, efectivamente, al abrirlo vi que tenía unos veinticinco o treinta paquetes de cocaína de un kilo, (“ladrillos” que le dicen) , no podía llevar nada de eso ni tenía tiempo para destruirlo, sólo abrí uno de los paquetes y lo desparramé sobre la cara del muerto y el vientre de la chica en la cama, los demás los dejé donde pudieran verse.

Me interesaba saber lo que contenía una valija metálica de grosor medio que estaba guardada en uno de los estantes del placard que revisé concienzudamente.  La valija era de combinación y tuve que forzarla golpeándola con la empuñadura de la pistola del narco, la abrí con cuidado porque uno nunca sabe y encontré el “pago” por mis servicios “justicieros” .

Eran fajos ordenados de billetes de 100 dólares y tal como me había pasado con los psicópatas que torturaban chicas, no dudé en guardarlos.  Tuve que acomodarlos en la mochila chica que llevaba y algunos fajos los puse en los bolsillos de la bermuda.

Tenía que decidir qué hacer con los custodios que estaban en la puerta y además se me había ocurrido que tendría que ser la policía la que descubriera esto, de ser los narcos taparían todo.  El intercomunicador que había en la habitación me podía servir y como uno de los botones decía “puerta” intuí que era para comunicarse con los custodios que se encontraban allí.  Decidí llamar al tal Javier que lo había oído nombrar por los dos primeros delincuentes muertos, “sube rápido Javier grité y bajé al comedor para esperarlos.

Continuará…

Por favor, valoren y comenten.

GUILLEOS1se los agradece.