Aplicando justicia (7)

Se dan las cosas primero con Valentina, las invito a cenar a las dos y aparecen posibles objetivos para aplicar MÍ Justicia.

VALENTINA - CENA DE A TRES - OBJETIVOS.

“La tirita mi cielo, la tirita” , le dije notando que el roce con la tirita de la tanga atentaba contra la integridad y la rigidez del ariete.  No hizo falta explicarle más, la excitación siempre te otorga un grado más de agilidad y se paró rápido, no vi cuando se despojó de la exigua ropa que la vestía, sólo noté que hacía que moviera las caderas para sacarme el short, algo que, ayudada en parte con mi movimiento, lo logró enseguida pero no volvió a sentarse, se arrodilló a un costado y, apenas con un besito en el glande como preliminar, se llevó el miembro a la boca.

Con la cara torcida y con una mirada en que se entremezclaban el vicio, la entrega, la adoración fálica y una pasión que se desataba sin pudores, se penetró la boca tratando de adaptarse al grosor.  Apretaba sus labios contra el tronco, forzándolos porque su boca aún no estaba acostumbrada pero ponía todo su afán entregándose al intento.

Sólo una, convertida para ese entonces en cenizas, con dedicación, entrega y amor lo había logrado, se me cruzó su “fantasma” por la mente y me obligué a alejarlo fijando mis ojos en la hermosa rubia arrodillada a mi costado.

  • Es muy grueso, lo intento pero no puedo pasar de un poco más de la mitad , -decía alternando arcadas con una profusión de saliva-.
  • Me estás haciendo vibrar maravillosamente, no hay necesidad de apurarse , -contesté disfrutando de la mamada sin hacer comparaciones-.

Lo tomó al pie de la letra y las subidas y bajadas de su cabeza se hicieron rítmicas y deliciosas.  Aspiraba bajando hasta dónde podía y subía apretando sus labios, sintiendo cada una de las venas hinchadas y haciéndome sentir una presión placentera, una de sus manos acariciaba mis testículos depilados y uno de sus dedos acariciaba mí asterisco cerrado.

Yo no necesitaba incentivos para terminar y era reticente a que me tocaran el culo, dedos y lengua me ayudaban a romper culos ajenos y el mío lo quería sano, conmigo la “sanata” del masaje de próstata y el placer no cuajaba, por eso cuando me miró interrogando moví la cabeza en negativa y entendió enseguida.

Dejó la mano quieta sobre los testículos y movió sutilmente los dedos de la otra mano que tenía apoyada en mi vientre, entonces me moví para sentarme más erguido y puse una de mis manos en su cabeza, ella, esperando una presión, trató de apurarse para meterse más de lo que podía y se ahogó, la dejé recuperarse y volvió a su tarea con los ojos llorosos.  Seguramente alguna vez la habían obligado presionando su cabeza, yo ni borracho haría eso, le demostré que únicamente quería acariciarla y me lo agradeció con un pestañeo de ojos empañados.

No lo sabía pero no podría hacerme terminar así y yo tampoco quería hacerlo, un leve tirón de su cabello sirvió para que dejara la mamada y se sentara encima de mi miembro, al que acomodó sobre sus labios íntimos para proseguir con esa especie de paja lubricada y llena de placer.  El beso profundo no se hizo esperar, las lenguas volvieron a sacarse chispas y luego retiró un poco su torso para que me ocupara de sus tetas erguidas con pezones, no tan grandes pero duros como piedras que coronaban una areola apenas un poco más oscura que el resto, “chupámelas como si estuvieras hambriento, comelas si querés” , -pidió con una especie de gemido-.

Me prendí como “ternero a la teta” , en realidad a “las tetas” porque ninguna quedó “huérfana” de lamidas, besos y chupones que parecían deformarlas. Valentina no se esperaba esas ganas desatadas manifestadas por mi boca, labios y lengua, superó sus expectativas y no aguantó, no pudo aguantar y el orgasmo se hizo sentir cuando apoyó su cara casi en mi nuca y los labios de su vagina apretaron y empaparon la verga rígida y los huevos por las contracciones y por el flujo que expulsó su orgasmo.  Ella misma se decidió a salir de sus temblores y tomó el ariete con la mano diciendo, “no aguantó más, lo necesito ya” .

Calzó el glande en su abertura y apropiándose de mi boca con sus labios pedigüeños, hizo la fuerza necesaria para penetrarse.  El lugar estaba más que lubricado pero la sintió, desde que el glande penetró lo sintió, los músculos desacostumbrados a la penetración se amoldaron de golpe tratando de “tragar” un grosor desconocido pero tuvo su costo y antes de llegar a la mitad se salió de los gemidos casi dolorosos para expresar: “¡Cristo santo, es enorme!, dame tiempo Carlos , dame tiempo” , -pidió quedándose dura-…

Yo tenía ganas de dar un caderazo y el tiempo que me pedía se lo podría dar al estar insertado totalmente en ella pero preferí darle la derecha y esperar, en cierto modo era “su pelea” y la dejé pero besé su cuello y la abracé con mis manos en su espalda. “Despacio cielo, es todo tuyo pero para gozar, no te apures” , se estremeció al escuchar esto y ya su descenso se hizo continuo pero imparable.

Pronto me sentí totalmente cobijado por su húmedo y caliente interior, el gemido apenas si fue de dolor, la satisfacción y el placer pudieron más y con mis manos acariciando el costado de sus muslos, se dispuso a gozar y a hacerme gozar con su entrega.  Creo que ni ella misma se dio cuenta de lo que sobrevino ni yo esperé la cogida que me dio.

Sus movimientos se fueron acelerando, sus nalgas mullidas rebotaban en mi pelvis y parte de mis muslos, sus músculos vaginales apretaban y soltaban sin demasiado esfuerzo porque quedaba rellena de carne en cada penetración, la presión cercana a lo delicioso se hacía sentir cuando el glande se apretaba contra su útero y resultaba más delicioso aun cuando elevaba sus caderas para sacarlo hasta casi salir por completo.

Los gemidos y las exclamaciones que otrora fueron cercanas al dolor se convirtieron en gritos y pedidos de más, más profundidad, más verga, más movimientos y aunque más no se podía, colaboré con besos y caricias para que el placer se incrementara aprisionando sus nalgas con mis manos y perdiendo uno de los dedos medio en el agujerito más pequeño, mi boca sellando los labios de su cara la transportaban y sólo logró separarse para decir con voz enronquecida y apasionada, Carlos , ¡Por Dios!, no pares de cogerme, haz lo que quieras pero no me prives de este placer” .

Escucharla y sentir, sus contracciones, temblores y apretones en continuado por los orgasmos encadenados que me brindaba lograron que me llevara con ella.  En un punto álgido apretando su cuerpo con ambos brazos, con la cabeza instalada en medio de sus tetas y profundamente metido en su interior, me dejé ir pero apenas con tiempo para calcular el momento en que ella tenía un orgasmo espectacular que la eyaculación caliente incentivó.  Lo mío fueron tres o cuatro expulsiones y lo de ella, al sentir el líquido en sus entrañas, fue devastador.

Levantó la cabeza y dejó escapar un grito continuado que pareció convertirse en una especie de aullido, se me antojó que dejaba salir su pasión, aunando satisfacción y placer por su boca entreabierta como si expulsara con ello alguna que otra frustración.  Ni tiempo a preguntar, su respuesta corporal era más que suficiente, Valentina se había entregado totalmente en cuerpo y alma, alma que me hubiese gustado acariciar y cuerpo que tuve que limitarme a sostener porque se dejó caer sobre mí, totalmente laxa y casi sin sentido, como si fuera un cuerpo muerto.

Estábamos bañados en transpiración y la dejé que descansara sobre mí su semi desmayo, fueron quizás dos o tres minutos y como pude, ya habiéndome escurrido de su interior, junté mis dos pies en el piso y tomándola de la cintura me paré apretándola contra mi cuerpo, lo de ella fue instintivo, me cruzó los brazos por el cuello y dejó que la moviera.

Sus jugos y los míos corrían por mis piernas cuando la acerqué al sofá y la deposité en él, hizo apenas un ronroneo que me sonó delicioso y la dejé en su limbo, para tratar de reanimarme, no hice más que volver a la piscina y allí dejé que el agua clorada me reconstituyera.

Me puse a pensar que lo que había pasado con Valentina había sido más que una simple cogida o un polvo bien echado, en ese encuentro se había dado una conjunción de piel y de sentimientos que se dejaban asomar, eso era algo que sólo me había pasado con Cristina . ¿Sería yo que buscaba paliar la necesidad de tener a mi lado a una par o sería algo que no podía manejar? ...  Miraba su cuerpo acostado y desnudo a través del vidrio de la puerta corrediza y me obligué a no pensar en ello, por ahora, en mi plan, no tenían lugar ese tipo de sentimientos.

Me sacó de mis pensamientos el ruido del motor de una moto que se detenía frente al portón y el golpe fuerte de un puño sobre el mismo.  Salí de la pileta para ir a atender, sabiendo de quien se trataba.  Efectivamente era Abigail , quien luego de saludarme ingresó la moto sin que mediaran palabras, estaba vestida con un top que hacia notar sus tetas altivas y con un shorcito de jeans que dejaba parte de sus exquisitas nalgas al descubierto, “disculpame que venga sin avisar, me llegué hasta aquí porque tenía que hablar con vos para disculparme” , -dijo pasando para el lado de la piscina-.

De inmediato se calló la boca cuando vio la tanga arriba de una de las reposeras, “Ufff, me parece que llegué en un mal momento y estás acompañado, mejor vuelvo otro día, ¿no vino mi hermana hoy?” ...  Se le notó un cierto apuro y necesidad y quizás una pizca de desazón pero le resté importancia y le contesté: “Esa tanga es de tu hermana, está descansando en el sofá, despertala si querés, yo voy a preparar un par de tragos” …  Fue como si le hubieran quitado algún tipo de exclusividad, se le leyó clarito en la mirada pero como no podía opinar al respecto, tomó la tanga y fue en busca de la hermana.

Me quedé mirándolas cuando se juntaron pero, aunque notaba cierta incomodidad en Abigail , más que nada en una especie de orgullo herido, no lo hizo muy notorio y cuando Valentina se fue caminando hacia el baño y sólo se detuvo para darme un piquito y dedicarme la mejor de sus sonrisas, ella se acercó hasta el barcito y sentándose en uno de los bancos altos, tomó la copa que le ofrecí.

  • Fue una verdadera sorpresa, ya esta mañana la había visto más que mejorada y sumando a ello que veo que te queda muyyy bien la sunga, me imagino parte de la situación y debo decir que siento una cierta envidia.
  • Bueno…  Nadie podrá decir que no sos directa para decir las cosas pero…
  • Pero, ¿qué?, ¿te molesta que las mujeres tomen decisiones?...
  • En absoluto, me encanta que sean así, el “pero” tiene que ver que cuando yo estoy involucrado, soy el que decide, no hay teta o culo femenino que decida por mí.
  • Veo que vos también sos directo para decir las cosas y si hubiera un resto para mí no me voy a ofender.
  • Jajajaja, ¡sos terrible! pero por ahora es difícil, aunque queda “pendiente”, tu hermana es una fiera y me secó, mal que le pese a mi machismo.

En ese momento regresaba Valentina , vestida tal cual había venido pero con el cabello húmedo e hizo algo que me agradó, se sentó al lado de la hermana y me pidió por favor si podía prepararle un jugo de frutas con una pizca de alcohol, no se mostró posesiva ni se acercó a mí para demostrarle nada a la hermana, le pregunté cómo estaba y me contestó con toda su sonrisa.

  • Hecha una masoquista porque me pasó un tranvía por encima, quedé molida pero más que feliz.  Con Abigail no tengo secretos y puedo decir que jamás en mi vida pensé en sentirme así.
  • Está bien hermana pero no te explayes demasiado, tené un poco de piedad de los necesitados.
  • Jajaja, se juntan las dos y son un huracán.
  • A decir verdad, tampoco nunca nos hemos “juntado” pero… , -fue Valentina la que habló y generó la reacción de la hermana-.
  • ¡Nena!, ¿qué estás diciendo?...  ¿ Carlos , qué le hiciste a mi hermana?, la desconozco.
  • Nada en especial, quizás haya descubierto a la mujer que se empeñó en ocultar, ojalá fuera así, ahora me gustaría saber qué es lo que podemos hacer en la noche.

No tardaron en ponerse de acuerdo, yo había hablado en plural y entendieron enseguida que la salida sería en trío, me apetecía cenar productos de mar y les pedí que me recomendaran un buen lugar.  Me dijeron de dos lugares en que, según comentarios, se podía comer bien y disfrutar mejor, uno era “Pinchos Grill” , restaurant ubicado sobre una explanada de madera que se internaba varios metros en el mar, literalmente sobre éste y el otro “Opus Ocean Grill” , en la zona del puerto.  Les pedí que se decidieran por el que más les había gustado y la que contestó fue Abigail : “En realidad nunca fuimos a ninguno de esos lugares, son económicamente prohibitivos para los isleños” .

Lo determinamos “salomónicamente” y el árbitro fue una moneda, la elección cayó en “Pinchos Grill y Bar” y de inmediato Abigail habló por teléfono para reservar una mesa para tres.  Quedaba tiempo para que fueran a cambiarse y a la casa y yo las pasaría a buscar a las 20.30 horas para estar en el restaurant a las 21.00 pues se suele cenar temprano.

Las acompañé hasta la puerta para que se fueran en la moto y no bien salieron de casa tuvieron que hacer una maniobra para no ser atropelladas por una 4x4 que pasó rauda a su lado.  Las dos dieron con su humanidad por el suelo y el vehículo, grande, oscuro, de vidrios polarizados y con el sonido de la música a todo volumen ni siquiera detuvo o aminoró su marcha.

Las atendí enseguida y comprobé que ninguna de las dos tenía heridas, sólo un raspón en el brazo de Abigail .  Vi que la camioneta se detenía e ingresaba a una imponente mansión situada a unos ciento cincuenta metros y me propuse averiguar quiénes eran los que vivían allí, lo que me quedaba claro era que no se calentaban un ápice por sus semejantes.

Luego de que las chicas se perdieran al doblar en una esquina, me fui caminando despacio para tratar de atisbar un poco en esa casa-mansión.  De pasada, saqué un par de fotos con el celular a las dos casas anteriores, tal como si fuera un turista un tanto despistado me acerqué al portón cerrado.  Era un portón ciego y conjuntamente con todo el muro perimetral, no me permitía ver hacia el interior pero noté que había dos cámaras que apuntaban hacia los lados de la calle. “¡Ehh, vos!, ¿qué querés?” , me preguntó una voz que enseguida identifiqué con acento colombiano.

Noté que la voz salía de una mirilla cuadrada que había en el portón y hablé dirigiéndome hacia allí, “buenas tardes señor, soy vecino y estoy de turista, me gusta mucho el barrio y sacaba fotos de las casas para tener de recuerdo, me dijeron que aquí hay una linda casa, ¿podría sacarle fotos?”... Podría haberme dicho directamente que no se permitía, que era privado pero… determinada impunidad y la necesidad de mostrar que estaban armados como una forma de disuasión hizo que el tipo entreabriera una de las hojas del portón.

Contaba con eso, de haber sido profesionales, me hubieran hecho retirar sin más pero al ser “del montón” querrían mostrar e inspirar un poco de temor.  Alcancé a ver una enorme casa rodeada de ventanales y dos camionetas más aparte de la que había casi atropellado a las chicas, custodios vi dos, aunque estaba seguro que habría dos o tres más.

Tenían puestas sobaqueras colocadas sobre camisas de manga corta de colores y bermudas, en los pies calzaban zapatillas deportivas caras, el que hablaba conmigo portaba una pistola calibre 40 y el otro un revólver Magnum 44.  El que estaba detrás tenía, además del revólver, que sólo servía como para amedrentar y era muy difícil de usar con precisión, a menos que hubiera poca distancia y tuvieras manos grandes y brazos fuertes, que no era este caso, una M.10 con un cargador más largo y atado con cinta a otro en posición invertido y eso ya era más de “profesional” .

“Disculpe, disculpe señor, no quería molestar” , -dije haciéndome el sorprendido y asustado- pero volví a preguntar dando un paso atrás y tratando de fisgonear: “¿Es algún artista el que vive aquí?, ¿alguien de la tele o el cine?” …  El custodio pareció alegrarse por el miedo que había infundido y me dijo que no, que era un empresario de Colombia y sus hijos pero enseguida se arrepintió de haber hablado, “circule vamos circule, no tiene nada que hacer aquí” , -ordenó después de haber logrado “asustarme” con la ostentación de las armas.

Me retiré “asustadísimo” ante las risas de los custodios pero ya había averiguado lo que quería saber.  Tendría que ponerme a averiguar por medio de mi tablet para ver si podía conseguir los planos de la casa, también tendría que hurgar en los Manifiestos de Vuelos de aviones privados porque esas armas no podía viajar en un vuelo de línea, seguramente venían disimuladas en el equipaje de un vuelo privado y luego un par de billetes evitaba la revisación de Aduana y el escaneado del equipaje en cuestión.  No sería nada difícil pero en ese momento tenía que ir a cambiarme para salir con las hermanas arubeñas.

La sangre me parecía hervir, estaba seguro que eran narcos y “servidos en bandeja” , no sabía cuántos eran pero los tenía a casi doscientos metros de mi casa y no pensaba dejarlos salir tan bien librados de Aruba …  Fuese lo que fuese, no era momento para mezclar las cosas, por un lado estaban los narcos, por el otro lado, dos espectaculares mujeres que me esperaban.

Estuve a horario en casa de las chicas y me abrió la puerta una rubia muy parecida a Valentina aunque a ésta se le notaban unos veinte años más, la ropa no la ayudaba mucho y sus cabellos opacos recogidos como a las apuradas no la hacían muy llamativa que digamos.  Sin embargo, la sonrisa, la simpatía y un brillo de picardía en la mirada, hacían su presencia muy amena…

“Hola, tú debes ser Carlos , pasa por favor, soy Andrea , la única tía que tienen mis hermosas sobrinas, me dijeron que les falta sólo un instante y ya están con vos” …  La saludé tomándola de la mano, acerqué mis labios a su mejilla y le di un beso, tal como acostumbramos en mi país, Andrea se sorprendió un poco con esto pero enseguida su sonrisa solucionó todo.

Al acercarme noté que a pesar de la ropa holgada, de su descuido para vestir y peinarse y de los años, que calculé cercanos a los cincuenta y tantos, las tetas, sin ser muy voluminosas, tenían buena forma y no estaban caídas.

  • Apenas te conozco y ya envidio a quien tenga la suerte de estar a tu lado, ahora sé que la belleza de las chicas es un bien de familia , -le dije mirándola a los ojos-.
  • Jajaja, es muy amable Carlos pero… no hay nadie a quien envidiar, hace cinco años que soy viuda y aquí en Aruba somos muchas más mujeres que hombres y ellos bastante cortados para emprender algo.
  • Lástima no haberte conocido antes que a las chicas, igualmente creo que no faltarán oportunidades para conocernos mejor.
  • Cuando guste Carlos , me ha dicho Abigail que usted se quedará por un mínimo de tres meses, así que creo que habrá tiempo para cruzarnos una que otra vez.
  • Eso sí, con un pedido expreso, tendremos que tutearnos, me hace sentir más cercano.
  • Me encanta esa idea, me ganaste de mano, nuestra fogosidad caribeña nos hace ser muy cercanos y hay tratamientos que nos parecen poner vallas.

En ese momento salieron las chicas vestidas con unos vestidos de colores y acampanados cuyo ruedo llegaba a las rodillas, el cabello suelto y las dos calzaban sandalias de taco medio que las acercaban a mi altura.

  • ¡Por Dios!, ahora las bellezas vienen por triplicado, me van a matar de un síncope, -les dije notando que las tres se sintieron agradecidas-.
  • Ella es nuestra tía Andrea , veo que ya se conocieron y está más ruborizada que nosotras, igual, no te engañes, es muy pícara la tía, -dijo Abigail abrazándola-.
  • Pero nena, ¿qué va a decir mi nuevo amigo Carlos ?, ya nos presentamos y espero verlo por la playa.
  • ¿No me digas que trabajás de salvavidas?, ya te imagino con un traje de baño mínimo, jajaja.
  • ¡Nooo!, ¡este hombre es terrible chicas!...  Yo vendo suvenires a los turistas y estoy por la “Palm Beach”, ¿a ver cuándo te veo por allí?
  • Mañana o pasado, lo prometo pero… me vas a tener que aceptar una invitación para almorzar.
  • Listo, invitación aceptada, hay muy lindos lugares por allí para almorzar, ahora vayan porque los lugares de diversión cierran temprano en la isla.
  • Primero vamos a ir a cenar, tenemos reservación en el “Grill Pinchos”, no esperábamos esto aunque pensamos disfrutarlo, -dijo Valentina con una sonrisa de oreja a oreja-.
  • Ahora soy yo la de la envidia, es un lugar hermoso, pásenla lindo y luego me cuentan, expresó Andrea - .

Luego de esto nos despedimos de la tía y nos encaminamos al restaurant, desde el lugar del estacionamiento tuvimos que caminar por una especie de muelle o explanada de madera, escuchando como debajo de nuestros pies murmuraba susurrando el mar con olas calmas y tranquilas.  Las chicas estaban maravilladas del lugar y yo también, para que negarlo, iban tomadas de mis brazos y cuando nos tocó entrar al restaurant propiamente dicho nos maravillamos más.

Esa misma explanada de madera se ensanchaba y se extendía unos cincuenta metros dentro del mar y estaba sostenida por pilotes gruesos y finos, era muy firme y las mesas, los comensales, la barra y los adornos se encontraban prácticamente sobre el mar.  Por un lado se veía la negrura de la noche en pleno mar, oscuridad que se rompía por alguna embarcación iluminada y semejaban a luces de estrellas lindando con el horizonte, por otro lado teníamos las luces de gran parte de la isla y el espectáculo era para admirar.

A eso le tuvimos que sumar la exquisita atención del maître y camareras atentas a nuestros pedidos.  Los únicos que, de alguna manera, desentonábamos con el ambiente, éramos nosotros, todas eran parejas y era lógico, el lugar era especial y se prestaba para lo romántico, igual no era algo que nos quitara el sueño, yo gozaba con la comida y con el brillo de las miradas y la excitación que se notaba en las dos hermanas.  Yo también estaba excitado, no solamente por el ambiente y la compañía sino por lo que pensaba e imaginaba que podía pasar después con esas dos beldades.

La comida nos ayudó bastante poco pues hubo productos de mar para tirar al techo y a todo le “entramos” como hambrientos.  Todos nos miraban porque le había dado una buena propina a la camarera apenas nos habíamos sentado y la atención de la chica fue de lo más solícita, además las dos hermanas, la rubia y la morocha, a pesar de estar vestidas con lo que ellas definieron como “común” con sus cuerpos y con sus caras parecían vestir ropa de diseñadores, propiamente dicho, eran dos modelos tapas de revistas que acapararon miradas de admiración y de las otras, de las que conllevan algo de morbo y envidia.

Para más el excelente vino blanco espumante las puso de un humor que lindaba con el erotismo y ya para los postres no escatimaron fotos, pidiéndole incluso a la camarera que nos sacaran a los tres juntos, tampoco faltaron las risas y caricias hacia mí, no explícitamente eróticas pero harto sugestivas que dejaban anticipar una noche de trío.

Los “piquitos” que se le “escapaban” a Abigail , que parecía ser la más desatada, en un momento pasaron a ser besos que reclamaban otras urgencias. Valentina se contenía hasta que no pudo hacerlo y se prendió a mis labios, la intensidad y el grueso de sus labios era muy parecido y cuando ellas dos se dieron un par de “picos” , decidí pedir la adición, no habría recorrida por otras confiterías.

Nos fuimos del restaurant más que rápido con ambas tomadas de mis brazos pero sueltas y desatadas haciendo bromas sobre el bulto que mi pantalón no podía disimular.  Había pensado pasar la noche sólo con Abigail pero me di cuenta que no tenía ni quería tener excusas para llevar a Valentina a su vivienda.

Ya dentro de la casa bajaron las dos del auto con la parte superior del vestido arrollado en su cintura y me mostraron dos hermosos pares de tetas que pedían a gritos por mis caricias y mis besos, junto con lamidas y chupones.  Opté por caminar abrazándolas y que cada una de mis manos se hiciera cargo de las tetas que le quedaban más cerca.  Todo eran risas entrecortadas con gemidos y yo estaba como chico con juguete nuevo.

Nos fuimos directamente al dormitorio y cuando entré me dejé caer en el medio de la cama, acomodé rápido las almohadas y me quedé mirándolas, las dos lo entendieron enseguida y me brindaron un strip tease a dúo.  No era mucho lo que faltaba por sacarse pero la posición al dejar caer y sacarse los vestidos por los pies dejando que sus culos se mostraran sin reticencias, me puso como una “banda de motociclistas subidos a sus motos”

La habitación era, a mis ojos, de un color rojo pasión y me reí solo por el casi descontrol que experimenté…

  • ¿Qué te pasa, te causamos gracia?, -preguntó Abigail , mirándome un tanto seria-.
  • No nada que ver cielo, me río solo porque, me siento como descontrolado y nunca me había pasado algo igual, no me animo a decirles nada lindo porque cualquier piropo que diga sobre cualquiera de ustedes dos, sería insignificante, están las dos por encima de cualquier halago.
  • Menos mal que no nos decís nada, con eso lo dijiste todo, -opinó Valentina que fue la primera que se tiró sobre mí para comerme la boca-.

Abigail no se quedó atrás y casi en un parpadeo, soltó mi cinturón, bajó el cierre y me “arrancó” la ropa o eso fue lo que pareció.  Los labios de la rubia eran deliciosos y si ya estaba excitado, sus besos con lengua y urgencias me llevaban a otro nivel, incrementado quizá por las lamidas que la morocha le daba a mi miembro que imaginé entregado a lo que quisieran hacer con él.

“Nena, te quedaste corta cuando dijiste que era grande, me cuesta un montón” , -decía Abigail haciendo malabares para tratar de tragarse el ariete-, no lo hacía nada mal pero apenas si llegó con esfuerzo a tragar hasta una tercera parte y como había sucedido con Valentina , la dejé que ella sola determinara lo que quería hacer.

Pronto no pude ver más que los labios cerrados de una hermosa vagina, el agujerito parecía palpitar con temblores humedecidos y el clítoris pequeño pero endurecido clamaba por mi lengua, Valentina ya no se conformaba con besos y pasando una pierna sobre mi pecho, se arrodilló delante de mi cara para dejarme ese manjar a disposición.

Que Abigail hiciera lo que quisiera en mis bajos, yo me dedicaría a esa boca vertical que todavía no había conocido, aferré sus muslos y me zambullí escuchando un gemido largo de satisfacción cuando mi lengua buscó la oquedad desbordante de flujos.

Además, el calor que pronto experimenté en el glande y después en el recorrido del tronco penetrando, sumado a los quejidos y exclamaciones de la morocha, a la cual le empezó a temblar la confianza, incentivaron mis lamidas.

  • ¡La madre que me parió, pensé que sería más fácil y se me abre hasta la nuca!... , -dijo Abigail tratando de “comerse” todo el ariete a las apuradas-.
  • Llévalo tranquilo hermana porque te llena toda, a mí me pasó igual, creí que me sería fácil y me “empaché” de pija.

No las podía ver, sólo las sentía y vaya que las sentía, era desquiciante y el miembro parecía latir por cuenta propia, lo que lograba que Abigail se enloqueciera con cada centímetro de carne en barra que llenaba su espacio. “¡Ahhh, ya llegué!, me toca el Punto “G”, el “A”, el “B”, todo el abecedario, nunca sentí nada igual” , -decía la morocha cuando sus nalgas hicieron contacto con mi pelvis-.

Yo absorbía con ganas el clítoris de la rubia que comenzaba un orgasmo imparable y escuchaba los gemidos y las exclamaciones de placer de las dos, me encantaba eso, para mejor los movimientos no eran desenfrenados, eran pausados y tranquilos.

Continuará…

GUILLEOS1agradece sus comentarios.