Aplicando justicia (33)

El Juez “paga” su deuda y me apuro con el jefe zonal, ¡tremendo desparramo!...

EL JUEZ - EL TRAFICANTE.

Me tomé el tiempo para descansar bien, esa misma noche me acosté temprano después de cenar en el restaurant del hotel, había estado mirando las distintas mesas y descubrí un par de miradas femeninas que denotaban un cierto interés en mi persona, igual no había quórum para intentar nada, estaban acompañadas por hombres mayores y parecían sus parejas, además mi mente estaba en otra cosa.

Subí a mi habitación y me puse a preparar las armas, llevaría sólo tres o cuatro cuchillos porque ya eran como parte de mí, aunque no pensaba usarlos, una de las pistolas con silenciador y la ganzúa junto con otros implementos, no necesitaba más.  Cuando llegó la hora, salí del hotel, caminé un par de cuadras por la avenida y me tomé un taxi, eran las tres y diez de la tarde cuando descendí del taxi a unos cien metros del edificio en que vivía el “objetivo” .

Pasé caminando por el hall del edificio y no vi a nadie en el interior, era todo muy visible porque las paredes que tenían en el frente y en uno de los costados, precisamente el que dejaba ver la entrada a la cochera eran de vidrio, había allí, en un cuarto de 5x5 que semejaba a una gran pecera, un juego de sillones, la puerta del ascensor principal y otra puerta más que comunicaba con la entrada de servicio.

Crucé los dedos esperando no encontrarme con el Portero en la parte trasera y me metí en el lugar ingresando por ese lugar sin portones.  Eran unos seis metros y me encontré con una plataforma con cocheras como para unos diez vehículos y el comienzo de la rampa para ir al subsuelo dónde seguramente habría otras cocheras más.  Imaginé que el Juez bajaba en ese lugar del automóvil, éste daba la vuelta y salía, no podía esperarlo allí, no tenía como sorprenderlo sin que me vieran y decidí subir al departamento.

Lo hice por las escaleras mirando la Tablet que me marcaba las cámaras anuladas y las alarmas interiores activadas o no.  El edificio tenía diez pisos y llegar al quinto piso, que era dónde vivía, no me costó, aunque tuve que detenerme en un par de ocasiones, en el primero y en el tercero porque se abrieron puertas de servicio para dejar las bolsas de residuos y las cerraron de inmediato, allí tomé conciencia respecto a que el Portero bajaría desde su casa para recogerlas.

Tenía que apurarme, me puse los guantes y saqué la ganzúa mientras me tapaba la cara con la máscara.  No llegué a poner la ganzúa en la cerradura, la puerta se abrió y el empujón que le di sentó de culo a una chica de unos treinta años, no pudo llegar a gritar, el golpe en la nuca la desmayó y recogí la bolsa de residuos para dejarla en la puerta del lado de afuera y volver a cerrar.

No me privé de mirar las piernas descubiertas de la empleada y me puse enseguida a la tarea de atarla y amordazarla, no me fue tan sencillo, el peso muerto de una persona es difícil de manejar, mucho más cuando es gordita, pero… finalmente la senté en un sillón individual e hice lo mismo que con la esposa del Fiscal.

Quedó envuelta en el sillón con cinta de embalar y lo mismo hice con su boca pasando la cinta por detrás del respaldo del sillón, quedó sentada y erguida sin poder mover las extremidades, lo único que podía hacer era respirar por la nariz y oír porque para que no viera le tapé la boca con un repasador grande que enrollé y até detrás de su cabeza.

No bien se despertó e intentó moverse le pedí que no se moviera, que no venía por ella y que no me obligara a actuar en su contra porque no tendría piedad, pretendió mover la cabeza para aceptar lo que le decía y dejó escapar un gemido, la pobre estaba pálida del susto y el miedo que experimentaba.  No bien entrara, el Juez no la vería porque él lo hacía en la antecocina y la chica estaba en el living, para cuando viera a la empleada atada ya sería tarde.

Luego de revisar toda la casa me senté a esperar la llegada del “futuro muerto” y, sabiendo que la “gordita” no podría aportar datos sobre mí ante un posible interrogatorio, me puse a urdir un plan para que la culpa recayera sobre el tal Cosme y su hijo Mauro .  Hablaría ante ella como si ellos me hubieran mandado a asesinarlo, no era suficiente como para acusarlos, pero si como para investigarlos, eso si se le daba pelota a la declaración de la chica.

Unos cuarenta minutos después ingresó el Juez a la casa llamando a la chica de forma un tanto destemplada.  El silencio y la palidez fueron repentinos cuando el negro agujero del silenciador se plantó frente a su boca, dejó caer el maletín de su mano y abrió los ojos con sorpresa no exenta de un temor palpable, así y todo, trató de mantener la calma…

  • ¿Quién es usted?, cálmese, llévese lo que quiera, ¿qué quiere?, usted está loco, yo soy un Juez.
  • Ya se va a enterar, por ahora cállese y siéntese en esa silla, vamos a hablar de sus sentencias y sus fallos en determinadas Causas , -lo hizo como abatido-.
  • Si es por la sentencia de “fulano”, -nombró a un Funcionario del Gobierno anterior - la tengo preparada para que salga a favor, hoy recibí el dinero estipulado que faltaba, eso está todo bien , -dijo mientras lo ataba a la silla con los brazos pegados al cuerpo y cercano a la chica-.
  • ¡Más hijo de puta no puede ser!, usted aún está investigado y va a dejar libre a ese delincuente que robó el dinero de los pobres, por eso sólo merece lo que haré con “su señoría”, ese dinero que cobró por ese fallo falso no me viene mal, pero sucede que yo vengo de parte de Don Cosme y de Mauro, usted sabe mucho y ya no les sirve.
  • ¡Espere, espere, yo ya hablé con Cosme !
  • ¡Don Cosme, más respeto con el jefe, idiota!
  • Bueno, como diga, con Don Cosme , yo hablé con él y me aseguró que no me va a pasar nada, sólo me pidió que lo siguiera apoyando porque yo voy a quedar liberado de esa Causa y me prometió que no iba a tener problemas.
  • Parece que cambió de opinión, ahora sólo tengo que esperar a que llegue su esposa, me pidió que no dejara ningún cabo suelto.
  • Nooo, por favor, escuche, podemos llegar a un trato, le doy todos los datos que guardo sobre Don Cosme y Mauro y el dinero que tengo oculto sin declarar, por favor, por favor, lléveselo todo, no me mate, le puedo ser útil en los Tribunales, tengo muchas amistades.
  • Si no soy yo, mañana viene otro y a mí me van a perseguir, aunque me podría mandar a mudar a otro país, deje que lo piense, ¿cuánto dinero tiene para ofrecerme?...
  • En la caja fuerte está todo, detrás del cuadro más chico, la combinación es 9-9 derecha, 6-6 izquierda, tome todo de allí, se lo pido por favor, si hay que irse, yo me arreglo para salir del país y que no me encuentren, nadie sabrá nada de usted.
  • ¿Y qué hacemos con la chica?
  • Llévela con usted y haga lo que quiera, pero no nos toque a mí y a mi mujer, por favor, por favor se lo ruego, -aquí los ruegos se mezclaron con lágrimas de desesperación y toda la omnipotencia por un cargo o título fue a parar a un tacho de mierda-…

La chica escuchaba atentamente y trató de moverse cuando escuchó que el Juez la entregaba sin que se le moviera un pelo.  Por eso sólo lo hubiese hecho mierda sin ningún tipo de escrúpulos, pero primero tenía que quedarme con el dinero, con algunas fotos de lo que tuviese en la caja y tenía que hacerle saber el verdadero motivo por el cual se iría al Infierno.

La combinación era la correcta y tuve que buscar una bolsa de una boutique de marca para poner los distintos fajos que había allí adentro además de otros billetes sueltos, ya contaría después, pero era una buena cantidad que se unió a los cuatro fajos que saqué de su maletín.  Me tomé mi tiempo para fotografiar los papeles que tenía, dejé la caja abierta y me llevé la sentencia del Funcionario.

Sabía que nada de lo que había fotografiado me serviría para iniciar ninguna demanda ni acusación, aunque, si llegaba a las manos que debían llegar, caso Periodistas de Investigación sin temores, algo se podría lograr.  No daba para esperar más y cuando regresé le hablé al oído…

  • En realidad, no me mandó el tal Cosme, vine por las mías porque usted cerró la Causa cuando mataron a mi mujer frente al Súper y ahora va a pagar esa canallada…
  • ¡Oh, por Dios, recuerdo eso!, yo no tuve nada que ver, Don Cosme ordenó que ese expediente se cerrara.
  • Ya le va a tocar al tal Cosme, ahora es su turno de pagar.

Toda esta conversación no la había escuchado la chica, por lo menos lo que yo hablé porque lo hice en voz baja.  No pensaba esperar más y dando dos pasos hacia atrás le disparé dos veces en el pecho y una en mitad de la cabeza cuando agachó ésta después de recibir los tiros de frente.

Estaba seguro que los disparos en el pecho eran suficientes, pero no podía darme el lujo de algún tipo de “sanación milagrosa” .  Junté los casquillos y a la chica ni le hablé, la dejé atada y seguramente desesperada porque los sonidos de los disparos que provenían de un silenciador eran conocidos, miles de películas denunciaban el “plop” característico, eso no me importaba era preferible que la encontraran así.

Hice el mismo camino para salir por la abertura de la cochera y tampoco encontré a nadie en el hall del edificio, -me enteré por su declaración en los Medios que el Portero se encontraba compactando la basura en el sótano- .  Había sido más sencillo de lo que esperaba y con la bolsa en la mano y la mochila en el hombro caminé hasta la avenida y a unos doscientos metros me tomé un taxi para volver a las cercanías del hotel, allí descendí frente a la estación de trenes y luego crucé la plaza para entrar e ir a mi habitación.

Lo del Juez estaba hecho, lo mismo que lo del Fiscal, pero no estaba satisfecho ni mucho menos, habían vuelto a surgir los nombres de los que mandaban y yo estaba que hervía, cargado de adrenalina y dándome cuenta que lo yo había hecho era sólo un paliativo para sentirme bien.  Había cumplido parte de la promesa hecha frente al cadáver de mi esposa, pero no era suficiente.

Era evidente que habría otros Jueces y Fiscales para ser tentados y no se podía andar haciendo una “carnicería” con cada uno de los que se dejaba “comprar” , además esto no sucedía solamente en el ámbito de la Justicia, había delincuentes que “repartían” y demasiados que hacían la “vista gorda” en cualquier lugar que se preciara.  En todo esto quedaba evidenciado un problema Social, de Educación, de Ética y de Moral que superaba mis ansias de castigo.

En tren de generalizar, si en una familia los padres no dan en ejemplo, mal pueden pretender que sus hijos salgan “derechos” o sin tachas, de modo similar pasa en otros ámbitos, cuando el que está “arriba” se presta a recibir emolumentos “pecaminosos” para mirar hacia otro lado y/o para actuar “torcido” sin recibir ninguna clase de castigo, de alguna manera, incentiva a otros a hacer lo mismo.  Algo así como: “Si fulano lo hace, vive bien y nadie actúa castigándolos, ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo?” .

Existían demasiados árboles podridos y estaba convencido que había que comenzar a talar a quienes alimentaban esas “raíces” , aunque también estaba lo otro de por medio, ¿alcanzaría lo que yo hacía para cambiar todo esto? …  Tenía que hacer salir al tal Cosme y a su hijo, estos, entre muchos tantos otros, eran quienes le daban “alimento” a esos “árboles que afeaban el bosque” .

Pensaba también que debía hacer algo más drástico a la brevedad, por cuanto, apenas se supiera lo del Juez y las declaraciones de la empleada se “guardarían” , se esconderían o pondrían más Seguridad a su alrededor.  Había que hacer más daño aun cuando implicara tomar más riesgos y yo ya estaba demasiado “jugado” como para detenerme a pensar sólo en mí o para dejar pasar más tiempo.

Decidí que tenía que actuar rápido en la casa del jefe zonal y provocar un desmadre que los hiciera asomar la cabeza.  Eran casi las seis de la tarde, dejé todo el dinero en el placard de la habitación y me puse encima todas las armas de que disponía, sólo me faltaba ir a buscar el rifle que se encontraba en el motor-home.  Salí del hotel como a las siete de la tarde-noche, tomé el coche y me fui a retirar lo que necesitaba.

El empleado del estacionamiento me atendió con deferencia y la excusa que esgrimí era la de ir a buscar ropa que necesitaba.  Veinte dólares de propina mediante y me dejó solo con el vehículo, no quería que me viera accionar la cerradura electrónica, ya adentro cerré todas las aberturas y pulsé las teclas que abrían los compartimentos “secretos” .  El rifle se desarmaba y me daba la posibilidad de guardarlo en un bolso chico, hice lo mismo con los cargadores, la mira láser y el silenciador, luego tapé todo con ropa que tenía en el placard.

Al salir, abrí el bolso y le mostré al empleado que llevaba la ropa para cambiarme y un par de zapatillas de uso diario, no era necesario pero no estuvo de más, él miró por encima lo que tenía en el bolso pero enseguida me dijo que eso no era necesario porque estaba en mi derecho de retirar lo que era mío, “ya nos dijo el patrón que él único que tiene acceso a ese vehículo es usted” , -contestó-, eso se lo había recalcado al dueño del estacionamiento, haciéndole saber de la imposibilidad de abrir la casa rodante porque la cerradura estaba conectada a un programa informático que me avisaría en el acto si así sucediere.

Le volví a agradecer y me subí al auto para dirigirme a la torre de telefonía celular, desde allí vigilaría los movimientos de la casa.  Dejé el auto a unos cien metros y caminé tranquilo por las calles vacías de ese vecindario residencial, se veían luces encendidas en un par de casas, pero estaban bastante alejadas del lugar en que yo me ubicaría para hacer mi “jugada” .  El candado que cerraba ese predio no me supuso ningún problema y después de entrar lo volví a colocar como si no se hubiera tocado, aunque sin trabarlo.

La torre tenía unas escaleras en la parte trasera, ascendí por ellas y cuando creí que ya tenía una buena vista de la casa, me acomodé entre las viguetas de acero, podía estar sentado con cierta comodidad entre ellas y luego de armar el rifle me puse a mirar con la mira telescópica sin usar la visión nocturna porque el lugar estaba bastante iluminado, tanto en el parque como en la casa.  Me di cuenta que se habían confiado y habían retirado a varios de los que custodiaban anteriormente.

El auto que estaba antes en una esquina con dos hombres adentro ya no estaba, tampoco la camioneta con otros dos hombres que tenían frente al portón.  En una habitación rodeada de grandes ventanales observé que se disponían a cenar porque allí había una parrilla cubierta y una gran mesa con la presencia de ocho personas, cinco hombres y tres mujeres, las que, sin dudas, eran acompañantes de ocasión.  No tuve que mirar mucho para descubrir entre ellos a la persona que me interesaba.

El tipo tenía a una jovencita de minifaldas sentada en sus piernas y no escatimaba manos para tocarla por todo su cuerpo, algo que a la chica no parecía disgustarle.  Había dos custodios en el portón de entrada y otros tres repartidos en el frente y los costados de la casa, no se veían más e hipotéticamente podrían estar en los fondos de la edificación, pero eso no lo sabía.

Había que dejar un mensaje a alguno de los que quedara vivo, seguramente el “premio” lo obtendrían las mujeres, como si las muertes fuesen un pedido del susodicho Cosme o de su hijo Mauro , eso generaría resquemores y disputas entre ellos.

Debía improvisar sobre la marcha, ya no eran los disparos solamente desde larga distancia, tampoco podría usar las balas explosivas, no fallaban, pero el estruendo sería notorio, por eso cambié el cargador poniendo el de las balas comunes.  No di más vueltas y me decidí cuando vi que se acomodaban para cenar y la chica ya no estaba en las piernas del jefe...

De cada uno de ellos tenía la cara en primer plano por obra y gracia del zoom de la mira telescópica, primero el jefe con los otros hombres que estaban preparados para cenar, luego los dos custodios que tenían armas largas y terminaría con los de la puerta.

Daba por descontado que los vidrios de esa habitación no serían blindados y procedí…  El disparo en la frente, después de penetrar limpiamente el vidrio del ventanal, acabó con la vida del jefe al que se la tenía jurada y destrozó el respaldo alto de la silla en que estaba.

Las décimas de segundos motivados por la sorpresa de los otros que estaban en la mesa, sirvió para que dos recibieran disparos en medio de la cara, los restantes se parapetaron detrás de los respaldos de las sillas, pero el calibre de las balas Magnum no perdonaba ni a las paredes, así que mal podía una silla de madera contener la potencia de ese proyectil, corrieron la misma suerte, en sus cuerpos penetró el metal y las astillas de madera dura.

Las mujeres gritaban tiradas en el piso, una de ellas alcanzó a tomar el celular y el último disparo de ese cargador le arrancó el celular de la mano llevándose dos o tres dedos.  Cambié rápido el cargador y apunté para el lado de los custodios que tenían armas largas, éstos reían escuchando los gritos de las mujeres, vaya a saber lo que imaginaban, seguramente tenían la orden de no mirar porque ninguno de los dos volteó la cabeza hacía esa habitación.  Posiblemente haya sido lo último en que pensaron.

Uno vio caer a su compañero que dio una voltereta al recibir el disparo en la garganta, pero no tuvo tiempo ni de girar el cuerpo por completo, la bala le entró por la sien derecha.  El que estaba en la otra punta de la casa sacó su arma de la sobaquera, se agachó y les gritó algo a los de la puerta, ninguno de los tres duró demasiado ni les quedó tiempo.

El que estaba agachado carecía de parapeto y ofrecía un blanco perfecto que no desaproveché y los dos de la puerta corrieron hacia el caído, uno se quedó sin cabeza, el disparo en la nuca barrió con todo decapitándolo y al otro la bala le ingresó por el medio de la espalda y salió por el pecho yendo a estrellarse contra el piso del asfalto un par de metros por delante de él, el chispazo que provocó el choque del metal contra el piso fue claro para mí.

Todo se dio tal cual lo había pensado, ninguno de ellos miró hacia el sitio de dónde venían los disparos ni individualizó el lugar pues el que se agachó miró para los árboles altos que estaban afuera de la propiedad y los de la puerta corrieron por la calle interna como para que cualquiera practicara tiro al blanco con ellos, lo más lógico era quedarse en el cuarto que los protegía y ya no podrían recibir esa lección.

Era un tanto lógico, a nadie se le ocurriría pensar que yo estaba situado a unos trescientos metros de la casa.  Un paneo rápido me permitió ver que no quedaban más custodios y bajé con prisa por la escalera de la torre, ni siquiera busqué los casquillos, era probable que los encontraran los responsables de la investigación. pero no había en ellos huella alguna para individualizarme.  Rifle de alto poder y desde larga distancia, era cantado que había sido un profesional que dejaba un mensaje.

Llegué al auto con tranquilidad y sin que nadie me viera, me faltaba cerrar el círculo y para eso tenía que ir para la casa.  Estacioné el coche frente a un terreno baldío a unos cincuenta metros de la entrada principal, el rifle quedó en el piso del vehículo y caminé hasta el portón.  La puerta lateral a éste estaba sin llave, me puse la máscara y accioné el picaporte para entrar, tenía unos cincuenta metros o más hasta la parrilla y los recorrí corriendo con la pistola en la mano, fui directamente, sin revisar la casa principal.

Al entrar al lugar me encontré a las tres mujeres abrazadas, a una le habían puesto una toalla grande alrededor de la mano, ésta fue la primera que me vio y se mostró tan aterrorizada como las otras dos que, no bien voltearon la cabeza me miraron conteniendo un grito…  La mayor, de unos treinta años, fue la que habló mientras yo le disparaba a uno de los que se había parapetado detrás de la silla y que había quedado herido de gravedad en el pecho, pero aún vivo.

  • Por favor señor, no nos mate, no vimos nada, sólo vinimos a trabajar.
  • ¿Dónde está la familia de este hijo de puta traidor?
  • No sabemos señor, no sabemos, el que era el jefe comentó que estaban afuera, que se habían ido a otra casa, por eso nos contrató para hacer una “fiestecita”.
  • Lo lamento por ustedes, pero mi compañero y yo tenemos orden de Don Cosme y de Mauro de “limpiar” a toda la familia.
  • Por favor, por favor, por favor señor, nosotras no somos de la familia, sólo el que estaba al lado del jefe que nos dijo que era el hijo, después no conocemos a nadie más, menos que menos a ese Cosme y al tal Mauro .
  • No sé qué hacer con ustedes, si mi compañero las encuentra va a querer eliminarlas, no me puedo arriesgar. -La más jovencita lloraba sin ruidos y me miraba con una súplica implícita en los ojos, la otra directamente esperaba agachando la cabeza-. Vamos a hacer así, ustedes dos, sin levantar la cabeza, van a buscar todo el dinero que tengan esos tipos en los bolsillos, luego dejen las billeteras, yo me voy a ir y luego de eso llamen a la policía.
  • ¿Es necesario ir a la policía?, ¿no podemos irnos sin más?
  • No abusen de su suerte, mi compañero se va a quedar un rato más vigilando y si asoman la cabeza se las va a volar.  No me jodan, hagan lo que les digo.

Gateando y sin levantar la cabeza, se pusieron a revisar los bolsillos de los muertos tratando de no mancharse, sacaron una buena cantidad que se guardaron y yo disparé tres veces más sobre los cuerpos, “es porque me está mirando, no se asomen” , -dije como para dar veracidad al “verso” que les había hecho.  Si las dejaba ir ninguna se acercaría a la comisaría a declarar nada, la policía tendría que encontrarla en el lugar para que declararan todo, algo que, en definitiva, era lo que yo pretendía.

Volvía manejando tranquilo, sin exceder la velocidad, respetando el carril y los semáforos, había salido todo bien y no quería que por una pavada me pararan y revisaran el vehículo encontrando lo que no debían.  Tener tenía los permisos para portar cualquier tipo de armas, pero estaba el dinero y el caso de la casa del traficante tendría mucha repercusión, ni hablar de lo del Juez, serían cabos muy fáciles de atar.  Llegué sin novedad al hotel y subí directamente de la cochera, me urgía limpiar las armas.

Me acosté pasada la medianoche luego de bañarme, cené una pavada que pedí en el restaurant del hotel y dejé las armas relucientes y como si no hubieran sido usadas.  Mientras limpiaba el rifle pensé en encender la televisión para ver si había noticias sobre lo del Juez, a esa hora ya habrían descubierto el cadáver y toda la papelería que dejé desparramada en el lugar, pero decidí no enterarme, mentalmente era como si “bajara una cortina” , algo así como “misión cumplida” y a otra cosa, sólo rompí en miles de pedacitos la sentencia firmada y metí todo en una bolsa chica de residuos.

Distinto fue con el tema de la casa, había vuelto a actuar con demasiados riesgos, tuve que tomar decisiones rápidas en el momento y eso no era lo correcto.  La única excusa que me permitía exponer era que todo fue debido a la falta de tiempo pues todo parecía estar encadenado o relacionado y yo era uno sólo para tapar tantos agujeros.  Lo que vendría sería más engorroso y difícil, además tendrían todos los ojos puestos en ellos y había que esperar.

Me desperté después de unas dos horas y un poco más, eran casi las tres de la mañana y no podía dormir de la excitación que experimentaba, sentía un cosquilleo en todo el cuerpo y mi miembro endurecido dejaba saber que era lo que me faltaba.  Para “paja” estaba grandecito, cambiarme y bajar a la confitería del hotel no era algo que me quitara el sueño, es más, ni ganas de moverme de la cama tenía.

Pensé en Karina y recordé enseguida que estaba en Alemania , no podía contar con ella y Sol , el chiquito, bien formado y poco usado culito de Sol ocupó su lugar en mis pensamientos.  Viernes a la noche, madrugada del sábado y acorde a la edad de la jovencita, manejé dos posibles alternativas o estaba en la casa durmiendo, en cuyo caso no la haría venir o había salido, lo que me parecía lo más probable atento a que, como vivía con Karina, estaba sola y en este caso, sí, le diría que se viniera para el hotel.

El teléfono sonó cuatro veces y como no me atendía corté la posible comunicación, seguramente la petisa debía estar dormida o entretenida y no quise insistir, de todas maneras, ya se me había pasado el “ardor” y me volví a acostar, eso sí, apagué el teléfono y lo puse a cargar, era cantado que cuando supiera que yo había llamado, me devolviera el llamado y ya no tenía ganas de atender.

Me quedé frito, dormí de un tirón hasta las nueve de la mañana y me desperté como nuevo, me bañé, pedí el desayuno en la habitación y encendí el teléfono.  Había estado solicitado, el celular comenzó a vibrar y entraron varias llamadas perdidas, tres de ellas eran de Sol , a las cuatro menos cuarto de la mañana, a las seis y a las siete y media, no le di mayor importancia, me interesaban más las dos llamadas de Karina y de Alphonse desde Alemania y otras dos que eran de Valentina desde Aruba .

La de la rubia había sido la última y fue la primera a la que le devolví el llamado por medio del Skype, me preocupé por esta llamada pero no pasó a mayores, sólo quería saber de mí y aprovechamos para charlar un rato largo, recién había abierto el negocio y estaba sola en él, me comentó que la tía estaba comenzando a salir con un señor un poco mayor que era dueño de un par de edificios con departamentos en alquiler y que la hermana estaba interesada en una amiga que conocía desde hacía tiempo.

Por ese motivo es que estaba sola en el negocio, las “parientes” habían salido y no habían regresado a la casa…  Ni problemas que me hice por esto, ellas ya sabían cuales habían sido mis condiciones, pero fue una especie de detonante para pedirle a Valentina que comenzara a hacer los trámites del pasaporte y el pedido de la visa.  Yo tenía ganas de estar con ella y en los casi diez días que le llevarían las tramitaciones decidiría que viniese o yo me iría a buscarla a la isla.  Quedamos en seguir hablando en uno o dos días.

Mientras hablaba con Valentina me daba vueltas en la cabeza el llamado de Alphonse , algún problema se debía de haber presentado con Helga , seguramente se quedaría unos días más y alguien debería estar al frente en la empresa.  Lo llamé a Alphonse y me comentó que estaba terminando de almorzar con Ingrid

  • Hola Alphonse, debías estar apurado porque se te olvidó de las cuatro horas de diferencia horaria…  ¿Qué pasó?...  ¿Cómo está Ingrid?, mándele muchos saludos.
  • Tenés razón, disculpá Carlos , esperá…  Es Ingrid , te los retribuye y dice que espera verte por acá.  Estoy en la casa de ella y hablando por el altavoz.
  • No va a faltar oportunidad, le mando un beso y que se cuide.  ¿Cómo están las cosas por allí?...
  • Más o menos, tuve un par de encontronazos con Helga, pero ya entró por la variante y sólo faltan firmar varios papeles para que se largue sola.
  • ¿Sola para qué?, estoy como Adán el día de la madre… -No podía decirle que Karina me había contado algo-.
  • Quiere abrirse y largarse con una empresa independiente, va a salir al mercado con su propia marca, me parece bien y la estoy ayudando con todo lo que necesita, pero, aparte del compromiso de venderle algunas materias primas, le voy a imponer un par de condiciones.
  • No puedo ni opinar salvo que creo que ella está capacitada para llevar adelante ese emprendimiento.
  • El caso es que, con el tema de los Abogados de por medio y todo el papelerío que quiero imponer, no creo que pueda volver antes del jueves y en ese caso, necesitaré que alguien que conozco me dé una mano en la empresa.
  • Ya me la veía venir, quédese tranquilo, yo me hago cargo.  ¿Karina me llamó por lo mismo?...
  • Sí, yo le pedí que lo hiciera, ella está bien, creo que hoy salía en una excursión para conocer el tema del Muro, seguramente volverá con piedras, jajaja.  La liberé por todo el fin de semana e Ingrid la invitó a almorzar mañana.
  • Listo, no hay problemas, en todo caso, dígale que más tarde la llamo, abrazos para Ingrid.

Ni idea tenía de lo que pretendía imponer Alphonse con la hija, pero tampoco me calenté mucho en averiguarlo, lo que si tenía claro es que cuando me llamó era por el tema de la empresa.  No iba a zafarme así nomás de eso, el lunes otra vez de saco y corbata y a oficiar de Presidente Adjunto.  A Sol no la quise llamar, me cambié y me fui para el lado del centro de la ciudad, hoy almorzaría carne asada.

Continuará…

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