Aplicando justicia (25)

Los problemas me persiguen, cuando aparecen hay que buscarle soluciones y algunos se favorecen, otros no tanto.

LAS CHICAS SECUESTRADAS.

Me detuve a un costado del camino porque se me presentó una disyuntiva…  Seguía para el lado de la ruta 14 visitando las localidades cercanas que bordeaban al río Uruguay o me desviaba para irme hacia el lado de la localidad de Nogoyá y de allí a la localidad de Paraná , capital de la Provincia.  Si hubiese sido carnaval no lo dudaría, me habría quedado un par de días con sus respectivas noches en la ciudad de Gualeguaychú .

Recordaba haber visitado esa ciudad en una escapada de fin de semana cuando estábamos de novios con Cristina , fueron dos días con sus noches y mucho no vimos de la ciudad en el día, un balneario famoso, un lugar tranquilo y apacible, la predisposición de su gente para con el turista que parecía pulular por todos los sitios.

Lo demás fue pura habitación y “traka-traka” pues la excitación posterior a sus noches de desfiles de multitudinarias y coloridas comparsas, con la algarabía resultante se trasladaba a gran parte del día, fue nuestra primera salida solos a poco tiempo de ponernos de novios y aprovechábamos cada minuto para conocernos piel a piel.

En esa localidad y para esas fechas se celebraba, el ya reconocido “Carnaval del país” , a mi entender uno de los mejores de América rivalizando con el tan famoso de Río de Janeiro en Brasil y que, al igual que éste, concentra multitud de turistas de todo el Mundo, ni hablar del verano con sus hermosas y anchas playas sobre las costas del río Uruguay, pero…

No era carnaval, no era verano y como un ramalazo me vino a la mente que tampoco estaba Cristina , decidí tomar la Ruta 12 apuntando primero a la ciudad de Nogoyá , luego veríamos.  Tenía por delante unos 140 km, casi dos horas de viaje o un poco más, con un pequeño agravante que descubrí…

Sentarme solo horas y horas detrás de un volante no era mi fuerte y si a eso le sumamos que el motor-home se desplazaba suavemente a una velocidad de 75 u 80 kilómetros por hora por una ruta bien demarcada, que no me gustaba escuchar música mientras conducía, que el paisaje de campos sembrados y ganado vacuno se ponía un tanto monótono y que no había dormido bien, me entró a dar una modorra con la que no es aconsejable transitar.

Había recorrido casi 90 km y me parecía una eternidad, influido lógicamente por la falta de costumbre de recorrer las rutas conduciendo en soledad y acompañado nada más que por mis pensamientos.  Me acercaba al cruce con una ruta provincial y estaba atento a los carteles que me orientarían para dónde seguir.  Hambre no tenía, aun a pesar de las proximidades de la hora del almuerzo, ni tampoco tenía ganas de departir con otras personas, por eso descarté de detenerme en un paradero tipo restaurant-parrilla en cuya playa de estacionamiento se encontraban detenidos varios camiones.

Recordé enseguida y con cierta sonrisa algo que se dice cuando se habla de viajes en ruta y hambre de por medio, “si tenés que parar para comer en la ruta, elegí siempre un lugar en que haya varios camiones detenidos, seguro que se come bien y barato, los camioneros no fallan en esto” .  Seguramente que debía ser así, pero yo no estaba por la labor, preferí buscar alguna arboleda de las varias que había visto, generalmente a una distancia de ochenta o cien metros del asfalto.

La idea era estacionar debajo de esos árboles, disfrutar del canto de los pájaros, de la quietud de esos lugares y dormirme una regia siesta. Karina había comprado en San Pedro unos recipientes con ensaladas de frutas, alguno de ellos me dejó en la heladera y con uno de esos estaría satisfecho para tomar como almuerzo.  No tardé mucho en divisar una serie de árboles que podían cumplir con lo que quería y salí despacio de la ruta para dirigirme al lugar.

Me estacioné “de culo” entre dos árboles grandes, casi tocando la parte trasera con el alambrado que delimitaba con terrenos privados y dejé que la trompa del vehículo apuntara hacia la ruta, casi sobre un camino lateral hecho de asfalto mejorado.  Tenía entendido que por la zona había varias Estancias o Establecimientos Rurales y/o algunas casas residenciales con grandes terrenos.

Acorde a eso, me hice a la idea de que era de los tantos caminos privados que llevaban a las casas de los propietarios de alguno de los extensos campos que había por la zona.  No tenía demarcación ni estaba señalizado, pero evitaba seguramente los lodazales cuando llovía o el polvo de las sequías haciéndolo más transitable para los dueños de las propiedades o el personal de los campos.

Como fuere, dejé pronto de pensar en eso y mientras degustaba una ensalada de frutas me dediqué a navegar un rato por las Redes Sociales, no encontré nada interesante y me decidí a pasar al dormitorio, se imponía una regia siesta acunado por el canto de jilgueros y cardenales.

Sin embargo… no estaba exento de “problemillas” que parecían siempre golpear a mi puerta, la eterna utopía de la tranquilidad que parecía cachetearme…  No sé cuánto tiempo llevaría dormido, estaba en el mejor de los sueños y los golpes dados en la puerta me sobresaltaron haciéndome levantar como si tuviera un resorte en el...

De pasada hacia la puerta miré por la ventana y vi de costado una cabellera rubia, una chica jovencita y la sangre que le corría por un lado de la cara.  Abrí de inmediato y al grito de “ayúdeme, señor, ayúdeme” entró al motor-home una chica que no tendría más de veinte años.  La blusa que traía puesta, insuficiente para la temperatura del exterior, estaba rota en toda su espalda, la cubría también una minifalda bastante corta y noté enseguida la ausencia de calzado.

Un corte sobre la ceja izquierda dejaba ver un hilo de sangre que caía por su cara y la mancha sobre la manga, a la altura de los bíceps, hacía saber que se había tratado de limpiar con el brazo.  La herida no era grande ni grave, aunque era sangrante e impresionaba precisamente porque al tratar de limpiarse había hecho un enchastre.

Cerré de inmediato la puerta y la hice sentar en uno de los sillones, le alcancé un vaso con agua y le pedí que se tranquilizara… “Me siguen, me están siguiendo, vámonos rápido de aquí, lléveme rápido de este lugar” , -repetía atemorizada-, miraba con miedo por la ventana y me urgía a escapar del sitio, aunque no parecía saber adónde se encontraba…  La pobre no sabía que yo “manejaba” otros tiempos y otras prioridades.

Traté de hacerle saber que estuviera tranquila y le alcancé una servilleta humedecida para que se limpiara la cara, lo hizo enseguida, pero sollozaba y temblaba repitiendo que iban a encontrarla, estirándose para tratar de mirar por el parabrisas.  No pude dejar de observar que no tenía ropa interior, al sentarse la minifalda se hizo un ovillo en sus muslos y dejó los labios de su vagina a la vista, algo que, el momento de nerviosismo y temor que experimentaba, hizo que no lo tuviera en cuenta.

Trataba de sonsacarle algo que me diera una pista de lo que estaba pasando, imaginé enseguida que era una víctima de la “trata” pero necesitaba saber a lo que me podría enfrentar.  Me sorprendí a mí mismo al pensar en eso de “enfrentar” y se me ocurrió que era como un “chip” que me saltaba ante la injusticia o ante la presunta corrupción o delincuencia.  Haciendo acopio de paciencia y queriendo averiguar, le pedí nuevamente que me contara, se atropellaba con las palabras diciéndome que arrancara el vehículo, sin contestar mis preguntas.

No sé la cara que le debo haber puesto tras el grito para que se calmara, lo que sí sé es que dio resultado y comenzó a contarme…  Todo había comenzado un sábado a la madrugada cuando salía de una confitería bailable con la amiga, iban caminando para llegar hasta una agencia de remís y fueron abordadas por dos tipos de unos treinta y cuarenta años que las invitaron a tomar unas copas en otro lugar, no les llevaron el apunte y cuando giraron para seguir caminando, las agarraron de atrás tapándoles las bocas y las subieron a una camioneta que había estacionada a un costado.

Las entraron por una puerta lateral y las rociaron con un aerosol para dormirlas, después no supieron más, sólo que cuando las bajaron en una casa grande estaban semidesnudas y las habían violado.  Las bajaron a un sótano y las encerraron junto a otra chica de más o menos la misma edad y que también estaba semidesnuda y acostada en una cama chica, a ella le habían hecho lo mismo el jueves anterior cuando iba a tomar el transporte a la salida del trabajo a eso de las diez de la noche.

Le pregunté cuánto hacía de esto y me pidió saber qué día era, cuando le contesté que era lunes, me dijo llorando que hacía casi diez días que estaban allí y la otra chica más.  Las habían violado cuando quisieron, las llevaban de a una a bañarse para luego tener relaciones, salvo un par de días que las hicieron bañar a las tres, las vendaron y las hicieron tener sexo con otros tipos que no eran ellos.

Le pregunté algunas otras cosas más que quería saber: De dónde eran, si sabía dónde estaba, si había escuchado los nombres de los tipos, si reconocería la casa y cómo se había escapado…  Las dos amigas eran de la ciudad de Diamante y la otra chica de una localidad cercana a la de ellas…  Ignoraba dónde estaba, había escuchado algo de Santiago del Estero y nada más…  Había, además, escuchado que uno le dijo Julio a otro y éste lo amenazó con cerrarle la boca si volvía a decir algún nombre…

El escape se dio porque uno de los más jóvenes quiso tener sexo con ella vestida y sobre el paño del billar, estaba en eso y se puso agresivo porque la chica no le respondía como él quería, por ello la había golpeado sobre la ceja con el borde del celular, le pidió que se girara para hacerle sexo anal y cuando estaba en ello, sonó el celular que había dejado a un costado, debió ser alguien importante porque la había dejado y se giró para atender diciendo: “Sí señor, usted dirá” .

Ella aprovechó y le golpeó la cabeza con las dos manos muñidas de dos bolas de billar y lo desmayó, no pensó en nada más, buscó la puerta y salió corriendo cruzando el campo, sin saber cuánto era lo que había recorrido, recordó que se había enganchado en un alambrado, pero siguió hasta que se encontró con el motor-home y pensó que sería de alguna familia.  Me estaba contando eso, ya un poco más calmada y vi aparecer por el camino a una camioneta Van con dos tipos en su interior.

La chica no la vio y la mandé a que se quedara en el dormitorio y que no saliera por nada, ya por esto se volvió a atemorizar y el miedo fue más latente cuando me vio sacar la pistola de debajo del sofá y colocarle el silenciador… “No me haga nada por favor, no me lleve con ellos” , -me rogó llorando-… No te asustes, soy de las Fuerzas Especiales, escondete y no hagas ruidos” …  Afortunadamente, para ellos, los tipos pasaron de largo, aminoraron un poco la marcha, me miraron y siguieron su camino, ella ni cuenta se dio.

Cuando se habían alejado un par de cientos de metros, la llamé, abrió la puerta esperando lo peor y cuando iba a decir algo me adelanté…

  • No digas nada y no hagas ningún comentario, voy a tratar de ocuparme de este tema, fundamentalmente porque tu amiga y la otra chica aún siguen allí y lo más dramático se les puede presentar a ellas…
  • Yo no pensé en ellas sólo quise salir corriendo de allí, es mi culpa”…
  • No es cuestión de echar culpas, hay que buscar soluciones.  Vas a tener que hacer varias cosas, en principio lávate un poco la cara o bañate y buscá una remera de las mías, también debe haber algún slip para ropa interior y un short que me queda ajustado, después me vas a acompañar para ver si individualizamos la casa.
  • No puedo volver ahí, además sólo vi una vez que la casa tenía dos columnas al frente, una puerta blanca doble y una bola de luces de las que se usan en las discotecas colgada de un palo alto.
  • No te preocupes, con eso es suficiente y las podemos ver desde lejos y sin que se den cuenta de nuestra presencia, lo que sucede es que necesito estar seguro para meterme a buscar a las chicas.
  • ¿Y si vamos a la policía y los denunciamos?
  • Poder podemos, pero, “Pueblo chico, Infierno grande”, ¿quién te asegura que la policía o algunos de ellos no estén de esto y/o lo estén apañando o que no esté ningún político metido en el medio, es difícil ponerse a secuestrar chicas y prostituirlas sin tener algún tipo de respaldo.
  • Tenés razón, ¿qué pensás hacer y qué querés que haga yo?
  • Lo primero es lo primero, luego de ver la casa vamos a regresar a un pueblo que vi aquí a unos diez kilómetros, te voy a comprar algo de ropa y te voy a dejar alojada en algún hotel de ruta.  Voy a confiar en vos respecto a que me vas a esperar y no te vas a comunicar con nadie, lo que pienso hacer yo no se puede hablar con nadie y no quisiera tener que tomar medidas con ninguna de ustedes luego.
  • No tengo palabras, aunque si es lo que imagino, soy ciega, sorda y muda y mi amiga también, de última, estuvimos de vacaciones, te jode mucho porque es contra tu voluntad pero las dos vivimos solas y de virgen no nos quedaba nada.  Respecto a Gloria , por lo que hablamos, si la dejaras, te ayuda a descuartizarlos, por cierto, mi nombre es Alicia y mi amiga es Carolina .
  • El mío, hoy por hoy es Justicia y hasta ahí llegamos con eso.
  • Listo…  Vamos a tratar de ver la casa y después me baño en el hotel.

Me gustó la predisposición que dejaba emanar, se notaba más segura y no hizo preguntas de más.  Vimos dos casas desde el camino, ambas estaban ubicadas a unos doscientos o trescientos metros de la entrada principal con entradas de tranqueras y el camino que llevaba a ellas y la mira telescópica comprada con anterioridad para la casa del narco rindió nuevamente sus frutos.  Ninguna de esas casas tenía las particularidades que me había contado Alicia y un cartel pintado a mano me avisó que a dos kilómetros se terminaba el asfalto mejorado.

La tercera casa tampoco era y Alicia estaba un poco desesperada y se culpaba por no haber mirado bien…

  • No te culpes, pensá que hiciste un buen tiempo corriendo a campo traviesa, descalza, con frio y asustada, no daba para mirar atrás, jajaja…
  • No te burles, lo que ahora me preocupa son las chicas, ¿qué pasará si no encontramos la casa?...
  • La vamos a encontrar, no puede estar muy lejos, los tipos de la camioneta salieron por este camino.
  • ¿Qué camioneta, cómo era?...  ¿Cuándo pasó?...
  • Cuando te mandé a ocultarte en el dormitorio, era una Van blanca como la que describiste.
  • Entonces no pueden estar lejos, creo que por allá hay otra tranquera. -Decididamente, ya no era la chica asustada que golpeó en mi casa rodante pidiendo ayuda-.

Efectivamente, había otra tranquera, lo que indicaba el ingreso a otra propiedad, pero no se veía ninguna casa a la vista.  El camino hacia la casa doblaba y se perdía detrás de un bosquecillo de paraísos y desde el camino no se veía bien y como el mejorado seguía casi unos doscientos metros más, seguí un poco más para ver si tenía mejor visión.

Encontré un pequeño claro y subiendo al techo del motor-home divisé clarito las dos columnas al frente, la bola de discoteca no la pude ver, aunque si vi una columna alta cuya punta me la tapaban los árboles.  Me jugaba la cabeza que era allí, además porque pude ver la camioneta Van blanca, eso me extrañó, no le pude ver la patente por la posición en que estaba estacionada, pero, en ningún momento se había adelantado a mí en el camino o eran dos o había otro camino para entrar.

No podía ni quería perder más tiempo, giré en la misma entrada y me dirigí hasta el pueblo para comprar la ropa para Alicia .  Le comenté que había encontrado la casa y que volvería cuando se hiciera de noche, me dio las medidas para las zapatillas, un jeans, campera de abrigo, suéter, remeras y ropa interior de ella y estimativamente, de las otras dos chicas.

En el pueblo encontré una especie de supermercado o almacén de ramos generales y mientras ella esperaba en mi casa rodante entré, compré y salí de allí con un par de bolsas grandes y otras más chicas con champú, maquillaje, lápiz de labios, cepillos para el cabello, tres toallones, cepillos de dientes, dentífrico y algunas cosas más que podrían necesitar, entre ellas crema depilatoria y humectante.  Tampoco me olvidé de comprar hamburguesas, pan, galletitas de agua y dulces, presas de pollo, gaseosas y tomates, para no pasar hambre estaba bien.

Alicia estaba preocupada por la espera y no pudo evitar la broma cuando me vio aparecer con todos los bártulos, “¿te compraste el supermercado?, ¿qué fue lo que trajiste?”...“No jodas, nunca tuve que comprar nada para mujeres, espero que no se pongan en exquisitas”“Como para joderte, no estás por salvar la vida y nos vamos a fijar en pelotudeces” …  Ya no opinó nada más, se puso a revisar las bolsas y rápidamente metió la comida en la heladera, lo que más le interesó fue el tema de la ropa y las fue separando.

El motel quedaba al lado del paradero de camiones en el que no me quise detener al mediodía, la habitación me la dieron enseguida y ni siquiera me pidieron identificación.  Entre una cosa y otra, se habían hecho las siete de la tarde y bajé con ella a la habitación, enseguida preparó todo lo que tenía que llevar al baño y yo sabía que tendría para un rato.

Esperándola mientras se bañaba me tiré en la cama y me quedé dormido, fueron unos cuarenta y cinco minutos y me desperté cuando escuché que cerraba la puerta del baño, se había tomado su tiempo pero salió espectacular, sencilla, de jeans, remera, suéter, zapatilla, el cabello cepillado y un maquillaje tenue que hasta disimulaba el pequeño parche sobre la ceja.

  • Más linda imposible, valió la pena la espera, decí que me tengo que ir sino…
  • No seas malo, no tientes al Diablo porque ganas de sacarme la ropa no me faltan, sólo quiero pedirte un favor, tené cuidado y regresen los tres en una sola pieza.  No sé cómo voy a hacer para no treparme a las paredes de la desesperación por la espera.
  • Quedate tranquila que va a salir todo bien, no es la primera vez que hago este tipo de “trabajos”.

No sabía cómo hacer para que me esperara tranquila, yo mismo estaba intranquilo porque se me había ocurrido que si eran dos las camionetas, al haberse escapado una chica, podrían mover a las otras de lugar y eso me daba vueltas en la cabeza, pero no podría decirle nada a Alicia .  Se despidió de mí con un beso suave en los labios y me fui apurado para el lugar, al haber visto el sitio con anterioridad no tardé casi nada en llegar y dejé el motor home a unos doscientos metros, estacionado debajo de unos árboles al costado del asfalto mejorado.

Me cambié en el vehículo y llevé los cuchillos y las dos pistolas con silenciador, los guantes que me puse en el momento además de la máscara que llevaba sobre la cabeza semejando un gorro y los lentes de visión nocturna, los iba a necesitar porque la noche era bastante cerrada.

Ya casi me bajaba para salir y recordé llevar la Tablet, no sabía si habría, pero el programa anulaba cualquier grabación de seguridad.  Al llegar a la tranquera encaré directamente por el camino de ingreso, el mismo bosquecito que no dejaba ver la casa me protegía.

Eran casi trescientos metros hasta la casa y corté un poco de camino metiéndome entre los árboles, me fui hasta un rincón de la casa recorriendo los últimos cincuenta metros hasta la propiedad propiamente dicha, las esquinas suelen ser puntos ciegos y aproveché esa posibilidad.  Respiré con más tranquilidad cuando vi las dos camionetas estacionadas, aunque no esperaba el BMW Sedán de cuatro puertas que estaba estacionado mirando hacia la puerta de la casa.

El ingreso lo hice desde el lavadero, la cerradura no se me resistió y como siempre, al haber personas en el interior no habría sensores de movimiento activados.  Pronto llegué al living de la casa guiándome por el sonido del televisor.  Un muchachón de un poco más de veinte años con una venda en la cabeza estaba tirado en un sofá apoyando las piernas en una mesita ratona y tomaba cerveza de una lata, otro de unos treinta y pico tenía adoptada la misma posición y otro vestido de traje y que aparentaba ser un chofer o custodio estaba sentado solo en un sillón individual.

No pensaba en dar tregua ni decir nada, el primero que me resultaba más peligroso, al que vestía de traje y ese recibió dos tiros en el pecho, con los otros dos los disparos fueron en la cabeza, casi en la mitad y a la altura de la nuca porque miraron al posible chofer-custodio cuando hizo los movimientos al recibir los disparos.  Luego me acerqué al custodio y le di un balazo en la frente, no podía arriesgar a que tuviera algún tipo de chaleco debajo del saco.  Recorrí enseguida la planta baja y, tal como dicen en las películas “despejado, despejado” me repetía al salir de cada habitación.

Subí extremando los cuidados hasta el piso superior y la voz a los gritos de una mujer hizo que me detuviera frente a una de las puertas, sonaba muy enojada y no se cortaba para nada… “No me pegues, viejo de mierda, ni siquiera se te para, ayyy, no servís para una mierda, hijo de puta” …  De seguido se escuchó la voz de un hombre que parecía mayor, “dale más fuerte, calentale el culo, usa la paleta que ya estoy a punto”

Entré de golpe en la habitación y me encontré con un cuadro, más que dantesco, risueño.  La chica estaba desnuda y sobre la cama montada en una especie de cajón, las manos las tenía atadas por debajo de ese artilugio, lo mismo que las rodillas, por lo que el culo y la vagina le quedaban a disposición del tipo que estaba parado detrás con una paleta dispuesto a descargarla en sus nalgas rojas con marcas de dedos, la cabeza de la joven quedaba colgando y desde allí gritaba insultándolo al impotente.

Éste, de unos cuarenta años, se quedó parado con la paleta en alto y exhibiendo un maní colgando que pareció hacerse más chiquito por el susto que se pegó, el otro era un hombre como de sesenta años que se encontraba desnudo, sentado en un sillón y se masturbaba mirando a la chica castigada y al hombre que estaba con ella. “¿Qué pasa, qué pasa?” repetía la chica alertada al sentir el golpe de la puerta y ver de reojo cuando el más veterano caía hacía un costado desmayado por un golpe dado con la pistola.

El “golpeador” dejó caer la paleta y se arrodilló para rogarme que no lo matara, en instantes era un río de lágrimas pidiendo piedad y poniendo a los hijos y a la esposa por delante, “se lo ruego por mis hijos señor, por mi familia, él nos obligó” , -decía señalando al desmayado.  No hay cosa que me de más asco que un cobarde que secuestra, viola, comete atrocidades y llega a rogar por su vida poniendo a sus hijos o su familia por delante, los cuales no cuentan cuando cometen atrocidades.

No se “murió” en el momento porque tenía que saber si podía tener pruebas para incriminarlo o videos de las chicas o algo que los pudiera incriminar con la “trata de blancas” y que quedara la masacre como montada como si fuera algún tipo de venganza de otros interesados.  El golpe dado con el canto de la mano sobre la yugular lo dejó tirado como una bolsa de trapo a un costado de la cama y cayó justo sobre la visión de la jovencita que estaba tensionada y muda por lo que pasaba.

  • ¿Vos debés ser Gloria, no?, -no podía articular palabra-. ¿Sos Gloria o no sos Gloria? , -volví a preguntar-.
  • Sí señor, soy Gloria, me tienen secuestrada desde hace tiempo, no me mate, por favor, tengo los ojos cerrados, no vi nada, por favor, señor.
  • Está bien, calmate, vengo de parte de Alicia y me dijo que no te matara.
  • ¿ Alicia ?...  Ella se escapó esta mañana y nos dijeron que la habían matado, ¿dónde está?, ¿cómo está?, ¡qué ovarios tiene la rubiecita!...  ¿Cómo lo encontró a usted?
  • Está en un lugar seguro esperándonos y pará un poco con las preguntas, ya habrá oportunidad, ¿dónde está Carolina?
  • Está en el sótano, la golpearon bastante para que les dijera dónde estaba Alicia o dónde podía ir, aparte hay dos tipos o tres más en la casa, uno siempre viene de chofer del viejo y un hijo de puta con la cabeza vendada que fue el que se ensañó con Carolina .
  • Ya los vi, se fueron de paseo al Infierno.  Escuchá bien, te voy a soltar, pero no hagas ninguna cagada, me vas a tener que ayudar porque quiero interrogar a estos dos, necesito pruebas de lo que hacen.
  • ¡Mierda, con vos no se jode!...  Sacame de esta y te ayudo en lo que quieras, sé que el viejo es el Intendente o un Concejal importante, a nosotras nos dijeron que nos iban a llevar a Santiago del Estero así que deben tener conexiones allí.  Te ayudo, pero preguntale primero a ese que me pegaba después me voy a dar un gusto por hijo de mil putas.

Imaginé lo que le esperaba al pobre infeliz y procedí a soltarle las ataduras, la morocha se levantó de la madera en que se apoyaba, se estiró y pude observar que los tipos las sabían elegir, le sobraban curvas y sin dudas que allí había gimnasio de por medio porque se la veía bien de todos lados y carácter no le faltaba porque, aun descalza, lo primero que hizo fue patearle la cabeza al que tenía al lado, “vos me las vas a pagar todas” , -le dijo en voz baja y no quise estar en el lugar de ese tipo-.

Lo desperté con un par de cachetazos y le pregunté lo que quería saber, me dio enseguida todos los datos, no pudo negarse a nada porque había quedado tirado boca abajo sobre la cama, la pistola le apuntaba a la cabeza y Gloria lo tenía agarrado de las pelotas apoyando el filo de uno de mis cuchillos en ese lugar tan delicado.

La furia que denotaban sus ojos sólo se atemperó un poco cuando le hice una seña y me giré para hablar con el viejo que empezaba a despertar.  Escuché cuando Gloria le decía: “ Te dije que te las iba a cortar” y el grito del tipo nos aturdió cuando ella se quedó con el pene y los testículos del tipo en la mano, luego los tiró sobre la cama y se puso a llorar hecha un ovillo en un rincón.  El tipo se retorcía y le dije al viejo que ahora le tocaba a él si no me respondía a mis preguntas.

Habló hasta por los codos y lo grabé en mi teléfono, tiró nombres de policías involucrados y de otras personas del Municipio y comerciantes de la zona, también me dio datos de la gente de Santiago que regenteaba otros burdeles dónde trasladaban a las chicas que ya no les servían acá.  No me iban a servir en lo inmediato porque pensaba salir de allí de raje para llevarme a las chicas y convencerlas de no abrir la boca.

Al ver que Gloria se recuperaba de lo realizado, la ayudé a levantarse y a vestirse con una ropa ínfima que traía antes de ser desnudada.  Me reí porque se recuperó bastante bien y le sacó todo el dinero de las billeteras a los dos tipos, no la dejé que se llevara nada más, limpié mi cuchillo en las ropas de la cama y cuando ella salía de la habitación le volé la cabeza a los dos fulanos, ni siquiera me llevé las vainas, sabía que las había colocado en el cargador con los guantes puestos y no habría problemas de huellas.

Noté que Gloria cerraba los ojos cuando escuchó el “plop, plop” del silenciador, pero no me hizo ningún tipo de comentarios, tampoco descarté sus propios temores.  Me mostró dónde estaba la habitación en que tenían la computadora y un escritorio de los que saqué montones de papeles que fotografié sólo de pasada, sin fijarme demasiado en ellos, de la computadora borré los videos en que ellas estaban y me llevé todo el cpu que, junto con varios de los papeles que parecían más comprometedores, dejaría en el auto del Concejal.

Luego bajé al sótano conjuntamente con Gloria para ver el estado de Carolina y luego de que ésta se recuperó del susto comprobé que los golpes eran sólo golpes, dolorosos, aunque sin roturas y que podía trasladarse por sus propios medios.  Lloraban las dos abrazadas cuando la morocha le contó lo de Alicia y lo que había pasado arriba en la casa.  Yo aproveché para limpiar cualquier tipo de superficie que pudieran haber tocado ellas, las camas, la mesa de luz, el botiquín de un baño improvisado, el inodoro, los picaportes, lo mismo que había hecho en la habitación anterior ayudado por Gloria .

Al subir las escaleras noté que no podía sacarlas a caminar esos quinientos metros o más hasta el motor-home, por otro lado, no quería acercarlo a la zona por aquello de las huellas y demás.  Decidí en el momento que nos iríamos en el auto negro y para eso le saqué las llaves del bolsillo al chofer.  Les di una campera a cada una de las que pertenecían a los tipos muertos y al encontrar una cinta de embalar les pedí que se las envolvieran en los dedos para que no dejaran huellas en el auto, enseguida entendieron y lo hicieron con rapidez.

Se llevaron las llaves del auto y me esperaron adentro de éste mientras yo me fijaba que el depósito de gas envasado ubicado sobre pilares en el exterior de la casa estaba a tope y volví a entrar para cerrar todas las puertas y cortar las conexiones de gas de la cocina y de las estufas con el cuchillo, lo mismo hice con la estufa del sótano y dejé sobre una mesa un pequeño temporizador que provocaba chispas conectado para actuar en tres horas, era una especie de encendedor con una pequeña máquina de reloj, algo que el mismo fuego destruiría.

Entre los papeles y cosas que había rescatado del escritorio y guardado en mi mochila estaban las billeteras de las chicas con los documentos, las llaves, presumiblemente de las casas, los celulares y tres de fajos de billetes de mil Pesos que encontré en los cajones.  Finalmente cerré la puerta, dejé el cpu, distintos papeles dentro del auto y salimos de la casa.

Carolina se quejaba de sus golpes, pero no decía nada más y Gloria me preguntaba adónde iríamos ahora y que es lo que pasaría con ellas.  Estaban asustadas y las comprendía, había que explicarles bien y para eso me saqué la máscara como una forma de darles confianza.

  • Atiéndanme las dos, ahora las voy a dejar en mi casa rodante, entran y me esperan allí, yo voy a dejar el auto un poco más adelante y volveré caminando, luego nos rajamos de aquí para ir a buscarla a Alicia que nos está esperando, allí se podrán bañar, adecentarse un poco y cambiarse de ropa.  De paso vayan pensando que historia van a contar a sus conocidos porque ni yo, ni la casa rodante, ni esa casa existió nunca, no quedó nadie a quien denunciar, ¿estamos de acuerdo?... -Las dos contestaron que si-.

Las dejé que entraran en el motor-home y me fui a dejar el coche en una banquina a unos doscientos metros, arrojé las llaves a un campo y me volví caminando.  Al entrar a la casa rodante, en el aire se olían montones de interrogantes y fue Gloria la que rompió el mutismo, aunque tratando de cuidar las palabras con que me hablaba…

  • El nombre no te lo voy a preguntar, pero nos podés contar como fue que apareciste.
  • No hay problemas con mi nombre, me llamo Carlos y les puede parecer de película.  Venía manejando desde Buenos Aires, no me decidía sobre que ruta seguir y decidí tomar una siesta al costado del camino, algo dormí hasta que una rubiecita medio en bolas me golpeó la puerta pidiendo que la ayudara.
  • ¡No jodas!, ¿es cierto eso?...
  • Al 100%.  Tengo un buen pasar, no trabajo y odio la injusticia.  Tengo determinada preparación en esto y los escrúpulos los perdí cuando delincuentes como estos me arrebataron a alguien muy querido.  Suerte, destino, llámenle como quieran, el tema es que están liberadas de esa opresión y hay unos “malos” menos y yo necesito de su silencio, por mi seguridad y la de ustedes mismas.
  • Yo lo voy a tomar como una experiencia desagradable, pero experiencia al fin y cuando la recuerde me voy a acordar de cuando le corté las pelotas a ese hijo de puta para consolarme.
  • ¿Qué hiciste qué? , -preguntó Carolina sorprendida-.
  • Eso, le corté las pelotas al veterano que nos había secuestrado, en realidad le hice todo el combo, maní incluido, jajaja.

A las dos les dio un ataque de risa nerviosa, de esas que surgen cuando se comienzan a relajar las tensiones, se abrazaron y a la vez que reían, lloraban como una forma de liberarse de malos recuerdos.  Yo no quería ni hablar, no había nada que pudiera aportar y me dediqué a conducir.  La llegada al motel y ver que Alicia abría la puerta de la habitación fue otra válvula de escape que se tradujo en risas, grititos y abrazos entre las tres.

Les pedí que no hicieran tanto escándalo y que ayudaran a Carolina a bañarse porque estaba un tanto dolorida. Alicia ya tenía todo preparado y me dejaron solo, saqué todo lo de ellas de la mochila y lo dejé sobre la mesa con los fajos de billetes repartidos en partes iguales, después me tiré en la cama, ellas tardarían un buen rato y mi relajación era importante, además, quería estar listo para salir apenas estuvieran arregladas y dispuestas para ello.  No tenía sentido seguir dando vueltas por esa zona.

Se tardaron casi dos horas y aparecieron maquilladas, peinadas pero envueltas en las toallas, venían decididas a pagar el favor con “especias” y ninguna era para despreciar, aunque yo no estaba por la labor y ellas se enfriaron un poco cuando encontraron los documentos con los celulares y el dinero… Alicia llevó la voz cantante.

  • ¿Qué sos, nuestro ángel guardián?, me contaron las chicas que hiciste un estropicio y encima te tomaste el tiempo de buscar todas nuestras cosas y ¿este dinero, de qué es?...
  • No busqué demasiado estaba todo en un cajón, sólo tuve que guardarlo y el dinero estaba en otro, preferí que lo tuvieran ustedes por el mal rato y no, no soy ningún ángel, más bien un tanto endemoniado.
  • Queríamos agradecerte, pero creo que lo que te podamos dar no va a alcanzar nunca.
  • El único agradecimiento que necesito es que no vuelvan a hablar con nadie del tema y menos que menos de mí, otra cosa, cámbiense porque nos tenemos que ir, para mañana toda esta zona va a estar un tanto alborotada y quiero estar lejos.
  • Quedate tranquilo, nadie sabrá de tu existencia, chicas, vamos a cambiarnos y nos mandamos a mudar de acá, aprovechemos que tenemos micro gratis, jajaja , -dijo Gloria poniendo una nota de humor-.

Las tres a la vez se sacaron las toallas y comenzaron a vestirse delante de mí, “no se puede con ustedes tres, son de lo que no hay” , -les dije y me tapé la cabeza con la almohada escuchando sus risas-.  Ya después, dentro del motor-home se prepararon algo de comer, algunas migas dejaron, el hambre parece despertarse cuando se come en libertad y Alicia que estaba un poco más descansada fue la que se quedó sentada a mi lado y dándome charla mientras yo conducía hacia la ciudad de Diamante , las otras dos se apropiaron de la cama y se durmieron todo.

Continuará…

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