Aplicando justicia (15)

Me quedo con ganas de terminar algo y aparece en escena una alemana muy querida.

TRABAJO “PINCHADO” - APARECE HELGA.

El trajín de las noches pasadas, la adrenalina, los Medios de Prensa, Sol y Emilia , todo me pasaba factura, ni ganas de almorzar tenía y no bien regresé a la suite y vi que ya había pasado el servicio de habitaciones, me saqué la ropa y me tiré en la cama abierto de pies y manos.  Me dormí todo y desperté como a las cinco de la tarde, tampoco tenía deseos de levantarme, estaba recuperado y con ganas, a más, nadie me corría ni me esperaba.

Me desperecé, tomé el control y prendí la tele, quería ver las noticias del día, en lo posible lo relacionado con lo de los muertos y las denuncias.  Había un alboroto tremendo, algunos pedían un Jury de Enjuiciamiento para el Juez y el Fiscal y habían sido suspendidos en sus funciones, el Jefe de Policía había sido puesto en Disponibilidad a la espera de las investigaciones sobre su proceder y la procedencia de sus bienes personales.  La gente en las Redes Sociales exigía una investigación a fondo sobre los bienes de los Funcionarios de todos los Organismos del Gobierno.

Se había movido el avispero y, tal como yo pensaba, se levantaban voces de los supuestos “hombres probos” exigiendo claridad y el accionar riguroso sobre los implicados en las listas.  La hipocresía salía a la luz y había quienes, con el culo más que sucio, se llenaban la boca pidiendo Justicia para los corruptos, en definitiva, las pruebas estaban, habían sido cotejadas y muchos, como se dice comúnmente, “se abrían de patas” para que la mierda no los salpicara.

Se me ocurrió pensar en el Juez y en el Fiscal, fundamentalmente en éste último, si lo hacía pagar a él y posiblemente a la esposa, novia, pareja, socia, amante pues todo lo de ella también me hacía “tilín, tilín” , lo podrían encausar por el lado de “el susodicho ya no nos sirven porque no tiene el cargo y puede abrir la boca e incriminarnos” , lo de ella podría catalogarse como “daño colateral” o que “estaba dónde no debía” .

Con este tipo no era caso de hacerlo desde lejos, tenía cuentas pendientes con él y se imponía el “cara a cara” , el hijo de puta debía saber el porqué de su paso al más allá, no era bronca, era una lógica que me parecía que debía aplicar.

Para eso iba a necesitar un mameluco o una prenda que me hiciera parecer un jardinero o similar, miré la hora, todavía no eran las siete de la tarde y sabiendo que los comercios grandes cerraban cerca de las ocho, salí disparado del hotel hacia el primer hipermercado, en la sección de Jardinería encontraría lo que buscaba.

Llegué con tiempo a uno que cerraba a las diez de la noche, quedaba como a diez cuadras del hotel y lo hice a las apuradas, pero me tranquilicé cuando vi el cartel del horario ingresando al estacionamiento público del mismo, pertenecía a una multinacional francesa y sabía que estaba allí porque su gran cartel luminoso se podía ver desde las ventanas de la suite.

Busqué el sector que me interesaba y encontré lo que buscaba, un mameluco o mono de trabajo de color verde oscuro que se podía poner por sobre la ropa de vestir y se cerraba con un cierre frontal, compré también unas zapatillas oscuras, una gorra de visera, cinta de embalar gruesa y me di por satisfecho.  Pagué con efectivo en una de las cajas y no me privé de comprar algunos chocolates que me encantaban.

Se me había ocurrido lo del “disfraz” de jardinero porque en una de las esquinas más alejadas del Barrio Cerrado, el alambrado perimetral estaba “trabajado” para que pudieran ingresar por allí los trabajadores que vivían en el barrio más humilde que se encontraba en los fondos del predio, del lado de afuera.

El alambre estaba cortado casi al ras de una de las columnas y se sostenía por unos ganchos (tres en total, distanciados unos cuarenta centímetros entre ellos) fijados a esa columna de material para dar la pauta de que el alambrado estaba sano en su totalidad.

Era evidente que la Seguridad sabía de esta entrada, aunque no tenían efectivos allí (implicaba más gastos pues poner una puerta y dos o tres efectivos más por día sumaba lo suyo) , lo habían solucionado con una pequeña cámara en lo más alto de la columna que apuntaba hacia el alambrado y tenía un radio de cobertura de unos cinco metros a la redonda.  La cámara fue lo que me hizo dar cuenta de lo del alambrado debido a que la Tablet me la había acusado y cuando me dirigí a constatar su ubicación vi salir a un hombre con ropa de trabajador que abrió y cerró la improvisada puerta.

Anularía esa cámara el tiempo suficiente para entrar y salir fuera del área que cubría y desde allí a la casa del Fiscal tenía otras tres casas más, eran como doscientos metros, quizás un poco más y pretendía moverme con la tranquilidad de un trabajador al que se le había hecho tarde, esperaba que me diera resultado porque no querría cruzarme con ningún vecino mirón o inquieto ni con ningún efectivo de Seguridad que se hiciera el valiente.

Volvía al hotel decidido a prepararme para hacer el trabajo esa misma noche y las noticias de último momento escuchadas en la radio del auto, echaron por tierra todas mis elucubraciones.  Se decía allí que por orden del Magistrado que entendía en la Causa, el Fiscal, “fulano de tal” estaba demorado desde las primeras horas de la tarde en la Alcaidía de Tribunales hasta que el Juez le tomara declaración indagatoria en horas de la mañana.

Era una medida preventiva que podría darse por la propia seguridad del implicado y para evitar la posibilidad de que se fugara.  De la forma que fuese, me habían “pinchado el globo” con mi venganza y me vi obligado a regresar al hotel haciéndome a la idea que posiblemente era lo mejor que podía haber pasado, yo iba a actuar “sobre la marcha” y esto me daba la posibilidad de pensarlo más fríamente, habida cuenta que imputado o no, el delito era excarcelable y no quedaría detenido.

Bajé a cenar tranquilo después de dejar en la habitación lo que había comprado, comí muy bien, como siempre con una atención de primera y me entretuve mirando a los demás comensales, el comedor del hotel, posiblemente porque era viernes estaba lleno de gente y se notaba que no todos eran clientes o pasajeros que estuvieran alojados en el lugar.  Todas las mujeres estaban vestidas y arregladas para ir a cenar a un lugar de esos y, de más o menos edad, amantes o esposas, ninguna desentonaba.

Le pregunté al camarero si era normal tal afluencia de gente y me dijo que era un tanto lógico en vísperas del fin de semana pero que en ese momento eran más personas porque había una Convención Empresarial y que hacía un rato habían terminado con una de las reuniones, “algunos ocupan mesas individuales y ya deben estar por bajar los directivos más grandes que ocuparán esas mesas de allí” , -me dijo señalando unas mesas vacías en uno de los rincones del salón-.  Yo sabía bien como era eso, lo había experimentado varias veces cuando trabajaba como custodio.

Al ver entrar a tres de los custodios principales para ubicarse en distintos puntos del salón supe enseguida cual era la empresa que hacía la Convención.  Uno de los custodios había sido uno de mis mejores hombres y seguramente el Jefe de ellos, que había ocupado mi lugar, saldría con el custodiado principal, el Presidente de la compañía y mi antiguo jefe.  No podía zafar de ellos, si me paraba todas las miradas de los custodios convergerían en el que hacía movimientos y me individualizarían enseguida.  Preferí pedir el postre y que fuera lo que fuera.

Después de los custodios ingresaron al comedor los restantes ocho directivos, Alphonse , que era el nombre del Presidente iba del brazo de una mujer castaña vestida con una prenda de diseñador que resaltaba sus bellas formas y sandalias de taco alto que hacían lucir aún más sus pantorrillas torneadas.  Brillaba con luz propia y atraía las miradas, ella lo sabía y aunque demostraba seguridad y aplomo, se mostraba cariñosa con el Presidente de la empresa, no era para menos, Helga siempre había demostrado admiración y apego a su padre y me encantó volverla a ver.

El Jefe de la Seguridad privada del Presidente de la empresa, fue el primero que me ubicó y me saludó circunspecto con un movimiento de cabeza, pero sus ojos brillaron de alegría, había sido mi mejor hombre y tenía ese puesto gracias a mi recomendación.  Le devolví el saludo con otro movimiento de cabeza y con una sonrisa.  No tardó en avisar de mi presencia y supe en ese momento que era el adiós a la tranquilidad de esa noche.

Alphonse y Helga giraron la cabeza inmediatamente hacía mí y ambos se levantaron de la mesa, los custodios se aprestaron y los directivos se levantaron como si tuvieran resortes.  A una seña de Alphonse se quedaron todos en sus lugares, sólo el Jefe de Seguridad, él y Helga se acercaron a mi mesa.

Me levanté para recibirlos, ella llegó primero y me lanzó en un perfecto alemán… “Hallo Carlos , wie gehts?”(Hola Carlos , ¿cómo estás?) , a la par que se acercaba a darme un beso en la mejilla y apoyaba sus tetas, que jamás pasarían desapercibidas, en mi pecho. Alphonse , haciendo gala de una familiaridad que nunca había tenido me abrazó como si yo fuera un hijo y me saludó efusivamente.

Saludé también con un fuerte apretón de manos al Jefe de Seguridad y le contesté a Helga , “estoy muy bien Helga, es un gusto enorme volver a verte” . Alphonse corrió una silla y tomó asiento obligando con un movimiento de su mano a la hija para que hiciera lo mismo y no se negó a hacerlo.  El Jefe de la Seguridad solicitó permiso para retirarse y me saludó pidiéndome que fuera a verlo en la empresa pero me pareció medio reticente.  De inmediato, de parte de padre e hija, me cayeron encima un montón de preguntas que fui contestando una por una.

Ese hombre tenía para conmigo unas deudas que jamás podría pagar, según sus propias palabras y me lo demostraba sin empachos hubiera quien hubiera adelante.  Luego de un rato y de contarme y alegrarme porque Ingrid seguía mejorando, me recordó que contara con él para lo que fuera, luego se levantó y me dio otro abrazo muy sentido.

Helga le dijo, sin demasiadas vueltas, “papi, yo me quedo con Carlos y agregó que para custodio yo me bastaba solo, en otras palabras, que no quería a nadie cerca de nosotros, el padre se fue esbozando una sonrisa y sin decir ni “ay” .

  • Antes de que digas nada déjame decirte que estás mucho más hermosa que cuando te fuiste a Alemania, te sentaron muy bien esos meses, casi año que estuviste afuera.
  • Más madura o más dura, según se mire.  Me la pasé espantando “moscones”, ahora mismo hay uno sentado cerca de papi que te debe estar odiando.
  • Sabés que no soy de buscar problemas con nadie, menos que menos con novios celosos.
  • Jajaja, ¡novios!, justamente.  El único hombre que me interesó siempre estaba casado con una amiga y ni siquiera quiso ir a Alemania a verme.  ¿Adónde me vas a llevar?, no me mires así, ya me decidí, esta noche soy toda tuya.
  • Gracias por preguntar si puedo…
  • Te conozco Carlos , si hubieras tenido algo que hacer o a alguien a quien ver, ya me lo hubieras dicho sin demasiadas vueltas.  ¿No me digas que no te animás a llevarme a bailar?...
  • Claro que me animo y al mejor lugar pero… de alguna manera me voy a cobrar esta salida…
  • ¿Te alcanza esto que tengo para “pagar”? , -me lo dijo mirándome con picardía y parándose para, sacando pecho, señalarse todo el cuerpo con las manos-.

Le comenté que tendríamos que pedir un auto porque el mío no era del nivel de ella y Helga se me rio en la cara, en realidad, se lo dije para “pincharla” , siempre supe que la “tenía toda” y era una empresaria de renombre, pero nunca dejó entrever ninguna clase de ostentación… “No jodas” me contestó y se tomó de mi brazo para que bajáramos a la cochera.

Subió al coche como si fuera de ella y me pidió que la llevara a un lugar bastante selecto que antaño solía frecuentar.  El “ropero” de esmoquin que cuidaba la puerta la reconoció y con un “bienvenida señorita Helga junto a una inclinación de cabeza hacia mí, nos hizo pasar anteponiéndonos a otros clientes que esperaban.  Ya en el interior la gente de RR.PP. nos ubicó en un reservado VIP y no tardaron en acercar un balde con la botella de champagne francés de primera calidad sumergida en hielo.

Brindamos por el encuentro y luego de darme un beso sutil, de “piquito” , me dijo que estaba muy contenta de volver a verme…

  • Accedí a venir a esta Convención con la secreta esperanza de volver a verte.  Le pedí a papá que tratara de ubicarte, me contestó que él tenía tu nuevo teléfono pero que no te iba a llamar… -Esto me extrañó y expresé-.
  • Rara la contestación de tu padre y me imagino tu berrinche.
  • No me dio tiempo a enojarme, enseguida me aclaró que haría lo que fuera para tratar de unirnos, que nunca podría encontrar un yerno mejor que vos pero que estos no eran momentos, que estabas enfrascado en algún tipo de cruzada para saber quiénes habían asesinado a Cristina .  ¿Es verdad?...
  • Algo de verdad hay en todo eso, no voy a estar bien conmigo mismo ni con nadie hasta dilucidar eso, tu padre me conoce bien, aunque eso de que sea mi suegro...

Se notó que no quiso seguir con esa conversación y cambió abruptamente para decirme que quería bailar, para lo cual me tomó de la mano y me llevó a la pista.  Su caminar seguro, sinuoso, ondulante, no exento de visos de sensualidad que rozaban lo sexual, me alborotaron un poco más.

La alemana era un exponente de lo sensual y lo sexual en la mujer y acompañaba todo eso con gestos, miradas y movimientos de un cuerpo que no tenía puntos flojos.  Ya en la pista, cuando me echó los brazos al cuello y acercó su cuerpo al mío me pareció sentir las miradas de envidia de muchos que nos observaban.

Sus caderas se movían y las pelvis se presionaban mutuamente ante alturas similares, completaba el cuadro con una mirada profunda y ojos de los que parecían desprenderse chispas.  Estaba haciendo un esfuerzo para que la excitación no me invadiera, haciéndome a la idea que quedaría como un ridículo con una erección que no podría disimular pero Helga se encargó de echar por tierra esos esfuerzos que yo sabía que eran vanos.  Acercó sus labios a mi oído y me dijo con voz ronca: Carlos , estoy muy caliente” .

No bien terminó de decir esto acercó sus labios a los míos y apretó su pelvis.  No pudo llegar a fundirse totalmente con la mía, no hubo nada que pudiera hacer para contener una erección que se hizo hasta dolorosa y no permitía que los cuerpos se juntaran. “Madre de Dios, sostenme porque estoy a punto de acabar como una burra, parece que la conociera, Cristina me contaba del placer que sentía con ella unido al placer de tenerte” , terminó de decir esto y no pudo contener las ganas de comerme la boca, no pudo ser, le gané en el intentó y devoré esos labios llenos y voluptuosos.

Las lenguas se entrelazaron y el gemido de mi amiga empresaria pareció que resonaba en medio de esa pista de baile.  A mí se me hizo que había sido un grito y tuve que mantenerla abrazada para evitar que se deslizara a mis pies porque las piernas se aflojaron por su temblor repentino.  Me miró al calmarse y sus ojos eran los de una pantera pronta a devorarme, “vamos a sentarnos” , casi, casi que me lo ordenó, aunque para evitarme algún tipo de bochorno, se giró y calzó mi miembro encabritado entre sus nalgas casi desnudas por lo fino del vestido y caminó con pasos cortos uniendo mis manos por delante de su cuerpo a la altura de la cintura.

Resultó fácil y apuró el paso para llegar al reservado VIP, se paró frente al sofá, giró el cuerpo sin soltarme y retrocedió como cuando uno estaciona un auto, mis piernas chocaron con el asiento y recién ahí me soltó para darme un pequeño impulso que me hizo sentar despatarrado.  Luego se arrodilló y no le daban las manos para aflojarme el cinturón del pantalón y tratar de bajarme el cierre, buscó con sus manos el ariete y lo sacó con cara de triunfo.  Tardó décimas de segundos, primero en lamerlo y después en deglutirlo, porque eso pareció.

De inmediato se me cruzaron por la mente dos comparaciones, entendibles pero que no deberían venir al caso, siempre trataba de evitarlo, pero en este caso no pude hacerlo.  La mamada era muy similar a las que me hacía Cristina , mí asesinada esposa, más que nada por la forma de tragarla sin escalas hasta atorarse con la verga en la garganta y tenía mucho también de Valentina en el modo en que la sacaba y la volvía a introducir en su cavidad bucal apretando con sus labios todo el tronco.

Helga me había hecho calentar como un burro en celo y quizás el tema de las comparaciones surgió como un modo de atenuar una acabada vertiginosa, como fuere o del modo en que fuere, me sirvió para no derramarme como un adolescente en su boca.  La dejé un rato con su cogida bucal deleitándome con sus gemidos, eso hasta que movió su cara y levantó sus ojos para fijar su mirada en la mía a la par que se introducía toda la verga gimiendo como si la estuviera penetrando por cualquier otro orificio.

La intensidad de su mirada de ojos castaños, la belleza de su rostro de mujer entregada a dar y recibir placer y el pequeño apretón a mis huevos acabó con mi resistencia y me dejé ir inundando su garganta de leche tibia.  No hubo posibilidad de derramar ni una sola gota, fueron tres o cuatro “lechazos” que tragó como si tomara líquido de una bota vasca mientras me apretaba uno de los muslos con una mano y con la otra presionaba suavemente a mis huevos que se vaciaban.

Fue una mamada de antología y después se limpiarme con su saliva hasta dejar todo reluciente, se incorporó y se sentó a mi lado diciendo: “Hace mucho tiempo que tenía ganas de disfrutarte y hacerte disfrutar así pero ahora quiero más, llévame adónde sea, tengo ganas de mostrarme completamente tuya” .

Eso que me dijo, la entonación de su voz y el beso que me dio en el cuello acariciando mis tetillas con una de sus manos, hizo que mi entrepierna comenzara a reaccionar, no era cuestión de perder más el tiempo y le dije de irnos al hotel.  Era lo que estaba esperando y luego de tomar una copa de champagne y enjuagarse la boca con el líquido espumante se levantó urgiéndome a que nos retiráramos del lugar.

Salimos allí como si fuéramos una pareja de novios y pasamos entre medio de otras personas comiéndonos la boca, ciegos para todo nuestro entorno y muertos de risa por los tropezones con uno u otro de ellos.  El auto había quedado en el fondo de un subsuelo, era el único lugar que habíamos conseguido y hacía allí nos encaminamos, abrazados como tórtolos.

Me hacía bromas porque yo no podía disimular el bulto de mi excitación y acercándose a mi oído me decía que a ella la calentura le corría por el interior de sus muslos.  La empresaria seria que otrora había conocido se demostraba como una mujer caliente y sin medias tintas, eso hasta que sucedió algo que casi nos estropea la noche.  Desde las sombras que dejaban entrever los coches estacionados se aparecieron dos rateros de los que, desgraciadamente, abundaban.  No hubo tiempo para pedirles los documentos pero se notaban bastante jóvenes.

Uno de ellos se puso frente a Helga blandiendo una navaja de hoja gruesa y le exigió la entrega del celular, la cartera y las joyas diciendo: “Dale putita, gato, dame todo y no te resistas o te desparramo las siliconas de las tetas” , “ustedes sólo son mierdas con dinero, apurá, apurá”

El otro tenía un revólver de seis tiros, un “38” con cañón de unas cuatro pulgadas y el percutor listo para disparar, me di cuenta que era un “mamotreto” pero, sin ninguna duda, podría ser letal, el que portaba el arma de fuego me pidió lo mismo a mí gritando: “Hey amigo, dale “fiera”, “máquina”, larga la “mosca” que le ibas a pagar a esta puta o te hago un agujero en la panza” .

Helga reaccionó con frialdad y ni siquiera amagó con gritar.  Se dedicó a abrir el sobre que tenía en la mano, el delincuente lo quiso arrebatar pero no pudo hacerlo porque le corrió la mano evitando el “manotazo” , en ese mismo momento yo sacaba dinero de mi bolsillo y lo dejaba caer pidiendo que no dispararan.

El dinero cayendo fue suficiente para que ambos apartaran la vista de nosotros y me dejaran actuar pues yo estaba como activado desde el momento en que los vi aparecer.  El del revólver abrió grandes los ojos cuando mi mano aferró el cañón poniendo uno de mis dedos en el recorrido del percutor y haciendo un movimiento hacia arriba vencí su mano, se lo saqué y, afirmando bien los pies, la palma de mi otra mano golpeó con fuerza en la punta de su nariz.

El sonido del hueso nasal rompiéndose e incrustándose en su cerebro sonó como si fuera un disparo en la quietud y silencio del estacionamiento.  Mientras éste aún no había terminado de caer de espaldas como un saco roto, giré mi cuerpo y tomé por la muñeca el brazo armado con la navaja del otro “fulano” , tiré con fuerza de su brazo hacia atrás e interrumpí el recorrido con mi otra mano en el codo.

Aquí el sonido fue más “acuoso” y un “plop” seco se dejó oír cuando las articulaciones se separaban.  De inmediato el brazo quedó inerte y el “ratero” abrió sus ojos aterrorizado cuando, apretando la mano armada con la navaja, llevé el brazo haciendo que ésta se incrustara en su garganta como si él mismo se la hubiera clavado.

Entre un golpe y otro habían pasado décimas de segundos y me asusté un poco cuando la miré a Helga acuclillada pero enseguida me volvió el alma al cuerpo cuando vi que se había agachado para recoger los billetes, completamente desentendida de los dos delincuentes que yo sabía muertos.

Apenas si me quedó una mancha de sangre entre el pulgar y el índice de mi mano derecha, mancha que limpié con la misma ropa de uno de ellos cuando los arrastré para dejarlos al costado entre dos autos estacionados.  La alemana caminó y me esperó parada al lado de la puerta de mi auto, me acerqué, le pregunté si estaba bien y me contestó: “Mejor no puedo estar pero vamos al hotel, de lo contrario te violó dentro del auto” .

Me devolvió el dinero que había recogido y me abrazó dándome un beso en la mejilla mientras me decía: “Estos tipos son lacras a los que hay que exterminar, no hay cárcel que los cure, si se hubiesen encontrado con otra pareja, los hubieran robado, violado o matado sin que después tuvieran que pagar por ello, debido a que son menores y porque nadie se calienta por buscarlos y castigarlos, sin contar con los “garantistas” del Gobierno y de la Justicia que después los defienden y los justifican”, -siguió diciendo-.

“Ni hablar de los parientes que son verdaderos cómplices porque saben a lo que se dedican y usufructúan, en la mayoría de los casos, el “producido” de sus delitos y salen a hacer campañas exigiendo una determinada Justicia que no les dan a las víctimas” …  No pude contestarle nada, ya estaba hecho y no había arrepentimientos, además lo que decía Helga era una verdad absoluta, los únicos que siempre “pagaban” eran las víctimas y sus familiares.

Puse el coche en marcha y salimos del estacionamiento con toda la tranquilidad del Mundo, yo mucho más tranquilo porque antes de poner el auto en movimiento constaté con la Tablet que no hubiera cámaras en las inmediaciones y la volví a guardar en la mochila que puse debajo del asiento del conductor.

La llevaba conmigo a todos lados y aunque en estos casos, cuando la tenía que dejar en el auto, corría el peligro de que la robaran, no me hacía tantos problemas porque tenía códigos, era ubicable apenas se encendiera y tenía un clon de la misma que había preparado para emergencias.

Continuará…

GUILLEOS1les agradece los comentarios y valoraciones.