Aplicando justicia (12)

El primer acto de venganza aplicando Justicia se lleva a cabo y no se me mueve ni un pelo, bueno sí, algo se me movió y busqué calma por otro lado.

ACTO DE VENGANZA

Al otro día en la mañana, luego de desayunar bien y con ropa un poco más clara en la que se dejaba notar el bronceado caribeño de mi piel, fui a alquilar un vehículo que me pudiera servir, elegí un coche chico, común, igual a los miles que abundaban por la ciudad y me dirigí, cuando ya era cerca del mediodía, a la dirección que me había dado Patricio .

Me estaba esperando porque ya me había comunicado con él y se alegró mucho de verme, después de las preguntas habituales me llevó a la carrocera que guardaba mi motor-home, allí hablé con el dueño de la misma y me mostraron y dieron las especificaciones del vehículo.

  • Estoy verdaderamente conforme, ¿qué es lo falta abonar de todo esto?...
  • Nuestro trabajo está cobrado y no quedaron cuentas pendientes, -me contestó-. En caso de que necesite algún tipo de reparación a posteriori, nos pondremos de acuerdo con el precio antes de realizarlas, ya puede disponer del vehículo, si quiere usted revisar, en nuestras computadoras y archivos no queda nada relacionado con este trabajo.
  • No es necesario, estando Patricio de por medio, no tengo nada que objetar al respecto, lo único que le quiero pedir es que lo mantenga guardado por una semana o diez días, no tengo dando dejarlo y andar en plena ciudad con esto me resultaría engorroso.
  • Que no se hable más, quedará guardado y protegido en un galpón que tengo para el efecto, sólo llame a este teléfono cuando quiera retirarlo.

Estaba más que conforme con mi nueva “casa” , las instalaciones y dependencias del motor-home me dejaron muy satisfecho, el tema era hacerme a la idea de vivir en esas “cuatro paredes” .  Nos despedimos de esta familia y nos fuimos para el depósito donde se habían guardado todas mis cosas, como no podía ser de otra manera, Patricio había elegido un lugar apartado y al cual se tenía acceso de modo individual y privado, retiré de allí una valija, algo más de ropa, las dos remeras de Kevlar y toda la documentación que tenía sobre los asesinos de mi mujer y mi hijo.

Sabía que serían sólo “soldados” pero cualquiera de ellos me podría llevar a quienes yo quería.  Me era engorroso retirar del lugar y andar con el rifle en el auto y Patricio , con buen tino y atento, me dijo: “Me imagino que vas a necesitar todo esto” , fue hasta su auto, sacó la encomienda de los cuchillos y me dio dos pistolas Glock con sus respectivos silenciadores, cargadores adaptados y balas. “No están registradas, ni siquiera tienen número de serie, no existen” , -agregó, sin decir nada más-.

Almorzamos luego en un buen sitio en la localidad en que nos encontrábamos, no me quedó más que agradecerle…

  • Patricio, te quiero dar las gracias por todo, no podría haber hecho nada de esto si no hubieses estado vos.
  • A mí no tenés nada que agradecerme, ni te quiero preguntar que pensás hacer, no porque pudiese llegar a juzgarte, sino porque estoy tentado a pedirte que me dejes acompañarte.
  • No puedo llevar compañía, es mi “Justicia”, es mi vida la que está “en la lona” y vos tenés armada tu vida con tus afectos de distinta manera, lo único a lo que me voy a comprometer contigo es a pedirte la ayuda necesaria cuando haga falta.
  • Sabés que podés contar conmigo de forma incondicional.

Lo tenía más que claro, para los postres y riendo cuando le contaba de algunas cosas que había vivido en Aruba , sacó papeles con los detalles de los gastos y pretendió explicarme los mismos.  Sólo le pedí que me dijera si había quedado algún saldo de lo que había depositado inicialmente por la venta de la casa y si había que saldar algo con él. “Lo mío está todo incluido, no me debés nada y en el Banco aún te queda un total aproximado al millón cien mil dólares, en la cuenta están los retiros por pagos que hiciste estando en Aruba .

El inicio de esa “aventura” me había salido unos quinientos mil dólares pero valían la pena, además, me quedaba una fortuna “en blanco” .  Me limité a guardar los papeles sin mirarlos y me despedí de Patricio dándole un abrazo, le dije dónde estaba parando momentáneamente y emprendí la vuelta para mi habitación ubicada en el mejor hotel de la ciudad, desde allí comenzarían a “pagar” quienes, desde hacía un tiempo, ya tenían una sentencia dictada.

Antes de viajar había imprimido fotos de lo que tomaron las cámaras del Súper, gracias a la información que me había pasado el detective de Homicidios, por ello tenía la cara de cuatro de ellos en medidas de papel carta, al dorso de cada una de esas fotos estaba la dirección y, juntando las cuatro direcciones, el mapa en la Tablet me marcaba una zona muy definida en uno de los barrios de clase media-baja de la ciudad.

El clima del otoño en la ciudad no era igual al del Caribe pero me venía bien, la campera suelta de cuero que llevaría puesta cubría muy bien el cinturón de los cuchillos y su bolsillo interno servía para disimular el Tanto y la sobaquera con la pistola.  Luego de cenar algo liviano en el comedor del hotel, me puse en marcha y mientras me acercaba a la zona guiado por el GPS del auto, el programa de la Tablet iba anulando las cámaras que pudiera haber en cinco cuadras a la redonda, además, mi mente se iba poniendo en mentalidad tipo freezer.

No sabía con qué me iba a encontrar pero no estaba para “juegos” .  En ese complejo de mono-bloques se apreciaba un entorno muy desagradable, no dudaba que allí habría gente honesta, trabajadora y que no se metía con nadie, tal como pasaba en las denominadas “villas de emergencia” que era el nombre “Político” con que se designaba ahora a las que siempre conocimos como “villa miserias” .  Como sea, esa gente honesta vivía con miedo y con incertidumbres en su día a día porque estaba rodeada de un 20 o 30% de marginalidad y de delincuentes que hacían de la droga, la prostitución y el robo su modo de vida.

Era todo un círculo vicioso amparado por Funcionarios corruptos a los que les convenía ese modo de vivir rodeados de indigencia y criminalidad a los que convencían con dádivas cuando llegaba el momento de votar, ni hablar de los Organismos de Ayuda Humanitaria u ONG cuyos dirigentes se llenaban los bolsillos exigiendo Ayudas Sociales al Gobierno. “Ayudas” que se hacían con el aporte de todos los ciudadanos que pagaban sus impuestos y que poco llegaban a los más necesitados.

Mientras tanto, la escolaridad era mínima, la ignorancia primaba, desde niños y adolescentes que, en un 80%, se plegaban a esa vida “más fácil” .  Años y años de desidia gubernamental, con cero oportunidades de progreso y todo se convertía en un enorme pozo de mierda que criaba a demasiados parásitos que vivían de la delincuencia o de los subsidios.

No era ningún tipo de consuelo pero, también se me ocurrió pensar que esto era un “mal sudamericano” importado de una mentalidad de izquierda de países asiáticos.  Estos lugares, “las villas”, existían en cada país de Latino América y se las denominaba con distintos nombres, incluso multiplicándose en cada uno de estos territorios y en todos los casos era igual, pobreza, indigencia, ignorancia, subsistencia subsidiada, educación paupérrima, falta de trabajo, dependencia a distintas drogas y un enorme porcentaje de delincuencia empotrada puertas adentro de esas comunidades.

Una delincuencia que atemorizaba a propios que pretendían mantenerse al margen y a extraños porque asegurar y mantener “el negocio” implicaba salir de sus fronteras, sin contar que el adicto debía conseguir dinero para comprar sus drogas y también salía a buscarlo fuera de los límites de su hábitat, ergo: la delincuencia se auto-alimentaba perjudicando a toda la sociedad, incluso se los defendía diciendo que eran el “producto de la pobreza y la marginalidad” , dos flagelos que los mismos políticos habían ayudado a instalar...

Con ese pensamiento y sabiendo que todos los amigos y familiares de estos delincuentes formaban parte de la misma calaña, estacioné el auto y, mochila al hombro con la Tablet encendida que me ayudaba, me dirigí al portal del edificio, tenía que ir hasta el segundo piso y los dos muchachones y el “veterano” mal entrazados que estaban en la puerta apenas si me prestaron atención o eso pareció.

Esa era otra cosa a tener en cuenta y a la que el común de la gente no parece darle bola.  Yo podía ser un potencial cliente y no me molestaron pues hay Políticos, gente de la farándula, Empresarios, Deportistas de élite, gente de clase media acomodada y de clase alta que sólo consume “de la buena”(aunque también se la puede engañar) y muchos de ellos se llegaban hasta allí a comprar sin que nadie obrara ni obre al respecto.

Se defiende al “pobre consumidor” y hasta se les permite tener drogas para “consumo propio” pero, para mí, la ecuación es otra, los Políticos hacen Leyes a favor del que consume porque siguen recibiendo dádivas, regalos o “cuotas” de los que producen y comercian, no se me ocurre otra, quizás porque tengo una noción básica de lo que es un comercio, trataré de explicarme:

Ningún negocio funciona si no hay clientes y el cliente, en este caso cualquiera de ellos, sabe que le está dando ganancias a un delincuente o a todo un entramado de delincuentes, ergo: ellos también delinquen, son cómplices al comprar la droga.  Producir y vender drogas está penado por la o las Leyes pero nadie produce o vende si el cliente no aparece ni compra.

Es un dos más dos, las drogas y los traficantes proliferan porque hay clientes que las compran para alimentar bolsillos de corruptos, no hay ningún otro “verso” que valga…  Se los digo a quienes quieran escuchar, pongan una panadería, librería, heladería, carnicería y esperen a obtener ganancias sin que los clientes vengan a comprar, se les pudre la mercadería, se funden, quiebran y van a tener que bajar las cortinas pero… hasta que no se entienda eso y sigan con “cantinelas” estúpidas y/o interesadas, el negocio va a seguir aumentado los bolsillos de los que producen y venden y de los que hacen “la vista gorda” ante esto.

Subí por las escaleras y cuando llegué al segundo piso, los dos tipos que me salieron al paso estaban parados frente a la puerta del departamento cuatro y el que yo venía a buscar debería estar en el cinco, índice evidente de que tenían varios departamentos para su “negocio” .  Antes de que dijeran nada saqué un fajo de dólares que mostré y expresé que venía a buscar al señor “XXX” , uno se giró para golpear en la puerta del departamento y el otro se acercó como para revisarme, el “Tanto” en el cuello se lo impidió y abrió grandes los ojos, justo en ese momento se activaba el cerrojo de la puerta y los empujé a los dos al interior.

Allí adentro había tres más, dos desparramados en un sofá mugriento junto con una chica como de veinte años con tatuajes en sus brazos y el otro era el que había abierto, el que tenía el cuchillo japonés en el cuello trató de girar para zafarse y los ojos parecieron salírsele de las órbitas cuando su cabeza inclinada quedó colgando de una tercera parte.  El que estaba parado recibió un golpe con el canto de la mano en el costado del cuello y tomándose con las manos el lugar cayó redondo en el suelo.  El otro que había entrado empujado cayó sobre una silla, no llegó a incorporarse pues, cambiando el “Tanto” de mano, pasé el filo por su cuello y eso cortaba hasta el acero.

Uno de los sentados amagó con levantarse y le lancé el cuchillo japonés que entró en su pecho hasta la empuñadura, el otro, también sentado junto a la chica esbozó un insultó y nunca salió del sofá, una de las dagas incrustada en su garganta le impidió emitir ningún sonido más y así sentado como estaba quedó pero con la pera apoyada sobre el pequeño mango del cuchillo de lanzar.  A la chica se la escuchó decir “hijo de…” y cayó sobre una mesa ratona con un cuchillo clavado en su pecho, un poco más arriba del costado interior de su teta izquierda.  Había actuado rapidísimo y creo que ayudó que todos tenían un par de líneas encima.

El tipo que buscaba no estaba allí, recogí todas mis armas, las guardé después de limpiarlas con la propia ropa de los muertos y sacando la pistola me dediqué a tratar de que el golpeado y desmayado se despertara.  Lo hizo ayudado por un par de cachetadas y miró despavorido a todos los que estaban en la habitación, “¿dónde está XXX?” , -le pregunté poniéndole el silenciador en la nariz-.

Amagó con gritar y le partí los labios y un par de dientes con la pistola aferrada a la palma de la mano, le pedí silencio con el dedo índice frente a mis labios y le dije: “Te lo pregunto de nuevo, si no me contestás te va a pasar lo mismo que a ella” , le señalé a la chica que había quedado boca abajo sobre la mesita, la cabeza le colgaba sobre la mesa y se la volé de un disparo que le entró un poco más arriba de la nuca.

¿Vieron que en las películas, el pandillero malo, estando atado, es capaz de aguantar una trompada de un tipo de ciento veinte kilos y sólo sangra de la nariz o del labio o le cortan una mano y se aguanta para no denunciar a ninguno de sus jefes? , bueno, son todas mentiras, un puñetazo de esos te destrozan la mandíbula o la nariz o te puede dejar paralítico por el cimbronazo de las vértebras o…, en la vida real no es así ni por asomo, el instinto de supervivencia puede hacer que denuncien hasta a la madre y el terror que tenía ese tipo al ver que media cara de la chica había desaparecido, hizo que hablara hasta por los codos.

Me dijo que “XXX” estaba con la esposa en el departamento de al lado, - señaló una puerta comunicante- , que la droga para vender la tenían en un armario, -al que apuntó con un dedo- , junto con el dinero, que lo demás lo tenía el jefe en la casa, le pregunté quién era el jefe más importante de la operación, -difícil que supiera pero con intentar no perdía nada-, me contestó que no sabía, que eso lo tenía que saber “XXX” , que ellos le respondía sólo al jefe de territorio y que hacía como cuatro meses que habían tomado la zona.  Me había visto la cara y no lo iba a dejar vivo pero eso que dijo activó mi furia de otra manera.

Eliminar al jefe de una facción contraria para hacerse de determinados territorios les había costado la vida a mi mujer y a mi hijo. ¡Hijos de miles de putas! , mi mano se cerró en la empuñadura del “Tanto” y lo saqué cortando y con fuerza, por unos segundos la cabeza se mantuvo en su sitio mirando con ojos de terror, luego rodó a un costado, ni siquiera se ensució la hoja.

Luego me dediqué a revisar el armario que me había señalado, adentro había un libro con columnas y anotaciones dando cifras y nombres, unos seis ladrillos de droga y muchos “ravioles” o sobrecitos cuadrados en una caja grande de colores, de las pre-armadas para regalos.

En otra caja similar pero de distinto color había billetes de distinta denominación, eran fajos chicos y grandes atados con bandas elásticas y arrojados allí como si ese fuera el recipiente de la recaudación, todo el dinero fue a parar a una bolsa de residuos negra que encontré en los estantes del mismo placard.

Revisé rápido el departamento, era un error a corregir, apurado con el tipo desmayado había obviado eso y no podía darme el lujo de esos errores, cualquiera que hubiese estado en otra dependencia podría haberme sorprendido y me corrió un frío por la espalda de sólo pensarlo.  Tomé precauciones trabando desde adentro la puerta de entrada a ese lugar y recogí la vaina del único disparo efectuado.

La puerta que comunicaba al otro departamento era una puerta placa y se notaba que había sido puesta hacía poco, no tenía llave puesta y la levanté con cuidado para que no hiciera ruido al abrirla…  Daba a un living similar, estaba todo a oscuras aunque un leve resplandor de las luces de la calle dejaba ver bultos grandes, revisé rápido la cocina y el baño y me fui para la habitación, recordando que todos los departamentos eran chicos y similares, con una sola habitación.

Tenían la calefacción eléctrica a pleno y luego de escuchar los ronquidos del tipo prendí la luz de un velador y lo desperté con el cañón del silenciador, se despertó como despavorido diciendo, “¿qué pasa, qué pasa? pero el golpe dado en la boca con la pistola y el agujero negro del tubo apuntando en medio de sus ojos lo convencieron de quedarse callado.  La chica que estaba a su lado se movió, se puso de costado y dejó ver un hermoso culo parado, duro y bien armado pero no despertó, era bastante jovencita pero no pensaba pedirle documentos.

Había en esa habitación un desorden total, “¿qué es lo que querés?, me entrego, esposame pero a mi mujer no la lleves, igual voy a salir pronto porque tengo los “arreglos” hechos y al día con el Fiscal, el Juez y el Jefe de la Brigada” , yo lo dejaba hablar y le decía que no con la cabeza, “¿qué necesitás?, tengo dinero, bastante dinero para darte, no seas boludo, te la estás jugando” .

Siempre creen que se pueden salir con la suya.  Vi que tenía un Handy en la mesa de luz y le pedí que llamara a los tres que estaban abajo, que entraran y que esperaran en el comedor, lo hizo sin pestañear, “suban los tres a mi casa y me esperan en el comedor” , se sonrió con suficiencia y mi voz sonó muy fría cuando le dije:

  • ¿Te acordás cuando tirotearon a un montón de gente en el Súper?, quiero saber quién lo ordenó.
  • Estás en pedo, si te digo eso, me matan al otro día.
  • ¿Qué crees que voy a hacer yo?, ¿quién lo ordenó?
  • Haceme caso, andate mientras puedas, no vas a poder salir vivo de acá…

No quería perder más tiempo, el tipo tenía que saber que yo no jugaba y como la mujer se movió metiendo la mano debajo de la almohada, actué por reflejo y un tiro en la espalda y otro en la cabeza no la dejaron despertar, el narco gritó con la voz apagada, “nooo” y pretendió manotear mi arma, lo desmayé de un golpe aplicado en medio de la cabeza y fui a atender a los que tocaban la puerta.

Abrí de golpe y se encontraron los tres con la pistola apuntando y la señal de silencio con el dedo en mi boca, ninguno atinó a nada, sólo uno dijo, “tranqui amigo, calmado, está todo bien, ya ganaste man, ya ganaste” , estaban “puestos” hasta las muelas, entraron en fila india, con el más veterano que había hablado en último lugar y los hice sentar en el sofá grande, éste de mejor calidad.

Ninguna de esas lacras me servía para nada, además los veía como tales y para mal de ellos, como parásitos, los llamé porque quería dejar libre la puerta al momento de irme y sin que atinaran a preguntar nada, ni siquiera que pudieran mover las manos los ejecuté con frialdad con un disparo en la frente a dos de ellos y al otro en la cara porque alcanzó a moverse, luego de recoger las vainas volví a la habitación para hacer reaccionar al futuro finado jefe.  Para esto le tiré en la cara un chorro de agua que había en un vaso colocado sobre la mesa de noche y reaccionó con manotazos y con insultos…

¿Quién lo ordenó? le volví a repetir mientras cambiaba la pistola de mano y sacaba el “Tanto” con la mano derecha.  La vista del cuchillo lo hizo empalidecer, esto es algo curioso que noté muchas veces, un cuchillo portado con frialdad amedrenta más que un arma de fuego… “¡Por favor, por favor!, no sé de quién fue la orden vino de muy arriba pero sólo conozco a “fulano de tal”, él nos transmitió la orden para ejecutar a ese jefe, no sé nada más, llevate todo el dinero y la droga que hay en la caja del armario, la combinación es 30-40-55” .

El tipo llorisqueaba y ni siquiera me daba pena, sabía perfectamente a lo que había ido a ese lugar y tenía enfrente, babeante y suplicante, a quien era uno de los causantes de mi dolor y mi pena.  No me tembló la mano cuando la diminuta espada japonesa planeó junto con mi mano para rebanarle el cuello llevándose en el viaje los dedos de la mano con que quiso atajarse.  La cabeza no fue cortada en su totalidad y quedó colgada de forma grotesca, ya no lo volví a mirar y abriendo el armario accedí a la caja fuerte porque la combinación era la correcta.  Allí encontré mucho más dinero, esto en fajos ordenados y encintados según fueran dólares, euros o pesos.

Encontré también cuadernos con anotaciones de cifras y nombres y, tal como había hecho con el libro anterior, fotografié todo lo que allí había escrito, después de retirar la totalidad del dinero filmé los ladrillos de droga y las pastillas pues lo mismo había hecho con lo del otro departamento y me rondaba la idea de mandarlo al aire por medio de las Redes Sociales obrando desde una cuenta falsa, ya lo vería.

Lo que también hice fue copiar todo el listado de contactos del teléfono del jefe de esa zona, después lo estudiaría, de paso, aproveché a usar ese teléfono para llamar a la Redacción de un conocido diario, avisando que en tal dirección había ocurrido una masacre con traficantes, “grabá eso” -escuché decir a una tercera persona y me lancé-… “¡Están todos muertos, tienen que venir rápido para que la policía y los Fiscales no se lleven el dinero y la droga o tapen todo, agggg!” , grité con voz alterada, luego dejé el celular al lado del cuerpo del jefe pero, sin cortar la comunicación.  No quedaba más por hacer y me fui cargando la bolsa con el dinero.

Descendí tranquilo por la escalera y al llegar a la planta baja me alarmé porque dos chicas y un muchacho tocaban con insistencia el portero eléctrico mientras otro esperaba, con las ventanillas bajas, en un auto de alta gama.  Se notaba que no eran de ese lugar, sus ropas y modos denunciaban un mejor status o “bolsillo” y cuando abrí la puerta de entrada para salir se abalanzaron para entrar aprovechando esa circunstancia, ni gracias me dieron, yo ni los miré y me dirigí al auto para salir rápido de allí, había dejado la puerta del departamento entornada y eso pronto se llenaría de policías y, posiblemente, la Prensa.

Regresé al hotel y a mitad de camino me acordé que no había apagado el programa que me ayudaba a “cegar” momentáneamente las cámaras y lo dejé así, lo haría cuando estuviera en mi habitación.  Una vez tranquilo guardé todo en el placard, apagué la Tablet y me fui a dar un regio baño, me parecía tener impregnado el olor a pólvora y el aroma que me había provocado la adrenalina no era de lo mejor.

Pensaba bañarme y dormirme porque eran cerca de las dos de la mañana y salí del baño con una erección de cuidado, nunca me había pasado eso y lo atribuí a la adrenalina que uno mismo trataba de soslayar pero que, evidentemente se hacía presente porque los momentos de tensión y el miedo siempre caminaban junto a ella o la hacían aflorar, máxime ante lo extremo que había vivido.

Atento lo que mi cuerpo me pedía, bajé a tomar algo en la confitería del hotel que estaba abierta toda la noche, pues la posibilidad de encontrar una buena compañía sólo podía darse si yo elegía, eso de llamar por teléfono y que me mandara a “alguien” no iba conmigo, tenía mis gustos y me los respetaba.

Continuará…

GUILLEOS1 agradece sus comentarios.