Apenas entré al cuarto

Joven descubriendo nuevos placeres...

Apenas entré al cuarto pude percibir la esencia de su ser.

Eran palpables cada uno de los sentimientos que cruzaban por su alma: miedo, vergüenza, timidez, pero también mucha curiosidad; Y fue está ultima la que me convenció de seguir adelante.

Estaba acostada en el lado derecho de la cama. Varios almohadones le hacían de respaldo y de protectores a la vez.

Tenia una terrible cara de nena. Pero aparentaba varios años menos de los que en verdad tenia.

De piel tostada, todavía podía distinguirse las marcas que el bikini le había dejado durante el verano.

Tenia un conjunto blanco y medias ligas al tono; pelo negro ondulado, largo. Corte al estilo rabioso como lo llaman ahora.

Ojos grises, asustadizos. Muy claros y sinceros; revelaban el estado de su alma.

Cuerpo delgado, de pocas curvas; nada exuberante.

Era su primera vez y yo haría que fuera inolvidable.

Me acuesto a su lado. Mi cabeza roza la suya.

Empezamos a hablar. Cuenta una historia muy triste sobre su vida.

Su padre había muerto cuando ella tenia 5 años.

Hija única, buscó amparo y una figura paterna en su tío.

Vuelto a casar éste, volvió a sentirse desprotegida, y cuando apenas tenía 15 años corrió a los brazos de su primo, en el que descubrió al hombre de su vida. Dulce, fuerte, protector, y absolutamente prohibido.

Sentimientos de contención me inundaron; Sentí ternura por esa chiquita que comenzaba a ver el mundo de otra manera; Con una mente más abierta, y un pudor cada vez menor.

Mi dedo acaricia muy suave su brazo. Recorre la palma de su mano hasta su hombro, para volver a descender por su pecho. Haciendo un circulo en rededor de su ombligo, su cuerpo tenso, comienza a relajarse.

Una sonrisa asoma de sus labios; su lengua los humedece y con ese simple gesto, me invita a besarla.

Nuestras lenguas se chocan y juntas juegan a pelearse.

Mi boca se corre en busca de su cuello.

Un vampiro no estaría tan agradecido de poder sentir, la suavidad de su piel, el aroma que despide su cuerpo provocado por el ebullir de las hormonas.

Se estremece completamente, y cada una de sus células vibra ante cada milimétrica caricia.

Un pequeño gemido se deja oír. Es una suave melodía que ensalza mis oídos.

Besos húmedos se deslizan por su piel.

Mi boca deseosa por llegar a sus pechos pide auxilio a mis manos para librarlos de la prisión que es su corpiño.

La modernidad hace que esa tarea sea más sencilla que antaño: es uno de esos modelos que se desenganchan por delante.

Una vez desatados, dejan al descubierto bellas flores; rojas e hinchadas por la excitación.

Su mente está casi ida, y ella casi lista. Sólo falta un empujón más.

Mi lengua besa, lame, redondea sus pechos. Pequeños mordiscos logran que su cuerpo se sobresalte.

Hago que ella siga estimulándose. Tomo sus manos y le señalo como hacerlo.

Aprieta sus pezones y los masajea. Lo hace con mucha fuerza, tanto que su piel se pone colorada en rededor de los pellizcos que ella misma se propicia.

Aprieta sus tetas. Su cuerpo se envuelve en una danza de lujuria.

Sus piernas están abiertas.

Mi siento de cuclillas para observarla.

Es un ángel endemoniado. Irradia luz, pero está contaminada por el fuego.

Verla me provoca un instinto maternal, pero despierta todo lo perra que hay en mi.

Mi ángel y demonio se debaten en la eterna lucha del bien y el mal.

Pero hoy, en ese mismo instante, por un rato, gana el mal; y yo estoy completamente de acuerdo con eso...

Sin dudarlo acerco mi cara a la humedad de su vagina. Sus flujos se dejan ver; su clítoris, hinchado, late.

A gritos pide sacie su hambre de orgasmo.

No me hago esperar. Como animal sediento, mi boca se zambulle en esa fuente de liquido humano. Su clítoris a punto de reventar. Mis dedos se meten en lo carnosos de su cuerpo.

Gime y pide más.

Enloquece todos mis sentidos.

Los suyos, la perdieron hace raro.

Formamos un sistema perfecto: ambas estimulando cada parte de su ser. A un ritmo constante, a una velocidad cada vez más acelerada,

Respirando agitada, busca calmar la inquietud de su cuerpo.

Ya está ahí.

El grito que provoca su orgasmo estalla en mi cabeza.

Hace que explote toda mi mente, y la inunda en un orgasmo que se confunde con el suyo.

Puedo sentir su piel temblorosa. Erizada por el frío que provoca la transpiración al secarse.

Satisfecha y calmada, me mira y sonríe.

Esta exhausta; y yo fascinada por ese nuevo ser que acabo de descubrir.

Mi mente esta complacida y mi cuerpo ya no necesita sentir nada más......

Cele

08-07-07