Apasionada por el sexo. Capítulo 2
La historia de Annie continua. Después de la gran noche quiere atar cabos y desenmarañar el estrecho laberinto que significa la vida de Paola.
CAPÍTULO 2
Al amanecer, cuando despertó, Annie talló sus ojos y soñolienta descubrió una nota a su lado en la almohada:
"Cierras el departamento amiga… te veo el lunes en el colegio y me das las llaves. Besos. Paola"
Después de leer el recado, se levantó, arregló la cama y se dispuso para darse una ducha. Buscó la ropa que traía y caminando desnuda por la recámara la encontró en un pequeño bulto que acompañaba su calzado. El baño estaba lindo. Seguramente habría agua caliente, de manera que estando ya en el dintel de la puerta, la invadió una súbita curiosidad. ¿que más cosas ocultaría aquella casa?
Pícara, volvió a la habitación, y aún desnuda inspeccionó el clóset; para su mala fortuna no encontró algo de interés… dudó y pensó en bañarse lo más rápido e irse, pero recordó que había dos habitaciones más. Como si fuera la dueña del departamento, entró a la segunda pieza en importancia y vio una cama más pequeña. El ropero estaba semi cerrado y decidió revisarlo. La cosa se ponía interesante. Al parecer era una especie de almacén, un cuarto de pertrechos, porque en aquel lugar encontró paquetes de medias, ligueros, babydolls, corséts, y para su sorpresa, un sin fin de juguetes sexuales, lubricantes y demás artefactos raros, que sin duda, tenían un propósito en las aventuras de las damas del burdel.
Siguió a la siguiente habitación que, al parecer, era la recamara principal, pues era mas grande que las otras y el lujo era mas evidente. Todo indicaba que en ese cuarto pasaba las noches Ivette. Inmediatamente hurgó en el clóset y esta vez encontró todo un guardarropa. Vestidos de todo tipo, disfraces atrevidos y demás repertorio hicieron sonreír a la chica que coqueta solo movió la cabeza en señal de desaprobación.
– Sólo uno de estos causaría una revolución en el colegio – pensó sacando por el gancho un vestido rojo que seguramente iba muy ajustado al cuerpo de la portadora.
Siguió jugueteando con los dedos en los ganchos del guardarropa; empezó a revisar una por una las prendas que ahí colgaban. Una, dos, tres cosas, al principio no dio mucha importancia y solo se detenía riendo cuando se topaba con un traje de enfermera o un atuendo de sirvienta como el que había llevado Pao en la noche. Casi terminaba, cuando vio a un costado el vestido azul de terciopelo con el que Ivette había trabajado. Otra vez, como la noche anterior, sintió el nerviosismo demente que se apoderó de ella… sin pensarlo dos veces, lo tomó. Al revisarlo noto que aun estaba un poco húmedo. Un tanto a disgusto, no quiso saber de que era.
Semi desnuda, se miró al espejo y lo puso enfrente tratando de probárselo, quería darse una idea de como se vería con el, pero la facha en la que andaba y los tenis puestos a fuerza y a medio secar no dejaban volar la imaginación. El espejo no mentía, definitivamente Annie era bonita, solo que siempre se había descuidado y no era una chica por la que todos se morían. Dudándolo un poco, dejo el vestido a un lado, se quito los tenis dejando sus pies descalzos mientras que la braga pegajosa la boto lo mas lejos que pudo. Estaba sola y decidida, Corrió a la ducha y se bañó lo más rápido que pudo. Cuando salió se sentó frente al tocador y suavizó su piel con una crema deliciosa que seguramente le había costado un buen dinero y delineó sus ojos, pintó sus labios y sonrojó un poco sus mejillas. Además peinó perfectamente su cabello quebrado quedando lista para una boda.
De la nada, como poseída por un espíritu visceral y lascivo, Annie se obsesionó con el vestido azul y el recuerdo de la noche pasada. Aunque nunca había tenido algún problema con el tema masturbación, aquella ocasión era especial. No se podía controlar. Las ansias por sentir placer iban en aumento y definitivamente quería darle rienda suelta a su deseo. Sonriendo pícaramente, fue a la otra pieza y recordando la visión de la anfitriona la noche anterior, tomó unas medias naturales y se montó en ellas. Sin sostén y sin bragas, se puso el vestido tratando de dejarlo lo mas lindo posible. Corrió al espejo. La visión era estupenda y vaya que le gustaba. Riendo, sacó su celular y comenzó a tomarse fotos. Una de frente, otra de perfil, otra aquejando la espalda. Todo era una broma divertida que empezaba a subir de temperatura.
Ante cada foto y sonrisa, empezó a sentirse más caliente y no dudó en toquetearse una y otra vez. Sus pezones se tornaron duros y la humedad se hizo presente en la entrepierna. Dedos trémulos fueron frotando su clítoris cubierto por el nylon de las medias hasta que el descaro llegó y no pudo más que hundirlos todos en su sexo aumentando la sensación que provocaba.
Annie cedió a sus instintos de hembra y se arrodilló en la cama mirándose al espejo. En verdad se veía diferente, era otra persona. Le gustaba el reflejo y se preguntaba hasta donde podía llegar. La experiencia de la noche anterior había sido única y la marcó permanentemente. Sus manos la recorrían toda, despacio, haciendo que las uñas toquetearan su piel provocándole escalofríos llenos de placer. Como un amante a sus órdenes, las caricias de sus dedos la hacían sentir cada vez mas roja, cada vez mas intensa, cada vez más caliente. La lujuria se apoderó de ella y deseaba con todo su corazón terminar con el vigor de la última vez. ¿Sería posible?. Hipnotizada por la sensación del terciopelo azul en sus dedos, se acaricio totalmente y bajó a su entrepierna. Primero subió por el monte de Venus despacio, como sintiendo el terreno. Al toparse con las deliciosas texturas de sus vellos, se quedaba en ellos, enredándolos, mezclando las pequeñas gotas de jugo que se quedaban ahí a vivir.
Sentir sus tetas era novedoso, nunca se había tocado de una manera sexosa. Le gustaba. Era rico. Sintió sus pezones duros levantándose por debajo del terciopelo, desafiándolo todo, y sus yemas se detuvieron en ellos para rodearlos suavemente; recordó la única vez que se había acostado con un chico y sintió amargura por lo baladí de la ocasión, lamentó que no las desearan tanto como ella misma en ese instante; cada caricia, cada dedeo en las curvas. Estaba muy caliente. Sin pensarlo, bajó el escote y las dejo al aire. Era un hecho, le gustaban sus pechos. Así, de la nada, como por arte de magia fueron directo a su lengua. Que maravilloso instrumento. Cada lengüetazo iba directo a su entrepierna, al menos en la mente, y esto le provocaba un caudal de humedad. De pronto, cayó en la realidad del momento, estaba atrapada entre sus manos y sus caricias que la recorrían, iban de sus tetas directo a la cintura y con el cambiar de las curvas se dirigían hacia sus piernas, transformadas en una carretera deliciosa cubierta por el azaroso tejido de las medias.
Se sentía mujer. Sus masturbaciones anteriores habían sido una broma. Saltó de la cama y corriendo a la habitación contigua, se quedó parada, pensando golosamente ante un cajón lleno de consoladores; ojalá alguien pudiera ver a la tierna niña con las piernas cubiertas en nylon y con hilos de jugo escurriendo hasta el suelo. Tenía el corazón convertido en una locomotora. Sacó el primer juguete que le gustó. Regresó a la habitación contigua y saltando a la cama se arrodilló sobre las suaves sábanas y comenzó el juego, tomo el dildo transparente y le dio un pequeño beso, como si le deseara suerte en la dura faena que le esperaba. Lo repasó en su vulva, poco a poco, sin precipitar el placentero jugueteo, fue metiéndolo entre las pantimedias procurando que la textura solo rozara su clítoris. Cuando este se paseaba raspando su concha, ella suspiraba y hacia ruiditos que le provocaban mas excitación. Le gustaba escucharse. Le prendía. Poco a poco, la punta del juguete fue como un imán a la entrada de su conejo húmedo. Parecía que la invitaba a meterlo, pero el miedo aún estaba en su cabeza y realmente se preguntaba si algo tan grande le entraría completo. Esos pensamientos le provocaban risa.
Dejándose de juegos, cuando el látex del dildo hubo quedado lleno de jugo, de un zarpazo rompió la entrepierna de la prenda y se masturbó deliciosamente, al natural, metiendo solo la punta; mientras, el espejo le decía que ella era un diosa. Sus piernas escurrían. Lentamente, como la noche anterior, encontró la magia del vestido y se vio con el terciopelo arremangado en su cintura, las piernas brillando por la textura de las medias y su concha llena de fluidos que la hacian sentir placer como nunca.
La cabeza le daba vueltas por el intenso placer que le daba jugar con flor. Sin darse cuenta, una de sus manos recorría sus tetas desnudas y la otra maniobraba el consolador frenéticamente. Cuando lo notó, estaba penetrada por el dildo. Las puertas de su vagina se abrían por completo y recibían gustosas todo el largo y ancho de su amante. Dentro de ella se había formado una bomba de excitación. Se sintió orgullosa. Una y otra vez el consolador entró y salió de su cuerpo provocándole todo tipo de sensaciones. Era delicioso.
El espejo había cambiado un poco, porque el reflejo ahora mostraba el rostro de niña convertido en el de una hembra en celo gesticulando por el placer. Todo era diferente. Ante cada arremetida de su amante artificial, el espejo le mostraba los labios de su boca abiertos, o el labio inferior mordido sublimemente mientras suspiraba, o bien sus dedos jugueteando en su lengua, dándose a probar el jugo recién recolectado de su sexo. No pudo más. Cuando un vertiginoso relámpago la recorrió por la espalda, sólo pudo arquear su cuerpo hacia las almohadas. Se vino rápidamente. Fue electrizante. El estado de alerta que tenia desde hace algunas horas, provocaron que la adrenalina fluyera y el orgasmo llegara más rápido y con intensidad abrumadora. Tirada en la cama, sintió los espasmos del orgasmo, uno tras otro llevando su mano a la frente y hundiendo con la otra todo lo que podía aquel juguete mágico. Volvió a reposar, volvió a dormir.
Al terminar, recogió todo temblorosa y aún con las pantimedias puestas, volvió a vestirse presurosa con sus jeans y tenis, con una sonrisa nerviosa salió del departamento. El día había empezado como acabó, de locos.
Corrió a casa, tomó un taxi y todo el trayecto no pudo mas que pensar en lo ocurrido. Le había gustado. Era la experiencia más placentera que había tenido y definitivamente quería tener más, pero… ¿hasta dónde sería capaz de llegar? Esa era la pregunta que se repetía una y otra vez en su mente, ¿qué cosas habrá hecho Paola de las cuales ella no tenía ni idea?… en fin, seguramente habría cosas que ella tendría que descubrir por su cuenta.
Cuando llego a su hogar, su madre la saludó con dulzura y ella, respondiendo rápido, subió como torbellino a su habitación y se volvió a duchar. Aún con el corazón a mil no pudo aguantar las ganas y se dio dedo mientras se enjabonaba la concha.
– Uf… vaya que la he pasado bien – pensó mientras sus dedos se hundía en su sexo.
– Mmm… ¡ah!… es rico… me encanta – continuó sollozando lentamente.
Sin correrse, cuando se dio cuenta que llevaba un rato en la ducha y el agua comenzaba a tornarse fría, salió a su cuarto y tirándose en la cama se dedeó hasta que llegó al clímax. Se terminó de asear y poniéndose una blusa de algodón y unos shorts bajó a la cocina para comer algo.
Ese fin de semana pasó lentamente. Annie no pudo mas que darse dedo cuando pudo pensando en Paola y su tía. Cuando llegó el lunes y fue hora de ir a la escuela, se levantó temprano, se aseó y enfundándose en ropa de colegio, salió a toda prisa intentando llegar a la primera clase. Mientras avanzaba, pensaba que todo seria diferente, algo nuevo había nacido en ella y definitivamente quería ver a Paola. Era su único deber aquel día, encontrarse con su amiga.
Cuando llegó a San Benedicto, todo estaba igual. Una de las madres estaba recibiendo en la entrada y regañando a los desaliñados. Inquisidóramente caminó por el pasillo y entró al salón de clases… hurgó entre los compañeros buscando a Paola y nada. No estaba ahí. Pensó de todo, incluso que se había quedado dormida, total, su vida secreta era algo de antología. Pasaron las horas y las clases y Paola nunca llego. Le mandó un mensaje por el móvil y nada. No contestó. Algo estaba mal. ¿Porqué no habría asistido a clases?
Intento toda la tarde comunicarse con ella pero sin suerte. Al anochecer, ya en casa conversando con su madre, sonó el teléfono. Era su amiga.
– ¡Amiga!… perdón por no contestarte, es que me tuve que ir de fin de semana a la playa con mi tía y las personas que conociste el viernes en el depa. ¡Tres días… estuvo de locos! – alegó rápidamente Pao ante la sorpresa de Annie.
– No te preocupes – replico Annie – ¿nos podemos ver ¡YA!? necesito hablar contigo y por aquí no se puede… –
– Si, ¿te parece que nos veamos el el departamento?, olvidé algunas cosas urgentes y tú tienes las llaves… –
Annie aceptó el trato, pidió permiso para irse a dormir con Paola y salió corriendo en taxi cumplir la cita. Esta vez llegó más rápido. Todo el trayecto no dejaba de pensar en lo que pasó y porqué no, en lo que podía pasar. Era imposible olvidar el beso que le había dado y todo lo que encerraba ese departamento. Cuando llego al edificio, Paola estaba en la puerta, se acercó al auto y abriendo la puerta le extendió la mano para ayudarla a salir.
Con un beso y un abrazo algo secos subieron sin hablar hasta el décimo quinto piso y en la puerta, Annie entregó las llaves a su dueña. Entraron. Todo estaba en silencio y ninguna de las dos se atrevía a romperlo. La tensión subía.
– ¿Cómo carajos te metiste en todo esto? – preguntó Annie.
– No se – respondió Paola –, es una historia muy larga – siguió – sólo te diré que me gusta… tal vez pienses que soy una sucia perdida, pero realmente me gusta esta vida -– aseguró con la mirada hacia el suelo y riendo.
– Todo esto es irreal, jamás me hubiera imaginado que alguien llevara una vida como esta, y menos del lugar donde nos conocemos – dijo Annie
– Lo sé, pero… no te parece súper… es decir, hay dinero, mucho sexo y puedes hacer lo que quieras – contestó Paola cruzando sus manos detrás de la nuca – Créeme, cuando aprendes el oficio, es muy fácil valerte por ti misma. ¡Además no es para siempre caray! Relájate!
– Pues si Pao, ¿pero ser una prostituta te parece divertido?…– continuo la niña.
– ¡Claro que sí! – se escuchó – es muy divertido, desde que mis padres me dejaron y mi tía se hizo cargo de mi, he viajado por todo el mundo, tengo dinero, la ropa que quiero y todo lo que he podido desear… claro que he tenido que entregar algunas cosas a cambio, pero a los 20 años no importa – respondió la chica dejando ver un poco de enojo.
– Esta bien, no te molestes – le contestó la amiga sonrojada – es sólo que para alguien cualquiera como yo no es nada fácil aceptar eso – replicó Annie.
– ¿Persona cualquiera?, ¿en serio te crees una persona normal? – replicó Paola – en serio, créeme cuando te digo que no lo eres –
– ¿Ah si?, y ¿porqué crees que no soy normal? –
– Pues por dos razones, la primera es que te quedaste viendo todo el show hasta que te corriste de lo caliente que estabas y dos, que respondiste delicioso cuando te bese al final –
Annie estaba súper avergonzada, otra vez el silencio se apareció en la habitación dejando un incomodo momento.
– Quiero repetirlo – dijo Annie sentándose en el sofa.
–¿qué? – replicó Pao
– ¿Me besarías de nuevo?… no he podido ni dormir pensando en eso… – continuó.
– ¿Estás segura? – continuó Paola – porque no era para tanto, digo… tú estabas muy caliente y yo más, así que… –
– Si… la verdad nunca pensé que me agradara el beso de una niña y quiero estar segura –
Ante tal petición, Paola se acercó hasta que Annie, se puso de pie… el pelo cayó en su frente y sin más, dobló el cuello y abriendo un poco la boca de aquella niña la beso metiendo su lengua hasta el fondo. Las dos se abrazaron y se correspondieron el beso durante un par de minutos.
– Entonces… ¿te gustó? – pregunto Paola sonrojada por el calor.
– Si – dijo Annie volviendo a besarla intensamente – mmm, no ha estado mal – dijo entre suspiros sin dejar de besar y tomar fuerte de la cintura a Pao.
El tiempo pasó entre besos y caricias, tras sentarse, en un abrazo que las acurrucó ante el frío de la joven noche, comenzó de nuevo la charla.
– ¿Cuántos años tiene tu tía? –
– Treinta y ocho –
– Wow, es joven –
– Si, algo, si tomas en cuenta que tu tienes 19 y yo 20 –
– Si – contesto Annie riendo mientras, abrazadas, ambas jugueteaban sus dedos en cualquier parte de cada una.
– ¿Y cómo supiste a lo que se dedicaba? –
– Me lo dijo desde el principio –
– Wow, no sé cómo reaccionaría si a mi me pasara lo mismo –
– Jaja, creo que reaccionarias igual –
– No sé… sólo que… –
– ¿Qué? –
– ¿Cuantos años tenías cuando empezaste a vivir con ella? –
– Quince –
– Wow, ¡estabas súper nena…! –
– Si, pero la primera vez que me involucre fue a los diecisiete… casi dieciocho –
– Wow, y ¿qué hiciste? –
– Le comí la vagina a Ivette –
– ¡WOW! –
-–¿Qué no sabes decir otra cosa que no sea wow? –
– Jaja, perdón, es que me sorprendió, sólo eso –
– Si, ese fue mi primer contacto sexual, ella no me dejo estar con algún cliente hasta que me hubo entrenado bien, así que lo que restó de los 17 a los 18 solo lo hice con ella… –
– Pues eso esta súper fuerte Pao, en serio… –
– Y… ¿te paga por lo que haces? –
– Claro que no, no seas tonta… que mejor pago puedo tener que todo lo que me da, me trata muy bien, me da todo lo que quiero y puedo disponer del dinero de "la empresa" cuando yo quiera, esto se trata de lealtad Annie, solo de eso… –
Después de esas palabras, Annie se acurrucó mas al pecho de Paola y se sintió protegida, nunca había sentido ese calor que la invadía de pies a cabeza.
– ¿Me enseñarías? – preguntó Annie con voz trémula.
– ¿Qué? - replico Pao – ¿estás loca?, en primer lugar Ivette se opondría terminantemente, siempre me ha dicho que esto es solo de las dos y que es el secreto más grande del mundo – replicó
– Pues no sé…, es sólo que me gustaría seguir viniendo a ver, y pues que tú me enseñes como lo hizo Ivette contigo… – continuo Annie.
– A ver dime ¿has estado con un hombre? – pregunto Paola
– ¡Claro que si!… bueno… una vez nada más… - respondió Annie riendo.
– Otra vez… preguntó… Annie ¿te han cogido? para dejarlo mas claro –
– Otra vez, te respondo que si, digo… una vez nada más, pero si, me han cogido - respondió entre risas.
– Ok, ok, te creo – aseguró Pao – ¿pero con niñas nada de nada, verdad? –
– No, sólo los besos que nos hemos dado… y las pajas que me hice todo el fin de semana pensando en ti y tu tía – rió Annie
– Muy bien, pues veremos que podemos hacer, te voy a mostrar el oficio de una p… bueno tu entiendes –
Esa noche, después de la charla, ambas se fueron a cenar y continuaron platicando sobre el asunto. Paola le contó a Annie algunas de las aventuras que había tenido a lado de su tía, personas que había conocido y como Ivette se había acostado con personas de poder y dinero que le habían permitido vivir como reinas. Aquel Penthouse que había conocido era uno de tres departamentos de lujo que si tía tenia en la ciudad y todos los usaba para los mismos fines. Además tenía una casa inmensa en una zona de lujo que usaba como residencia personal y a veces como sede de fiestas y recepciones para clientes importantes. Al final del día, el consejo de Ivette a Paola era que se disfrutara tanto como pudiera, el dinero, las casas y el sexo, ya que era una profesión que el tiempo gastaba.
Todo era una historia increíble. Cada palabra que salía de la boca de Pao hipnotizaba más y más a Annie y le sembraba en el alma el deseo de ser como ellas. La imagen que tenia de una prostituta era diametralmente opuesta a lo que estaba viviendo. Paola también le contó la manera en que funcionaba el negocio, como contactaban clientes y cuanto se cobraba por cada uno. También se entero del papel que tenia su amiga en todo. Ella era la administradora. Compraba boletos, reservaba hoteles, aviones y cuanta cosa fuera necesaria para su tía. Compraba la ropa, la lencería, los juguetes, incluso investigaba a los clientes, pues no recibían a cualquiera. Paola era la gran maestro de todo, al final su tía le había puesto en las manos la responsabilidad para que aprendiera, y para que ella pudiera descansar y disfrutar de su trabajo. Se había dedicado mas de diez años a la prostitución "fina" y no siempre podía hacer todo.
Ya entradas en calor y con un par de ideas rondando en la cabeza, Annie decidió preguntarle por el fin de semana a su amiga. Según le había dicho antes, la pasó de maravilla con Luis y su esposa en alguna playa, de manera que la duda estaba justificada.
– Y al final cómo estuvo el fin de semana? – inquirió Annie
– De locos… ese Luis coge muy rico – contestó Pao – definitivamente son buenos clientes, pero ya te iré contando – sentenció con la intención de pasar a otros temas.
Pidieron comida china para cenar y con cada minuto, salieron a la luz los detalles sexuales de varias aventuras. Paola le explico a Annie que, aunque ella no estaba incluida en el precio, siempre era un gusto para el cliente darse cuenta que también contaba con los servicios de una niña tan tierna y jugosa. A Annie le encantaba. Ante cada palabra surgió un peculiar brillo en sus ojos. Con cada recuerdo, cada posición que describía, los ojos se llenaban de un candor y una lujuria poco antes vista.
La platica se prolongó por dos horas. A la luz tenue de la sala, siguieron platicando de cosas sueltas… hasta que Annie mencionó la cantidad de juguetes que encontró en el closet…
– ¡Así que estuviste husmeado traviesa! – replicó Pao
– ¡Si! - contestó Annie riendo – y te confieso que fue muy raro, vi el vestido que uso tu tía la otra noche y… pues me lo puse –
– ¡NO!, niña quien te viera... –
– Si, incluso terminé hecha un lio porque me masturbe con él de lo lindo…–
– ¡Ah!, pues tu sola te has hachado la soga al cuello, tenemos que ver el video –
– ¡¿Qué?!, ¿cuál video? – preguntó Annie inquieta
– Pues el de las cámaras de seguridad, se graba todos los días y cada que hay cliente, por aquello de las dudas –
Annie estaba muerta de vergüenza, y Paola, muerta de risa. Rápidamente sacó el video del sábado, lo insertó en el DVD y lo adelantó hasta que apareció Annie en la cama dándose dedo y chupando el consolador que había hurtado.
Ambas lo vieron con atención, de vez en cuando Annie se tapaba los ojos riendo de pena, pero Paola no, ella lo miraba como mujer y con el deseo puesto. Todo indicaba que esa pasión por la lujurias había tocado de nuevo a la puerta.