Apasionada por el sexo. Capítulo 1
Una visita al departamento de Paola, le mostrará a Annie que tiene mucho que aprender.
CAPÍTULO 1
Aquella tarde la lluvia estaba fuerte, las grandes gotas que caían interminablemente solo hicieron que Annie corriera más para llegar a su cita. Eran las cuatro de la tarde y no podía tomar un taxi. Todos estaban ocupados. En un golpe de suerte un auto se detuvo y de un salto subió e indicó el destino al chofer. Agitada, miró su reloj y suspirando pensó que podía llegar a tiempo. Tenía una hora.
Nunca en su vida había estado tan nerviosa. Su corazón latía intempestivamente con cada metro que avanzaba el automóvil. La lluvia no terminaba, su furia aumentaba y el miedo creció en el corazón de la chica de 19 años que apenas tenía conciencia de lo que pasaba. Sin darse cuenta, pensando aún, el chofer le indicó que estaban en el destino y ella, sorprendida, no pudo mas que razonar el pago y bajarse de prisa. Corrió a la puerta del edificio y con cada paso que daba se escuchaba el esponjoso rechinar de las suelas empapadas de sus tenis. Esperó un par de minutos el ascensor y en otro tanto estaba en el decimoquinto piso. Corrió a la puerta de las escaleras y miro de nuevo su reloj, había llegado antes 5 minutos.
El edificio, era lindo, claramente la gente que lo habitaba tenía dinero, al menos esa fue la impresión que le dio el primer vistazo. Justo cuando las manecillas marcaron las 5, puntual y cautelosamente, se abrió la puerta de la zona de escaleras. Annie, que estaba sentada en el descanso entre el décimo cuarto y el décimo quinto piso, giró la cabeza y vio a aquella chica. Con una pequeña seña le pidió que la siguiera sin hacer ruido y así ambas se escurrieron por un pasillo alfombrado, hasta la puerta del 1525. Entraron rápido. Sin más preámbulo, se escondieron en una pequeña habitación casi a la entrada del departamento.
Las dos chicas se saludaron con un pequeño beso en la mejilla y un abrazo.
– ¡Pero vaya que te has mojado! – dijo la otra muchacha, de nombre Paola, riendo - vienes hecha una sopa -
– Claro, si está lloviendo y no puedo encontrar un maldito taxi que esperabas – respondió refunfuñando Annie.
– Bueno, bueno, lo importante es que ya estás aquí y mira que pensé que no vendrías – respondió Paola.
– Creo que yo también pensé que no vendría, estoy muerta de nervios – contestó la chica mientras se quitaba los tenis y las calcetas mojadas.
Aquel departamento era de la tía de Paola, y lo usaba como cuartel general de su trabajo, al menos era la referencia que su amiga le había dado en las charlas del colegio. Era sobrina de una prostituta. Tras aquellas paredes llamaba a sus clientes y les entregaba la noche de placer por la que habían pagado. Paola, que también se dedicaba al oficio del placer, se encargaba del servicio alrededor de la cita y, en ocasiones, a gusto del cliente o de su tía, también participaba de las relaciones sexuales.
Cuando Paola le contó a Annie a que se dedicaba, esta no pudo mas que asustarse. El Colegio donde estudiaban las dos, era, en teoría, una escuela católica de las más viejas de la ciudad y para chicas de cierto estrato social, además de unos valores determinados. Nada en el mundo haría pensar que una de las estudiantes estaba consagrada al señor del sexo. Al oír tal historia y después reír nerviosamente, Annie no pudo creerlo, sólo los años de amistad de colegio y la mutua confianza habían hecho posible aquella cita. Ella sólo quería mirar, así que aquella tarde se dispuso a confirmar las historias de su amiga.
Después de quitarse la ropa, secarse y ponerse una bata. Paola le llevo un poco de café y le explicó como sería la situación. Ella podría mirar todo por el pequeño monitor de circuito cerrado que usaban para grabar las sesiones. Vieron tele y platicaron un par de horas. Pao la puso al tanto de cuanto ocurría en ese departamento y la incredulidad y el asombro creció
Alrededor de las ocho llegó la tía de su amiga. Era verdaderamente bonita. Ivette tenia 37 años, y vaya que tenía un porte de diosa. El pelo castaño claro, los ojos color miel y un andar de modelo hacían de ella la delicia de todos los hombres, y de la nada entendió de donde salía tanto dinero. Aquella noche estaba vestida perfectamente, Annie pensó por un momento que así se quedaría pero con el pasar de los minutos fue testigo de los detalles que cuidaba según le había advertido Paola. Ivette entró a una de las recamaras del lugar y vistió con un hermoso atuendo largo azul de terciopelo, no conforme con eso, le cambió el guardarropa a Paola, la cual, obedeciendo de inmediato y sin preguntar, asumió un papel más exótico y se caracterizó de sirvienta francesa.
Cuando vio el cambio, Annie sonrió, pero francamente pensaba que todo era una locura, la pequeña sonrisa que esbozó con sus labios estaba llena de nerviosismo y también, porqué no, de excitación sexual. Pasaron unos minutos y por la pantalla pudo ver que ambas chicas platicaban. La curiosidad le invadía, ¿acaso estaban ultimando el plan?. Tal vez se lo preguntaría después de clases.
San Benedicto, era un colegio de chicas que con el paso del tiempo cedió a recibir hombres. Tal vez el más católico de todos. Annie, al ver la pantalla y con la incertidumbre del futuro próximo, pensó en las andanzas de Paola en la escuela. Las madres instructoras eran muy duras y francamente les daría un infarto fulminante al ver a su alumna. Aquellas tardes de estudio no eran lo que parecía. Ahora, sospechaba de cada ausencia notable de su amiga o peor aún, cuantos de sus compañeros habían caído en sus manos.
Justo antes de las diez, mientras Annie estaba ya impaciente, intempestivamente entró su amiga a la pequeña habitación y le dijo:
– ¡Amiga agárrate, porque hoy se va a poner bueno! –
– Pero… ¿porqué?… ¡explícame!… – susurró exaltada Annie.
Sonriendo pícaramente, cerró la puerta y casi inmediatamente sonó el timbre del departamento. Tras la puerta, Annie pudo escuchar a Paola dar la bienvenida coquetamente a dos personas, una pareja de esposos; tomó las sombrillas húmedas, las acomodó a un lado y recibiendo los abrigos de aquellos clientes los acompaño a la sala. Ya en el lugar, con el monitor en acción, pudo mirar cuando ambos vieron a la pequeña muñeca enfundada en aquel disfraz; inmediatamente él, sonrojado le hizo un par de comentarios en el oído a su pareja. Seguramente estaba empezando a prenderse con el servicio.
Ambos se sentaron en el sofá ante la indicación de la sexy mucama y, tomados de la mano, esperaron un momento a que la anfitriona saliera a saludarlos. Mientras tanto, Pao no dejaba de mirar las pequeñas cámaras a sabiendas que su amiga estaba de fisgona sonriendo, tal vez, en cada momento.
No pasaron dos minutos cuando Ivette salió de una de las recámaras, se acercó a la pareja que inmediatamente se puso de pié, y sin más aviso, tomó de la cintura a la chica y le dio un tremendo beso en la boca. Annie estaba helada. No podía creer lo que veía. Llevó su mano a la boca tratando de callar la exclamación pero casi fue inútil. Ella pensó que vería una situación de sexo "normal", es decir, hombre-mujer, pero, realmente no estaba preparada para ver algo así.
Cerro los ojos y asustada se arrepintió de haber ido a la cita… no sabía que hacer, ella no era capaz de ver aquello. Trato de abrir la puerta y escurrirse a la salida, pero recordó que solo tría encima una bata y sandalias; además con el torrencial que caía fuera sería imposible largarse. Lo más sensato que pudo pensar fue sentarse y no ver mas la pantalla.
Ya en el suelo, sentada, aquella escena se repitió en su cabeza una y otra vez, de modo que casi involuntariamente miró de reojo el televisor y los cuatro estaban inmersos en lo que parecía en una charla amena. El tipo se sentó en el sillón individual e Ivette, sentada cómoda junto con la chica, ocupaban el sofá más grande. La actitud era totalmente sexosa. La tía de Paola se acomodó de tal forma que quedó casi de frente a la chica y no dejaba de mirarla y de toquetearle las piernas. Aquella mujer estaba muy nerviosa, al parecer, era la primera vez que experimentaba algo así, de modo que el miedo a cualquier movimiento y a todas las caricias de Ivette le despertaban sensaciones encontradas. De poco en poco, con cada toque de los dedos de aquella profesional, la bella cliente comenzaba a abrirse, a ceder. Cerró los ojos suspirando y dándose a desear y cuando los volvió a abrir, Ivette ya le besaba el cuello. Annie definitivamente estaba asustada. Pero por ningún motivo podía dejar de mirar.
De vez en cuando, la mucama aparecía en la pantalla una y otra vez trayendo tragos o retirando los vasos de la mesa de centro. Se veía hermosa con aquel trajecito de sirvienta. Su pelo corto negro y sus piernas torneadas cubiertas por la seda negra de los largos ligueros que usaba llamaban insistentemente la atención del caballero que no sabía si mirar a su esposa o a la pequeña chica que se contoneaba enfrente de él.
Ivette quiso besar a su femenina cliente en la boca, ante lo cual esta se negó volteando la cabeza. Annie volvió a llevar su mano a la boca, pero esta vez esperando que algo malo sucediera ante la negativa. Poniendo un poco más de atención pudo ver los labios de ella moverse indicando que algo le decía, así que corriendo, puso su oreja en la madera de la puerta tratando de escuchar la conversación…
– Vamos amor – dijo Ivette a su damita – déjame darte un beso… ¿quieres?… –
– No puedo Luis… en serio no puedo hacer esto… – replicó la dama a su esposo con un gesto de miedo.
– No te preocupes – insistió la prostituta tomándola de la barbilla – en serio, no es tan malo… que una mujer bese a una mujer es lo más natural del mundo, además… creo que si te gusta, estas muy caliente amor, sólo mírate… – sentenció.
– No lo sé – dijo ella – es solo qué… Luis no se si pueda… – insistió mirando a su esposo que se trataba de levantarse…
Apenas termino de decir aquello, cuando Ivette de un manotazo que casi pasó inadvertido llamo a su sobrina.
– Hermosa… ven acá por favor –
– Si señora – contesto de inmediato
– Toma asiento aquí, a mi lado –
La joven sirvienta obedeció al acto y se sentó a lado de la señora de la casa. Mientras tanto Annie, en la habitación del circuito cerrado, estaba sin habla mirando de reojo el monitor y con la puerta un poco entreabierta para escuchar en pleno lo que se decía en la sala.
– Mira amor – continuó Ivette – verás que un beso entre chicas es lo más natural –
Al terminar de decir esto, volteo de inmediato hacia la faz de su sobrina y la beso en la boca… era increíble. Ambas mujeres, una dueña una de la otra, se enfrascaron en un beso francés que casi sacaba chispas. Las lenguas de ambas se asomaban de pronto intercambiando fluidos y con el pesar de los segundos Ivette comenzó acariciar el cuello de Paola.
Aquella chica quedó casi hipnotizada por lo que tenía enfrente, sin más, no pudo más que solo mirarlas y pensar en la decisión que tomaría. Pasaron unos segundos y el beso terminó con un pequeño hilo de saliva que conectó los labios de las dos pequeñas putas…
– Lo has visto – pregunto Ivette a la dulce rubia que tenía enfrente, a lo que ella se limito a asentir con la cabeza.
– ¿Ahora me dejaras darte un beso? – continuó, a lo que la ferviente esposa respondió nuevamente asintiendo con otro gesto de su cuello.
Sin preguntar más, la seductora mujer se acercó a la boca de la dama y la besó despacio… ella al principio rehuía, pero como antes, cedió poco a poco. Cuando las dos mujeres en el sillón comenzaron a besarse en forma y el interés de Annie dejaba ya caer algunas pequeñas gotas de humedad de su entrepierna, la puerta de la habitación se abrió de nuevo lanzándola al suelo y Pao, muerta de risa, se sentó a lado de Annie.
– ¡Pero mira que eres golosa! – casi le gritó – La fantasía de él es que su esposa tenga una relación lésbica… él solo quiere ver, pero de todas maneras mi tía les va a cobrar un dineral…– dijo Paola soplándose el fleco que caía en sus ojos mientras con un dedo terminaba de limpiar los pequeños residuos de saliva que le había dejado su tía en los labios.
Sin decir más y sin dejar que hubiera respuesta, salió apresuradamente, y volvió a su trabajo.
Cuando volvió a mirar la pantalla después de aquella pausa informativa, vio que las chicas en el sillón estaban ya en cosas más serias. Ivette tomaba con fuerza las tetas de aquella mujer y las lamía con pasión una y otra vez. La que hace unos momentos estaba renuente a jugar a las caricias con la dueña de la casa ahora estaba convertida en una zorra que no podía satisfacer sus pasiones. El tipo, absorto en lo que pasaba enfrente de él, no podía mas que llevar de vez en cuando el vaso con vino a su boca y darle un par de sorbos cada vez. Como una flor, aquella chica se iba abriendo a los placeres que la prostituta le ofrecía. Con cada lengüetazo y con cada caricia, ella iba descubriendo que había un mundo nuevo que quería ser explorado y estaba dispuesta a experimentarlo sin pudor.
El vestido de Ivette fue cediendo. Ahora las manos de la chica comenzaban a trabajar y a compensar las caricias recibidas. El pudor iba desapareciendo y los dedos tímidamente se inmiscuyeron en la entrepierna de Iv y esta también cedió a los toqueteos. La falda de aquel vestido azul de terciopelo, con sus hermosos brillos iba subiendo centímetro a centímetro hasta que terminó arremangado a la cintura de esta. Las piernas, cubiertas por las pantimedias brillaban con la tenue luz de las lámparas y ya, sin sostén, sus tetas jugueteaban en el aire mientras el deseo de bajar a devorar la concha de la chica que se abría con soltura a sus besos crecía. Como serpiente, la prostituta felina bajó hasta la entrepierna de la rubia. Aquella mujer de piel rosácea y pelo rubio, no pudo hacer otra cosa más que abrir un poco las piernas para que la falda negra se ajustara subiendo más a sus caderas. Era delicioso para Ivette descubrir la suave textura del nailon natural que cubría a su nueva amante. De un gesto le pidió que se levantara y como diosa, subió sin complicación la falda negra hasta la cintura. Una vez sentada de nuevo en el sillón, Ivette tomo control de la situación y abrió las piernas de su hembra. Aún con el coño cubierto por las medias y las bragas de satín, fue víctima de un lengüetazo directo al sexo, esta, casi inmediatamente sintió un rayo que la recorrió y provoco que arqueara en el sillón suspirando y dejando salir un suave gemido que, seguramente, le provocó un erección mas digna a su marido. Ivette era verdaderamente buena. Los caudales de líquido no esperaron y mancharon el nailon al salir con soltura de la vagina y la boca que la comía insaciable.
Para ese momento, Annie estaba a mil, ya no era miedo lo que sentía sino verdeara excitación sexual, con timidez llevo su mano a la concha y por encima de las bragas de algodón, descubrió que estaba empapada. Sonriendo miró hacia abajo y vio el charco que sus jugos habían dejado bajo la mesa. No le importó en lo más mínimo. Siguió mirando.
Mientras Ivette, que con un pertinaz movimiento rompió las medias de su hembra y haciendo a un lado el satín de las bragas se comía el coño de aquella mujer, cambió su atención al tipo, el tal Luis, que ya dejaba ver el mástil erecto bajo el pantalón. Puso atención en los gestos de los tres implicados y noto adoración en él, parecía agradecido de que su niña tuviera una fantasía tan intensa. Con cada movimiento de ella al recibir la lengua de Ivette, definitivamente se aguantaba las ganas de entrar al juego que tenía enfrente. Mientras pensaba en esto, Paola pasó a un lado y se dispuso a recoger los vasos en la mesita de centro, solo que esta vez se inclinó dejando su redondo trasero enfrente del tipo. Los latidos de Annie comenzaron a aumentar al ver que su amiga estaría a punto de entrar en acción.
El primer intento no tuvo efecto… el trasero firme de la chica tuvo que pasar y esperar otra oportunidad, ya que, en ese momento, su cliente estaba atento al ver el cambio de posiciones en el sillón, ahora era su niña la que estaba a punto de devorar con delicia la concha de su anfitriona.
– Ahora me vas a comer tú a mi, mi amor – jadeó Ivette tirándose en el sillón y abriendo las piernas.
La chica se puso en cuclillas delante de ella y volteó a ver a su esposo diciéndole:
– ¿Quieres ver cómo me como su coño Luis? – dijo sedosamente la chica a su excitado marido
– Claro que si preciosa, quiero que te lo comas para mi – replicó
– Me encantó que me hayas traído, dudé al principio pero… es lo mejor que hemos hecho en toda la vida amor – continuó la chica casi al momento en que abalanzaba la boca al encuentro de la vagina de Ivette.
Luis estaba bufando de placer, la actitud de su esposa le prendió. El rostro de la mujer lamía siempre mirando los ojos de la anfitriona. Con pequeños gestos a veces, pedía su aprobación, mientras que Ivette sólo cambiaba las muecas y arqueaba aceptando siempre y pidiendo que no se detuviera.
Annie, miró con atención y he aquí que el sujeto no soportó más la excitación y trémulamente sacó su pene de entre el cierre y la camisa. Con un pase de mano, la sujetaba ya completa y lentamente la frotaba de arriba a abajo. Estaba dura como una lanza esperando penetrar a quien se pusiera enfrente. En ese ánimo, Pao intentó una segunda vez… sólo que ahora se fue a la yugular. Sin más, mientras él miraba al par enfrente, ella se postró a sus pies y comenzó a olfatear el falo. Pequeños toques de la punta de su lengua se hacían presentes y querían devorar el capullo rojo en el que se convirtió el glande de Luis. Cuando el chico de dio cuenta de lo que sucedía en su entrepierna, sonrío satisfecho.
Al momento en que su pene sintió el toque de Paola, saltó con un pequeño brinco, la miró y con una sonrisa llena de lujuria la tomo por la barbilla y antes de que la devorara, la beso intensamente llenándole los labios de saliva. Consumada la introducción, ella se lo metió a la boca provocando que el sujeto cerrara los ojos lleno de placer.
Annie brincó sorprenda; estaba tan caliente, tan excitada, que aún sentada, regresó su mano derecha a la vagina moviéndola rápido y la otra siguió en su boca tratando de apagar sus gemidos. Se había masturbado tantas veces en la oscuridad del colegio, pero ninguna había sido tan candente, tan intensa como aquella que estaba ante sus ojos. Sus dedos se movían torpemente y su mente se repartía entre ella y lo que pasaba en el monitor.
Todo pasaba rápido. De un momento a otro el sexo oral que Paola le hacia a Luis rendía frutos. Él estaba tan prendido que no sabía que hacer… por un lado quería mirar a su linda esposa follando con aquella deliciosa zorra y en un segundo plano quería cogerse por completo a la pequeña que le estaba devorando el pene.
Cuando Ivette se dio cuenta de lo que pasaba, sonrió. Tendida en el sofá, recibiendo la lengua de la hermosa rubia llamó a Paola.
– ¿Veo que no pudiste contenerte hermosa? – preguntó golosamente.
– No señora, es que… es que me dio lástima verlo tan solo, necesitando amor – respondió la putita que hacía las delicias de Luis.
– Está, bien, vamos a jugar los cuatro – replicó Ivette.
Luis estaba a mil. Cuando Paola pauso en sus lamidas, él aprovecho para ponerse de pie. Sin dejar paso a cualquier conversación, Paola se levantó también y se lanzó a los labios de su amo y este le respondió el beso tomándola de la cintura. Todo tomó forma. Luis sentía tan rico, tomar por la cintura a la pequeña cubierta por el listón de satín blanco, que la apretó más hacia él clavándole casi por inercia el miembro. Luis y Pao frenéticamente pasaron de los besos a los desnudos. El chico se quito la camisa y trato, sin éxito, de quitar el gran listón que cubría la cintura de la chica, ya que las caricias de esta se lo impidieron.
Definitivamente su amiga era una diosa. Al fin, después de un momento, Luis optó por descubrir sus tetas para apretujarlas con las palmas y lamer los duros pezones que se le entregaban, después de ensalivarlos bien y dejar a la bella puta jadeando y escurriendo pequeños hilos de saliva por las comisuras de los labios, decidió bajar por el cuerpo de Pao y llegar al umbral que solo resguardaba la tela de las bragas. Se metió por debajo de la falda, y poco a poco, con mordiscos, fue bajando el resorte de aquella prenda y esta fue cediendo. Paola, como toda una zorra en celo, estaba como loca de placer, al notar que su amante había despejado la meta y la había dejado al aire libre, subió una de sus piernas llenas de seda negra al sillón, dejando al su coño palpitante dándole la bienvenida. Luis lleno de pasión aceptó la invitación e incorporándose, ya de rodillas sobre el suelo, tomó una de las piernas de la hermosa niña y la beso, dándole trabajo a su lengua.
Los lengüetazos en la concha comenzaron y Luis sólo podía lamer y lamer; con pequeños mordiscos dejaba salir el clítoris rosa que emergía de los labios vaginales como una flor retoñando. La lengua los abría y se metía con deseo a la suave textura del coño de Pao y dejaba, dócil, que escurriera el jugo vaginal por su boca cayendo hasta el suelo mientras que con la mano, se masturbaba el falo que palpitaba deseando entrar en alguna cueva de amor. Paso a paso, la lengua de Luis llegaba más lejos y con el vaivén sin bacilar de su boca se introdujo en el hueco de aquella niña, que deliciosamente soltó un poco de flujo que se escurrió hasta la garganta del chico. Al tiempo, la joven estaba muy caliente y cada pasada de la lengua del hombre la hacía vibrar.
Mientras tanto, en el otro sofá, las dos ninfas que antes se habían inmerso en un juego oral de antología, ahora se ponían de pie y se ponían ante la nueva pareja en el juego. Con una sonrisa, Ivette se acercó a su lujuriosa sobrina y la besó, mientras que el deseo de la otra chica la hizo lanzarse a la polla de su esposo. Así, mientras Luis devoraba con deseo el coño de Paola, este era devorado por su mujer, mientras que las lenguas de las putas de la casa se juntaban en un rico beso francés.
El deseo de la pareja responsable de la situación creció. Luis por un lado quería más y su esposa por otro, quería seguir con los jugueteos lésbicos. Para ella era lo mejor que le había pasado, de modo que dejo de comerse la polla de su esposo y regreso a pararse a un lado de su amante. Cuando esta dejó de besar a Pao, pensando que quería un beso de ella se acercó y se sorprendió al ver que ahora Paola era la presa de esa nueva ninfa que había caído en sus redes. Sin saber como había pasado todo, Annie miro a su amiga del alma besando a su clienta, mientras su tía le mordisqueaba los pezones. Esto la excitó mucho. Al final, esa habitación se había convertido en el centro del placer.
Pasaron diez minutos y todos, incluida Annie, estaban a mil disfrutando de una u otra manera sus sexos.
Como si se comunicaran telepáticamente, Luis dejó de lamer e incorporándose, caminó al sillón grande y se tendió en él. Su pene se levantaba como una lanza viscosa que invitaba a las tres hembras llenas de deseo a poseerla. Primero Ivette se dio cuenta de ello y se separó del trio acercándose a él, inclinándose un poco recogió su pelo y le besó en la boca. Cuando miraron al tipo tendido en el sofá, la joven esposa llena de lascivia tomó de la mano a Paola y la llevó ante su marido…
– Anda amor – dijo la rubia – móntalo, quiero verte –
La mucama se sorprendió un poco y obedeciendo se subió a él. Teniendo la lanza de Luis en el centro, la condujo con un par de dedos a su hoyo y poco a poco se sentó en ella.
– Ah! – gimió Luis al sentirse dentro de la chica – Cielos Paola, es delicioso estar dentro de ti…– continuó Luis – eres tan estrecha, lo tuyo es delicioso – aseguró mientras la tomaba de las caderas y empujaba el pene fuertemente para penetrarla lo más profundo.
Su esposa estaba complacida. Con vehemencia llevó dos de sus dedos a la boca y tomó un poco de saliva que, posteriormente, untó en su raja. Mirando, se tendió en el sillón y comenzó a darse dedo fuertemente.
– Ahora yo las quiero ver princesas – gimió – fóllenlo, se los suplico – replicó susurrante.
Al ver esto, Ivette se puso como loca de placer. Se levanto y después de un par de lengüetazos en la boca, se fue de lado de su sobrina, se acercó y mientras su niña montaba con soltura aquel falo, la besó dándole a probar su lengua. Luis no hizo mas que mirar mientras aceleraba caliente tirado en la suavidad del sofá. Tras el beso, Ivette subió al sillón y se sentó encima del rostro del chico.
– ¡¿Sabes… mmm… ah… lo que tienes que hacer verdad cielo… mmm?! – replicó ella mientras le dejaba expuesto el clítoris como una rosa a la boca del cliente.
En un abrir y cerrar de ojos las dos chicas estaban montando a Luis. Las dos lo tenían dentro de si, sendos coños recibían en sus hoyos una la dura polla y otra la suave lengua. De frente, se miraban y sonreían con lujuria. Y así, conociendo el próximo paso, ambas se enfrascaron en un beso que completó el delicioso triángulo que hizo estallar en un grito el orgasmo de la niña tirada en el sillón de enfrente con las manos empapadas de jugo. Despacio, gozándolo, Ivette y Paola se entregaron la una a la otra orgullosas de lo que habían hecho y comenzaron a dar de sentones nuevamente escurriendo de placer.
Parecía que a los cuatro les había caído bien esa postura, la joven esposa se sentía feliz al ver a Luis devorado por dos extrañas, mientras que las deliciosas putas, de vez en cuando, giraban la cara para ver a su amante. En esos momentos continuaban con el juego húmedo montando al chico. Él, por su parte, estaba tan entusiasmado, que trataba de hacer todo lo posible para que sus chicas lo consideraran un buen amante. Sus manos no se daban abasto para abarcar todos los rincones de sus cuerpos. Estaban pasándola de lujo. Así, de esta manera las dos zorras llegaron al clímax montadas en su hombre.
Cuando esto se consumó, Luis se paró desesperado a un lado de ellas ofreciéndoles a su boca el capullo palpitante que aun tenia en las manos. Después de eso, las dos se acomodaron para comer lo que les ofrecían. Una vez en esa posición, mientras ambas permanecían esperando la deliciosa leche de su hombre, se besaron divinamente sujetando el miembro del chico. Sin aviso, aquel capullo rojo y palpitante dejo salir un par de grandes chorros de semen que fueron directo a la boca de Ivette. Gruñendo y gritando, Luis froto rápidamente su lanza sacando mas leche aún, dándola ahora a la deseosa lengua de Paola.
Casi como si levantaran un trofeo, las dos putas se besaron compartiendo el semen de Luis. En un acto de nobleza, Ivette se levantó y fue hacia la joven en el sillón, se sentó junto a ella y la beso dándole a beber también el néctar de Luis. Con este beso, compartiendo el preciado jugo de su esposo terminaba la aventura. Los cuatro sonrieron divertidos.
Annie, ante la morbosa imagen, se corrió. Una electricidad la invadió y la hizo sentir como una loca. Se vino como nunca lo había hecho. Dejó de mirar un rato y se acurrucó en el suelo para descansar aún con los espasmos de tan grande orgasmo sin quitar su mano de la entrepierna. No supo como pero se quedó dormida. Cuando reaccionó, volvió a mirar la pantalla y no vio más. La sala estaba vacía habían pasado tres horas.
Cuando se supo sola, tuvo miedo. No sabía si salir de aquella habitación, estaba en bata y Paola se había llevado su ropa. Como pudo se limpió un poco y guardó la compostura y decidió esperar. De todas formas no podría irse hasta el amanecer, serían las tres de la mañana y su casa estaba lejos. De pronto escuchó la cerradura y la puerta se abrió. Paola entró, aún vestida de negro, con las medias desarregladas, la tomó de la mano y llevando su dedo a los labios pidiendo silencio, la sacó de la habitación dirigiéndola a una de las recámaras. Entraron, y sin prender la luz le mostró la cama.
– Puedes dormir aquí preciosa… – dijo Paola.
– Pero… dime, tu tía… – intentó replicar Annie, pero antes de terminar la oración, Pao se le acercó, la tomó de la cintura y tiernamente la besó en la boca.
Fue inaudito. Annie no podía cerrar los ojos y en el frenesí, vio la pasión de su amiga al juntar sus bocas. Sin más argumento y con el calor del sexo aún en el cuerpo, correspondió abriendo tontamente los labios tocando como pudo su lengua. Al terminar Pao le sonrío, salió del cuarto y la dejó descansar.
Ese día había sido insólito.
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