Apartamento para cuatro (3)

Rafael y sus esclavas se van a la cama, a dormir, pero antes...

(V) Preparando la cama

"Joder, no había pensado en este contratiempo", pensó Rafael con fastidio. Un piso de estudiantes sólo tiene camas simples, usualmente una por habitación. Todas eran lo bastante pequeñas para que cuatro personas metidas dentro estén incómodas. Detrás de él estaban las tres chicas, siguiéndole a cuatro patas, como les había ordenado.

"Sonia, Paula coged todas las camas y juntadlas en el centro del salón. Traed estufas. Por la noche refresca y no quiero que os resfriéis"

"Sí, amo", dijeron las dos, obedeciendo de inmediato sin poder evitarlo, como tantas otras veces.

"Ana, siéntate a mi lado en el sofá"

"Sí, amo"

Obedeció. El la rodeo con el brazo y empezó a sobarle las tetas suavemente. La sentía respirar reprimiendo un sollozo.

"Tienes unos pechos preciosos, muy suaves. Perdona que hasta ahora no me haya parado en ellos más tranquilamente. Podrías alimentar a todo un regimiento con ellos, desde luego."

Rafael se concentró en sus pechos y le dio a la mente de Ana una orden intensa y profunda, que ella no supo interpretar, al menos conscientemente. A los pocos segundos, Ana dio un salto con un grito de dolor y se llevó las manos a los pechos. Los pezones le dolían horriblemente y dolorosos latidos resonaban por todos las partes de su busto. Sentía que empezaban a hincharse dolorosamente a cada latido, y su vista se empezaba a nublar como si su tensión se fuera abajo en picado.

"Aaah...basta...por favor....", dijo ella. Se inclinó por acto reflejo pero pronto se subió de nuevo al estallarle los pezones en un rictus de dolor al roce con sus muslos.

La agonía duro unos minutos más, en las cuales Rafael miraba divertido cómo se retorcía Ana de dolor. Paula y Sonia mientras tanto iban moviendo las camas y juntándolas en el salón, mirando con angustia a la pobre Ana cuando podían, pero sin poder pararse lo más mínimo para ayudarla o consolarla.

Por fin, cuando pensó que no podía más y se desmayaría sin remedio, el dolor cesó paulatinamente. Ana se inclinó hacia atrás tomando aire con los ojos cerrados y dejó caer los brazos exhausta, cuando notó que un líquido caliente le empezaba a resbalar por el estómago. Lo primero que pensó fue que ese hijo de puta se había corrido encima de ella, pero él seguía sentado a su lado sin moverse. Abrió los ojos y vio que el líquido que se deslizaba sobre ella era leche que surgía de sus pechos como un surtidor, de forma continua. Sus pechos estaban hinchados y duros y le latían, aunque ni de lejos tan dolorosamente como hace un momento. Sonia y Paula ya habían montado las camas y estaban inmóviles, mirándola totalmente sorprendidas.

"Sonia, Paula, a partir de ahora sois adictas a la leche de Ana. Es lo

único que puede calmar vuestra sed, y ahora tenéis mucha sed", dijo divertido, mientras se levantaba del sofá y se sentaba enfrente para tener mejor vista.

Sonia y Paula empezaron a salivar incontrolablemente, sufriendo unas ganas terribles de beber de esa magnífica leche que salía de los pechos de Ana y se desparramaba por su cuerpo. Intentaron resistirse a la tentación, y Sonia logró aguantar un par de segundos más que Paula. Se acercaron a Ana de rodillas en el sofá y empezaron a succionar leche ansiosamente de sus pechos.

Ana las abrazó y sintió una sensación de serenidad y amor que no había sentido nunca.

"Esto debe ser lo que se siente al amamantar a un hijo", pensó, "pero son mis compañeras de piso, por Dios, pero están bebiendo de mi leche con tanta ansia, las estoy alimentando con mi cuerpo..."

Acarició suavemente las cabezas de sus compañeras mientras éstas bebían incansablemente de su recién generada leche. El proceso duró unos 10 minutos, hasta que Rafael les dijo que pararan.

Los pechos de Ana ya no rezumaban leche sin parar, aunque se sentía llena por dentro. Sonia y Paula se relamieron de gusto, sintiendo un profundo amor por Ana.

"Muy bien, mamá y las niñas, vamos a la cama. Hora de dormir....bueno, casi, jajaja"

(VI) A dormir

Sonia y Paula habían juntado las tres camas, dando un amplio espacio para los cuatro sin problemas. Los cuatro estaban sobre la cama en círculo, ellas tres en posición sumisa, de rodillas y con las manos en la nuca, como les había ordenado.

"Voy a ser sincero con vosotras. Mañana os espera un día muy duro, así que como compensación esta noche os voy a dar el mayor placer que habéis sentido jamás."

Se concentró en los pezones de las tres. Inmediatamente se pusieron duros como piedras. Las tres dieron un pequeño respingo, pero sin moverse, ya que seguían mentalmente atadas a esa postura.

Rafael introdujo el dedo índice en la boca de Sonia y lo humedeció con su saliva. El instinto de Sonia de morderle se vio sofocado violentamente por la orden que llevaba grabada en su cerebro desde el comienzo de esta pesadilla, de no hacerle ningún tipo de daño, por lo que se dejó introducir el dedo con docilidad.

Con el dedo humedecido, acarició suavemente el pezón derecho de Sonia. Esta pegó un respingo inmediato y lanzó un gemido de placer y de sorpresa. No esperaba tener los pezones tan sumamente sensibles. Luego el dedo pasó lentamente al pezón izquierdo y lo acarició en circulo tocando suavemente la aureola. Su pulso se aceleró. El cabrón la estaba excitando increíblemente y con un sólo dedo, sólo acariciándole los pezones. Los tenía tan sensibles que cualquier roce le estremecía el cuerpo entero. Tenía dos bombas de placer pegadas al pecho, y ella con las manos pegadas a la nuca.

El dedo pasó a los pechos de Ana, y sintió rabia por ello. ¡Si por lo menos pudiera tocarse ella!

Ahora era Ana la que se estremecía al mínimo contacto con sus pezones. Con ella se prodigó un poco más, manoseándole los pechos a conciencia, disfrutando de toda su extensión, y a ella le encantaba. De vez en cuando volvía a meter el dedo en la boca de alguna de las chicas para volver a humedecerlo. Repitió el mismo proceso con Paula, con idénticos resultados.

"Bien, ahora vamos a tocar el piano un poco", dijo, mientras metía ambos dedos índices en las bocas de Sonia y Paula.

Rafael empezó a rozar suave y brevemente con ambos dedos los pezones de las chicas, produciendo un respingo y un gemido cada vez que lo hacía, produciendo una dulce sinfonía de gemidos al ritmo que Rafael iba marcando con sus dedos. Durante algunos minutos Rafael se divirtió produciendo combinaciones más o menos musicales, hasta que por fin decidió pasar a otra etapa.

"Empezad a tocaros entre vosotras. Quiero que os excitéis a conciencia"

Las tres empezaron a tocarse entre ellas. Seis brazos y tres bocas entregadas a varios centímetros cuadrados de piel. Pronto acabaron entrelazadas entre una maraña de brazos y piernas. Rafael tenía para entonces una erección imponente, pero miraba tranquilo el precioso espectáculo de imágenes, sonidos y olores que le llegaban. Al principio se tocaban sobretodo los pechos, que era la zona que les había dejado hipersensible, aunque al poco les indujo mentalmente en sus culos la misma sensibilidad. Al poco las tres se estaban sobando sus traseros apasionadamente, en especial el magnífico culo de Paula. Los gemidos habían aumentado de volumen y eran un brotar continuo de sonidos musicales.

"¿Alguna tiene algún juguete sexual en casa?", les preguntó.

"No amo", dijeron las tres entre jadeos, entregadas entre ellas frenéticamente.

"Panda de estrechas, tendremos que improvisar algo"

Se concentró en la mente de las tres y lentamente les fue subiendo el grado de excitación, bordeando muy lentamente hasta la barrera del orgasmo. Para cuando imploraron permiso para correrse las tres estaban agonizantes por hacerlo.

"Todavía no, en pie las tres", les ordenó mentalmente que no bajaran ese nivel de excitación, que en todo caso lo aumentaran. Observó divertido que las tres tenían las ingles mojadas de fluido vaginal. Estaban completamente lubricadas.

"Ana, Sonia, buscad por la casa posibles juguetes sexuales. La que me encuentre el mejor tendrá un premio y la otra tendrá un castigo. Ah, y mientras andáis, tendréis que masturbaros metiéndoos un dedo en la vagina y otro en el ano, al mismo tiempo. Venga"

Fueron a buscar los juguetes. Rafael los observó divertido, como intentaban andar mientras se metían los dedos en ambos agujeros al mismo tiempo.

Rafael se recostó en la cama, apoyado en unas almohadas.

"Paula, es hora de disfrutar un poco de tu culo. Enséñamelo en toda su gloria. Haz que disfrute"

Ella obedeció, su mente obsesionada con la sola idea que el amo disfrutara con su culo. Se puso de pie de espaldas a él y empezó a contornear y a sobarse suavemente el culo para él.

Tal y como les había ordenado, su nivel de excitación no bajaba ni un ápice y se encontraba rozando el orgasmo. Era una agonía que se iba apoderando poco a poco de ellas y las sumía en una dulce y placentera desesperación.

Sonia volvió al comedor, mientras se masturbaba anal y vaginalmente y se las apañaba para sostener un pepino de buen tamaño. Bien. Ana apareció momentos después en idéntica postura con un mazo de mortero.

"Mmmm...las dos os habéis portado bien, son cosas interesantes, pero como dije, una tiene que ser premiada y la otra castigada. Ana, tú eres la ganadora. Sonia, te has ganado un castigo."

"Glup, sí...sí amo", dijo ella, con una punzada de miedo atravesándole.

"Bien, subid a la cama. A cuatro patas las tres, enseñándome el culo. Vuestras caras ya las tengo muy vistas"

Empezó a sobar los culos a placer. Las oía gemir y jadear. Todo el cuerpo de ellas estaba hiperestimulado y ya llevaban tiempo con la ansiedad de no poder correrse y estar en el límite. Cada pequeño placer que se le daba era a la vez doloroso y frustrante.

Sin previo aviso penetró a Sonia, la primera por la izquierda. Pegó un grito, aunque no de dolor. Estaba perfectamente lubricada. Le dio unas cuantas embestidas y la balanceó con cada una de ellas.

Ella puso los ojos en blanco de placer. Jamás ningún novio que había tenido le había hecho sentir esto. Y se había acostado con tíos con la polla más grande que la de este monstruo, pero esto era increíble. A cada metida sentía como si su coño se quisiera abrazar a su polla con todas sus fuerzas. Se sintió sin poder evitarlo profundamente agradecida por el placer que sentía y porque estaba usando su poder como regalo hacia ellas y no como castigo. Eso le recordó la frase que dijo hace un rato "Mañana os espera un día muy duro", pero su preocupación se borró con cada envite de su magnífica polla.

Sin previo aviso de nuevo, la sacó y pasó a Ana, que estaba en medio. Paula despertó del trance y miró a Ana, que ahora estaba ella con los ojos en blanco y gimiendo de placer. A cada empujón sus pechos dejaban caer gotas de leche y se relamió al verlas, sintiendo pena porque esas gotas se perdieran caladas en el colchón.

De golpe como antes, pasó de Ana a Sonia. Paula pudo ver cómo Ana abría los ojos medio desorientada y con los ojos brillando de placer y de ansiedad. Paula se dió cuenta entonces de que había estado mirando a Sonia con deseo. Desde el episodio del baño, sentía una atracción por ella que no quería reconocer, aunque tampoco había tenido mucho tiempo para ello, la verdad. Cada grito suyo, cada movimiento que hacía mientras el amo la penetraba, la había hecho sentirse más y más excitada, tensando la cuerda del placer un poco más.

Paula mientras tanto, gritaba y gemía más fuerte que las otras dos, en parte por el placer que sentía y en parte porque esa postura siempre le había causado un poco de dolor. Dolor que ahora aparecía intensa y perfectamente mezclado con el placer.

Rafael sacó la polla de Paula, y volvió a recostarse en las almohadas.

"Ana, tu premio es chuparme la polla. Ponte a cuatro patas y empieza. Trágatelo todo cuando acabes."

"Sí amo"

"Paula, dale placer anal a Ana con el pepino. Sonia, tú le daras placer vaginal con el mortero. Quiero vuestros coños a cada lado mío, al alcance de mis manos. Paula, si necesitas lubricar el pepino antes, usa tus propios medios."

"Sí amo", dijo ella, entendiendo a qué se refería. Se metió el pepino en el coño hasta el fondo, haciéndolo girar para que quedara perfectamente lubricado. No pudo reprimir un gesto de placer cuando lo hizo.

"¿Alguna vez te han sodomizado Ana?"

"Mmmppphff...no, am....aaaggghhh", dijo ella, casi sin dejar de chupar. En ese momento, Paula le estaba introduciendo el pepino en el culo lenta, pero dolorosamente. A pesar de lo lubricado que estaba, era un pepino de buen tamaño. Casi al mismo tiempo, Sonia había empezado a meter el mortero por el coño de Ana, dejando que se impregne de sus propios fluidos.

Ana empezó a respirar apresuradamente, con los ojos como platos, sin poder dejar de chupar la polla de Rafael. Sentía un placer enorme en el coño y un dolor horrible en el culo, como si se fuera a desgarrar en cualquier momento. Paula lo movía lenta pero firmemente, haciéndolo girar y oscilar, y haciendo que Ana tomara conciencia de partes de su cuerpo que, ahora se daba cuenta, también le daban placer. El dolor se fue amortiguando poco a poco, y ya sólo fue quedando el placer y la agonía.

Cuando Paula y Sonia estuvieron bien colocadas en sus quehaceres, empezó a estimularles el punto G, a Paula con la mano izquierda y a Sonia con la derecha. Paula y Sonia empezaron a emitir gemidos que en circunstancias normales delatarían una corrida inminente, pero que a punto de llegar al clímax se veían rechazadas por la insalvable prohibición de Rafael. Cada vez que esto sucedía, dejaban escapar un gemido lastimero.

Rafael sintió que se aproximaba a su orgasmo, y Ana lo notó también porque empezó a chupar más animada. Empezó a convulsionar las caderas y eyaculó placenteramente en la boca de Ana, la cual empezó a tragar con avidez toda la descarga. Para entonces las tres estaban totalmente empapadas en sudor y exhaustas. Pero todavía no había acabado con ellas.

"Bien, juguetes fuera", dijo él, sacando las manos de los coños de Sonia y Paula y pasándolas a sus respectivas bocas.

"Limpiadme bien las manos"

"Sí, amo", empezaron a chupar y a recorrer concienzudamente las manos de Rafael, degustando su propio jugo vaginal.

Cuando acabaron, se demoró un momento en contemplar a sus tres bellezas. Las tres estaban jadeando, con la fatiga en sus rostros y sobre todo una desesperación que se le antojó una hermosa obra de arte.

"Bien, mi pequeño harén ¿qué queréis hacer ahora?"

"Por favor, amo, déjanos corrernos", dijo Sonia.

"Sí, por favor, te lo suplicamos. Necesitamos corrernos" , dijo Paula.

"Por favor", dijo Ana.

"Está bien, seré magnánimo, tumbaros boca arriba, rodillas flexionadas, empezad a masturbaros. Mano derecha al clítoris, mano izquierda al punto G. Os correréis cuando yo os avise"

"Gracias, amo", dijeron las tres, obedeciendo.

Empezaron a gastar las pocas energías que les quedaban moviendo frenéticamente los dedos en sus partes sensibles. Rafael se concentró despacio en sus mentes, saboreando el estado en que se encontraban, totalmente poseídas por el instinto primario del sexo. Quería que todo acabara lo mejor posible y empezó a hacer algunos arreglos.

Desde hace varios años había descubierto que la intensidad del orgasmo dependía de una "puntuación" que se tenía o no en función de la situación, si le atraía la persona, si le tocaba en cierta zona, si se concentraba en una fantasía, etc, cada factor sumaba o restaba puntos. Una situación lo más perfecta posible hacía que los orgasmos fueran más intensos. Lo que hizo fue ir de mente en mente poniendo la puntuación al máximo. No importa cuánto intentaran repetirlo, no volverían a tener un orgasmo como el que iban a tener ahora. Cuando sus débiles mentes estuvieron preparadas para la ocasión, las caras de las tres eran una expresión de desesperación que rayaba en el dolor físico.

"Cuando cuente tres, os correréis, y tendréis el mejor orgasmo, más intenso y largo que hayáis tenido nunca. Uno..."

Las tres dieron un grito, mezcla de alegría y apremio, el ritmo de sus dedos aumentó. Espero un par de eternos segundos.

"Dos...."

Sus dedos empezaron a moverse más rápido y los gemidos y jadeos fueron sustituidos por pequeños gritos de súplica. Si tardaba mucho más se quedarían sin aire y se desmayarían. Aún así, espero cinco interminables segundos, hasta que finalmente dijo.

"Tres"

Las tres caderas se elevaron al unísono acompañadas de tres gritos de placer casi inhumanos, y tres potentes chorros de eyaculación femenina salieron proyectados a toda potencia manchando el techo y la lámpara del salón. Después de un par de segundos en esa postura, empezaron a mover las caderas frenéticamente de arriba a abajo como si quisieran apagar un fuego con ese movimiento, sin dejar de gritar y con dificultades para tomar aire. Rafael disfrutaba con el espectáculo, no tanto por lo que veía, sino por lo que sentía en sus débiles mentes. Al cabo de cuatro o cinco espasmos de cadera, la intensidad del orgasmo bajó, lo suficiente para que no se desmayaran, y las chicas empezaron a compartir sus espasmos entre ellas rozándose y alargando las manos para agarrarse con fuerza a lo que sea, sin importar el dolor que causaran o que sufrieran.

Por fin, tras 30 interminables segundos, los espasmos fueron reemplazados por cuerpos temblorosos y cubiertos de sudor, y de un intenso olor vaginal. Sintió en sus mentes que se estaban quedando dormidas por el tremendísimo esfuerzo que habían realizado.

"Bien, muy bien, ahora dormid. Tendréis un sueño plácido, descansaréis profundamente y no os despertaréis hasta que yo os lo ordene.".

Y dicho esto, se recostó sobre la cama. Sonia se había ganado un castigo, pero eso sería mañana. Alcanzó el mando de la tele y la estuvo viendo un rato hasta que decidió dormir él también.