Apartamento para cuatro (1)

Un hombre con la capacidad de controlar las mentes de los demás toma como rehenes a tres jóvenes estudiantes en su piso durante un fin de semana.

Apartamento para cuatro

(I) La llegada

Sóno el timbre de la puerta. Sonia, Ana y Paula, se miraron preguntándose quién podría ser. Compartían piso desde hace 6 meses, y eran estudiantes. Sonia y Paula tenían 21 años, y Ana 20. Sonia fue a abrir la puerta y se encontró con un hombre de unos 30 años.

“Hola, Sonia, ¿puedo pasar?”

“¿Eh? ¿Cómo sabe mi...? Claro, claro que puede pasar”, dijo sin pensarlo siquiera.

El hombre pasó al comedor donde estaban las otras dos chicas.

“¿Qué desea?” dijo Ana, extrañada.

“Por ahora, callaros, sentaros y escuchadme”

Sin darse cuenta de lo que hacían, las tres chicas se sentaron en el sofá, mudas, mirando al hombre.

“Mi nombre es Rafael. Desde que nací tengo el don de leer y de influir en las mentes de las personas.  Hace 4 días coincidí con Sonia en un supermercado. Usando mi poder entablé una conversación con ella y me contó dónde vivía, y cómo eran sus compañeras de piso. Le pregunté cuáles iban a ser sus planes este fin de semana y me contó que ninguno en especial, sólo se quedarían en casa estudiando o saldrían a tomar una copa. Luego hice que olvidara todo lo ocurrido, hasta ahora, ¿verdad Sonia?”

Sonia abrió los ojos de par en par, en un gesto de comprensión. Todos esos recuerdos se le vinieron de repente a la mente. Las otras dos las miraron incrédulas, queriendo hablar pero sin poder hacerlo.

“Sonia me describió a vosotras dos. Me dijo que teníais buen cuerpo, que Ana tenía las tetas más grandes, y Paula el mejor culo. Enseguida lo comprobaremos. Este fin de semana no saldréis de casa, estaréis aquí conmigo, ni haréis intento alguno de contarle a nadie vuestra situación. Obedeceréis todas mis órdenes, y no intentaréis hacerme el más mínimo daño. Si os hago alguna pregunta, la responderéis con absoluta sinceridad, y os dirigiréis a mí como amo. ¿Habéis entendido?”.

Con cada frase que pronunciaba, una poderosa ola cubría la voluntad de las chicas. Sentían que, no importara lo que pasara, no se les ocurriría salir del apartamento a menos que él lo dijera, sin poder explicar por qué. Cuando escucharon la pregunta, sus bocas se abrieron solas y hablaron.

“Si, amo”, dijeron las tres al unísono. La angustia se empezaba a reflejar en las caras de las tres chicas. Desde luego, tenían un rostro hermoso las tres. Esto iba a convertirse en un fin de semana muy interesante...

“¿Esperáis alguna visita este fin de semana?”

“Mi novio vendrá a verme mañana amo, antes del almuerzo”, dijo Ana.

“Muy bien, mañana nos ocuparemos de él. Bueno, son las 19:15. Creo que podemos tener algo de diversión antes de la hora de la cena. Sonia, por tu culpa has metido a tus amigas en este embrollo. Creo que es justo empezar contigo. Ponte de pie.”

Sonia se incorporó. Era una chica de estatura media, de pelo castaño, largo y liso. Llevaba unos vaqueros y una camiseta roja.

“Quítate la camiseta y el sostén. Quiero ver tus tetas.”

Sin pararse a pensar lo que hacía, se quitó la camiseta y la dejó caer. Sus pechos lucían dentro de un sujetador blanco, de tamaño mediano, pero dejando traslucir unos pezones de buen tamaño. Miraba hacia abajo, ruborizada, como si estuviera enseñando algo que no enseñara en cualquier playa. Se quitó el sostén y lo dejó caer al suelo, tapando sus pechos con los brazos. Le oyó reirse.  ¿Cómo estaba pasando esto, no hace ni 5 minutos estaban charlando de música y ahora...?

“Las manos a la nuca, ¡ahora!”

Sintió una especie de bofetón en el cerebro. Todo lo que su mente quería hacer ahora era poner las manos en la nuca. Durante un instante se sintió como una yonki con un mono de 3 días a punto de coger la jeringuilla con su dosis. Cuando puso las manos detrás, se sintió infinitamente más aliviada. Aunque no había pasado ni un segundo desde que él se lo ordenó y ella obedeció, sintió que su corazón empezaba a palpitar del subidón que había sufrido. No quería recibir otra orden cómo esa. Por favor, no.

“Aaaah, bonitas tetas, sí señor, pero tienes las axilas sin depilar, eso no me gusta. Luego lo arreglaremos. Quítate todo el resto de la ropa. Quédate completamente desnuda.”

Ella obedeció inmediatamente. Aparte del empujón que cada frase de ese monstruo le causaba, sentía un miedo atroz de que si no le complacía como él quería, le diera otra orden como la de antes. No quería volver a pasar por ello. En poco segundos estaba de pie, completamente desnuda, y con las manos de nuevo en la nuca.

“Y tienes el coño bastante peludo. A tu amo no le gusta así. Al menos tienes las piernas depiladas. Date la vuelta que te vea el culo, sí, no está mal.”

Las otras dos compañeras miraban mudas y con los ojos abiertos de terror.

“Ahora vosotras dos, quitaros toda la ropa, y poneros de pie junto con Sonia. Las manos en la nuca también”

Ana y Paula se levantaron, se desnudaron y se pusieron junto a Sonia, en la misma postura que ésta.

Rafael se puso cómodo en el sillón mientras inspeccionaba a esas tres jóvenes bellezas. Efectivamente, Ana tenía las mayores tetas, bien proporcionadas y firmes como correspondían a su edad. Paula tenía un culo magnífico, y tenía perfectamente depiladas las axilas, las piernas, y las ingles. Sintió que la erección que había empezado a formarse con Sonia terminaba de endurecerse con el culo de Paula.

“Suficiente, podéis descansar los brazos. ¿Tenéis alguna enfermedad contagiosa?”

“No, amo”, dijeron las tres.

¿Alguna espera tener la regla este fin de semana? No quiero sorpresas desagradables”

“Yo, amo. Este domingo posiblemente”,dijo Ana. Dos lágrimas le fluían por las mejillas.

“Se te retrasará hasta el lunes”, dijo él. Un escalofrío recorrió inmediatamente el cuerpo de Ana seguido de un dolor sordo en los ovarios, que la hizo encogerse de dolor durante unos 15 segundos. Las otras intentaron moverse pero no pudieron. Luego el dolor cesó.

“El cerebro humano es asombroso. Es como un automóvil del que la gente normal como mucho sabe conducir. Algunos estudiosos sólo pueden intuir un poco cómo funciona el motor. Yo puedo abrir el capó y desmontarlo pieza a pieza si me apetece, unir cables, y hacer que vaya donde yo quiera.”. Mientras decía esto, se quitó la ropa. No tenía mal cuerpo, después de todo. Lucía una imponente erección.

“¿Alguna de vosotras querría follar conmigo si nos conociéramos en una discoteca o algo así?”

“Yo sí, amo”, reconoció Paula, muy de mala gana.

“Alabo tu sinceridad, Paula, ¿te gustaría chuparme la polla?”

“No, amo”

“¿Por qué?”

“Por...porque nos retienes en contra de nuestra voluntad, queremos que nos liberes, amo, por favor”

“La verdad es que tienes muchas ganas de chuparme la polla, Paula”

Se le abrió la boca sin darse de cuenta. Sus ojos no paraban de mirar la polla de Rafael y la boca empezó a llenársele de saliva.

“Tienes muchas más ganas de chupármela, Paula”

Sonia empezó a respirar apresuradamente, sin dejar de mirar el sexo de Rafael. La mano derecha se le iba hacia su propio coño, que empezaba a lubricar sin control.

“Para poder chupármela, tendrás primero que pedírmelo por favor”

Paula comprendió el juego de inmediato: Hubiera podido simplemente ordenarle que se la chupara y ella lo hubiera hecho obligada. Quería ver cómo sucumbía a su propio cuerpo. Le costaba horrores aguantarse, y cada vez tenía más ganas. Veía como se balanceaba su polla con cada movimiento de caderas de él y eso la ponía peor. Al diablo con todo, a fin de cuentas, va a ser inevitable de un modo u otro...

“Por favor, amo, déjame chuparte la polla”

“Adelante”, dijo él con una sonrisa, mientras se acomodaba en el sofá.

Ella se puso de rodillas y se metió inmediatamente el miembro en la boca. Primero saboreó todo el volumen que ocupaba dentro de su boca, moviendo ligeramente la cabeza, y luego empezó a chupar de arriba a abajo, de abajo a arriba. Sin darse cuenta apenas, había empezado a masturbarse el clítoris con la mano derecha. Sentía una excitación extrema. Se tiraría horas pegada a esa polla. Por un instante pensó en la posibilidad de arráncarsela de cuajo, posibilidad que fue eliminada bruscamente por una orden de su mente (no intentaréis hacerle el más mínimo daño).

“Sonia, vete al cuarto de baño y depílate bien las axilas. No hace falta que te rasures el coño, sólo las ingles y el pelo cortito. El culo sí lo quiero depilado. Y no hagas ruido. Cuando termines vuelve conmigo.”

“Sí, amo”, dijo ella, con el rostro totalmente descompuesto, y se dirigió al baño.

“Ana, quiero que me ofrezcas un buen espectáculo mientras me chupan la polla. Hazme un baile sensual con masturbación incluida, hasta llegar al orgasmo. Antes de correrte me pedirás permiso. Eso también va por tí, Paula”

A partir de ese momento, un mensaje continuo en la mente de Ana (ofrécele un buen espectáculo) se apoderó de ella, la obligó a poner una expresión sensual, y a hacerle un baile erótico masajeándose primero los pechos, luego el resto del cuerpo, sin dejar de mover las caderas, para terminar apoyada en la mesa del salón masturbándose con dos dedos de la mano izquierda en el punto G y con un dedo de la mano derecha en el clítoris. Nunca había hecho tal cosa, pero lo había visto en una peli porno y su mente le dijo que le podría gustar al amo.

Los jadeos se escapaban sin control, mientras Paula estaba totalmente ajena a todo, con una masturbación perfectamente complementada por el placer que le estaba produciendo chuparle polla a este hombre, placer que nunca había sentido haciendo algo así.

Al poco, Paula sintió que tenía ganas de correrse. De muy mala gana, se sacó la polla de la boca para hablar.

“¿Puedo correrme, amo?”

“Todavía no, sigue chupando”

Ella obedeció, ligeramente frustrada. Sentía que, aunque lo intentara, no podría correrse hasta que el amo diera su aprobación. Tenía la mano derecha llena de fluido vaginal y el coño le ardía por dentro.

Al poco Ana hizo la misma petición

“¿Puedo correrme, amo?”

“No, aún no, sigue así, lo haces muy bien. Empieza a recitar obscenidades mientras lo haces”

Ana empezó a soltar frases obscenas  sueltas entre jadeos.

  • “...me gustan las pollas...quiero meterme todo en el coño, y por el culo también....chupar una polla me gusta...chupar dos más...quiero meterme una polla en el coño y otra en el culo, que se muevan rápido...”

En ese momento volvió Sonia, con las axilas depiladas y el coño cortado justo como a él le gustaba con una fina capa de pelo. Cuando vió la escena que se había montado, dejó escapar un grito ahogado. Sus dos compañeras estaban totalmente entregadas a la masturbación, empapadas en sudor. Una recitando obscenidades, la otra chupando ansiosamente la polla de Rafael.

“Acércate, ha quedado muy bien. ¿Ves lo que te estás perdiendo por no cuidar tu imagen íntima? Ana, Paula, si queréis correros, no tenéis más que pedírselo a Sonia”

“Por favor, Sonia, déjanos corrernos”, dijo Ana.

“Por favor, Sonia, te lo suplicamos”, intentó decir Paula mientras seguía chupando.

Sonia se quedó estupefacta. Sus dos amigas le estaban implorando permiso para correrse. Vió cómo sudaban y en sus rostros la necesidad de hacerlo.

“Eh...vale, teneís mi permiso”

A los pocos segundos, los jadeos de Ana aumentaron. Sus contorsiones se ampliaron y con un súbito espasmo y un pequeño grito su cuerpo llegó al orgasmo para caer rendida y jadeando encima de la mesa, con las piernas abiertas y temblando.

No mucho más tarde, Paula la imitó, con los gemidos un poco más ahogados porque no dejó de chupar la polla durante todo el orgasmo.

-”Suficiente, podéis dejar de bailar y de chupar pollas”

Ana y Paula miraron avergonzadas a su compañera, gracias a la cual habían podido alcanzar el orgasmo.

“Sonia, tú vas a finalizar el trabajo. Móntate encima y métetela hasta el fondo de tu coño.”

El primer pensamiento de Sonia fue “no estoy preparada”, pero descubrió que su coño había empezado a lubricar y a latir. El maldito estaba preparando la maquinaria, como había dicho antes, como un automóvil.

Se subió encima, agarró la polla y se la metió hasta el fondo. Al principio no sentía gran cosa porque no estaba excitada, aunque no duró mucho tiempo por la sensación tan placentera de sentir la polla entrando y saliendo en un coño tan perfectamente preparado. Empezó a jadear y a excitarse de verdad. Sentía oleadas de placer, vergüenza y miedo a partes iguales.

“Te vas a correr en el mismo momento en que yo lo haga, cuando lo hagas, quiero que mires a tus compañeras a los ojos. Ana, Paula, de rodillas delante mía.”

“Sí amo”

Los movimientos rítmicos de Sonia empezaron a subir de intensidad al notar que el amo se estaba acercando. Un cosquilleo comenzó a invadirla de inmediato. Sabía que se correría en el mismo momento que el amo lo hiciera.

Rafael se dejó llevar, elevó las caderas y eyaculó dentro de Sonia. Al mismo tiempo Sonia se corrió mirando fijamente a Ana y a Paula, casi dedicándoles los gemidos, jadeos y espasmos que iba teniendo. Por fin, acabó.

Pasados unos segundos, Rafael comenzó a reirse. El olor en el comedor de los tres coños combinados era delicioso.

“Bueno, mis pequeños conejitos, ¿qué os ha parecido? Os recuerdo que habéis de ser absolutamente sinceras conmigo. ¿Ana?”

“He gozado mucho, amo, en contra de mi voluntad, pero lo he hecho”

“¿Paula?”

“Me ha encantado chuparte la polla amo”, dijo completamente avergonzada.

“¿Sonia?”

“He gozado bastante y mi orgasmo ha sido muy bueno. He pasado mucha vergüenza al tener que mirar a mis amigas a los ojos mientras me corría, pero he gozado igualmente.”

“Suficiente, bueno, son cerca de las 20:00. El tiempo pasa muy rápido cuando nos lo pasamos bien ¿verdad? Sonia, ordena el comedor un poco y pon la mesa. Paula, prepara algo de cenar para todos ¿hay pizza?”

“Sí amo”

“Bien, eso servirá, Ana, yo voy a sentarme en el sofá a ver la tele mientras tú me haces un suave masaje en la polla y las pelotas. Antes me la limpias con tu boca.”

“Sí amo”, dijo ella, poniendo un gesto de desagrado.

Eran las 20:00 del viernes. Este fin de semana estaba siendo muy, muy prometedor.