Apartamento en la playa - Intro
Femdom ¿involuntario?
- Quiero que no quede ni un solo grano de arena, perrito. Ah, y aprovecha para que se borren todas las marcas de los dedos. No son elegantes. Como cuando me despierte quede algún rastro de suciedad o huella, vas a desear no haber nacido.
Pablo, arrodillado, miraba las viejas sandalias, la arena, y la impronta oscura que los dedos de los pies habían dejado con el tiempo. Tardarían en salir. Había estado veinte minutos limpiando la arena mezclada con sudor de los pies de María, y sentía que el estómago empezaba a molestarle, por no hablar de las rodillas.
- Sí, Señora – contestó, mientras bajaba la cabeza a nivel del suelo.
Tenía las manos a la espalda y no osaría coger las sandalias sin permiso expreso de su dueña para facilitar la tarea, así que tuvo que afanarse en esa incómoda posición. Empezó a lamer para retirar la arena de las chanclas, empezando por el borde donde se había acumulado más suciedad.
- Hace un calor horrible – se quejó María – tráeme algo y pon el aire acondicionado.
- Como desee, mi Señora – contestó solícito Pablo mientras se levantaba y se apresuró a la cocina a preparar un vaso grande con hielo y té.
Tras volver y ofrecer el té a su dueño, conectó el aire y volvió a retomar su tarea de limpieza. Para complicar más la situación, María apoyo los pies en su cuello, cruzando una pierna encima de otra a la altura del tobillo.
- Voy a descansar un rato. No pares hasta nueva orden
Pablo sabía muy bien lo que eso significaba. Podían ser 20 minutos o 2 horas, pero sabía muy bien que tenía que aguantar en esa postura hasta que ella despertara y se lo indicara. Mientras limpiaba, su mente recordaba el error que le había llevado a estar en esta situación e intento buscar en vano alguna solución que le permitiera salir airoso de la misma.
María era una compañera de trabajo diez años mayor que él. Trabajaban en una empresa de consultoría y habían coincidido en un proyecto. En una jugada bastante sucia, Pablo había acabado llevándose todo el mérito aprovechándose del trabajo de ella, y gracias a ello había conseguido ascender rápidamente. Un par de meses más tarde, María descubrió que Pablo había estado utilizando información de la empresa para su propio beneficio. En vez de acudir a la dirección, lo había chantajeado y ahora tenía que seguirle el juego. Al menos hasta que diera con una forma de acceder a la información dondequiera que la tuviese y eliminarla.
Mientras pasaba una y otra vez la lengua por la superficie de la sandalia, la mancha oscura parecía difuminarse muy lentamente. Habían llegado ayer a su apartamento y hasta el momento sólo se había dedicado a limpiar, hacer la compra y cocinar, mientras María disfrutaba de los primeros baños en la playa. Al día siguiente iban a llegar dos amigas y quería que la casa estuviese perfecta.
Un talonazo en la cabeza le despertó de sus ensoñaciones.
- ¿Te he dado permiso para parar?
- Perdone, mi Señora
(CONTINUARÁ)