Aparcamiento

Dedicado a Julián

Me encontraba en el aparcamiento del pabellón de deportes de mi ciudad, puntual a la cita con mi desconocido. Una furgoneta tintada estacionó a mi lado, el tipo me hizo una señal abriendo la puerta trasera. Accedí a la parte trasera del furgón, el hombre de unos sesenta años, bajo, sin pelo, barriga cervecera ya se había sentado en el amplio asiento. Cerré la puerta.

  • ¿Lo has traído?, preguntó.

Asentí con la cabeza, abrí la bolsa y saqué el tanga azul usado de mi esposa, (es el que más me excita de toda su lencería). Se lo llevó a la cara, lo olió y lamió con glotonería.

-Huele y sabe a la zorra de tu mujer, dijo.

Sus humillantes palabras me excitaron y mi diminuta pollita comenzó a ponerse dura empapando mi boxer. El maduro arqueó su cuerpo y desabrochándose el botón de su pantalón lo bajo junto con su slip. La verga del desconocido, aún flácida, reposaba sobre su peluda barriga, sus testículos eran enormes.

  • Ya sabes lo que tienes que hacer cabrón, me ordenó autoritariamente.

Bajé con mi mano el glande del desconocido y envolví su verga con el diminuto tanga de Alba. Mi mano empezó a subir y bajar por el miembro de ese asqueroso viejo. Al poco la verga del individuo empezó a crecer hasta alcanzar un tamaño considerable, unos dieciocho centímetros (nada que ver con la mía), comencé a masturbarme por encima de mi pantalón.

  • Sigue maldito cabrón, que bien me pajeas, los cornudos como tú sólo servís para hacer pajas dijo el muy cerdo.

Su mano se posó en mi cabeza y tirando de ella hacia abajo puso mi rostro a la altura de su miembro mientras el tanga de mi esposa subía y bajaba sobre su poderosa verga. Retiré la prenda íntima de mi esposa y me introduje su miembro en mi boca. El anciano con un fuerte golpe de cintura me la introdujo hasta lo más hondo de mi garganta. Me ahogaba y apenas podía respirar, lagrimones corrían por mis mejillas.

Afortunadamente, sacó su verga de mi boca, cogí aire y empecé a chupar de nuevo, olía a sudor y orín, cubrí de saliva su dura verga llegando hasta sus peludos huevos, los cuales, besé con ansia.

  • Que bien la comes maldito puto, la mamas mejor que la zorra de tu mujer, como me gustaría que estuviese aquí para que viese lo cabrón y cornudo que es su esposo.

Pasados unos diez minutos el anciano se arqueó, apretó mi cabeza contra su durísima verga y se corrió. Seis trallazos de leche estallaron en mi boca, tragué lo que pude, el resto de su tremenda corrida manchó mi cara, mi cuerpo y mi pulcra camisa. Ordeñé los testículos del macho hasta dejarlos vacíos de su leche caliente y como el buen cornudo sumiso que soy limpié con mi lengua y con el tanga de mi mujer la verga de mi amante desconocido.

Pasado un rato el anciano dijo: ahora te toca a ti.

Bajé mis pantalones y mi boxer, saqué las fotos de Alba desnuda y se las entregué al desconocido. El hombre agarró mi pollita y empezó a meneármela mientras veía las fotos de Alba, dejé caer mis brazos a los laterales de mi cuerpo.

-Vaya pedazo de hembra tienes en casa maricón, no eres más que una mierda de cornudo pichafloja, poco hombre que no sabes darle a tu mujer lo que necesita, con esa mierda de pollita seguro que más de uno se la ha follado

El viejo me insultaba y humillaba, se reía de mí mientras mi pollita se ponía dura contándome como se follaría y partiría el culo de Alba. Mí líquido preseminal manchaba mis muslos hasta llegar a mis huevos. Mi excitación y morbo crecía por momentos, dentro de una furgoneta con un desconocido que me estaba haciendo la mejor paja de mi vida, mi orgasmo era inminente.

-QUIERO FOLLARME A TU MUJER, ME VOY A FOLLAR A TU ESPOSA, gritó el anciano.

En ese instante me corrí como el cerdo que soy manchando mis muslos, mis pantalones y la tapicería de la furgoneta. El viejo humillándome me hizo limpiar con la lengua los restos de mi leche que manchaban el asiento trasero.

Pasado un rato nos fuimos cada uno por su lado, se quedó con las fotos de Alba, su tanga y mi boxer como trofeos entregados por su sumiso. Ya era de noche cuando llegué a casa.