Apadrinando chicas (1: mi prima Lupita)
Un hombre nos narra cómo fue que nació en el la desición de convertirse en padrino de chicas.
APADRINANDO CHICAS I.- MI PRIMA LUPITA
Actualmente tengo 40 años y me dedico a apadrinar chicas con esto no me confundan con aquel que anda solo desvirgando niñas o cogiendo a diestra y siniestra, no, de ningún modo, yo busco darle placer a las chicas y a algunas no tan chicas, me propongo y logro hacer de su experiencia sexual el más grande y dulce de los placeres.
Para que yo pudiera obtener el grado de padrino, tuvieron que pasar muchas cosas, sufrir algunas humillaciones como sentir herido el orgullo propio de hombre y aprender lecciones de un gran maestro, donde se requirió también de alguien dispuesta a ponerlas en práctica.
No dudo que haya hombres que ya nacen con el don de saber coger dando placer a la chica en cuestión; sin embargo, la gran mayoría inicia como yo; creyendo que basta solo con tener la verga parada, introducirla, terminar y ya!
Para dar placer a una chica se requiere mucho más que eso
Tampoco bastará con conocer los puntos eróticos de la mujer hay que saberlos tocar con maestría, estimularlos, hacer que la mujer se derrita de placer y pida verga para culminar con su orgasmo hasta llegar al cielo.
El problema más grande de esto, es que es en nuestra juventud cuando mayormente se nos dan oportunidades y las desperdiciamos de la forma más burda.
Pero vayamos por partes, en este relato les contaré mis inicios y cómo fue que tomé la decisión de aprender a apadrinar chicas.
Estaba a punto de alcanzar mi mayoría de edad y aún era virgen.
Si bien es cierto que mi despertar sexual fue desde muy chico, cuando me di cuenta que teniendo cualquier contacto con mi pene me producía deliciosas sensaciones, primero accidentalmente, luego provocadas por mi mismo seguía sin conocer propiamente lo que es coger.
Rememorando ese mi despertar sexual, recuerdo cuando jugaba con mis primas y algunas vecinitas al "lobo feroz", que se quería robar las ovejas consistía en designar como lobo al más grande o más fuerte de todos, mientras los demás nos formábamos uno tras otro y nos abrazábamos fuertemente de la cintura, pues el lobo trataba de atrapar a uno y desprenderlo de la fila a jalones mientras el "lobo feroz" jalaba a alguien, los demás nos movíamos en zig-zag, empujando al lobo, siempre abrazados uno detrás de otro.
Un juego inocente, pero lleno de erotismo yo siempre quería quedar detrás de Eva mi vecina de la misma edad, pero con una gran precocidad en su desarrollo poco a poco se iba llenando de curvas; sintiendo muy rico cuando mi pene quedaba insertado entre los dos magníficos globos de sus suculentas nalgas ¡Ah días aquellos!
Llegó el tiempo de mi primera paja, después de estarme sobando el pene mirando una revista erótica lo hice ininterrumpidamente, sintiendo cómo se iba calentando la zona de frotamiento, hasta que estallé en espasmos, aún sin arrojar líquido alguno, pero sí plenamente satisfecho de la experiencia obtenida.
Cuando supe lo que se podía lograr sobándome o restregando el pene, supuse con justa razón que sería mucho más rico si en vez de la mano fuera el trasero de Eva, por lo que a partir de entonces casi cada noche, cuando jugábamos al "lobo feroz", yo corría a prenderme detrás de Eva, acomodaba mi pene entre sus nalgas y a apretarme contra ella, jalándola con fuerza a los lados para multiplicar el grado de rozamiento, hasta que lograba estallar.
Por supuesto después de llegar al orgasmo yo me salía del juego para recuperar el aliento.
Eva, dentro de su precocidad y calentura (se sabía que a su corta edad ya andaba queriendo "darlas"), se daba cuenta de lo que me provocaba y solo se reía, consciente de que yo aún no estaba en condiciones de calmar sus calenturas.
Otro juego predilecto por mí eran las "escondidillas". Como en el pueblo no había energía eléctrica, en los patios de las casas circunvecinas se formaban muchos escondites naturales, entonces, uno de nosotros era el encargado de buscar a los que nos escondíamos ahí yo aprovechaba para jalar de la mano a mi primita Rubi y me la llevaba al rincón más oscuro, donde la sentaba en mis piernas y la apretaba sobre mí hasta alcanzar mis orgasmos.
Curiosamente nunca intenté penetrar a ninguna de ellas, ni siquiera manosearlas, solo me pajeaba con sus culitos era lo único que podía hacer y francamente lo único que me gustaba hasta entonces.
Pero fuimos creciendo y ya no podíamos seguir con esos jueguitos con el paso de los años llegó la electricidad al pueblo y se redujeron los escondites por lo que volví a recurrir a mi mano para mis pajas y me comenzó a salir líquido en el clímax; primero era una agua diluida, después se fue espesando hasta que cuando me fui a la universidad en la capital, ya era un líquido viscoso y turbio en volúmenes considerables.
Tuve mis primeras novias pueblerinas, que apenas me dejaban tomarlas de la mano y darnos un beso de labios pero nada más ni siquiera fajes, porque los chismes en el pueblo corrían rápido y muchacha desprestigiada se arriesgaba a quedarse de solterona.
Con esos antecedentes llegué a la capital, internándome en la universidad tenía libres los fines de semana por lo que comencé a frecuentar a mi tío José, distante a dos horas de viaje en autobús. Con mi tío vivía además de su esposa, sus hijos, Lupita de secundaria y, Celia y Arturo de primaria.
En el primer viaje de estudios que tuvimos a los 6 meses de estar en la universidad, los compañeros mayores y de experiencia, identificaron a los que éramos vírgenes y nos llevaron a conocer las putas en tugurios de mala muerte por la ciudad de Oaxaca. Experiencia que para mí fue desastrosa pues la desgraciada puta que me tocó, me pidió que le pagara por adelantado y ya dentro del cuartucho, se acabó de desnudar, se recostó en la vieja cama que ocupaba casi todo el cuarto y me dijo "llégale". En verdad tenía buen cuerpo, ligeramente gorda, era una morenota de rostro fino, senos grandes y bien firmes, coronados con un pequeño pezón puntiagudo, cintura breve y nalgas soberbias, rematadas por un par de piernas carnosas. Pero solo me dejó sobarle un poco los pechos, y cuando se los quise chupar, me dijo "deja ahí!", entonces deslicé mi boca hacia abajo, me dejó besarle el ombligo y sentí que se puso chinita, pero de pronto hasta ahí me llegó a la nariz un olor nauseabundo que provenía de su sexo era en verdad asqueroso parecía que hubiera ahí un animal muerto por lo que ya no quise bajar con mi boca me incorporé, ella me puso un condón, se abrió de piernas y se la clavé nos comenzamos a mover pero yo seguía sintiendo ese desagradable olor sin embargo eso, afortunadamente no había disminuido mi calentura y el deseo de saber qué se siente coger una vieja y terminé rellenando de semen mi condón.
Cuando acabé y salí a asearme, me puse a vomitar temiendo que así les oliera a todas las mujeres y que por lo tanto yo nunca podría besarles y mucho menos chuparles la vagina, como había visto en las películas porno.
Los fines de semana en casa de mi tío eran familiares, sin ningún mal pensamiento al principio, con plena confianza en mí, al grado de dejarme solo con sus hijos cuando ellos salían por la noche del sábado y a veces regresaban hasta el día siguiente mientras tanto nosotros aprovechábamos para mirar televisión, jugar a las cartas, etc. Todo sanamente.
La casa tenía tres cuartos ubicados formando un ángulo recto; el cuarto de la esquina era ocupado por mis dos primas, cada quien en una cama; ese cuarto tenía una ventana que daba al cuarto de mis tíos en un extremo y yo con mi primito ocupábamos el cuarto del otro extremo, este cuarto estaba unido al de mis primas por un hueco donde no había puerta; para entrar al cuarto de ellas, necesariamente tenían que pasar por el cuarto donde yo dormía y, si en los cuartos de mis primas y de mis tíos corrieran las cortinas, entre ellos, podían ver lo que sucedía en el de enfrente. La entrada principal daba a la sala y de ahí se accedía a la cocina y a los dos cuartos de los extremos del ángulo descrito anteriormente.
Ahora paso a describir a mi prima Lupita, ella era llenita sin llegar a ser gorda, un par de piernas gruesas y macizas que soportaban lo mejor de ella su culo era un señor culo!, que para su edad era exagerado; sus pechos sí eran pequeños, apenas se notaban bajo las blusas que se ponía, que por cierto no vestía nada sexy, salvo cuando la veía con su uniforme de la secundaria; lo del culo era notorio por sus dimensiones. Curiosamente, aunque se notaba que ya andaba dándole vuelo a ese cuerpo, conmigo se portaba algo distante en ese plano, no coqueteaba conmigo, quizá porque me veía más pequeño que ella, aunque ya le llevaba casi cuatro años, pues era delgado y sin bigote; pero pasaba algo, a veces se desaparecía de la casa y cuando la buscábamos sus hermanitos y yo, salía de la casa de uno de los vecinos, con la cual, la casa de mi tío compartía el patio. El era un señor como de 50 años que casi siempre estaba solo y ella le llamaba padrino.
Pero una noche de sábado cambió todo mis tíos habían salido y quedaron en llegar hasta el día siguiente, eran ya las 9 de la noche y los más pequeños se habían ido a dormir, Lupita se había quedado conmigo viendo una película, donde de pronto aparecieron escenas eróticas, por lo que sonriendo con complicidad mi prima y yo nos mirábamos a cada rato, cada uno recostado en un sillón. Cuando la escena en la televisión estaba en su apogeo y los gemidos de la chica se oían muy fuerte, ya casi gritaba, mi prima me dijo, "bájale el volumen si no mi padrino va a creer que me estás dando mi agarrón!" yo no me quería levantar porque tenía la verga bien parada y se notaría bajo el delgado short que traía esa noche, pero los gritos de la chica en verdad eran exagerados, por lo que me levanté y le bajé el volumen y casi corriendo me volví a recostar en el sillón asimilando el comentario de mi prima ella sonriendo con picardía volvió a hablar "pero primito con eso que tienes, seguramente me harías gritar igual".
Por supuesto que los días anteriores yo ya le había dedicado varias pajas a mi prima, pero nunca había pensado llegar más allá de eso y ahí estaba ella jugando conmigo poniéndome colorado y sin saber qué responderle.
Pero mi instinto animal sí me decía qué hacer, por lo que sin ningún tapujo me acomodé la verga de modo que apuntara hacia el frente, aún dentro del short, me puse de pié y me paré frente a ella, diciendo, "de veras primita, crees que esto te haga gritar así!" las piernas me temblaban por el nerviosismo de mi osadía y por el enorme placer que me daba imaginar que podía cogerme a mi deliciosa prima.
Ella solo se recorrió más al fondo de su sillón y dijo "ahora lo vamos a ver". Traía puesta una playera larga que le llegaba hasta las rodillas y debajo de ella solo su sostén y su calzón, por lo que me recosté sobre ella y le dí un beso suave en la boca.
Entonces ella me tomó del pelo, muy cerca de las orejas, ladeó mi cabeza haciendo que abriera mi boca y me dio un beso como nunca había recibido, pues su lengua se enredo en la mía y jugueteó dentro de mi boca por algunos minutos; mientras mis manos se empezaron a engolosinar con sus carnes, masajeando sus hombros, su cuello, sus pechos que se sentían como de terciopelo ella soltando mi cabeza, me tomó de las manos y me las llevó hasta sus piernas indicándome que le subiera la playera yo le obedecí, aún sin soltar el beso que nos dábamos.
Le subí la falda a la altura del ombligo y le empecé a sobar las piernas, suculentas piernas!, entonces ella se soltó del beso, se sentó en el sillón y terminó de sacarse la playera por la cabeza; me pidió que le desabotonara el sostén por la espalda y se lo quitó, quedándose solo con su calzoncito puesto, que ese sí era sexy, sin llegar a ser una tanga pero era de niña, color rosado con una rosa de encaje sobre su vagina sus pechitos eran apenas unos montecitos con un par de pezones rosaditos y paraditos
Se volvió a recostar y yo le acaricié sus pechos con mis manos su piel estaba chinita y ella entrecerraba sus ojos, echando la cabeza hacia atrás.
Pero los impulsos de la juventud y mi inexperiencia afloraron sentía mi verga a punto de estallar por lo que impulsivamente me bajé el short con todo y truza hasta los tobillos, le quité el calzoncito e intenté clavársela así en seco, pues no la había estimulado para nada, sin siquiera abrirle sus labios ella me quiso detener, jalándome del cuello hacia abajo y empujando mi cabeza hacia su sexo imaginé que quería que se lo besara o chupara, pero yo aún no olvidaba mi mala experiencia anterior y procuraba no respirar cerca de su vagina para evitar el olor que me imaginaba emanaría de ahí; así que yo me empujé con más fuerza hasta alcanzar sus pechitos que esos sí se los chupé salvajemente, al grado que ella me dijo que le hacía daño entonces tomando mi verga con la mano la acomodé en la entrada de su vagina, ella abrió más las piernas y entró cuando me empujé más para quedar sobre ella, me hizo girar quedando sobre mí pero la combinación del ímpetu con que iba yo, lo apretujado que quedamos, mi gran calentura y lo inexperto hicieron su efecto y le empecé a aventar mis chorros de leche en su vagina, mientras ella gritaba: "No menso, aún no!" pero yo ya no podía detenerme, solo la jalé con más fuerza de las nalgas y aunque en mis últimos espasmos, sentí contracciones de su vagina, yo sabía que ella no había llegado al orgasmo, pero aún así ella se medio sentó sobre mí y me comenzó a cabalgar, bueno, más bien a restregarse sobre mi verga, lanzando leves gemidos, hasta que sintió que se me empezaba a poner flácida, y por supuesto a molestarme el rozamiento que ejercía sobre mi verga.
Yo me quedé por un momento ido, recobrando las energías, mientras ella con cara de insatisfacción se fue al baño, después de algunos minutos en que se escuchó la ducha, salio envuelta en una toalla y se fue a su cama sin decirme nada.
Me duché yo también, me fui a mi cama y me recosté sin lograr dormirme, había dejado la puerta que daba a la sala, ligeramente abierta.
Reflexionaba en lo sucedido me había gustado más, mucho más que con la puta de Oaxaca, pero había sentido temor de besarle la vagina más bien asco, temiendo que le oliera como aquel por otro lado, lamentaba la rapidez de mi venida no le había dado para nada el placer que ella quería así jamás la haría gritar como a la chica de la película ahora también temía que yo sería un muy mal amante.
Con esos pensamientos estuve por más de una hora cuando me sacó de mi ensimismamiento el leve rechinido que provocan las camas cuando uno se levanta de ellas me puse alerta a ver qué pasaba en la penumbra distinguí que era mi prima Lupita que se levantó y caminando descalza, muy sigilosamente se acercó a mi cama creí que venía por la revancha pero no, solo se cercioró si dormía porque al no notar movimiento alguno en mi cama, vi que se salía al patio. Intrigado, me levanté y me asomé hacia fuera, viendo que se dirigía a la casa de su padrino
Creyendo que no tardaría, me puse a esperarla cerca de la puerta, sin encender las luces pero ella se tardaba casi una hora y media después, cuando ya el sueño me empezaba a llegar me di cuenta que ella salía de aquella casa y venía hacia acá, sigilosamente como se había ido rápidamente me fui a mi cuarto, miré cuando ella llegó a su cama y se durmió.
Al día siguiente, con la presencia de mis tíos, todo fue normal, como si nada hubiera pasado entre nosotros ni en su escapada por la noche.
En los fines de semana posteriores yo andaba siempre bien caliente, queriendo repetir la experiencia con ella, pero ella me rehuía y hasta buscaba estar siempre con alguno de sus hermanitos para que yo no la acosara. Incluso cuando en las noches mis tíos nos dejaban solos, ya que se dormían sus hermanitos yo me acercaba a su cama, tocándola, pero ella se fingía dormida; e incluso en noches posteriores le pedía a su hermanita que durmieran juntas entonces yo me desquitaba con mi mano y se me comenzó a formar una pasión tremenda por mi prima Lupita, cada día la miraba más buena, pero ya no quería hacerlo conmigo.
Más sin embargo, ella se seguía dando sus escapadas en algunas noches; me daba cuenta que por las tardes llegaba su padrino a la casa de mi tío, jugueteaba con ella, la abrazaba, reían y cuando creían que nadie los miraba se toqueteaban más de lo normal; cuando él se despedía, yo notaba unas miradas de complicidad entre ambos y por la noche ella se escapaba a su casa eso me llenó de celos y de despecho pero en verdad quería mucho a mi prima, por lo que una tarde que nos quedamos solos viendo televisión le dije de improviso, "si hoy no me dejas cogerte, le diré a mi tío que te estás acostando con tu padrino" ella primero abrió mucho sus ojos, sorprendida de lo que oía, luego se puso roja como tomate por el coraje de sentirse chantajeada respiró profundo, hasta que se calmó lo fuerte de su respiración y me dijo así: "mira primo, yo me puedo dejar coger las veces que tú quieras pero sabes qué?... primero aprende a coger!".
Esa frase que debió herirme, no la entendí claramente al inicio, pues tartamudeando le respondí, "pero si ya te la metí una vez". Ella sonriendo con sarcasmo dijo: "tú lo haz dicho primito, me la metiste y terminaste y yo qué?... o a poco crees que eso es coger?!".
Yo aún sin entender, le dije, "qué quieres decir?". Ella poniéndose de pié, explotó frente a mí, manoteando: "pues quiero decir, eso!, que yo también quiero sentir bonito, llegar al cielo tú apenas me tocaste las chichis y luego luego a quererla clavar, sin calentarme, sin humedecerme y para colmo, apenas entró y comienzas a aventar tus mocos, sin que apenas me haya movido nada no chiquito, así no se coge a una mujer hay que saberlo hacer!!".
Yo, ahora sí herido en mi orgullo, le dije, "te gusta más cómo te la mete el viejo de tu padrino?"; su respuesta fue inmediata y bien convincente: "claro que me gusta más, ¡Me encanta!... él sabe bien como tratar a una mujer, cómo llevarla poco a poco al cielo con él me la pasaría cogiendo toda la vida!".
Nunca había visto a alguien asegurar algo con tal convicción era tanta la pasión con que mi prima justificaba el hecho de querer coger con el viejo y no conmigo, que me hizo preguntar casi inocentemente, "pues cómo te lo hace?".
Creo que esta fue la pregunta mágica que hizo cambiar la actitud de mi prima para conmigo, pues le brillaron sus grandes ojos y sonriendo dulcemente me dijo, "de veras quieres saber cómo me lo hace primito?... quieres aprender cómo hacerlo?... y después me lo harías igual que él?".
Claro que me seguía doliendo lo que me decía pero sabía que si quería volver a cogérmela tenía que ser humilde y reconocer que todo era verdad todo era una terrible verdad yo aún no sabía coger
Acordamos que el siguiente fin de semana ella vería la forma de que yo tomara la primera lección en vivo de cómo el viejo se la cogía y que yo debía aprender muy bien, dejándome practicar posteriormente con ella.
Con esa promesa me fui a la universidad, esperando con ansia el siguiente fin de semana.
Aquí una foto de mi prima Lupita a sus bien vividos 36 años!
CONTINUARA