Antro
Aquella noche sería la entrega de una hermosa esposa a un extraño.
Antro
Aquella mañana era distinta, sin duda aquel día lo sería. Antonio leía el periódico y tomaba un sorbo de su café. Estaba en el balcón disfrutando de una hermosa vista. La costa parecía quieta, pero agradable. Era un viernes, fin de semana, y en aquella ciudad las noches eran eternas, como si fueran a agotarse. De pronto se escucho un bostezo dentro de su recamara, era Ana, su mujer.
Ana era sutilmente hermosa, era alta, y tenía unas hermosas piernas largas, que al tocarlas, podían sentirse fuertes y tersas; poseía un hermoso cuerpo contorneado por unas delicadas curvas que definían fuertemente su cintura y sus nalgas; su cabello castaño era suave y sedoso, del que desprendía una hermosa fragancia a rosas, que podía someter a cualquier hombre. Sin duda Ana era una mujer siempre deseada, pero leal.
Antonio era un hombre apuesto, pero frágil, sabía que tenía una mujer bella como esposa, pero parecía no importarle aquello. Cerró el periódico y se dirigió a la cama. Se acostó a un lado de Ana y le abrazo levemente por la espaldad. Ana se veía tierna en aquella posición; el cabello desordenado y su cuerpo a la merced de cualquier hombre; se le veía vulnerable, lo era; sus ojos entre abiertos y molestos por la intensidad de la luz del día, le delataban que a penas se levantaba de aquel sueño que todo mundo desconoce, pero quisiera saberlo. ¿Qué podía soñar aquella hermosura?, ¿Qué podía quitarle el sueño a la preciosa Ana?, preguntas que todo hombre quería saber. Antonio le dio un beso por detrás del cuello y le susurro al oído:
- Estas hermosa
Ana le respondió que lo sabía.
Se levanto de la cama, no sin antes darle un pequeño beso en la frente a Antonio, le miro y le comento que regresaba en un momento. Antonio le observaba irse, admiraba su belleza. Ana miro a través del espejo del tocador y observo a su amado mirarle con morbo, soltó una sonrisa para si, y se metió al baño.
Pasaban las horas y aquella mañana habían quedado en salir a bailar. Hacia mucho tiempo que lo deseaban, pero por el trabajo de Antonio, no habían podido hacerlo. Antonio se arreglo de acuerdo a la ocasión, esperaba a su esposa y se dispuso a ver la televisión. No había prisa, los antros abrían tarde y cerraban, por lo regular, en la mañana, ya que los turistas y la gente bien, aprovechaba aquella ciudad para pasarla bien. Era una ciudad tranquila, hermosa, pero los fines de semana la vida nocturna reinaba. Ellos lo sabían, y habían decidido divertirse como nunca.
Después de varias horas, Ana bajo a la sala. Se veía bella. Una falda de vestir negra que le llegaba un poco mas arriba de las rodillas, no estaba pegada a su cuerpo totalmente, pero si le ajustaba a la altura de sus nalgas; una camisa de igual color, cuyos dos primeros botones lucían abiertos para entonar mas sus senos; su cabello lucia recogido, con un peinado bastante elaborado; medias negras poco transparentes que contorneaban sus firmes piernas; unas zapatillas que le hacían verse sencilla, pero elegante. Antonio le miro sorprendido, Ana no se veía escandalosa, pero tampoco podía ocultar su hermoso cuerpo. Se paro del sillón y fue hacia ella. Le miro a los ojos profundamente y le dijo que llegando del antro le haría el amor toda la noche, ella le dijo que si se pudiera, se lo hiciera haya mismo. Antonio se excito más y le beso apasionadamente.
Eran aproximadamente las once de la noche, y llegaron a un antro exclusivo de la ciudad. La gente ya hacia cola para entrar. Dejaron el automóvil encargado a los muchachos del valet parking del bar, y se dirigieron a la entrada. Pensaron que se tardarían en entrar por la cantidad de gente que esperaba, cuando de pronto les grito el encargado de la puerta, les hacia señas de que se acercaran. Aquel tipo de la puerta se había fijado en Ana desde que bajo del automóvil, le había gustado y eso ayudo para que este les dejara entrar con facilidad.
Ya dentro, comenzaron a bailar. Antonio pidió una copa de tequila y se divertían hablando de cosas sin importancia, en ocasiones criticaban a una que otra persona por su atuendo, simplemente se divertían. Las horas pasaban y el calor de la noche se hacia presente, aquellos amantes se besaban sin importar quien les viera, parecían estar en su mundo, aquel que en algunos momentos se encontraría invadido.
Ya en la mesa, comenzaron a platicar temas relacionados al sexo. Tenían una actividad sexual considerable, eran apasionados en la cama, pero siempre querían experimentar un poco más. En una ocasión, Antonio le había comentado a su bella esposa que le gustaría que otro hombre la tocara, tremendo error, ella inmediatamente le respondió que no, que siempre le seria leal a Antonio, pero Ana había mentido, ya que aquella proposición le había excitado y constantemente se imaginaba envuelta en esa situación. Pasaron los días y no había mencionado el tema nuevamente, pero en esta ocasión, Ana tomo la iniciativa y le dijo:
- Antonio, recuerdas aquella platica que tuvimos en la que me proponías que te gustaría que otra persona me tocara - hizo una pausa y le miro esperando su reacción.
Antonio sintió un nudo en la garganta, sabía que aquello se podía poner peligros. Sabía lo que Ana le diría, a lo que este solamente se limito a contestar un tímido sí. Ana al ver su reacción le propuso ponerla a prueba. Antonio le pregunto si en verdad lo quería llevar a cabo. Ana le respondió que si, que lo había estado pensando y que definitivamente quería experimentarlo. Antonio sudo frió, se imagino miles de escenas horribles, miles de cuestiones pasaban por su cabeza, aquella noche sabia que algo extraño pasaría, se quedo pensando, y le dijo que estaba bien, pero que nada mas se dejara tocar y besar. Ana le regalo un prolongado beso fogoso, le miro y le dijo que ella escogería al afortunado. Antonio se quedo pensativo de nueva cuenta, no podía imaginarse a su bella esposa siendo tocada por un extraño y mas aun, de una manera tan fácil. Ana estaba vulnerable, él lo sabía.
Pasaban los minutos y la situación seguía igual, Antonio saco un cigarrillo y comenzó a fumar, estaba nervioso, no era para menos. Algo de entro de él estaba temeroso, pero por otro lado le excitaba la situación. Ana se veía radiante; sus seños estaban sudados por el clamor del baile, se notaban brillosos y llenos de frescura.
A la hora después de aquella plática, se acerco un joven bien parecido y atlético que había estado observando bailar a Ana, le pregunto a Antonio si podía bailar con ella, este la miro y le dijo al extraño que la decisión eran de ella, Ana, sin dudar, acepto. Antonio solamente les miro marcharse, y observo como aquel hombre le tocaba la cintura morbosamente.
Ana era bastante buena bailando, le encantaba hacerlo y lo demostraba de inmediato. Aquel joven la tomo por la cintura y la acerco mas a su cuerpo, ella solamente se dejo llevar, la música era candente, esto hizo que bailaran con mas énfasis; las caderas de Ana se movían delicadamente, pero al mismo tiempo con fuerza. Antonio podía observar como el cuerpo de Ana se movía, observaba como se veían sus nalgas; hermosamente grandes y voluptuosas, pareciera que nunca nadie las había tocado. Ahora comprendía por que aquel joven le había visto, su vestimenta, a pesar de que era conservadora y nada vulgar, definía claramente su cuerpo, el cual, a pesar de estar a una distancia considerable, se distinguía de los demás.
Ana regreso a la mesa, se le veía contenta. Miro a Antonio comprendió su preocupación. Esta le dijo que no se preocupara, que no pasaría nada. Minutos después, Ana le dijo que aquel joven era el indicado. Antonio le pregunto que si le gustaba, Ana respondió con un: me encanta. Antonio le dijo que lo disfrutara, sabia que esta noche él había perdido. Su Ana estaba decidida a pasarla bien.
El atlético joven regreso minutos mas tarde para aclamar por esta noche a su Ana, de igual manera Antonio le dijo que la decisión era de ella, pero antes de que este acabara con la mencionada frase, Ana ya se había parado.
Bailaban de nueva cuenta, pero en esta ocasión el extraño era más descarado en sus movimientos y la tocaba más énfasis. Para la mala suerte de Antonio, apareció una balada, él sabia lo que vendría, quería llevarse a Ana de ahí inmediatamente, pero algo dentro de él no lo hizo. El joven la acerco mas a su cuerpo, y Ana de nueva cuenta no opuso resistencia. Antonio observaba como las manos de aquel joven acariciaban delicadamente la espalda de su esposa. Lentamente bajaban con dirección a sus caderas, en donde se depositaron mas tarde. De pronto, como una saeta, las deposito en sus nalgas apretándolas fuertemente, posteriormente simplemente las acario, Ana disfrutaba de todo ello, no puso queja alguna contra su amante, quien cada vez más la disfrutaba a placer. Ella por su parte, de igual manera acariciaba el cuerpo de su por esa noche amante, bajo sus manos a la altura de sus abdomen bajo y decidió posteriormente colocar su mano en el considerable bulto que se notaba en el pantalón de este, por arriba de aquel pantalón vaquero, Ana le acaricia constantemente su parte al extraño.
Ana volvió a regresar, pero esta vez ya con el cabello suelto y mas excitada todavía. Antonio le miro y le sonrió forzosamente. Ana le dijo que si él quería, que ella podía parar, Antonio le dijo que no, que siguiera hasta a donde ella considerara prudente, esto contestación pesaría posteriormente y seria crucial en el transcurso de la noche. ¿Hasta donde llegaría Anna?, ¿Hasta donde consideraría ella prudente ponerle un alto a este extraño?
Ana saco un cigarrillo y le dijo que le parecía perfecto. Parecía otra Ana. Esta le dijo que aquel joven le gustaba mucho y que bailando le había comentado que Antonio era un simple amigo, para que el joven siguiera con sus encantos y nada le impidiera seguirle conquistando. Antonio se quedo pasmado. Ana tenía camino libre para llegar a donde quisiese, y así seria.
Aquel extraño regreso a la mesa de Ana y Antonio, pido permiso para sentarse, se lo concedieron y Ana presento a sus dos amantes, era extraño. Antonio se sentía herido por que en aquel antro, él simplemente era un amigo para aquellos amantes, en la que se encontraba su bella esposa.
Entrada la noche y el ambiente en pleno, aquel joven le hablaba al oído a la hermosa Ana, esta se reía traviesamente y le daba besos en la boca, mientras que su amante le tocaba ya los muslos. Subió lentamente la mano hacia aquel codiciado lugar íntimo que tenia Ana exclusivamente para Antonio, pero que para esta ocasión, tenia también para su amante. El joven le subió la falda y noto que traía un sensual ligero, aquel que sostenía sus tersas medias, aquellas que cubrían las fuertes piernas de Ana. Antonio no se había dado cuenta de que Ana traía ligero, pero cuando observo que su amante se sorprendió al verle aquella prenda intima tan sensualmente provocativa, sintió una traición fuerte por parte de Ana, ya que no le había comentado aquel detalle, y ella sabia cuanto le gustaba que ella portara aquellas prendas intimas, que hasta hace algunos momentos, nada mas eran para él. El amante por su parte se excito aun más y metió su mano hasta el fondo de la intimidad de Ana, ella nada mas alcanzo a soltar un pequeño grito acompañado de una sonrisa de placer, el joven la miro y sonrió triunfalmente. Ana seria suya.
Antonio quería que parara ya, pero a la vez quería ver hasta donde Ana llegaría, sabia que ocurriría lo que todo hacia suponer, pero simplemente tenia una esperanza de que Ana supiera el momento de parar. No fue así. El amante pronto le besaba el cuello mientras acariciaba a Ana por todo el cuerpo, le comento algo en el oído y Ana tuvo un orgasmo. Antonio simplemente estaba sorprendido, aquel extraño había hecho lo él nunca había podido, pero sabia que en parte era por que su esposa se estaba dejando llevar. Ana bajo el cierre del pantalón de su amante, de donde salio un considerable miembro, Ana lo observo y soltó una expresión de sorpresa, Ana lo acaricio y se abalanzo sobre de él, dándole un enorme placer oral, cosa que era raro en ella, ya que no le gustaba hacerlo, pero ella simplemente quería disfrutar de todo lo que le ofreciera aquella noche.
Antonio pidió la cuenta. Ana se aferraba a su amante y le dijo a Antonio que si podían dejarlo en su hotel, este solamente asentó de manera afirmativa. Antonio no quería saber ya nada de esa noche, pago y se dispusieron a salir de aquel antro. El extraño tomo de la cintura a Ana y salieron juntos. El encargado de la puerta se dio cuenta que salía aquella pareja en la que Ana le había gustado, noto que aquella linda mujer salía acompañada de un hombre que no era su esposo, extrañado les miro, el amante al percatarse de esto y al pasar en frente de él, le tomo las nalgas a Ana y fuertemente las apretó, le regalo una sonrisa burlona al encargado, y este, extrañado, observo a Antonio, se rió compadeciéndose de él, haciendo un gesto como si aquella escena fuese obvia. Antonio comprendió el mensaje.
Ya en el automóvil, Ana se sentó en la parte trasera con su amante, Antonio manejando, simplemente los observaba por el retrovisor. Ana le besaba como nunca, el extraño aprovechando la situación, le tocaba cada parte de su cuerpo. Por primera vez, un hombre desconocido la hacia suya, y con mucha facilidad, aquel era un joven afortunado, ya que Ana nunca dejaba que eso pasara.
Aquel extraño la empezó a besar con mayo énfasis y candencia. De un golpe desabotono la camisa de Ana, los botones de la misma salieron desprendidos por todas partes y cayeron regados por todo el asiento trasero. Un brassiere de media copa se dejaba ver, el joven le beso desesperadamente el pecho, y de una manera audaz, desabrocho su sostén y le beso los pezones. Ana respiraba cada vez más fuerte. Antonio solamente miraba aquella escena, y por primera vez en la noche, le gusto observar a Ana; se veía tan hermosa; tan vulnerable. Ana observo a Antonio y con la mirada le dijo que no podía más, que tenia que hacer el amor con aquel joven. Ana se subió la falda, de donde se observo una delicada y diminuta tanga negra que hizo a un lado, para sentarse de espaldas a aquel extraño y facilitarle el acceso a su intimidad, pero esta vez, para estar dentro de ella. Ana si mas se sentó sobre aquel joven, mientras miraba por el retrovisor a Antonio, este simplemente observaba.
El amante, al ver las nalgas tan preciosas que tenia Ana, y aquel escenario que esta le ofrecía por el conjunto de lencería que tenía, comenzó a embestir a Ana con más fuerza. Le acariciaba las nalgas y sus seños de manera lenta, quería disfrutarla, sabía que nunca más la volvería a ver. Ana movía suavemente las caderas, proporcionándole un terso masaje al miembro de su amante. Antonio miraba sorprendido, nunca había visto a Ana hacerlo de esa manera. Ana en un segundo tuvo un orgasmo, grito y cayo a las espaldas de su amante, este la desplazo de nueva cuenta para adelante y la siguió penetrando, le miraba las nalgas y mencionaba lo preciosas que eran. Poco después, aquel extraño se movió con mas fuerza, Ana sabia que aquel joven tendría un orgasmo, por lo que le dijo que lo hiciera afuera de ella, a lo que el se negó, y en un segundo cumplió su proeza. Ana sentía un placer inigualable, el sentir el semen de otra persona en su cuerpo, le hacia sentirse usada, pero con un placer sin igual. Ana se desmonto y se bajo la falda. Podía sentir como el semen salía de aquella intimidad que había sido ya explorada por otro, y que nadie podría cambiar eso. Ana, por primera vez se había visto tan vulnerable. Antonio lo sabía. Ana se recostó en el asiento y se quedo callada. Lo que a Antonio le había costado conseguir en tres años, a aquel joven solamente le había costado tres minutos.
Llegaron al hotel y Ana se despidió de su amante con un beso en la boca, este le acaricio su rostro y le dijo que era maravillosa, Ana sonrió y le dio las gracias, aquel extraño se bajo y se llevo su brassiere exclamando que quería un recuerdo de aquella mujer a la que le había hecho el amor tan fácilmente.
Regresaron a casa y no hablaron en todo el camino, pero llegando a ella, Antonio cumplió la promesa de hacerle el amor a su aun bella esposa. Era cierto que siempre habría alguien mas que había tocado aquella intimidad tan preciada por tantos hombres, pero eso no importaba, Ana seria suya por siempre, día y noche, y quien sabe, aquel extraño, tal vez extrañe a Ana.