Antonieta

Sin previo aviso, el negro la tomo del pelo sin importarle el delicado peinado, destruyendo el esmerado trabajo de ella. Halándola bruscamente del cabello, le obligo a hincarse frente a su retinta y grotesca figura, y de un golpe zambullo el pene en su boca hasta donde humanamente ella pudo darle...

Las sabanas se encontraban revueltas, ella arañaba la cabecera de la cama con tal fiereza que amenazaba con arrancarle pedazos con sus uñas, o de lastimarse ella misma. La cabellera alborotada de la mujer, antes bien peinada, se encontraba ferreamente afianzada por medio de una mano negra sujetando el matorral de pelo castaño oscuro, tirándole con brutalidad.

-Detente hijo de puta, maldecía ella, pero fue seguida su insultante orden con una bofetada del tipo quien siguió cabalgándola a la fuerza.

La mujer continuaba gritando y maldiciendo, intentando vanamente de zafarse del tenaz hombre, mientras que el individuo la penetraba por el ano sin importar los aspavientos de la mujer, y gozando vilmente de aquella simbiosis de dolor mezclada con placer que le infligía a la débil hembra expuesta a su merced.

Las redondas y potentes nalgas de la esbelta dama se estremecían a los embates del macho, mientras este a su vez la sacudía de tremendas nalgadas. Los gritos llegaron a ser ensordecedores, a la vez que gruesas lágrimas escurrían por las mejillas de ella. El maquillaje antes pulcramente detallado se escurría como cera derretida ante las llamas, la boca se encontraba ya sin pintura alguna, y los ojos bellamente decorados con arte sublime, manifestaban una de las pestañas postizas a punto de desprenderse.

Ella se encontraba bañada en sudor propio, pero sobre todo de la chorreante transpiración del macho quien la cogía como una acémila barata y corriente a aquella yegua fina de la mejor clase.

Las metidas eran tremendas, el enorme pene de Rufas el negro, la apuñalaba sin piedad alguna, a la vez que los enormes testículos arremetían en contra del periné y vulva femenina; provocando chasquidos con los golpes, extrayendo a la vez gruesos pedos vaginales de la bella mujer, debido a que en un principio la clavara por enfrente llenándola de aire que ahora extraía de la vagina por medio de los bombazos anales.

Ella en verdad luchaba por no ser totalmente penetrada por aquel descomunal pedazo de carne, sin lograr su cometido, ya que el macho la detenía y la azotaba para someterla a su antojo, a la vez que excitado empujaba la enorme verga purpurea por el ano ante los gritos de Antonieta.

En ocasiones, Rufas la jalaba del cabello con ambas manos, y otras la soltaba de una de ellas para nalguearla fuertemente cual jinete de jaripeo montando a una yegua bronca y agitando su tejana con la otra mano mientras la tiraba de las crines.

También había veces que se inclinaba para introducir sus enormes dedos en la vagina de la mujer sin importarle si a ella le molestaba jodiéndola al tanto por detrás. Mientras que ella luchaba por enroscarse de lado con el fin de no sentir la enorme estaca desgarrando su ano y recto rebotando adentro en sus entrañas, mientras Rufas la tomaba de las caderas y la obligaba a parar el bello trasero, atizándole candela cada vez más fuerte, tanto golpes como metidas.

Aproximadamente una hora antes, la bella mujer arribo al cuarto de hotel en donde el negro la esperaba. El arreglo de su preciosa cara de dama aristócrata la hacía lucir aún más bella, mientras su larga cabellera pintada de castaño oscuro, se encontraba detenida hacia arriba con unas hermosas peinetas españolas, presentando un fastuoso cuello largo y perfecto.

Al retirar ella su abrigo de elegante piel, dejo ver sus suaves hombros aperlados y su espalda con algunas pecas. Mientras que el pecho nacarado resaltaba casi sin imperfección alguna. Ambas tetas redondas casi saltaban fuera del vestido negro de satín, el cual presentaba una abertura en uno de sus lados hasta casi enseñar la pantaleta. La liga sosteniendo a las medias, se mostraba a la vista del negro quien la observaba con los ojos enrojecidos como drogado.

El hombre negro por el contrario a ella, se trataba de un individuo flaco, con bembas enormes, y en bigote desaliñado. Este retinto individuo se encontraba tumbado con las piernas abiertas mostrando sus gordos testículos a la vez que se sobaba de arriba abajo su gruesa y larga macana; su ropa carente de la mínima distinción y pulcritud alguna, estaba desperdigada por el suelo. Unos enormes zapatones negros desgastados, con unas calcetas blancas gruesas y percudidas contrastaban grotescamente con las lindas zapatillas de Antonieta.

Ella lo observaba incrédula, y no atinaba a adivinar de qué manera este pelafustán como desagradable individuo, fuera capaz de cubrir el precio por la visita de ella en aquella cita programada. A pesar de la gran seguridad en sí misma, Antonieta observaba la descomunal verga del negro, y suponía dentro de su mente que a media metida de aquella estaca, ella lo iba a tener que marcar el alto, y daba gracias porque su trasero no hubiese entrado en la negociación de este individuo con su novio y proxeneta.

Antonieta calculaba desagradada, ante la vista del espantajo enfrente de ella, acerca de la gran pérdida de tiempo sufrida en su arreglo personal, desde el día anterior cuando fuera a depilarse los genitales y el ano con el fin de aparecer más pulcra y sexi ante el hombre que había contratado sus servicios bajo una excelente paga; así como el tiempo y esfuerzo realizado en su esmerado maquillaje, y la ropa otorgando a su figura un toque de elegancia y distinción; sin contar la atractiva ropa interior tipo “vintage” junto con las medias cubanas y el liguero de finísimo encaje.

El desagradable negro de un brinco se colocó frente a la fina y delicada Antonieta sobresaltándola, y de inmediato se prendió como ventosa con sus gruesos belfos del cuello de la mujer, mientras ella le decía:

-Nada de chupetes por favor…

Sin previo aviso, el negro la tomo del pelo sin importarle el delicado peinado, destruyendo el esmerado trabajo de ella. Halándola bruscamente del cabello, le obligo a hincarse frente a su retinta y grotesca figura, y de un golpe zambullo el pene en su boca hasta donde humanamente ella pudo darle cabida, provocándole un reflejo nauseoso, mientras el hombre intentaba meterla toda entre los labios preciosamente pintados de Antonieta.

Ella luchaba por extraer de su garganta el enorme y grueso salchichón, al cual solo logro dar alojo en una cuarta parte de su longitud, empujándose de los enclenques muslos del negro con sus manos, hasta que el mismo hombre la extrajo, elevando ella sus ojos llorosos debido al esfuerzo hacia el horrible individuo, quien entonces le aterrizo una bofetada provocándole girar las cabeza bruscamente debido a la intensidad de la misma.

Antonieta quedo aturdida del golpe, sin ser capaz de reaccionar, a la vez que el individuo tiraba violentamente de su vestido para quitarlo de su nacarado cuerpo, y mediante los ardientes arrastres, el cuerpo de ella se agitaba de un lado a otro como una marioneta al antojo de su abominable y cruel dueño. Era una bella y delicada escultura viviente inmisericordemente mancillada por la barbarie de un primitivo. Antonieta sacudida por varias bofetadas aterrizando sobre su delicado rostro, no se encontraba en capacidad de reclamar nada por la conmoción y la violencia del demente aquel.

Como si el flaco chimpancé adivinara el pensamiento de ella, le arrojó en su cara:

  • Yo pagué muy buen dinero a tu padrote por esto y aún más, así que prepárate perra.

El dolor físico y la paralización por la falta de aire, impedían reclamarle airadamente al simio. La indignación se quedaba empaquetada en la mente de Antonieta; la rabia expresada no podía brotar, a la vez que ella odiaba a este hombre con todo su ser, y en ese preciso instante a su llamado “padrote”, quien no era otra persona que su pareja sentimental con quien jugaba ella el rol de prostituta, mientras que no era capaz de comprender que aquel haya pactado tales infamias con este horrible individuo.

El rol de prostituta o de “call girl”, consistía en un juego erótico pactado entre ambos amantes nacido del enamoramiento, el cual les proporcionaba gran placer y un incremento del amor y deseo entre ellos sin necesitar realmente el dinero; pero ahora ella cuestionaba la verdadera naturaleza de lo que su pareja sentimental sentía hacia ella. Con todo y eso, Antonieta ya contaba con una buena ganancia debido a que sus amantes como ella los llamaba en lugar de clientes, se encontraban felices con su forma de ser.

Aun de hinojos en la alfombra del cuarto de hotel, Antonieta fue elevada de ambos brazos y arrojada sobre la cama, ya solamente su bello cuerpo cubierto con las pantaletas, medias y liguero, debido a que su precioso sostén de encaje prácticamente fue desgajado de su cuerpo, haciendo saltar las tetas durante dicho acto, las cuales fueron prendidas por las enormes fauces del antropoide y chupadas a placer. Antonieta para esas horas ya presentaba algunas marcas violáceas sobre su delicada piel en torno a las tetas y cuello, como producto también de algunas de mordiscos de parte del sanguinario animal.

La penetración vaginal fue violenta, mientras el hombre no la dejaba de azotar con las manos abiertas y con puños cerrados en los muslos y caderas, alternando con fuertes bofetadas hasta hacerle sangrar por la nariz y boca. Antonieta adormeció sus sentidos con el fin de no registrar ni el dolor ni tampoco el tiempo de la posesión. Dolida de su cuerpo y de su alma, berreaba de verdadero dolor físico.

Transcurrido determinado tiempo, el negro la obligo a girarse sobre su abdomen, e inicio a azotarla con su cinturón sobre las nalgas, ante lo cual Antonieta dio alaridos, a la vez que el simio le decía jadeante:

-Así mero pinche puta…así grita.

Las manos del negro la elevaron a ella de sus caderas para exponer el atractivo culo de Antonieta al aire, y entonces colocándose el individuo de horcajadas con ambas piernas a los lados de las nalgas de la mujer, las separo, mientras el hombre escupía abundantemente en el agujero anal de Antonieta; procediendo en unos segundos después, a empujar su larga y gorda verga dentro de este, bajo previas lengüetadas de lagartija lo más que pudo dentro del ano.

Ella grito escandalosamente al sentir como filosas navajas que cortaban su esfínter anal, e intento descender sus nalgas colocando para ello su abdomen a nivel de la cama, y entonces el negro la golpeo con el puño cerrado en uno de sus muslos, provocándole intenso dolor, obligándola con la mitad del enorme pene dentro de ella, a que esta elevara de nuevo sus nalgas, aprovechando el hombre para penetrarla hasta los huevos; pujando la mujer del terrible atorón sin ser capaz de gritar.

Quien sabe cuánto tiempo transcurrió, hasta que incapaz de contenerse, el negro eyaculo chorros de atole dentro del recto de Antonieta; jamás respeto el pacto de emplear condón.

El negro se desplomo satisfecho como un fardo sobre la cama, instantes aprovechados por Antonieta, quien descargo un tremendo golpe a este en la cabeza, estrellando una botella de cerveza, salpicando de sangre y cerveza la cama, y mientras este aturdido no atinaba que hacer, ella lo golpeo con uno de sus hermosos tacones en la cabeza, insertándose este en parte en el cráneo del negro, y sin pensarlo, con otra botella vacía de cerveza, y girando a la vez ella el cuerpo del negro sobre la cama, la introdujo en el ano, ante un hombre ahora en estado de shock y que ya fue incapaz de defenderse.

Antonieta salió como pudo del hotel, apenas arreglando la ropa sobre su maltrecho cuerpo, evitando como mejor pudo que no la viera el empleado de la entrada; y una vez en la calle, le hizo señas a su “padrote” diciéndole que el negro lo quería ver a él. Sin esperar respuesta ante la mirada de asombro de su novio por el deplorable estado de ella, este subió rápido con el fin de ver lo sucedido.

Mientras tanto, ella logro conseguir un taxi y se alejó de ahí, a la vez que el taxista le preguntaba lo que había ocurrido con ella, al tanto que Antonieta le ordenaba que únicamente condujera el auto y se callara.

Según supo ella después, al llegar su novio al cuarto del hotel, se encontró con la macabra escena del negro desangrándose del cráneo y del culo, ya que Antonieta, una vez introducida la botella vacía de cerveza dentro del culo del simio, la extrajo fuertemente, y con el vacío creado dentro de la botella, se trajo parte del recto hacia afuera. Como fue capaz el novio, hablo al administrador del hotel y este a la ambulancia, la cual logro salvar a duras penas al violador de la muerte.

A partir de entonces, ella jamás supo nada de su novio y vil padrote, ni mucho menos del simio aquel, quien era un extranjero ilegalmente viviendo en el país.

Tiempo después, ella pacto con un japones para que este fuera su protector, con quien realizaron diversas cosas y parafilias en donde se encontraban involucrados actos de sado de la mas alta escuela, que narraré en otro proximo relato.