Antonia 2

Le cuento a mi esposo una mentira sobre algo que no sucedió, tan solo para excitarle.

Tras una sesión de sexo en grupo en la playa, en la que varios hombres tuvieron sexo a la vez conmigo, delante de mi esposo, José estaba tan excitado por los recuerdos que asaltaban su mente, que me hacía realizarle una felación tras otra. Me obligaba a andar semidesnuda por la casa, sin ropa interior o a salir sin bragas a la calle con él. Creo que el haberme visto  con el pene de otros hombres en la boca le había trastornado y ahora vivía en un estado de permanente excitación.

-Antonia, mi amor- me dijo- No puedo dejar de recordar nuestra estancia en la playa nudista. ¿Has tenido otra experiencia igual en tu vida? ¿O alguna similar que quieras contarme?-

Le miré con ojos de cariño, pero los suyos estaban inyectados de pasión y deseo. Jamás había estado con más de un tío a la vez antes de nuestra aventura, pero engañé a mi esposo. Decidí jugar con él e inventarme una historia.

-Sí, le dije, una vez trabajé en una residencia de estudiantes. Pero nunca te he contado lo que pasó allí. Ni creo que deba hacerlo- Le dije sonriéndome por dentro, sabedora de que mi negativa inicial no haría sino aumentar las ganas de saber.

-Cuéntame que te pasó, por favor, Antonia. Necesito saberlo-

-Espera- le dije y corrí al dormitorio para ponerme un conjunto de ropa interior amarilla, sin tela, tan solo tiene los elásticos y deja todo al aire, los pechos el coño y el culo. Cuando me vio aparecer, José ya imaginaba que yo estaba tramando algo y estaba totalmente erecto. Me senté junto a él. Extraje el pene por un lateral de calzón y comencé a contarle mientras subía y bajaba la piel de su pene tieso y duro de forma suave, sin prisas, disfrutando del contacto de mis dedos con el calor de su erección:

Sucedió antes de conocerte mi amor. Una amiga, Sara, que trabajaba en una residencia de estudiantes, llevando las tareas de limpieza y concina, se tenía que ir a un viaje que llevaba meses planificando con su novio y me ofreció sustituirla.

-El viaje con mi novio durará dos meses Antonia. Vamos a recorrer Cuba entera, pero de mochileros. En la residencia de estudiantes se cobra bastante. Pero te advierto que esos chicos son hijos del demonio. Están todo el día salidos, intentando meterte mano- Me dijo Sara.

-¡Cómo te envidio Sara!- le dije –Me iría con vosotros a Cuba.

La cuestión es que acepté y comencé al lunes siguiente en la residencia. Cuando llevaba dos días contratada sucedió lo que te voy a contar.

Yo me ocupaba de todo cuanto se puede imaginar. Era responsable de la limpieza general, la cocina y la ropa de diez chicos de entre 18 y 25 años. Yo tenía 22 y en aquel tiempo aún no te había conocido y estaba sin novio.

Del pene de mi esposo escapó una gotita de pre semen que yo extendí  golosa con la yema del dedo gordo por todo el capullo, mientras paré de hablar para besarle la boca y entrelazar mi lengua con la suya.

-Nunca me has hablado de aquello- dijo José cuando terminé mi beso.

-Si quieres sigo guardando mi secreto- le dije.

-No por favor Antonia, continúa, perdona-

Yo proseguí masturbando su pene y contando mi historia. José acariciaba y pellizcaba de vez en cuando mis pezones:

Trabajaba de lunes a viernes, con carácter interno, tenía mi propia habitación. Y una cosa que noté a las pocas horas de estar allí dentro es que algo comenzó a afectar a mi sexualidad. Me sentía mucho más erotizada.

Aquellos chicos no se preocupaban de mi presencia. Andaba desnudos o veían porno en el ordenador o la tele sin rubor, sin importarles que yo les viera. Alguno se masturbó mientras hacía su habitación. Y, en resumidas cuentas, me fui sumergiendo en un permanente estado de sensualidad desbordada e incontenida, que me hacía ver a todos los estudiantes como verdaderos sementales. Contenía mis ganas pero los deseos carnales hacia ellos eran poderosos, cada vez mayores y mantenían mis pezones erectos de forma constante.

Aquella mañana llevaba una faldita a medio muslo de color azul claro, que remangué u poco más hasta provocar que casi se me viese el culo (deseaba exhibirme) y una camiseta de tirantes azul oscuro sin sostén.

Era una mañana luminosa. El sol bañaba la terraza y noté que las plantas resultaban secas y la tierra pedía a gritos un poco de agua.

Conecté la manguera y comencé a esparcir el agua sobre el cemento reseco, recogiendo las hojas y mojando la tierra y las plantas, que enseguida pasaron a lucir un verde intenso, con las gotitas adornándolas brillantes bajo el sol.

Luego estuve haciendo el baño. Mi faldita, súper remangada, al agacharme para limpiar la bañera se subía y uno de los estudiantes estuvo espiando sin que yo lo notase.  Podía ver claramente más de la mitad de mi trasero y el abultamiento de mi sexo tapado por la braga blanca.

Yo frotaba la bañera con la esponja jabonosa a la vez que él se tocaba sobre el pantalón. Al no llevar sujetador, y al estar agachada mis pechos se mecían bajo la camiseta azul oscuro en un vaivén tan sugerente para aquel chico que su excitación creció y creció mientras espiaba mis movimientos.

-Antonia- dijo de repente - ¿Me lavaste la camiseta de deporte?-

Me llevé un pequeño susto, no sabía que estuviese allí detrás.

-Si Víctor, ven, te la daré-

Le llevé al cuarto donde tenía la ropa planchada y le entregué su camiseta.

-Te cosí un roto que tenías en la axila- le dije.

El se desnudó el torso y se probó la camiseta. Eran un chico de diecinueve años, muy, muy musculado. El vientre dibujaba sus abdominales y estaba depilado del todo. Me entraron ganas de bajarle los calzoncillos y lamerle allí mismo.

-Eres muy amable Antonia y muy bonita- me dijo acercándose más y más. No sé si aquel chico notó mis ganas, amor mío, pero la cosa es que su mirada estaba cargada de lujuria y el haberme visto limpiando la bañera, con medio culo al aire, le había puesto caliente a él también.

-¿Te lo follaste?- Preguntó mi esposo impaciente.

-No corras cielo, Deja que vaya poco a poco- Le dije y sin mediar palabra me recliné sobre sus muslos y metí el pene de José en la boca para paladear el pre semen que no paraba de brotar.

-¡Joder vas a matarme!-

Yo sonreí y seguí contándole:

La cercanía de Víctor me hizo subir una oleada de calor a las mejillas, que se me ruborizaron.

Otro de los chicos, Andrés, llegó de improviso y se paró junto a la puerta. Nos miraba desde la entrada. Tenía una espada de juguete, de esas que imitan a las de la guerra de las galaxias y jugaba a estoquear a su amigo.

-¡Estate quieto, Andrés!- le regañé - ¿No ves que Víctor se está probando la camiseta?- Me había molestado que hubiese venido a interrumpirnos con sus malditos juegos.

Andrés se reía y seguía jugueteando con su espadita de plástico rosa. Siempre he pensado que los estudiantes son más niños que otros hombres con su misma edad.

Entonces Víctor tomó una decisión que yo no esperaba. Me tomó de la cintura, delante de Andrés, y acercó su dedo a mi camiseta de tirantes, justo a la altura deli pezón, que se notaba por la falta de sujetador y por mi estado de calentura.

-Se te notan mucho los pezones Antonia, y se ve que los tienes grandes- dijo mirando a Andrés y pasando la uña por el bultito que el pezón dibujaba en mi camiseta.

No sé porqué no le aparté enseguida, pero no lo hice. No era yo, algo hacía que mi receptibilidad fuese automática e inmediata ante cualquier propuesta de carácter sexual.

Víctor tomó mi pecho entero bajo su mano, sobre la camiseta, estrujándolo con mimo y sopesando todo su volumen, mirando de reojo a su amigo Andrés.

-Los tiene lindos, ¿verdad?- preguntó Víctor a Andrés, que miraba con indisimulado regocijo como su amigo me sobaba las tetas.

-Ya lo creo- contestó –Vaya par de ubres hermosas tiene la nueva criada. Para meter la polla entre ellas y correrse en su cara-

Me sentí excitada con aquellos dos mocosos vacilando entre ellos y hablando tan obscenamente sobre mí. Víctor me agarraba de la cintura, haciendo infructuoso mi intento de separarme de él.

-Dame un besito- dijo acercando su boca a la mía.

Yo me retiré, pero él me apretó más y se acercó hasta posar sus labios en los míos. Le besé un par de veces y el lamió mis labios. Pero de repente, como si le hubiesen fallado las piernas se desplomó de rodillas a mis pies y remangó mi faldita azul claro.

-Sujétala, Antonia- Me ordenó.

Yo obedecí, como abducida, carente de voluntad propia, abandonada a sus peticiones. Sujetando la falda en mi vientre y dejando mis bragas blancas delante de los ojos de Víctor que, sin mediar palabra, comenzó a besarme el sexo sobre la tela de la ropa interior. Restregaba su nariz y me mordía el coño mojando con su saliva el algodón de la braguita.

Aquellos mordisquitos erizaron todavía más mis pezones y me sentí en un clímax de excitación con Andrés mirando.

Víctor apartó la braga a un lado, estirando del elástico, y sentí su lengua enredarse entre los vellos de mi pubis. En aquella época aún no me había depilado.

Mi esposo jadeaba con mi mano masturbándole mientras escuchaba mi voz mimosa contando la historia con los estudiantes. Y yo gozaba inventando los detalles para él y meneando el leño duro y supurante.

-Sigue, cielo- me pidió José. Y yo seguí desgranando mi fantasía:

El chico de la puerta estaba contemplando la comida de mi coñito por parte de Víctor.

-¡Wow, tío!- exclamó desde la entrada, agitado por el espectáculo. -¡Vaya zorrita nos ha enviado Sara! ¿Será tan puta como ella?-

-¡No soy ninguna zorra!- protesté. Pero mis protestas solo consiguieron como respuesta la risotada de ambos.

Se oían los lametones y las succiones de la boca de Víctor, sumergida entre los labios de mi coñito.  Yo seguía sujetándome la falda mientras me comía el coño y comencé a emitir gemiditos de placer por el exquisito trabajo del estudiante. Apretaba el culo y sacaba las caderas, abriendo los muslos para facilitar la tarea del chico.

Pero cuando mejor estaba, casi a punto del orgasmo, Víctor se puso de pie y me obligó a arrodillarme a mí.

-Si eso- jaleó Andrés – haz que te la chupe-

Al arrodillarme los calzoncillos de Víctor quedaron a la altura de mis ojos. No hacía falta ser adivina para saber que estaba totalmente erecto bajo ellos. Cuando se los sacó, la polla saltó como un resorte.

-¿Qué te parece?-

Elevé los ojos y le miré con mi mano agarrando el tronco del pene.

-No está mal- le dije.

-¿No te apetece probarla un poquito?- me invitó Víctor.

Andrés medió: -Anda zorra, Lo estás deseando-

Miré a Andrés que se había sacado el pene y se masturbaba con nuestro espectáculo.

Lamí el pene y lo masturbé largo rato. Víctor gemía y Andrés se acercó y metió su polla por medio entre mis ojos, obligándome a lamerles a los dos.

Acariciaban mi pelo y suspiraban entre gemidos.

-¡Qué bien lo hace!-

-¿Soy mejor que Sara?-

-Eres más puta síiiiiiiii- Contestó Andrés.

En el cuarto había una cuna, porque uno de los estudiantes recibía la visita de su mujer y tenían un niño pequeñito, de meses. Víctor me levantó y me llevó hasta la cuna. Me giró e hizo que me apoyase en la barandilla.

-Saca el culo- ordenó. Me bajó las bragas y sin esfuerzo, por la gran cantidad de humedad de mi coño, comenzó a follarme.

Justo en ese momento pasaban dos estudiantes, camino del comedor que se pararon en la puerta. Víctor me follaba y Andrés me obligaba a agacharme para llegar hasta su verga, con la que bombeaba mi boquita glotona.

-¡Joder Antonia, no aguanto más!- dijo de repente José, que ante mi relato y mis atenciones había llegado a los límites del orgasmo.

-¿Quieres hacerlo en mi boca?-

-Siiiiiiiiii-

Me agaché y la metí casi entera, hasta la garganta. José se corrió dentro, bien dentro.

-¿Estuviste dos meses en aquella residencia de estudiantes?-

-Dos meses y pico- respondí mintiendo.

-Me tienes que contar todo lo que te pasó allí- Me dijo mi marido mientras yo seguía entretenida, limpiando con mi lengua los restos de su eyaculación.