Anton.

Mi primera vez

Todo en la vida tiene un principio, el mío no es diferente al de algunas de nosotras, poco aspecto varonil, preferencia por la ropa femenina de las mujeres que nos rodean, poca interacción social con los demás varones de nuestro entorno.... Así mil cosas. Yo además sumaba, que desde la infancia tenía un aspecto de niña que a la gente le llamaba a confusión, muy clarita la piel, rubio el cabello, largo, redondita la cara, y muy poca cintura, con lo cual mi culete, más bien generoso, era completamente de nena.

A lo que vamos, aún sabiendo todo el mundo, en mi pequeño pueblo, que yo perdía aceite por cada poro de mi piel, yo jamás sentí rechazo por parte de nadie, e incluso participaba en actuaciones mayoritariamente masculinas, no me importaba, dar ese gusto a mi padre, un hombre de campo, duro y recio, que había engendrado con mi querida madre, 4 varones fuertes y duros como él y algo indefinido como yo. A mi padre y a mis queridos hermanos, cuando el tiempo lo permitía les encantaba la caza, a mi indudablemente no, yo preferia, quedarme con las mujeres, y prepararles la comida, no siempre lo conseguía, a veces me tocaba acompañarles, pero yo era más un estorbo que una ayuda.

Y hay empieza mi historia. Yo con mucho esfuerzo y discreción, pude ir haciendo mi pequeño vestidor, un tanga por allí, unos ligueros por allá, unos tacones rojos que me encantaban, todo bien escondido, en casa de mis fallecidos abuelos. Allí me escapaba y entraba en trance, sentir las medias subir por mis muslos, pintarme los labios, darme color en mis ojos, era lo más parecido a estar en el paraíso, lo hacía cada vez que tenía ocasión pero era mucho menos de lo que deseaba.

En un invierno de principios de este siglo, con mis hermanos estudiando fuera ya, en la capital, mi padre me dijo, que al día siguiente había un rececho a la noche siguiente, eso es, ir al monte y esperar a que a algún jabali despistado se le ocurra pasar por allí y dispararle. Ese acto se iba a hacer en una finca de mi padre, pero él y mi madre debían estar ese día en la capital a unas pruebas médicas. Su puesto lo ocuparía, Anton, su mejor amigo, un hombre grande, enorme, viudo y de unos cincuenta años. A mí ese señor siempre me había dado mucho respeto, casi miedo, yo era diminuto y el un gigante, siempre mal humorado sin afeitar, y con poca higiene personal. Yo durante ese día olvidé completamente mi obligación con él esa noche, y me dedique a estar todo el día con mis conjuntos de nenaza, disfrutando de poder ser la mujer que yo aspiraba a ser.

Asi, completamente ensimismada y después de hacerme la enésima paja del día, me cazo Anton. Recuerdo, que en ese momento solo tenía puesto, un tanga negro, completamente trasparente, y mis taconazos rojos, esos que estilizaban, mis piernas y que me hacían pensar que era una verdadera mujer. El solo me miró, y murmuró vámonos. Yo no sabía en ese momento donde caerme muerto. Volé a mí habitación, y me vestí con lo primero que encontré, ropa de chico, claro. Me dejé puesto el tanga, pero solo porque los nervios me obligaron, juro que no fue algo premeditado.

Ya en el coche, dirigiéndonos al lugar de la cacería, el no me dirigio la palabra en ningún momento, solo me miraba de vez en cuando. Esto sucedía en el atardecer de una noche de invierno, muy nublado y con mucho frío. Creo recordar que al llegar a donde teníamos que estar esperando a la pieza, solamente chispeaba, pero al momento empezó a llover como debió ser el diluvio universal. Salimos corriendo hacia el coche, que estaba a una distancia considerable, y llegamos a el completamente empapados.

Hay, me hablo por primera vez, y sus palabras fueron...

Chica, quitaré esa ropa, que te vas a coger una pulmonía, ahora te doy algo de ropa seca que llevo hay detrás.

Lo de "chica" me dejo algo descolocado, pero ni dude en hacer lo que me dijo. Me empeze a desnudar sin pensar que mi ropa íntima era realmente de chica, el volvió a entrar en el coche, y me pillo así, solamente con el tanga, fue la primera vez que le vi sonreír. Con toda la tranquilidad del mundo, le contemple irse desnudando, a aquel hombre enorme, fuerte, prototipo de súper macho. Yo procuraba no mirarle intentaba taparme, porque la ropa que me había ofrecido no la veía en ningún lado. Sin embargo cuando se quito el calzoncillo, y vi aquel pene, casi erecto, grande oscuro, venoso, no pude desviar la mirada. El volvió a sonseirse, y me dijo que, que me parecía, que si era el primero que veía, y me hizo la pregunta más importante de mi vida.... Quieres tocarlo?

Mis manos actuaron solas, eran independientes, se dirigieron allí, lo acariciaban, lo estrujaban, buscaban todas sus imperfecciones, palpaban aquellos cojones gordos, velludo, duros. No se en que momento, sentí su enorme mano en mi nuca, haciendo fuerza hacia abajo, dirigiendo mi cabeza hacia aquel misil. Ni me planteé, resistirme, solo abrí mi boca, e intenté abrazar con mis labios, aquello que tanto deseaba. Lo lami, lo mordí, lo engulli, hasta mi garganta, lo roce por toda mi cara, me embadurme de mis babas, y de sus primeros efluvios. El me acariaba me pellizcaba, intentaba morder mis pezones, y con su otra mano y con sus dedos grandes, buscaba mi ano. Yo levantaba el culo, jamás lo había echo pero comprendo, que a partir de ese día lo haría para siempre.

Su dedo corazón, encontró la diana, y sin ningún miramiento, se introdujo en mi virginidad. Hay me saque su polla de la boca y le dije que quería que me follara, que quería ser suya. Vi su mirada más siniestra, la de cazador, y en aquel Land Rover, antiguo y desvencijado me dio la vuelta, escupió en mi ano, y apunto aquel aparato enorme lleno de babasjumjusto al centro de mi ojete. Aún lloro recordando aquel dolor extremo, pero al mismo tiempo, un placer jamás interesado, su capullo entró directamente en mi intestino, y en apenas 3 o 4 minutos, note como su leche se mezclaba en mi adn, para tenerle siempre dentro de mi. Yo me había corrido sin tocarme, mi insegnificante pene nunca había estado erecto, pero mi primer orgasmo a al, fue lo más maravilloso del mundo.

Pronto contaré más sobre Anton.